La UCR y la política exterior. Análisis de cien años del discurso radical

 

 

Conclusiones

 

A la hora de las conclusiones queremos señalar que nuestra tesis tiene un desarrollo desigual. La parte epistémica está muy desarrollada, aunque hemos limitado su utilización a sus aspectos básicos, debido al carácter exploratorio de nuestra tesis. Con respecto a los instrumentos, señalamos algunas variables que marcan que desde el punto de vista teórico las diferencias entre realismo e idealismo no son tales, a pesar de sustentarse en principios y valores diferentes. A nuestro entender en dos puntos persisten las diferencias, el primero es la relación entre los Estados (armonía versus confrontación), el segundo es el rechazo del pragmatismo. Pero a pesar de ello, ambas posiciones tienen fronteras muy difusas.

Las estrategias de autonomía y de inserción aparecen claramente como contrarios pero no son excluyentes uno del otro -es más, uno es funcional al otro- también son conceptos flexibles dada su inspiración pragmática, como lo expresamos en la primera parte del trabajo.

Incluso la posición de Roberto Russell de designar como "neoidealismo periférico" a este tipo de opciones complica más la situación1. Por ello queremos reafirmar nuestra posición de buscar un nuevo marco para categorizarlas.

Otro punto que queremos resaltar es que muchas de las transformaciones que sufre el radicalismo son producto de los cambios que se operaron en el liberalismo decimonónico. En sus orígenes el radicalismo es heredero del liberalismo del siglo XIX pero con rasgos propios, ya que es una variante solidarista. A pesar de ello, no escapó a la transformación que en este siglo se produjo en esta tradición política que como dice Eric Hobsbawm, en ese marco "podía desaparecer o hacerse irreconocible. "2

Y precisamente la transformación del liberalismo y las características propias del radicalismo son los elementos que lo elevaron a navegar hacia otras aguas, como las de la socialdemocracia.

Sus origenes distintos no le impide al radicalismo y a la socialdemocracia compartir en la actualidad un mismo espectro ideológico.

Las vinculaciones entre ambas se basan en varios puntos de contacto, como la evolución de ambas estructuras políticas dentro de un pensamiento progresista. El radicalismo posee reivindicaciones liberales aunque en un sentido distinto. La convivencia de ambos pensamientos nos lleva a las palabras de Lefort cuando dice:

... el hombre de izquierda no comunista, se siente a la vez liberal y socialista, invoca de buena gana los principios de 1798 y se placen de imaginar un héroe mezcla de socialismo y liberalismo.3

Es decir el pensamiento progresista en la actualidad se desarrolla sobre la base de las ideas de la Ilustración, como sostienen Bowles y Gintis:

La lingua franca de los estudiantes de Soweto y de los de París, de los armadores navales de Gdansk y de los ecologistas -los verdes- de Berlín, o también de las feministas de todo el mundo, la Constitución de 1987 de Nicaragua, no se basan en el Manifiesto Comunista no más que al discurso revolucionario marxista, más bien a la 'Declaración de los Derechos del hombre y el ciudadano' de la Revolución Francesa, o de la Declaración de Derechos americana, uno y otra producto de la tradición liberal.4

Otro punto de contacto es de índole filosófico-política, y lo encontramos en la búsqueda de Yrigoyen de un liberalismo solidarista -en donde el krausismo juega un rol fundamental-, cuando sostenía que la democracia debía garantizar un mínimo de felicidad a la gente, además de las consabidas libertades.

El eclecticismo del radicalismo, incorporado por el krausismo, ha generado una discusión sobre si en la actualidad tiene elementos socialdemócratas o socialcristianos.

Torcuato Di Tella hace más hincapié en los aspectos socialcristianos del radicalismo5 y la conveniencia de incorporar al peronismo dentro de la IS, pero los sucesos de los últimos años desestiman esta hipótesis6. Además, como lo sostiene Julio Godio, a pesar de las contradicciones entre la IS y el radicalismo, muchos de sus miembros reconocen que la UCR es el "partido más afín en Argentina" pero también señalan "que se trata de un partido liberal popular sin todavía vocación sindical. "7

Desde la plataforma electoral de 1937, la U. C. R. tomó elementos del pensamiento socialista, en donde Marcelo T. de Alvear jugó un rol importante 8.

En 1983, con la llegada de Alfonsín al gobierno del partido y del país, estas ideas irán tomando cuerpo. El discurso de Parque Norte (1985) es un ejemplo de ello, donde sostiene la incorporación de la modernización como uno de los tres ejes del desarrollo, conjuntamente con la ética de la solidaridad y la democracia participativa al discurso radical, adecuándose al pensamiento y accionar socialdemócrata de la década pasada que se plasma en la declaración de Estocolmo de 1989.

En ese año el ex Canciller Dante Caputo -en la actualidad alejado del partido- realizó la primera propuesta formal de integrar como miembro pleno la IS, en la que en ese momento poseía la categoría de observador. Recién en el transcurso de 1995, bajo la presidencia partidaria de Alfonsín, se integró como miembro pleno a dicha organización.9

Esta incoporación nos pone, desde el punto de vista ideológico en la ratificación de una tendencia histórica de bases idealistas con presupuestos realistas, como es la socialdemócrata.

Una vez fijado el marco ideológico en el que se desenvuelve este pensamiento pasamos a una caracterización específica para el caso de las ideas de política exterior.

En sus orígenes el discurso radical comparte las líneas generales de la política exterior tradicional en la búsqueda de la inserción con Gran Bretaña aunque con matices propios, ya que existe una fuerte afirmación de los derechos soberanos con un desarrollo hacia los principios de soberanía económica. También existe un rechazo a la política de debilidad territorial como ya fue oportunamente apuntado.

De los elementos reunidos aquí observamos como el radicalismo, desde su etapa previa a la llegada a sus primeros gobiernos, ya condensa y equilibra elementos idealistas y realistas en política exterior. La determinación de un análisis racional se fundamenta en un imperativo moral que debe sostener a las naciones, más elementos pragmáticos, dados por la aplicación en cada momento de políticas determinadas, como las de poder ante los vecinos o el concepto de soberanía económica, todos conceptos con una fuerte base realista.

Desde su llegada al gobierno aparecen claramente los cambios que diferencian y emparentan esta política con la de los gobiernos anteriores. Los ajustes están dados por la afinidad hacia Gran Bretaña y el enfrentamiento con Estados Unidos. Para el primer caso el ajuste está referido a la adopción de un sistema de reciprocidad, contra el sistema librecambista anterior. Esta decisión se fundamenta en la elección de un marco de inserción privilegiado con Inglaterra ante los cambios ocurridos en la escena internacional de la entreguerra y confiando en el retorno a un marco similar previo a la Primera Guerra Mundial -tal vez aquí reside el error de apreciación-.

Dentro de este lineamiento encontramos el segundo elemento, el enfrentamiento con Estados Unidos, donde el krausismo se despliega en su totalidad en la defensa del principio de no intervención -de mucha permanencia en el discurso radical sobre política exterior-, y el rechazo a la doctrina Monroe como un pacto regional, incluso esto se observa también en la etapa previa al gobierno.

Aquí también tiene su origen la base para fijar una idea de interés nacional, fundamentalmente en el desarrollo del concepto de soberanía que ya no es sólo política sino también económica aunque todavía éste elemento aparece difuso.

Aparecen importantes cambios con respecto a América que refuerzan esta tendencia hacia la idea del interés nacional. La región ocupa un lugar privilegiado en el discurso, no sólo como búsqueda de una alianza política sino como el punto de partida para toda la acción exterior. Por otra parte esta acción es reflejo de una realidad económica muy palpable.

Un rasgo novedoso lo presenta la búsqueda de nuevos mercados no sólo como mero intercambio económico sino como espacio para la mutua cooperación, esbozando una política de tipo multipolar que tiene como fin ampliar los marcos autonómicos.

A pesar de las diferencias señaladas entre Yrigoyen y Alvear, podemos afirmar que comparten una misma visión del mundo basada en elementos racionales.

La influencia del krausismo ha sido permanente y tiene un claro rol diferenciador con respecto a la política exterior tradicional y junto a los aspectos señalados, dan un giro "autonómico" al pensamiento radical de este período, que tiende a fijar una idea de interés nacional.

La crisis del treinta marca la confirmación de un rumbo en el escenario internacional y no deja lugar para las ambigüedades que podían observarse en el período anterior.

Las fracciones internas, el alvearismo y sus opositores siguen manteniendo un discurso idealista aunque todos están plagados de características realistas. El primer punto para rescatar de este período es la ubicación de la Argentina como país periférico. Esto pone en un sentido muy general una contradicción con el discurso universalista y la división del mundo en imperio-colonia aunque debe tomárselo como un efecto de la crisis.

El forjismo, como grupo opositor al alvearismo, llevó una oposición virulenta hacia Gran Bretaña que impidió ver cuales eran los verdaderos motivos de la Segunda Guerra Mundial y a reforzar una estrategia autonómica basada en la búsqueda del interés nacional sobre una delimitación de la soberanía política y económica. En cambio el alvearismo, poseyó una actitud más pragmática que impuso sus postulados con respecto a la Sociedad de las Naciones. Posee un claro discurso idealista -y a la vez realista- al analizar la actitud de la Argentina en la Segunda Guerra Mundial, donde el marco está dado por los imperativos morales. Tampoco se le escapa, como ya lo había hecho en el conflicto anterior, la necesidad de insertarse en el nuevo orden de pos guerra.

Una vez concluida la guerra, el largo proceso de transición hacia un nuevo orden mundial estaba terminado. Esta situación llevó al radicalismo a sostener una política multipolar y de no alineamiento para poder construir una estrategia autonómica. Existe una confirmación del rumbo ideológico con la adopción de ideas socialdemócratas, aunque con algunos reparos, presentes en los documentos de Intransigencia y Renovación, como el relacionado con una idea de soberanía más flexible. También es cierto que entre la Declaración de Avellaneda (1946) y la Declaración de Francfort (1951), las similitudes son sorprendentes, al punto de ser ambas el reflejo de un mismo pensamiento. Esta incorporación se refleja en el análisis de la situación internacional del aspecto político, y fundamentalmente, en lo económico y en el hecho de que era necesario para producir un máximo de autonomía en un juego razonable de inserción. Esta situación privilegió al interés nacional que se proyectó sobre el análisis del marco internacional.

La gestión de Illía fue un desarrollo de estos planteos, muchos de los cuales no tuvieron sus frutos, ya que fueron simplemente abortados por la irrupción institucional aunque queremos remarcar sus características más sobresalientes.

La primera es la búsqueda del principios de seguridad económica que se plasmaron en un documento, la Carta de Alta Gracia, que será guía para los gobiernos democráticos siguientes (o por lo menos el gobierno justicialista de 1973 y el radical de 1983).

Otro fue la búsqueda de la integración con los países vecinos, tanto en el marco bilateral como multilateral, para aumentar los márgenes de autonomía, como lo señala Puig10 (ver página siguiente).

Pero su obra más trascendente fue haber abierto un diálogo con Inglaterra respecto a la soberanía de las islas Malvinas, producto de ese idealismo con tanto arraigo en la realidad y que fue desaprovechado por el gobierno militar de Onganía, tan afecto a la geopolítica y a la doctrina de la seguridad nacional, tal vez, como señala Miranda, toda una paradoja11.

Es interesante el tratamiento que esta gestión hizo del principio de no intervención, ya que ese principio entró en colisión con un planteo estratégico que tuvo como consecuencia el hecho de priorizar la multilateralización del conflicto en República Dominicana, a través de la OEA en vez de la preservación de él.

Otro dato interesante es el carácter asimétrico de los discursos de los gobiernos de Frondizi e Illía. Mientras el primero es fuertemente economicista hacia el interior, en el exterior sus relaciones son fundamentalmente políticas como lo muestra el acuerdo de Uruguayana, en el segundo es exactamente a la inversa.

Todos los puntos resaltados en esa gestión nos indican una afirmación de la proyección de la idea de interés nacional en sus aspectos económico, político y de defensa territorial. Estos detalles nos permiten entrever los elementos idealistas que tenía ese discurso que compatibilizaba una concepción fuertemente universalista, pero que tenía en claro la posición internacional del país.

En el período entre 1966 y 1983 se refuerza la idea de que nuestro país es subdesarrollado -y las estrategias para revertir esta situación- y el acercamiento con la socialdemocracia generado por la apertura hacia el Tercer Mundo y el diagnóstico similar de la realidad internacional.

Este movimiento que empezó siendo mayoritariamente europeo lentamente ha ido abriendo sus puertas al Tercer Mundo, sobre todo por el accionar de Willy Brandt, quien sostuvo que la IS "debería ser flexible en el Tercer Mundo, asimilando el concepto de socialismo democrático a movimientos nacional-democráticos con contenido social. "12

Con respecto a nuestro tema haremos hincapié en las tesis de Brandt sobre política exterior. Estas son: 1) Asegurar la paz mundial apoyando la política de distensión en el mundo; 2) Dar respuestas a cómo regular la coexistencia de Norte y Sur de manera de equilibrar los abruptos desniveles entre los países pobres y los países ricos; 3) Dar respuesta a cómo mantener el progreso y abrir paso a la democracia social en un período de dificultades económicas de carácter mundial; 4) Dar respuestas a cómo convertir en realidad los derechos humanos en todo el mundo 13.

Durante el gobierno de Alfonsín se ha explicitado la influencia krausista en el discurso radical en los temas de política exterior conforme al desarrollo ideológico del radicalismo. La influencia socialdemócrata aparece como implícita por la adopción de las tesis de Brandt. Esta influencia actúa como renovadora de este pensamiento, apareciendo la lógica norte-sur como el eje del análisis de la política exterior radical, otorgándole un relieve distinto.

Por otro lado, la combinación entre la dirección política y los conocimientos de la realidad internacional, amalgama el poder y el saber de una manera que lo diferencia de los gobiernos anteriores, y sobre todo de los militares. Estos, por ejemplo, basaron su accionar exterior en la adopción de soluciones geopolíticas y dentro del marco de la doctrina de la seguridad nacional, tuvieron una visión esquemática y, sobre todo, errónea del mundo que causó graves trastornos al país, como la Guerra de Malvinas. En cambio durante la gestión radical existió una relación muy importante entre el poder y el saber, se llevó a una importante discusión pública de las políticas del país, que causó un crecimiento importante de las relaciones internacionales, que hasta ese entonces nunca se había observado.

Como resultados se exhibe el haber roto el aislamiento a que el país se había sometido tras la derrota de Malvinas, los acuerdos de Argentina-Brasil, el Tratado de Paz y Amistad con Chile, la concreción de ayuda por las cartas acuerdos con Italia y España.

A pesar de los cambios ocurridos en el mundo desde 1989, el radicalismo en lo sustancial no ha alterado sus principios, manteniendo una estrategia multipolar, con una fuerte inserción regional en América Latina que permita hacer de la política exterior una herramienta para el aumento de la autonomía.

Aquí el principio de no intervención presenta varias interpretaciones como se desprende de los documentos. La primera es la aceptación de la intervención a cargo de un organismo multilateral como había ocurrido en Santo Domingo durante la gestión de Illía. En el reciente caso de Haití, en la medida que la ONU pierde su lugar será rechazada, pero igual esta actitud confirmaría una tendencia hacia la flexibilización del principio. Pero esta postura no es la única dentro del radicalismo, existe una posición inflexible que parece volver sobre los planteos originarios. Esta es otra prueba de la convivencia de planteos idealistas duros y otros más pragmáticos.

Toda esta explicación nos pone nuevamente ante nuestro objeto de trabajo que es el análisis a través del discurso político sobre política exterior del radicalismo, no sólo de su evolución sino de las categorías que puedan contener de manera adecuada.

No volveremos sobre los análisis sobre realismo e idealismo. Pero sí haremos una revisión sobre los inconvenientes de las clasificaciones.

Al margen de los problemas teóricos señalados, también existen inconvenientes para describir casos particulares, como las ideas de política exterior que analizamos. ¿No será esto un índice de que la cuestión no se dirime en la opción realista-idealista. El estereotipo deja de lado los aspectos generados por la política y el hecho de que tanto el realismo como el idealismo se conforman en torno a la idea de verosimilitud sobre el mundo y no como la verdad del mundo, que está reservada a la teología o la metafísica14

Observamos a cada paso la multiplicidad de elementos realistas e idealistas a lo largo de este texto. Es por ello que creemos más adecuado hablar en los términos que López Morilla usa para el krausismo español de racionalismo pragmático, siendo éste el que se basa en la idea de la supremacía de la razón, sobre otras fuentes del conocimiento (como la intuición o la autoridad), frente a un racionalismo duro -de neto corte hegeliano y que desemboca en el "realismo"-. Aquel viene a flexibilizar la doctrina, pasarla por el tamiz de lo cotidiano, suavizando su rígida moral y rechazando su dogmatismo15.

El poder y la razón son los elementos en los cuales las caracterizaciones del realismo y el idealismo centran sus análisis y proyecciones. Por eso en la definición de racionalismo pragmático encontramos el equilibrio entre ambos términos.

La razón nos permite fijar los marcos en los cuales se desarrolla la escena internacional, tanto los deseables como así también los principios y los medios en los cuales un Estado debe sustentar su política. A la vez permite tener la suficiente flexibilidad para analizar en el corto y el mediano plazo los caminos para recorrer.

En estos parámetros evaluamos a lo largo del trabajo las ideas de política exterior en el radicalismo ya que no queremos decir que no haya elementos idealistas, o incluso también realistas sino que nos parece inadecuada la categoría. Esta no es suficientemente explicativa porque los elementos realistas e idealistas se filtran por todos lados y hay que proponer constantemente variantes. Por eso proponemos esta categorización distinta ya que las ideas de política exterior en el radicalismo se sustentan sobre las bases de un racionalismo pragmático.