Primeras Jornadas de Medio Oriente

Una perspectiva regional a cincuenta años de la Partición de Palestina

Dr. Fernando Landro

 

Introducción:

La presente charla pretende realizar un análisis de los 50 años de la partición de Palestina desde una perspectiva que contemple la evolución del funcionamiento del sistema político regional desde 1947 hasta el presente.

Si bien los efectos de la partición han afectado de manera progresiva a prácticamente todos los actores políticos de la región, trataré de circunscribirme a los países árabes afectados de manera directa e inmediata, ya que son ellos los que han tenido el rol más activo y comprometido en este asunto. Otros actores regionales del Medio Oriente, árabes y no árabes que hoy se ven involucrados de manera más directa con esta cuestión, estuvieron más o menos alejados de los efectos políticos iniciales de la Partición y por ello tuvieron en su día un rol menos protagónico. Claro está entonces que este planteo no pretende descartar las repercusiones en el resto del Mundo Árabe e Islámico, actualmente vinculados de Ileno a esta problemática.

La evolución del sistema político regional tal y como intentaré presentarlo, la dividiré en cuatro períodos. Dicha división no es, por supuesto, la única posible ni absoluta sino la que creí más conveniente a los efectos de la presente disertación. Así, el 1er. Período va desde la Partición hasta 1952; el 2do. desde 1952 hasta 1979; el 3ro. Desde 1979 hasta 1993 y el 4to desde 1993 hasta el presente.

Primer Período:

Esta primera etapa la denominaré de la configuración de los estados árabes de la región que se da en un proceso conjunto con la creación de Israel. Así como no existía la noción de este último como país, tampoco existían definiciones claras ni modernas de un modelo estatal por parte de los habitantes del Mahresh u oriente árabe. Paralelamente, « lo árabe» se venia definiendo ya desde fines del S. XIX como una distinción linguística y como una oposición a «lo turco» que por entonces se comenzaba a despegar de ser sinónimo de «otomano»(1).

La Partición de Palestina no se dio como un hecho único y aislado, aunque en esencia lo fuera, ya que al mismo tiempo, otros estados árabes se creaban por intervención de las potencias coloniales europeas, lo que los transformó en contemporáneos con Israel y con la futura crisis palestina. Por ello, estos nuevos estados que tienen una partida de nacimiento coetánea con la de Israel y el conflicto, poco podían hacer ante esta realidad, que era tan nueva como ellos mismos.

Aunque Damasco, Bagdad, Jerusalén y una pléyade de expresiones histórico-culturales riquísimas pudieran enarbolar los estandartes de la tradición, lo cierto es que no habían conformado desde hacía siglos una estructura estatal independiente y definida.

Sedes califales de omeyas y abbásidas las dos primeras, fueron perdiendo su esplendor e importancia cuando las dinastías que las eligieron desaparecieron. o se diluyeron en complejos procesos de decadencia. Jerusalén, la Santa, fue trofeo de conquistas en la fragmentación de los abbásidas, cruzados, ayyubies y otomanos, para luego como todas, caer en el nefasto proceso «liberador» de los británicos durante la Primera Guerra Mundial.

Caso aparte era Egipto, que desde la época tulumí en el S.IX de la Era Cristiana, siempre gozó de una autonomía particular que con el paso de los siglos lo transformó en uno de los pilares del esquema político del Medio Oriente. Egipto no fue concebido por británicos y franceses y por lo tanto no carga con la paternidad de aquellos. Claro está que a pesar de su independencia histórica, la misma muchas veces fue relativa, pero lo importante de señalar es, que al momento de la partición Egipto si era un país definido y no necesitaba críticamente de la lengua árabe para ser, sino que contaba con elementos mucho más objetivos y tangibles como el aparato estatal instaurado por Mehmet Ali a principios del S.XIX, que perdura hasta hoy en muchas de sus instituciones.

En este período de configuración, la reacción de los nuevos estados árabes y de Egipto ante la creación de Israel, si bien contó con declamaciones profundas y rechazos absolutos por parte de la intelectualidad árabe, tanto musulmana como cristiana. (2) no pudo materializarse en el impedimento real y efectivo de la creación de Israel. Entre otras cosas porque además de estar recuperándose del proceso de independencia del Imperio Otomano, y no contar con los medios materiales para lograr el éxito frente a un Israel apoyado por Occidente, la concientización «árabe» seguía de alguna manera enganchada con el proceso inmediato anterior frente a los turcos, y todavía carecía de sentido nacional, de forma madura y asentada.

La reacción militar árabe, descoordinada, a pesar de resultar en un rotundo fracaso desde el punto de vista operativa, sentó el importante precedente del rechazo manifiesto a Israel y a partir de entonces el inicio de otras reacciones militares y políticas, que en las distintas etapas se sucedieron hasta llegar al presente. En cualquier caso, durante este periodo la política regional no estaba signada por el conflicto de la partición... todavía el término Medio Oriente no era sinónimo de confrontación árabe-israelí.

La revolución de Gamal Abdl Nasser en 1952, marcó el agotamiento de los modelos post-coloniales y el inicio del nacionalismo árabe que abrevaba, entre otras cosas, de los conceptos nacionalistas occidentales que 20 ó 30 años antes habían alcanzado su pináculo en Europa. A pesar de la todavía fuerte influencia occidental en el campo ideológico, la aparición de este movimiento fue un paso importante hacia la creación de un mecanismo de pensamiento y acción política regional algo más independiente, y que por consecuencia inmediata asumió una actitud mas definida y madurada frente a la Partición, la que se perfiló recién a partir de fines de los ’50 como la nueva «Cuestión de Oriente», como surge de las primeras definiciones de los orientalistas occidentales(3).

Segundo Período:

Llamaré a este período el de la consolidación de los estados árabes de la región, que coincidentemente es el de la consolidación también de Israel. Luego del fracaso del ’48 y la remoción del Rey Faruk en Egipto con las consecuentes repercusiones regionales, la mayoría de los todavía nuevos estados de la región van definiendo sus perfiles propios, los que se vieron reforzados por la difusión de las ideas nacionalistas a las que nos referimos con anterioridad. Ante estos desarrollos, la actitud hacia Israel por parte de los actores árabes de la región, fue también adquiriendo un mayor asentamiento no ya en lo meramente declamativo, sino en la concepción de una actitud común hacia aquel país, que luego de los raids israelíes contra Gaza en 1955, se vio mas consolidada aún. Los ataques y la indefensión de la población pasaron a ser cuestión de todos los árabes.

A partir de este segundo periodo dentro del cual tuvieron lugar todas las guerras árabe-israelíes -a excepción de la primera de la etapa anterior- se establece una especie de identificación o simbiosis entre la política en general de la región y la cuestión de la Partición, lo que desde entonces se transformó en la asimilación del concepto «Medio Oriente» a «Conflicto Árabe-lsraelí». Ambos en este segundo período, a pesar de significar cosas distintas, pasaron a tener el mismo sentido.

En 1956, la nacionalización del Canal de Suez por parte de Abdl Nasser y la subsecuente intervención militar tripartita británica, francesa e israelí, marcaron un escalón más hacia la madurez conjunta de una política común. En este caso, la Cuestión de Palestina no estuvo directamente vinculada con los eventos, pero si se vio afectada por los mismos, sobre todo, porque además del valor sentimental (muy árabe) de la acción de la nacionalización de Suez, por primera vez a sus ojos, los EE.UU. intervinieron a favor de ellos y en contra de Israel. Cierto o no este planteo y con todos los matices y bemoles que le querramos poner, en ese momento los árabes se vieron apoyados por Washington frente a Israel. Eso era lo importante(4).

Al mismo tiempo, en este período se desarrollan dos grandes tendencias que serán claves en el funcionamiento y comprensión de la política regional. La primera es que el conflicto árabe-israelí se vio inexorablemente arrastrado hacia el interior del marco de una confrontación mayor: la Guerra Fría. El segundo es que una vez alcanzado el poder en Egipto por parte de una nueva generación de árabes, el nacionalismo de la lengua y de las comunidades literarias de actitud crítica al sistema, dio paso al nacionalismo del estado, y éste al del nacionalismo de los estados que en el Mundo Árabe fue el panarabismo como ideología. Ésta va a ser entonces la premisa principal de la confrontación y la gran bandera por aquellos años de la lucha por Palestina. A lo largo de los años esta ideología fracasaría en muchos aspectos, y principalmente en obtener la solución deseada a la Cuestión Palestina, pero se transformaría igualmente en uno de los escalones más importantes hacia el objetivo final, que ya había sido teñido del carácter y contenido ideológico necesarios para ser causa común en la región. Palestina se transformó así en uno de los pilares ideológicos del panarabismo. La «causa árabe» era, principalmente, la liberación de Palestina.

La esencia misma de la Guerra Fría estuvo siempre vinculada con estos comportamientos y evoluciones ideológicas ya que la misma confrontación entre el «mundo libre» y el «mundo comunista» tenía esa misma raigambre y naturaleza. Así la Cuestión Palestina se vio casi desde sus inicios condicionada por la confrontación bipolar Post - Segunda Guerra Mundial, y todo el ámbito político del Medio Oriente pasó por el mismo proceso. Esta realidad sin embargo, generó una novedosa actitud por- parte de los países del área que a posteriori influiría en su posicionamiento hacia Israel (que, cabe señalarlo, hacía tiempo era sinónimo de «Cuestión Palestina»).

La Segunda Guerra Mundial había sido, al igual que la Primera un enfrentamiento entre occidentales que luchaban por la supremacía de sus respectivos modelos ideológicos, políticos y económicos. En ella los actores principales dominaban totalmente la escena y los periféricos eran realmente tales. En el caso de los países árabes e Israel, para ese momento, ni siquiera existían o eran modelos de «proto-estados» post- coloniales a la sola excepción de la tríada más importante del Medio Oriente, conformada por Egipto, Turquía e Irán, independientes en las formas pero altamente dependientes en los hechos y vulnerables a las presiones y las acciones de las Potencias Centrales.

La Guerra Fría fue distinta. El desencanto con Occidente gestado desde finales de la Primera Guerra, el efecto psicológico de ver a los británicos y franceses barridos del Teatro de Operaciones del Norte de África por los alemanes, y su debilitamiento en Medio Oriente durante la Segunda Guerra, sumado ello a la frustración ante la creación de Israel y el fracaso del ’48, provocó a muchas de las dirigencias árabes, lideradas por Egipto a coquetear aunque sin casarse- con los soviéticos. A ello cabe agregar que tan extraña a la conciencia árabe -en este caso más a los musulmanes que a los cristianos- como la idea del nacionalismo de derecha lo era la idea del marxismo. Los soviéticos, seguían siendo para los ojos árabes -y con razón- rusos y, por lo tanto occidentales tal vez más influenciados por una cultura oriental centro-asiática y Con una tradición religiosa Católica Ortodoxa, de rito oriental, pero la esencia era ruso-ucraniana, por lo tanto al fin y al cabo, occidental. Las dos Grandes Guerras habían enseñado que aunque se pelearan británicos y alemanes, ambos en el fondo eran casi lo mismo, y durante la Guerra Fría pareció que los árabes no pensaran en cometer el error de apoyar abiertamente a uno u otro.

Así, con estas prevenciones, el Medio Oriente árabe ingresa a la época de la bipolaridad lo que genera a su vez dos resultados colaterales que tuvieron a partir de entonces gran importancia: 1) Se genera una política propia, que decide con varios errores y algunos aciertos cómo posicionarse ante esta nueva confrontación de potencias centrales ahora encabezadas por los EE.UU. y la U.R.S.S., y 2) Esta decisión y los sucesos del ’56, concientizan a la dirigencia árabe de que tienen un todavía reducido pero real espacio de maniobra política para comenzar a tomar decisiones propias en materia internacional.

A pesar de que todavía Occidente sigue imponiendo las reglas del juego en el Medio Oriente, los países de la regi0n comprendieron que tenían cierta capacidad de «plantarse», tomar distancia y decidir -insisto, todavía con limitación- políticas propias que inmediatamente serán dirigidas al tema irresoluto de Palestina, el que por lo tanto a partir entonces será parte de la Guerra Fría.

Desde este momento la Cuestión Palestina pasó a ser además de «causa árabe» causa de «liberación» con un sentido influenciado por el discurso marxista, con el cual algunos países árabes comenzaron a especular, causándole a Occidente un efecto de temor que nunca antes habían provocado. La Guerra Fría también trajo las primeras divisiones evidentes dentro del Mundo Arabe, siendo la más patente la de Egipto con Arabia Saudita, ésta última como personificación de los intereses occidentales en la región. También dentro del mismo fenómeno, los EE.UU. lograron junto con los británicos formar en 1955 una especie de liga anticomunista del Facto de Bagdad (5), que dividió algo más la región pero que a la postre no tuvo la relevancia esperada ya que el único país árabe comprometido con el Pacto fue Irak, que siempre. al igual que los saudíes, tuvo una posición abiertamente occidental.

Paradójicamente, la división en el marco de la confrontación bipolar, resultó a la vuelta de los hechos, provechosa para la consolidación dentro del Mundo Arabe de la posición respecto a Palestina, ya que ellos mismos pudieron comprobar que a pesar de las profundas diferencias, Palestina seguía siendo un punto en común acuerdo. Claro está que en los años y a lo largo del desarrollo de este tema, tanto la inclusión en la Guerra Fría como la asunción de Palestina como causa común árabe o de liberación, a estos efectos da igual- terminó, en el plazo inmediato, causándole más trastorno que benefìcios a los palestinos, que pronto comenzarían a sufrir las consecuencias de ser una especie de trofeo o botín de guerra de todo el mundo involucrado en la cuestión, tanto árabes como occidentales.

En este momento de la historia, las culpas y responsabilidades, agravadas por las confrontaciones internas y externas del Mundo Arabe acabarían por diluir el esfuerzo común por Palestina, ya entonces definitivamente contaminada por la bipolaridad y permitir la consolidación internacional de Israel que se beneficiaba con su actitud como país occidental en la Guerra Fría y un correcto aprovechamiento propagandístico de las contradicciones árabes.(6)

En este cuadro de situación, Israel, animado por las circunstancias da un paso, que si bien en su momento fue considerado como hábil golpe estratégico, en la perspectiva de los treinta años transcurridos desde entonces, parecería mostrarse menos provechoso que al momento de producirse. La llamada Guerra de los Seis Días, si bien fue un éxito militar, en nuestra perspectiva, hoy tal vez no lo fue desde el punto de vista del sistema político regional árabe. Veamos tres razones del porqué, que sin ser las únicas me parecen a efectos de esta charla las más significativas:

1") Los israelíes comprendieron que ante la deteriorada situación diplomática con los árabes, lo mejor era atacar primero, porque a casi veinte años de la guerra del ’48, si bien Israel mantenía superioridad militar, ya los países árabes habían logrado superar su capacidad bélica lo suficiente como para preocuparlos y evaluar que esta vez era mucho el riesgo de «dejarlos venir». Esta acción militar preventiva por parte de Israel - - indudablemente la confrontación hacia febrero o marzo del ‘67 era ya inevitable- supuso un despliegue tecnológico y logístico importantísimo, que le permitió al ejército operar sin problemas en los distintos frentes -norte, este y sur- y derrotar a los árabes. Sin embargo, en nuestra perspectiva, tal despliegue y esfuerzo hoy nos resultan indicativos de que la situación claramente no era la del ’48. Esta vez, frenar la amenaza árabe supuso emplear más Y mejores medios y recurrir a la ayuda de los EE.UU. para el éxito. El marco regional ya había cambiado.

2") Las acciones del ‘67 desembocaron en última gran expansión territorial de

Israel, la que al mismo tiempo hizo evidente sus limitaciones. Así insisto, en nuestra perspectiva de hoy, no en la que se tuvo en ese memento y algunos años posteriores, queda claro que aquel país había llegado al tope de lo que podía expandirse y, más aún, lo había rebasado, con lo que se vio en la obligación, años después, de replegarse territorial y políticamente La toma del Sinaí a Egipto, del Golán a Siria y de la margen occidental del río Jordán a Jordania, que en su momento fueron hechos celebrados en Israel, resulta a la vuelta de los años en la devolución del primero a Egipto, la discusión e inminente en igual sentido respecto al Golán y la actual negociación por la margen en cuestión del Jordán como posible Estado Palestino.

Luego de treinta años todas esas acciones y reacciones, parecen en definitiva haber ayudado a consolidar, más que a debilitar, una posición común de los árabes respecto a Israel y por lo tanto a Palestina.

3") La ocupación de Jerusalén oriental fue, indudablemente uno de los puntos de inflexión en la historia del conflicto. El ingreso de las tropas israelíes a la parte este de la Ciudad Santa significó completar o cerrar un proceso muy complejo y delicado que a la postre, también redundó en contra de Israel: la total sacralización del conflicto, máxime cuando seguido a la ocupación, vino la anexión de la Ciudad a Israel y su posterior declaración de capital del Estado.

Si hasta ahora la confrontación regional árabe - israelí en tomo a Palestina había girado en torno a los planteos políticos, en primer lugar de las consecuencias de la partición, mientras que el sustento argumental religioso por parte de los musulmanes y cristianos había estado más disimulado, ahora con la toma de Jerusalén se invirtió el orden de la ecuación. Mientras Israel hacía público su jubileo por la toma de la Ciudad Santa, estaba tocando las fibras religiosas no solamente de los actores regionales inmediatos, sino que estaba invitando a otros actores regionales (y algunos europeos) a reaccionar en su contra. La Cuestión Palestina adquirió así un tinte religioso que conforme pasaron los años y el continuo desencanto ante el fracaso de la solución del conflicto, fue creciendo cada vez más. El discurso de la «liberación» con ribetes marxista comenzaría desde ahora a dejar poco a poco espacio a un discurso religioso que fue finalmente mucho más cohesivo para los actores regionales que el anterior, de base meramente ideológica y sólo circunscripto a «lo árabe». Jerusalén pasó a ser también causa común de grupos iraníes descontentos con el régimen del Shah, turcos, indonesios, paquistaníes, todos los musulmanes y hasta el Vaticano mismo rechazó el accionar israelí.

Todas estas fuerzas, que independientemente poco podían hacer, conformaron una idea común que no aceptaba los términos de la sacralización del conflicto, y también con nuestra perspectiva actual, vemos que termina hoy resultando más contraria que favorable a los intereses de Israel. La confrontación árabe-israelí pasó a ser cosa de todo el Mundo Islámico y de gran parte del Occidente Cristiano.

Otra cuestión de importancia aparte de las tres señaladas con anterioridad. fue la condición y situación de la población palestina, principalmente después de la Guerra de los Seis Días, la que empeoró sensiblemente y en los años subsiguientes; la cantidad de refugiados fuera del territorio palestino aumentó causando un desorden general en los países que los asilaban. Por su parte, los palestinos nunca dejaron de serlo, aunque estuvieran en otros países árabes y allí echaran raíces. Ni ellos ni los estados receptores querían que así sucediese. La estabilidad política y social de estos países, tanto en la proximidad geográfica a Palestina como en otros mas alejados como los del Golfo Pérsico, se vio necesariamente afectada, y en el caso concreto de Jordania se vio amenazado su orden interno, al punto que el gobierno del rey Hussain reprimió violentamente a grupos palestinos en una secuencia de trágicos episodios conocidos como «Septiembre Negro» en 1970. Estos sucesos y el posterior traslado de refugiados y dirigencia palestina al Líbano son otro elemento fundamental en el análisis de la situación política regional, que con motivo de estos desarrollos se fue resintiendo cada vez más, y mientras que tomaba conciencia de la necesidad de una resolución al conflicto. ésta más difícil se presentaba y más animosidad generaba ante el fracaso.

La Guerra de 1973 de «Yom Kippur» para los israelíes y de «octubre» para los árabes- la última convencional entre ambos, fue la que definitivamente indicó que el marco regional del Medio Oriente había cambiado mucho desde 1948: esta vez, los árabes atacando primero demostraron que habían aprendido mucho desde aquella fecha y de la cosecha de fracasos. La coordinación militar implicaba una más peligrosapara Israel- coordinación política que, tratándose nada menos que de Egipto y Siria daba por completamente superada la crisis entre ambos, por el «divorcio» en el experimento de la República Árabe Unida. Al mismo tiempo, cabe considerar que la acción de los árabes fue posterior a que el Presidente Sadat ordenara el retiro de los asesores militares soviéticos de Egipto, por lo que para más sorpresa aún, se habían embarcado en la empresa de atacar a Israel sin el apoyo directo de la U.R.S.S.

El accionar árabe provocó sin dudas el mayor susto en la breve pero sobresaltada vida política de Israel. Las consecuencias políticas, a pesar de la rápida y eficaz reacción militar israelí que les permitió esforzadamente frenar a los árabes y «hacer tablas» con ellos fueron definitorias. Los israelíes -y también los árabes- comprendieron no solamente que estuvieron cerca de la derrota, sino que ella hubiese implicado un desastre. En 1973 se hizo evidente que los árabes podían perder varias guerras contra los israelíes, pero éstos no podían perder una sola batalla frente aquellos.

Como se ve, el marco regional había adquirido una peligrosidad sin precedentes para Israel. Según Robert Kaplan, autor de «The Arabists», el Secretario de Estado Kissinger habría reconocido en ese momento que la ayuda critica de los EE.UU. a Israel hubiese demorado demasiado como para evitarle una derrota convencional(7). La proximidad a la debacle en 1973, fue tal que hay quienes dicen que cuarenta y ocho horas antes de frenar a los árabes, el gabinete, o mejor dicho «la cocina» de la Primer Ministro Golda Meyer analizó la posibilidad de un contraataque nuclear.

Nos atrevemos a afirmar que los tres hechos brevemente reseñados, acabaron

con la confrontación de la bipolaridad clásica en Medio Oriente Y por lo tanto con el perfil que hasta ese momento había tenido la Cuestión Palestina. Esto cobró particular relevancia a partir del hecho que la misma se pudo librar o sacudir la pesada carga de la Guerra Fría y asumir una personalidad más propia y definida dentro de un marco político más auténtico y vinculado con las realidades de la región. Ello sin embargo no quitó que la segunda razón a la que aludimos con anterioridad, la aparición del Islam Político, absorbiera y por lo tanto incluyera dentro de su agenda a la Cuestión Palestina como elemento fundamental y central de este nuevo fenómeno. Tal circunstancia de por sí significó una gran diferencia con la anterior tónica de la bipolaridad que atendía a dicha Cuestión como un elemento más, o tal vez secundario dentro del marco mundial del planteamiento Este-Oeste.

Así 1979, indicado a los efectos de esta exposición como clave en la aparición del «Islam Político», utilizando la terminología de John Espósito en «Political Islam». Tuvo tres elementos claves que me interesan destacar en tomo a los cuales el conflicto por Palestina sufrió un cambio importante cuando habían pasado 30 años de la Partición: 1) A partir de este momento, se termina de conformar la legitimación de la Cuestión Palestina por parte del Islam como fuerza política. Y decimos «se termina de Conformar» porque obviamente ese proceso ya había comenzado cuando el Gran Mufti de Jerusalén se pronunció en contra de la Partición en el año ‘39 y proclamó que si era necesario había que llegar a la Yihad para evitarlo. 2) Como consecuencia de lo antedicho y de un proceso de deterioro previo, se produce de forma más abierta y organizada el cuestionamiento a los regímenes tanto laicos como monárquicos concebidos y puestos en funcionamiento desde los años de las respectivas independencias Este cuestionamiento, con los años alcanzaría también a la OLP que así quedó atrapada entre dos momentos históricos -el de su creación y el actual- sin poder en ningún caso, alcanzar el poder ni los objetivos de una Palestina independiente Ello capitalizó el discurso de lo que llamamos el Islam Político. 3) Por carácter transitivo y consecuencia de los anteriores apartados, los objetivos son recogidos por el discurso islamista que ahora comienza a hacer suyos los principios de la Cuestión Palestina. La reunificación de Palestina y su Concreción como estado tendrán las respectivas Resoluciones de la ONU como fuente accesoria. La fuente principal es ahora la dictada por el islamismo.

Tercer Periodo:

A partir de los eventos y el desarrollo político de la región desde 1979, se abre esta tercer etapa cuya característica dominante es la de la Paz Fría entre los estados árabes e Israel. El acuerdo de Camp David, reafirma la condición del liderazgo egipcio en el Medio Oriente en general y en el Mundo Arabe en particular, ya que al hacer aquel país el gesto hacia la paz en los EE.UU· su acción supuso que el resto de los países árabes le seguirían y, en la práctica así ocurrió, al punto que en paz sólo con Egipto, Israel no se ha vuelto a ver en una situación de guerra similar a las del ’48,’67 ’73.

Si el Acuerdo en cuestión hubiese sido firmado en los años ’50, tal vez hubiese

cambiado realmente el curso de la historia, pero en mi opinión, ésta como tantas otras cosas en la política del Medio Oriente, llegó, tarde (8)cuando ya se habían pasado puntos de no retorno, por lo que su efecto no pudo ser ni total ni efectivo. El primero en pagar las consecuencias fue el propio presidente Sadat en 1981, cuando fue asesinado. Seguidamente, el nuevo gobierno del presidente Mubarak -héroe de la guerra del ’73- a pesar de ser un continuador en términos generales de la política de su antecesor, no pudo dejar de tener en cuenta que las relaciones con Israel no podían mantener un curso utópico, máxime con las actitudes políticas de Israel en el Líbano, y hacia los palestinos que poco colaboraban cualquiera que tuviese vocación de solucionar el conflicto.

La lentitud para ponerle fin a la Cuestión Palestina o por lo menos para «ver la luz al final del túnel» como dijo el Presidente Johnson refiriéndose a Vietnam, dio lugar en cambio a un concepto nuevo acuñado en el Departamento de Estado norteamericano a principios de la década del ’80: «el Proceso de Paz, que en el fondo revela más una situación de estancamiento que la efectiva consecución del fin deseado, el que cada vez más se ve condicionado por elementos difíciles de conciliar. En este sentido, la influencia del Islam como fuerza política fue creciendo con mayor fuerza, y si bien el acceso al poder efectivo no llega a concretarse, los islamistas lograron crear una eficiente maquinaria que gravita en los respectivos gobiernos de los distintos países involucrados, el cual inapelablemente comenzó, a afectar la política exterior de aquellos en función de Palestina.

Otro signo de estos tiempos que aparece como crítico en esta etapa es el surgimiento de la Intifada, que desde el seno de la juventud palestina logra debilitar la imagen exterior de Israel de forma considerable, ya que lograron invertir la imagen de David y Goliath. Ahora eran adolescentes y hasta niños palestinos los que manejaban hondas contra el aparato militar israelí. Nadie puede dejar de suponer que detrás de esos nuevos Davides existió una base organizativa más o menos compleja manejada por líderes políticos adultos, pero el efecto exterior se logró, y la visión de la respuesta militar israelí sobre estos revoltosos en los hogares norteamericanos en directo y por la CNN, hirió de gravedad la simpatía estadounidense hacia Israel.

Comienza así una dura etapa para Israel en la Cuestión de Palestina, cuando promediaba en Washington una larga era Republicana que retiró el apoyo incondicional a Tel Aviv, y sentó las bases de un nuevo tono en el desarrollo de las negociaciones con los demás países de la región. El problema palestino adquirió así otro perfil en lo que a los países de la región refería. Ahora éstos se vieron sino apoyados, por lo menos, menos atacados por parte de los EE.UU., y a raíz de esto se comenzaron a hacer públicas algunas simpatías ocultas por los palestinos y su causa en diversos sectores que hasta ese momento habían preferido no hacer muy evidentes.

En este período otro factor de suma importancia fue el crecimiento político y el rol regional que adquirió Siria, cuyo protagonismo arrancó indudablemente a raíz de su intervención en el Líbano ya en el período anterior y que en este vino en cierta forma a reemplazar a Egipto a la cabeza, no del Mundo Árabe sino de los duros frente a Israel, mientras que Egipto mantuvo una postura todavía moderada, acollarada a sus compromisos internacionales. A su vez y a partir de 1980, año de inicio de la Guerra entre Irán e Irak, Siria remataría su posición de liderazgo -sólo superada por Egipto- al apoyar a Irán en dicha contienda y así cortar cualquier aspiración de Irak en transformarse en el 2 del Mundo Arabe.

El crecimiento de Siria alteró sensiblemente el balance regional respecto a la Cuestión Palestina, y no es que anterior a esto Damasco no tuviese importancia, pero indudablemente su relevancia ahora fue mucho mayor y el éxito político-militar en el Líbano, paralelo y hasta opuesto (9) a su política en el Golfo. hizo de Siria un país Cuyos reclamos frente a la Comunidad Internacional no pudieron ser ya desoídos. Por otra parte, el potenciamiento político de Damasco introdujo una novedad en el juego político regional que hasta la fecha sigue funcionando: mientras Siria asumió el papel de dura e intransigente, Egipto asumió el papel contrario, conciliador y moderado. Este mecanismo dual, revela a mi parecer, un importante grado alcanzado de madurez política por parte de estos dos actores principales que indudablemente afectan seriamente a la anterior imagen de las políticas exteriores árabes divididas e incordiosas y por ende fácilmente neutralizables. Demás está decir que una política combinada entre Siria y Egipto, genera un «arrastre» más que considerable en el resto del Mundo Árabe.

En mi opinión, este período de «Paz Fría», podría decirse que fue -y hoy sigue

teniendo muchísimo de eso- un periodo «sirio» que después de 1989 por los acuerdos de Ta’if, termina de consolidarse, poniéndole fin a la Guerra Civil en el Líbano, acotando el poder de Hizbollah y poniendo al mismo tiempo en una difícil encrucijada a Israel en el sur del Líbano. Paralelamente un año después, la Segunda Guerra del Golfo Pérsico le terminó de dar el espaldarazo, ya que la postura adoptada por Damasco en la crisis por la Invasión de Kuwait dejó a Siria en una posición aún más favorecida frente a Israel, y por lo tanto alterando el balance regional respecto a la Cuestión Palestina. Cuando la operación montada por los EE.UU. para expulsar a Irak de Kuwait terminó, Israel comprobó, que no solamente Egipto, sino también Siria eran ahora «pares inter paribus» y la presión por Palestina además de aumentar, cobro más y mejor sustento internacional.

La Segunda Guerra del Golfo, vista con una mínima perspectiva de los pocos

años transcurridos desde la crisis y desde un punto de vista muy de moda en la actualidad como lo es el de «costos-beneficios», no resultó desde ningún punto de vista positiva para la ya bastante debilitada posición de Israel frente a los actores regionales y a la Comunidad Internacional, en lo que a la Cuestión Palestina se refería. El mismo hecho de la no intervención de Tel Aviv ante los ataques misilísticos irakíes -festejados por la mayoría de los árabes, independientemente de la reacci6n sus gobiernos- fue revelador de la posición de debilidad internacional de Israel, que se encontró en un callejón sin salida, ya que responder o no a los ataques le iba a resultar. en cualquier caso, perjudicial.

Por lo demás, el resto de las secuelas de la Segunda Guerra del Golfo en la Cuestión Palestina, fueron igualmente trascendentes:

a) Si Siria había cobrado importancia en la década del ’80, la del ‘90 la inició con más fuerza aún a raíz de la contienda, la que supuso su fortalecimiento y la consecuente desaparición política de Irak.

b) El debilitamiento por desprestigio de la mayoría de las monarquías del Golfo Pérsico, afectó y afecta el grado de ascendiente de los países occidentales -sobre todo los EE.UU. y Bretaña- en el Medio Oriente;

c) El costo político que Israel se vio obligado a pagar, tuvo un doble precio: por un lado no pudo reaccionar ante los ataques iraquíes y así mitigar el tremendo efecto psicológico sobre su población y sobre los árabes y por el otro lado, además se vio obligado a dar un paso histórico en el conflicto por Palestina, cual fue sentarse por primera vez en la mesa de negociaciones de Madrid, inicio del camino hacia 1993. Los árabes habían advertido a Washington durante el conflicto, que de intervenir Israel, ellos harían lo propio contra Israel, lo cual daría al traste con el frágil aparato de la Alianza. La otra de las exigencias árabes -que se le impusiera a Israel la obligación de negociar por Palestina- reveló cuánto habían cambiado las cosas desde 1948.

d) Pasado el conflicto del Golfo y la Guerra Fría en el resto del mundo, junto con la sentencia de Fukuyama acerca del «Fin de la Historia», la Cuestión Palestina re-emergió con mucha más fuerza que antes. Ya no había amenaza soviética y los árabes habían estado junto a los EE.UU. -a la sazón representante de la ONU- en un conflicto contra otro país árabe, así que ya no quedaba más para justificar la distracción de la Cuestión Palestina, y ella recuperó su condición de asunto central del Medio Oriente, tal vez como nunca antes.

A parte de las consecuencias inmediatas de la Segunda Guerra del Golfo, existen otras que no por ser más mediatas, dejaron de tener importancia, principalmente el reacomodamiento o más bien llamaría «reingreso» de las potencias europeas en las cuestiones del Medio Oriente y principalmente la Palestina, que ahora sin el condicionamiento de la bipolaridad, asumen posturas menos comprometidas con los EE.UU. e Israel y comienzan paulatinamente a alejarse de Tel Aviv, resucitándose en muchas cancillerías y gran parte de la «intelligentzia» europea aquel perfil romántico del S.XIX que genera una posición bastante más pro-árabe que la hasta ese momento expresada.

Otro elemento a tener en cuenta entre las consecuencias de la crisis de 1990/91, es que las concesiones políticas internacionales a los países árabes. Otorgadas principalmente por los EE.UU. como condonación de la deuda externa egipcia, o la remoción de Siria de la «lista de países que apoyan el terrorismo», colaboraron en la conformación de un sentir general de constituir una nueva fuerza política antes desconocida.

Si tuviera que definir el total de las Consecuencias que influyeron en la Cuestión Palestina generadas por el marco político regional, tomaría las palabras del todavía Presidente Bush cuando manifestó que «The lessons of the war are Ihat the Arab-lsraeli conflict must come to an end...’:

Como reflexión final de este punto, cabe recordar que a poco de finalizar el conflicto, tanto el propio Presidente Bush como el Primer Ministro Sahmir fueron derrotados electoralmente en sus respectivos países, mientras que Saddam Hussayn comenzaba a declarar oficialmente su «victoria», lo cual si bien en ese momento parecía otra salida propia de él, podemos comprobar a algunos años vista que tal vez no era puro melodrama. Hoy muchos árabes han rescatado su figura tapando u olvidando sus crímenes y ensalzando haber atacado -y sobrevivido- a Israel.

Esta tercer etapa la concluimos en los efectos regionales de los acuerdos firmados entre Rabin y Arafat en 1993 en la Casa Blanca. Generalmente la mayor fuente de información acerca de los desarrollos políticos en el mundo nos viene por la prensa oral y escrita. la que no por abundante es de calidad. A juzgar por la euforia desatada por el acontecimiento en cuestión, ese era el principio del fin del conflicto y aunque nadie suponía que dicho fin fuera inminente muchos creían sí, que era de alguna forma asequible. Políticamente la región entró en un impasse -como tal vez todo el mundo- a la expectativa de lo que sucedía. Muchos (y en este punto me incluyo) no podíamos dejar de ver el acontecimiento como algo histórico, al menos en sus formas. El ritual protocolar de estrecharse las manos de los dos lideres (esta vez sin Bush pero con Clinton) fue sin dudas conmovedor. Sin embargo las dudas puestas a un lado por aquel momento, no habían quedado disipadas y al poco tiempo nos asaltaron nuevamente.

Entre los casi dos años transcurridos desde la firma del Acuerdo de Paz en la Casa Blanca y el asesinato de Rabin en noviembre de 1995, muy poco se avanzó, hacia los objetivos manifestados en el Acuerdo o por lo menos esa fue la percepción general en la región, que volvió a ver como las declamaciones no se traducían en hechos. Sólo Jordania condicionada por su necesidad de revertir su imagen durante la Guerra del Golfo, llegó a firmar un acuerdo similar con posterioridad, el que no ha tenido mayor trascendencia dada la limitada capacidad política del reino hachemita y el vacío político hecho a su entorno por los demás actores regionales.

Cuarto Periodo:

El efecto producido por el asesinato de Rabin, fue el de presagiar males augurios para este período, cuyo «Proceso de Paz» correspondería tal vez calificarlo como «de contención» o proceso para evitar Ia guerra». Los acuerdos de Oslo I y II, cuyo contenido, alcance y efectividad no me corresponden analizar en esta exposición, trajeron en todo caso una nueva y efímera esperanza y posteriormente la desazón que partiendo de los palestinos se extendió en toda la región.

Previo a la victoria electoral de Netanyahu, la reacción del gobierno de Peres en la operación «Viñas de la Ira» y en especial lo sucedido en la masacre de la ciudad·de Qana, dejaron en claro para los actores regionales y para varios occidentales, que la política de dureza israelí lo era tanto del laborismo como del Likud. Tal vez por ello la cautelosa recomendación del Presidente Mubarak ante la victoria de Netanyahu cuando pidió a sus pares árabes «paciencia» y «darle tiempo» al nuevo gobierno israelí para ver como funcionaba. Claro esta que a la luz de los acontecimientos y teniendo en cuenta la habilidad política del presidente egipcio, aquello de «darle tiempo» hoy nos parece más un «dejénlo que se equivoque» que una real chance para ver cuál era su política y si había alguna oportunidad.

Ante los ojos de la opinión pública internacional, no sólo la árabe, parecía que el electorado israelí quería todavía más dureza frente al deterioro de la situación, como si no se percataran de lo grave de las circunstancias y de que con el paso de los años, Israel había perdido grandemente su capacidad disuasiva -política y militarmente- y que su postura debía ser más conciliadora so pena de echarse encima una nueva y seguramente menos manejable crisis regional. La lectura que la mayoría de los actores árabes regionales dieron a este voto, fue que el mismo era una carta blanca para el slogan electoral de «paz con seguridad», es decir mayor firmeza ante los palestinos, y al mismo tiempo revelaba el verdadero sentir de los israelíes hacia la posibilidad de una solución negociada al conflicto.

Desde la llegada de Netanyahu al poder, su vinculación electoral y de alianza con los grupos ultra ortodoxos en el Knesset, colaboró en darle un grado más todavía de sacralización a la Cuestión Palestina y a poco de asumir su cargo, en 1996, lo sucedido con la orden del gobierno para la apertura de un túnel que pasaba por debajo de una de las murallas de la Mezquita de Omar disparó una crisis que nos puede resultar toda una advertencia. En ella se vieron involucrados no solamente los palestinos sino que además puso en estado de alerta a toda la región, llegándose incluso a incidentes fronterizos con Egipto que le costaron la vida a dos o tres soldados egipcios -nunca hubo confirmación exacta- que cayeron bajo fuego israelí. Todos vimos en aquella ocasión que no es muy difícil provocar una crisis, lo complicado es desde luego lograr detenerla y ante las actuales circunstancias de decepción y frustración acumuladas, a lo que se suma el debilitamiento político y militar de Israel, la posibilidad de un estallido regional no debemos considerarla lejana.

La negativa constante de Israel a aceptar los términos de la firma del Tratado de No Proliferación Nuclear, con una argumentación plenamente justificada, va en un mismo sentido: hoy Israel no esta en capacidad de soportar una guerra convencional con los árabes y su único recurso disuasivo es su arsenal nuclear. Este es el argumento central del toma y daca, principalmente con Egipto. La llamada «Opción Sansón’: siempre en la última de las líneas de defensa israelí, parece que llegado el caso puede ser la única.

Conclusiones

A cincuenta años de la Partición de Palestina, podemos ver que la Región ha pasado por un proceso evolutivo con altibajos de todo tipo, cambios en las situaciones internas y en los modelos políticos que significaron una profunda maduración en todos los aspectos, desde ser (inmediatamente después de la Partición) un área absolutamente permeable, vulnerable y dependiente de los lineamientos políticos externos hasta ser el Medio Oriente, capaz de generar en la actualidad y desde los años políticas desvinculadas del mero valor estratégico del petróleo y enraizadas en genuinos intereses y elaboraciones intelectuales propias.

En lo que a la Cuestión Palestina se refiere, esta evolución implica que los cambios en la región han sido de tal importancia, que de la imposición a los actores regionales del estado de Israel por parte de la Comunidad Internacional en el ‘48 se ha llegado a una capacidad de presión inversa -es decir desde los actores Internos hacia los externos- en la actualidad.

Conclusión fundamental que he planteado en otras oportunidades. es que la Cuestión de Palestina, contrariamente a lo sostenido Y difundido hasta llegar a transformarse, al decir de Russeau, en una máxima incontestable», no es un conflicto milenario, ni tiene ningún tipo de raigambre Vetero- testamentaria. La Cuestión Palestina es un típico conflicto del S.XX, con raíces decimonónicas vinculadas al romanticismo político e ideológico europeo y principalmente británico, que dominó la segunda mitad del siglo pasado. Aquellos que sostienen que «árabes judíos» -como si fueran términos equivalentes- están confrontados desde tiempos del Patriarca Abraham, o tienen una ignorancia supina de la historia o tienen una deliberada intencionalidad de perpetuar el conflicto quitándole toda posible solución. Esta posición lleva entonces al inevitable Y desesperanzador razonamiento «si el conflicto no se solucionó en más de 4000 años, nada puede hacer pensar que lo solucionen ahora con unos papeles firmados» El conflicto tiene solución, sólo que su dilación la hará cada vez mas radical y menos comprometida· Cuanto más se demore, ésta será más a favor de unos que de otros.

Pasados el Primer y Segundo Periodos a los que hicimos referencia, en los que la región se debatió, entre la incapacidad inicial para evitar la creación de Israel y los fracasos posteriores para eliminarlo o contenerlo, los dos Períodos posteriores se caracterizan por haber podido contraponerse con una efectividad -en algunos casos mas que palpable- a las políticas israelíes respecto a Palestina, al tiempo que también logran con resultados positivos hacer prevalecer cada vez mas la postura regional sobre esta Cuestión frente a los EE.UU. y Europa. A lo largo de este rápido raconto histórico desde 1947 hasta 1997, hemos enunciado una serie de cambios internos en los actores regionales Y externos en el conjunto del área en torno a Palestina que también denominamos «evolución», la que no fue acompañada por un desarrollo similar o paralelo en la soluci0n de la Cuestión de Palestina. Es decir que mientras existió un proceso -que en la actualidad continúa- de maduración política por parte de los actores árabes e islámicos del Medio Oriente en todos los aspectos, incluido el de Palestina, el conflicto en sí, luego de medio siglo de existencia, tres guerras convencionales Y una situación de tensión constante, que ha superado en tiempo y en profundidad a la Guerra Fría, sigue en concreto igual que cuando empezó: no existe hoy un estado palestino. Claro está que lo de «igual» es en términos relativos ya que si todo el entorno al conflicto evoluciona Y la médula del mismo no lo hace, es decir no acompaña los cambios, queda en una situación de desfasaje altamente peligrosa para la estabilidad regional. Es, en términos del Nuevo Testamento, aquello que sucede al llenar «odres nuevos con vino viejo»

También ha sucedido en todo este tiempo que siempre que ha existido una confrontación bélica, la misma significó sistemáticamente para Israel un costo militar y político cada vez más alto. La guerra de ‘48 resultó menos costosa que la del ’67, ésta menos que la del ’73, y a su vez la «Paz Fría» a la que aludimos con anterioridad -que es otra forma de mantener el conflicto vivo- ha costado más cara aún para Tel Aviv.

Con lo acontecido desde la Partición hasta la fecha, se han pasado entonces, varios puntos de no retorno, los cuales han generado situaciones que la simple voluntad de la paz declamativa -y tal vez aún una paz efectiva actual- no pueden subsanar o curar.

Uno de los elementos más interesantes de destacar en torno a la Guerra de 1973, es que a pesar de haber sido efectivamente detenidos por los israelíes, el episodio es recordado y todavía vivido por los árabes como una victoria. Si bien esta visión es más bien relativa, desde su punto de vista tiene una Iógica particular, cual es que comparativamente con los anteriores fracasos, lo de 1973 fue un verdadero éxito, no solo militar sino más bien político, ya que además de haber puesto por primera vez a Israel en jaque, la cabeza visible y líder del Mundo Arabe, Egipto invirtió en lo que sería la primer retirada territorial y por lo tanto concesión diplomática importante de Israel, cual fue la devolución posterior del Sinaí (1975). Para los árabes, poco podía importar que lo que ellos consideraron una victoria, no hubiese sido rotunda ni definitiva. Para ellos -y para un importante sector en Israel y en Occidente- la «Guerra de Octubre» puso fin a aquella absoluta supremacía militar israelí en el Medio Oriente y marcaría el principio de una serie de reveses diplomáticos. políticos y militares -el Líbano- que desde entonces hasta ahora conformaron el nuevo talante de la política regional en torno a Palestina.

Inmediatamente después de la guerra y como consecuencia de ésta, la región volvió a mostrarse capaz de generar situaciones de envergadura en política internacional, como lo fue la crisis de los precios del petróleo que los países árabes productores comprobaron como arma eficaz. En este caso, la novedad estuvo dada en que todos percibieron que la capacidad occidental de imponerse y manipular a los países del área como lo habían hecho nada más que 20 ó 30 años antes, había terminado y a pesar de ciertas lealtades incondicionales a los intereses occidentales por parte de algunos actores regionales, los mismos, llegado el caso no tendrían más opción que seguir la corriente política que marcaban los acontecimientos respecto a Israel y Palestina.

La guerra civil del Líbano iniciada en 1974, funcionó, a mi parecer como un claro aviso de los nuevos tiempos políticos que se avecinaban en el Medio Oriente y que serían influyentes en los futuros desarrollos de la región. La confrontación política revelaba un profundo sustrato religioso, que le era propio a la región, casi sin los aditamentos ideológicos de la bipolaridad y los resultados de la posterior Invasión israelí de 1978 vinieron a evidenciar que ni los argumentos ni los métodos empleados para oponerse a esta nueva realidad eran suficientes.

El año de 1979 marca según la presentación metodol8gica efectuada al inicio de esta charla el punto de inflexión que indica el fin de este Segundo Periodo por dos razones centrales, vinculadas entre sí, pero distintas:

A) Ese año es, en nuestra opinión, el del fin de la Guerra Fría en el Medio Oriente, diez años antes de la caída del Muro de Berlín.

B) Igualmente es el mismo de la aparición el Islam Político como factor tangible y aplicado y no como elaboración doctrinal teórica.

Respecto a lo primero, el fin de la Guerra Fría en Medio Oriente, bastante antes que en el resto del mundo, estuvo dado por lo siguiente: 1) El fracaso de la última aventura político-militar soviética en la región configurado en Afganistán. Después de este revés, los soviéticos no volvieron a intentar ni la histórica salida a las «aguas cálidas» ni a tratar de convencer a nadie en el área de «casarse» políticamente -no ya ideológicamente- con ellos. 2) El éxito, tal vez más formal que real, pero logro al fin, de la firma el mismo año del Acuerdo de Camp David entre Israel y Egipto, que deja de lado a los soviéticos y posiciona a los EE.UU. como interlocutor único en la cuestión del Medio Oriente. 3) La única revolución trascendente que finalmente se produce –también ese mismo año- en la región, contra un aliado clave de Occidente, la realizan antimarxistas acérrimos que en lugar de enarbolar banderas rojas, izan las verdes del Islam shiita en Irán.

Las cuentas no saldadas llegan a ser tales, que no solamente son facturas a pasarle a Israel por parte del conjunto político regional, sino que también son cuentas a rendir por la exhausta y desgastada dirigencia palestina que es objeto de reclamaciones árabes e islámicas y que ya está sufriendo el peso y costo de tales planteos. A dicha dirigencia cabe aplicarle también la metáfora del Evangelio citada.

En este panorama a la fecha, sin vistas de mejoría en el horizonte, con una brecha tecnológica en el campo militar entre Israel y los países árabes sensiblemente disminuida, y con un ostensible cambio del cuadro político regional e internacional, las posibilidades de una crisis que desemboque en un enfrentamiento armado de imprevisibles consecuencias crecen. En un trabajo de tesina de la Universidad de Belgrano planteamos en 1991,que si para el año 2000 no había estado palestino, la crisis regional en torno a este asunto iba a escalar y rápidamente ponerse fuera de control. Nuestra postura fue duramente criticada, tachada de parcial y antisemita. Hoy, a 50 años de la Partición de Palestina, lamentablemente sentimos que el curso de los eventos políticos tienden a darnos la razón y que en definitiva, como siempre sucede, serán las personas y sus familias, sin importar su religión o nacionalidad las que sufrirán los avatares causados por los errores políticos.

Notas

CONICET-Universidad de SEVILLA

KINROSS, John Patrick

«The Ottoman Centuries, Rise and fall of the Turkish Empire» Merrow Quill Paperbacks, Nueva York 1977. pp.601-609

(2) En esta etapa, la intelectualidad árabe cristiana, tanto católica maronita como católica ortodoxa, tuvo una gran preponderancia en la conformación del pensamiento árabe moderno, que se vio mejor representada en el gran número de producción literaria tanto en prosa como en verso y a nivel periodístico, que trataba temas desde lo eminentemente romántico hasta la protesta anti turca primero, anti británica después y anti particionista con posterioridad. Parte de ese movimiento se trasladó a América tanto del norte como del sur en un ciclo denominado Mahdyar. En nuestro país existe una bastísima producción perteneciente a dicho movimiento desde principios de siglo.

HOURANI, Albert «lslam in European Thought» Cambridge University Press, Cambridge (R.U.) 1992

(4) Algunos especialistas como el Pbro. Dr. Guillermo Sanchez han sostenido que la crisis del ‘56 es en realidad la Segunda Guerra Arabe-lsraelí, y no la del ‘67 que para ellos es la tercera.

(5) Firmado entre EE.UU., Bretaña, Irak, Irán, Turquía y Pakistán. A pesar de ser invitado a unirse al Facto, Egipto lo rechazó.

(6) LÓPEZ GARCIA, Bernabé El Mundo Árabo Isámico Contemporáneo. Una Historia Política» Ed. Síntesis, Colección Historia Universal Contemporánea, Madrid 1997 pp. 226-232.

(7) KAPLAN, Robert «The Arabists, Ihe Romance of an American Elite» The Free Press Editors, Nueva York 1995.

(8) En un trabajo nuestro presentado al CONICET en 1992, titulado «Yasser ‘Arafar. El Ali ibn abu Tatlib Paleslino?» planteabamos que el regreso tardío de Arafat a Palestina era como el acceso tardío de Ali al Califato y de allí el tipo de oposición y lo limitado de su maniobrabilidad política.

(9) NASRALLAH, Fida «Syria after Ta’if Lebanon and the Lebanese in Syrian Politics» British Academic Press, University of London, 1994