La política de asentamiento israelí en Jerusalén Oriental durante el gobierno de Benjamin Netanyahu (1996-1999).

 

 

Introducción

 

Durante cuatrocientos años, hasta la primera guerra mundial, Palestina fue una provincia del Imperio Turco. Tras la derrota del Imperio y la concesión de Gran Bretaña en 1922 del Mandato de la Sociedad de Naciones sobre Irak y Palestina, aparecieron los primeros focos de conflicto entre la población local árabe palestina y los sionistas. Unos años antes, en 1917, el gobierno británico había firmado una declaración, conocida como la Declaración Balfour, mediante la cual Gran Bretaña auspiciaba la creación de un hogar nacional judío en Palestina, bajo la condición de que no afectara los intereses civiles y religiosos de la comunidad árabe. Desde comienzos del mandato británico, resultó evidente que sería muy difícil crear una estructura de gobierno local que actuase conforme los intereses de los habitantes árabes como de los inmigrantes judíos. Para los sionistas, lo que importaba era favorecer la inmigración judía a Palestina, lo que suponía continuar con el control directo de Gran Bretaña hasta que la comunidad se hubiese asegurado el control de los recursos necesarios para construir su hogar nacional definitivo. En cambio, para los árabes palestinos, lo principal era frenar la inmigración judía de manera tal que no afectara a sus intereses mediatos, a saber, su desarrollo económico y la creación de un Estado nacional palestino.

Durante la década del treinta, a Gran Bretaña le costaba cada vez más mantener el equilibrio entre las dos comunidades. Con la persecución nazi, muchos judíos inmigraban a Palestina a medida que la población árabe se resistía por medio de la insurrección armada. 1.

En 1947, Gran Bretaña decidió trasladar el problema a las Naciones Unidas. El problema se abordó por primera vez durante el período extraordinario de sesiones de la Asamblea General, celebrado en abril de 1947. Un Comité Especial enviado a examinar el asunto presentó ante el Consejo de Seguridad un Plan de Partición con Unión Económica por el cual se establecían los Estados independientes árabe y judío y un régimen especial para la ciudad de Jerusalén. (Véase, Mapa I: Plan de Partición de Palestina, 1947.)

La guerra de 1967 significó para los palestinos, y los árabes en general, el fracaso total frente al Estado de Israel; por otra parte, para la sociedad judía significó un triunfo político y moral definitivo frente a los árabes. Israel logró ocupar los territorios conocidos como Cisjordania, la Franja de Gaza, Sinaí y las Alturas del Golán. Pero es recién con el gobierno del Likud en 1977, bajo el liderazgo del Primer Ministro Menachen Beguin, que Israel anexa estos territorios. A partir de este momento, el gobierno israelí comienza a estimular la construcción de asentamientos en Cisjordania y la inmigración de colonos con considerables incentivos económicos para los mismos. 2 . (Véase, Mapa II, Jerusalén antes y después de la Guerra de 1967.)

Su resultado fue el segundo gran éxodo de palestinos. Unos 400.000 palestinos pasaron a engrosar al ya numeroso grupo de refugiados. Los 1.5 millones de palestinos que permanecieron bajo control israelí tras la guerra  del 1967 constituían un grave problema «demográfico», de una magnitud con la que Israel nunca se había enfrentado. Durante el período de ocupación, Israel acentuó su política que revestía cuatro aspectos principales: la imposición de un sistema de gobierno militar, la expropiación de tierras, el aislamiento de las ciudades y pueblos palestinos y el establecimiento de asentamientos exclusivamente judíos.

Es a partir de la década del ochenta que se vislumbran nuevas perspectivas en el panorama regional de Medio Oriente. La Organización para la Liberación de Palestina (OLP), como representante legítima del pueblo palestino, es reconocida internacionalmente. Por otro lado, Israel bajo un gobierno de derecha (Likud) con Menachem Beguin e Yitzhak Shamir como Primeros Ministros, adoptan una posición firme y negativa a cualquier devolución de las tierras conquistadas en 1967, que se manifiesta en contra del reconocimiento de la OLP y de la creación de un estado soberano palestino en territorio de Cisjordania y Gaza.

En 1987, estalla la Intifada, «Guerra de Piedras», que refleja fielmente los sentimientos de desilusión y de hastío del pueblo palestino en los territorios ocupados. Un año más tarde, la OLP reconoce por primera vez al Estado de Israel, marcando un hito en la región.

Pero los verdaderos cambios en el contexto internacional aparecerán en 1989 con la caída del Muro de Berlín y la posterior desintegración de la URSS. La ausencia de un mundo bipolar permitirá a los Estados Unidos desarrollarse como única potencia. La Guerra del Golfo fue el escenario perfecto desplegado por Estados Unidos, para convertirse en el único estado con capacidad no sólo económica sino también militar de imponer un Nuevo Orden Internacional.

En síntesis, el conflicto árabe – israelí, cuyo núcleo central es el conflicto palestino, comienza con la Partición de Palestina en 1947 y inmediata negativa del mundo árabe a reconocer la creación del Estado de Israel. Sin embargo, el problema se ha visto agravado por varios motivos en los que se destacan los dos siguientes:

- el expansionismo del Estado de Israel desde su nacimiento.

- la utilización interesada y en beneficio propio del problema palestino por los árabes.

La consecuencia lógica ha sido cincuenta años de sufrimientos que han dado lugar a cinco guerras (1948, 1956, 1967, 1973 y 1982), una revuelta popular conocida como la Intifada, millones de refugiados y la creación en Medio Oriente de un foco de inestabilidad continuo.

Este foco de inestabilidad se ha estimulado con otros factores que afectan a la región entera. En primer lugar, en Medio Oriente se ha producido la mayor acumulación de armas en el mundo a pesar de los acuerdos internacionales. En segundo lugar, en Medio Oriente la frustración de las masas empobrecidas y la falta de esperanzas en una solución futura ha permitido el surgimiento de movimientos islámicos radicalizados, que creen que el Occidente está llevando una guerra contra el Islam y que su aliado en la región es Israel. El surgimiento de movimientos islámicos radicalizados constituye un respuesta cultural por la que atraviesa el mundo árabe, tiene raíces políticas y financieras en ciertos países de la región, pero que principalmente se ven exacerbados por las frustraciones que se originan en la falta de solución del problema palestino. Sin embargo, los posibles acuerdos entre el Estado de Israel y los Estados árabes reflejan la voluntad política de encontrar un reacomodo en el contexto internacional y, a su vez, poder insertarse en el sistema financiero internacional que aporte los recursos económicos necesarios para mejoras sociales, lo que conllevaría a la tan deseada paz social.

¿Por qué un Proceso de Paz?

 

Existen tres hechos que explican que la coyuntura de 1991 fue la ideal para la firma de los acuerdos:

El impacto psicológico que tuvo la Intifada y que habría sido doble: por una parte, al producir un perceptible giro en la opinión pública mundial en el problema palestino que convirtió al antiguo oprimido en opresor. Pero además, la Intifada produjo un cambio esencial en la O.L.P, cuya línea política ha contribuido a moderar.

La segunda razón fue la caída del imperio soviético y la distensión entre el Este y el Oeste.

Finalmente, la Guerra del Golfo influyó de dos formas sobre el conflicto árabe israelí: en primer lugar porque Saddam Hussein, después de comenzada la guerra, «descubrió» el problema palestino y lo utilizó a su favor para lograr el apoyo de la opinión pública árabe. En segundo lugar, la guerra demostró que la seguridad no es la simple ocupación de los territorios, sino el mantenimiento de una disuasión militar suficiente y la búsqueda de buenas relaciones con los vecinos, lo que implica la exigencia de una mayor disponibilidad israelí hacia la negociación.

El Nuevo Orden Internacional abre un nuevo marco para el proceso de paz iniciado con los Acuerdos de Camp David de 1978, entre los Estados de Israel y Egipto, y que a partir de 1991 se refuerza con los Acuerdos entre la Organización de Liberación Palestina (O.L.P.) y el Estado de Israel.

Si bien el “Nuevo Orden” permite un acercamiento entre el Estado de Israel y la OLP, (Autoridad Palestina desde 1993), la situación en los territorios palestinos ocupados se agravó a causa de las políticas de asentamiento y colonización practicadas por Israel. Con la firma de los Acuerdos de Oslo, la política de asentamiento israelí no cesó, por el contrario se intensificó. El resultado de dicha política fue el establecimiento de más de 200 asentamientos judíos en Jerusalén Oriental, Cisjordania y Gaza desde 1967. 3.

 

Anexo

Anexo I: Plan de Partición de Palestina, 1947.

Fuente: UN Proposed Boundaries for Jerusalem 1947. En Foundation for Middle East Peace; Http:www.fmep.org/map.

 

Anexo II: Mapa de Jerusalén antes y después de la Guerra de 1967.

Fuente: Jan de Jong; Jerusalén Before and after 1967. En Foundation for Middle East Peace; Http:www.fmep.org/map.

 

Anexo III: Mapa Gran Jerusalén