Departamento de Europa y CEI

Presentación

 

El Departamento de Europa y Comunidad de Estados Independientes se propuso como objetivos durante el año 2000 profundizar la relación con los países de Europa Central y Oriental, así como su relación con la Unión Europea, la OTAN y la OSCE. Con ese propósito el Departamento incrementó la relación con las representaciones diplomáticas de esos Estados en Argentina así como con diplomáticos argentinos acreditados en esa región. Asimismo el Departamento de Europa y CEI ha estado presente -a través de sus integrantes- mediante exposiciones con avances sobre las conclusiones de los análisis mencionados, en diversos Congresos, Jornadas y Simposios en Argentina y en el exterior.

 

En la presentación de esta nueva edición del anuario se incluye la cronología en la que han colaborado Javier Surasky –Unión Europea-, Claudia Gómez y Patricio Ciliberti –Europa Occidental-, Pablo del Río –Europa Nórdica-, Paola Monkevicius –Repúblicas Bálticas-, Natalia Mazzei y Gabriel Caponera –Europa Central-, Patricio Ciliberti –Península Balcánica- y Alejandro Simonoff –Comunidad de Estados Independientes-.

 

Realizaron traducciones de documentos Isabel Stanganelli y Javier Surasky

 

El comentario “Rusia 2000: ¿un imperio sin base material?” fue realizado por Alejandro Simonoff y los titulados “Nuevas perspectivas para Europa Central y Oriental” y “Europa Central y la Unión Europea” fueron realizados por Isabel Stanganelli.

 

Nuevas perspectivas para Europa Central y Oriental

 

Indudablemente el 2000 ha sido el año de los Balcanes: La muerte de Franjo Tudjman –Croacia-, la caída de Slobodan Milosevic –Yugoslavia- y el retiro político de Alija Izetbegovic en Bosnia han significado el fin de los nacionalistas, el mejor momento de la última década para sus países y un importante paso a la democracia regional.

La Cumbre de los Balcanes realizada en Zagreb el 24 de noviembre permitió el encuentro de los miembros de los 15 integrantes de la Unión Europea con los líderes de los Balcanes Occidentales en el más importante foro registrado en la región, por supuesto en tiempos de paz. La Cumbre representó una clara señal de que “Europa los espera” y que los sostendrá para restablecer el imperio de la ley y una sociedad abierta. Para que estos Estados continúen su camino en ese sentido, la Unión les ofreció asistencia política y económica.

En tal sentido la oferta es de 4.000 millones de dólares antes de 2006 en el marco del Programa de Asistencia Comunitaria para la Reconstrucción, Democratización Estabilización y Acuerdos de Asociación, destinados a Croacia, Bosnia y Herzegovina, Ex Rca. Yugoslava de Macedonia y Albania, iniciativa que prepara el terreno para una futura incorporación de estas repúblicas a la Unión Europea. La Ex. Rca. Yugoslava de Macedonia ya ha firmado ese acuerdo, mientras Croacia inició negociaciones oficiales para signarlo en 2001. Yugoslavia ya firmó un acuerdo a largo plazo con dicho organismo supranacional, pero se esperan aún las disculpas del presidente Vojislav Kostunica por los crímenes del régimen de la antigua Yugoslavia y mayor cooperación con el Tribunal Internacional que juzga los crímenes de guerra en La Haya.

Desafortunadamente algunos fantasmas del pasado aún acechan. Políticos como Kostunica y Mesic, si bien se muestran pro europeos y progresistas, mantienen lazos con los aliados y sectores más radicalizados de sus sociedades, que ven la creciente cooperación con la Unión como una forma de dependencia con Occidente. A las puertas de la mencionada cumbre en Zagreb se levantaron las protestas de grupos de kosovares clamando por su independencia, reprimidas al “viejo” estilo. También es irritante la situación en Montenegro. Sin embargo la situación es más democrática y pluralista que nunca.

Al respecto, Croacia ha logrado éxitos en la liberalización de la economía y de los medios de comunicación y Eslovenia sigue aproximándose a la prosperidad que ostentan los países de Europa occidental.

En cambio las recientes elecciones en Rumania y Bosnia y Herzegovina mostraron que a pesar de los esfuerzos, la dislocación social y económica es difícil de revertir. Los nacionalismos en Bosnia siguen siendo una cuestión tan relevante como en el pasado cercano. El extremismo y la intolerancia siguen siendo el mayor desafío que enfrentan los Balcanes, si bien la distancia recorrida desde los acuerdos de Dayton es abismal.

Más al norte y respecto de Europa Central, la cuestión es cuánto interés y recursos tiene la Unión Europea para sostener la ampliación e incorporar a sus Estados para 2005. Estos países están impacientes y la Unión aún tiene cuestiones sin resolver. La Rca. Checa y Hungría esperan más de lo que se les ofreció en la última cumbre en Niza. Sin embargo si recordamos que en 1989 pertenecían al bloque de países soviéticos, el progreso logrado es vertiginoso. Un desafío pendiente para la presente década es cómo controlar la corrupción y la pobreza, ante el lento progreso de los líderes pro-unionistas y la gran influencia de los euroescépticos –como Vaclav Claus en la Rca. Checa-.

En otros países las perspectivas de cambio son menores y parece que la democracia liberal y la libertad permanecen por debajo de las expectativas. Casos destacados son los de Eslovaquia –con Vladimir Meciar- y Albania donde el Partido Democrático de Sali Berisha aún es vigente. En Rumania la frustración por la lentitud de las reformas hizo que luego de la coalición de centro que gobernó durante los últimos cuatro años, fuera reelecto Ion Illescu, un comunista menos reformista.

Las elecciones presidenciales que se llevarán a cabo en 2001 en Belarús alientan a su población sobre las posibilidades que ya se están brindando a Yugoslavia, en base a una revolución pacífica y al retorno de un poder democrático. El actual presidente Aleksandr Lukashenka es visto como una anomalía ante el progreso del proceso de democratización regional y se espera que las mencionadas elecciones lo desplacen. El país busca en Rusia un apoyo que este país duda en brindar. De la misma manera el sostén ruso a Moldavia –y la suspensión del apoyo a los separatistas de Transdnistria- está condicionado a la situación de las minorías rusas y la consideración del idioma ruso como un idioma oficial y no un segundo idioma local.

Rusia presenció la resignación de Boris Yeltsin y el ascenso del carismático Vladimir Putin. En la Federación el 2000 fue un año de reformas impositivas, batallas contra oligarcas, guerra en Chechenia y agresiones contra la prensa independiente. Sin embargo confunde la persistencia de muchos oligarcas con sus imperios intactos y algunos expertos en el tema indican que no queda claro quién está a cargo del Kremlin.

En cuanto a Ucrania fue un año crítico. Pero el cierre de su planta Chernobyl el 15 de diciembre es la otra gran noticia de este año, si bien el proceso estará culminado en 2008. No se trata solo de una planta de energía. Fue el símbolo del deterioro del sistema soviético y la evidencia de que en la era del glasnost el gobierno no podía seguir ocultando las realidades a sus ciudadanos.

Sin embargo no es la única situación riesgosa en materia de plantas nucleares generadoras de energía. En la Rca. Checa, Temelín –central nuclear que es una especie de híbrido entre reactores de la etapa soviética y controles occidentales modernos- ha causado inquietud en las relaciones de este Estado con Austria. La cuestión es tan delicada que el cierre de esta planta es condición para el ingreso de la Rca. Checa a la Unión. De la misma manera Bulgaria debe cerrar su única planta nuclear, Kozloduy, habiendo acordado con la Unión –en 1999- una serie de etapas para dejarla fuera de servicio.

Ante los elevados riesgos que entrañan, el G7 en Munich –1992- G7 sostuvo la necesidad de cerrar con la mayor celeridad posible las peligrosas plantas nucleares y el flamante Banco Europeo para la Reconstrucción y Desarrollo (EBRD) asumió el compromiso de facilitar los fondos necesarios. Sin embargo esa institución parece haber hecho más por prolongar la vida de los reactores peligrosos, ocupando los capitales en pagos a empresas occidentales para el mantenimiento. Es el caso de Westinghouse (EE.UU) en la central Temelin a la que provee de instrumental y sistemas de control, costosos ante los riesgosos reactores soviéticos. La ayuda conspira contra la decisión del cierre definitivo. Si se recuerdan los esfuerzos y costos de mantener Chernobyl desde 1986, para terminar cerrándola en el 2000.....

Además el mantenimiento en funcionamiento de las plantas suele ser necesario para provisión de energía, como fuente de trabajo para sus operarios, como motivo de orgullo para los países que las poseen –en Bulgaria 80% de la población está de acuerdo en sostener Kozloduy a pesar de los riesgos que entraña- o como fuente de ingresos para los países exportadores de energía. Es el caso de Ignalina en Lituania –cuatro veces mayor que Chernobyl y con similar tecnología-, que vende energía a Rusia al abastecer a Kaliningrado y San Petersburgo. Sin embargo estos argumentos no impidieron la decisión de Bulgaria –vimos que impopular para sus ciudadanos- de cerrar su planta nuclear.

Sin embargo, con Chernobyl definitivamente fuera de operación, diciembre de 2000 encontró a Ucrania muy preocupada por la falta de los fondos prometidos por la Unión Europea para ese fin. Fue loable la decisión mantenida por Ucrania, así como la evidencia de que cumplió con sus compromisos internacionales a pesar de la seria situación económica y energética que enfrenta. Sin embargo, el incumplimiento en término de los compromisos contraídos por la Unión Europea puede implicar que los otros Estados con plantas nucleares duden y posterguen sus decisiones de cerrarlas.

 

Europa Central y la Unión Europea

 

El documento anual sobre estrategias para ampliación de la Unión Europea, que incorporaría a 13 Estados es alentador si bien cauteloso. De acuerdo a Bruselas algunos países se incorporarán a fines de 2002, si bien los rumores indican que no se conseguirá ese objetivo hasta 2005. Como se esperaba, en la mejor situación se encuentran Polonia, Hungría, Estonia y Eslovenia. La República Checa está en situación intermedia y en tercer lugar se encuentran Lituania, Letonia, Eslovaquia, Bulgaria y Rumania.

La ambivalencia desde la Unión Europea respecto de la fecha posible de incorporación alienta a los euroescépticos: la Unión tiene bien claro qué condiciones deben reunir los países para ingresar, pero no es tan evidente su propia preparación para la admisión. Sus instituciones podrían tener que replantear sus objetivos y rediseñar sus actas constitutivas y muchos Estados de Europa Central dudan que la UE pueda lograr acuerdos internos sobre las reformas institucionales necesarias para la ampliación.

Por su parte algunos de los potenciales ingresantes mantienen debates internos sobre cuánto ganarán ingresando a la Unión. Aproximadamente la mitad de la población de Hungría, Polonia y la Rca. Checa votarían por la incorporación, si bien Polonia intenta afirmar su posición con acuerdos bilaterales con Alemania y Austria.

De todos modos es evidente que el esfuerzo realizado por los postulantes para alcanzar las metas necesarias para ingresar a la Unión Europea ha arrojado resultados admirables, independientemente del futuro –comunitario o no- que les espere.

 

 

Rusia 2000: ¿un imperio sin base material?

 

El fin de la guerra de Kosovo y la renuncia de Yeltsin, a fines del 99, plantearon en el escenario ruso la posibilidad de un cambio, ante los signos de agotamiento de la política que no sólo había continuado el retroceso internacional sino también el de la delicada situación social y política interna.

En el plano externo con la llegada de Putin a la presidencia interina se planteó el reverdecer de viejas glorias, una nueva doctrina nuclear, el programa de modernización de la marina, etc.

Esta situación llevó a un cambio imprevisto de la estrategia militar pro occidentalista de Yeltsin por una más confrontativa en el uso disuasivo del arsenal nuclear que marcará una pauta a seguir en el futuro.

Desde el punto de vista estratégico, esta decisión debe complementarse con la de acercarse a China, India e Irán, tanto bilateralmente como a través del Grupo Shanghai como formas de contrarrestar y limitar el polo formado con Estados Unidos y Europa Occidental desde el fin de la Guerra Fría.

Los rusos se sienten asediados por Occidente que no deja de incorporar a sus ex satélites a la OTAN, de atacar a sus aliados históricos, y por la continúa expansión de sus intereses en Asia Central. Todo esto es visualizado como un peligro para su seguridad nacional.

Esta expansión de los intereses occidentales en el Caspio –cuyas riquezas petroleras son incalculables- marcan un área de confrontación con los rusos. Esta zona considerada como propia, ante la proliferación de las exportaciones de petróleo y su transporte a Occidente ha hecho crecer el clima de inseguridad rusa. Este interés de las empresas europeas y norteamericanas en la región marcan un conflicto de difícil resolución, incluso más que en el frente europeo, ya que aquí se juega la pelea por los recursos estratégicos mundiales de la primera parte del siglo XXI.

El control por Chechenia responde también a esta lógica, ya que por su territorio atraviesa el principal oleoducto que comunica a Bakú con el Mar Negro, aunque la inestabilidad en la república ha obligado a tomar otros caminos como el seguido por azeríes y georgianos que anunciaron la construcción de un oleoducto que comunicará el Mar Caspio con la costa del Mar Negro sin tocar territorio ruso ni chechenio. Por otro lado, los rusos negocian un préstamo de unos 10 mil millones de dólares para construir un desvío del oleoducto que les permita evitar el paso por la conflictiva república y que garantice el control del transporte del preciado líquido por sus tierras.

La reciente guerra de Chechenia es una mezcla de intereses que involucran el futuro de Rusia, su unidad territorial, el control político del grupo gobernante, su lucha por impedir la extensión de la influencia occidental en una zona considerada desde hace siglos como propia.

La proliferación de atentados y el inicio de una campaña de agitación de rebeldes chechenios en Daghestán a principios de 1999 fueron la excusa ideal para iniciar una nueva guerra en esa región de Cáucaso. Aunque el movimiento separatista islámico en la región amenazó con expandirse en Daghestán, además de Chechenia, los verdaderos motivos parecen no estar del todo claros y existen otros que también pueden dar explicación al inicio de las operaciones militares. Uno de ellos es disimular los escándalos financieros que involucraban directamente a Yeltsin, y la difícil situación económica que vive Rusia llevando a una nueva gran guerra patria. En segundo lugar, una motivación electoral. Este nuevo clima ayudó al gobierno en las elecciones parlamentarias y en las presidenciales. Así lo denunció el opositor Alcalde de Moscú, Yuri Lujkov quien indicó que algunos de los atentados fueron originados por el propio gobierno. Si esta última era la estrategia al gobierno no le fue tan mal, ya que a pesar de no ganar las elecciones parlamentarias, les permitió tomar el control de la Duma y las presidenciales que impusieron a Putin.

La publicitaria guerra de Chechenia sirvió para ganar una elección pero no para solucionar el problema de fondo, ¿cómo Rusia puede volver a su lugar internacional? Las propuestas de Putin prometían un cambio en su decadencia.

El programa de modernización de la flota rusa se asienta sobre los lineamientos soviéticos de la guerra fría que consistieron en la inversión de un 5% de su producto nacional bruto durante décadas, cosa que hoy es imposible, que permitió la equiparación militar con Occidente –sobre todo en el rubro de submarinos nucleares- y desde el punto de vista estratégico consistía en fijar un rol disuasivo para su armada que no se limitara a sus costas sino que se proyectara sobre el Mediterráneo y el Pacífico Oriental.

Dentro de este marco se inscriben las maniobras militares que el Kursk[1] estaba realizando en el Mar de Barents. El 12 de agosto se produce el accidente, si bien se informa oficialmente dos días después. Tras idas y venidas de la información, y el fracaso en los intentos de salvatajes -primero propios y luego con ayuda anglo-noruega-, el 20 se informa oficialmente la muerte de los 118 tripulantes debido a que la nave, varada en el fondo del mar, estaba totalmente inundada.

El accidente del Kursk es paradójico, primero porque revela muchas de las fallas estructurales frente a las que se encuentra la Federación Rusa, en segundo lugar muestra que el poderío mundial no es solo una cuestión de marketing sino producto de acciones que motoricen el interés nacional ruso.

Cinco fueron las hipótesis que se tejieron sobre el accidente.

La primera sostiene que detectó un objeto y chocó con él, se señala que podía ser una mina de la Segunda Guerra Mundial u otra nave. Esta última especulación toma cuerpo de un submarino occidental que navegaba en el Mar de Barents. Esto fue difundido por los medios más sensacionalistas de Moscú. Esta forma de la noticia es muy adecuada para el público ruso, tanto ciudadanos como militares y políticos. La misma se sustenta en la captación de dos detonaciones desde una estación noruega (una supuestamente del Kursk, otra del submarino invisible), en el lugar y tiempo de la emergencia. Por otra parte estos medios daban cuenta de un pedido de auxilio de una nave occidental que estaba en el área y que llegaría a puertos occidentales con dificultades. Este último hecho nunca fue confirmado, motivo por el cual la versión desapareció con los días y es la menos creíble.

La segunda fue la de un atentado checheno. Esta se fundamenta en que dos tripulantes del submarino eran oriundos de Daghestán, y podían haber sido terroristas de la nación separatista. Esto fue descartado de manera inmediata al acceder al pedido de los familiares que exigían un tratamiento similar al de los marinos rusos que fallecieron, cosa a la que el gobierno accedió de inmediato despejando las dudas generadas con anterioridad.

La tercer hipótesis se basa en un informe reservado de los Servicios de Informaciones Federales (FBS) elevado al presidente Putin en el cual se hace referencia a que el accidente del Kursk fue provocado por un misil tipo “Granit”, lanzado desde el crucero “Pedro el Grande”. Esta especulación refuerza nuestras sospechas sobre los desperfectos técnicos del arsenal ruso, producto de la falta de inversiones en el sector de defensa. Esta versión fue negada de inmediato.

Las dos siguientes, a nuestro entender, serían las más factibles.

La cuarta hipótesis habla de una falla en una prueba de una nueva arma misilística y que habría provocada las dos explosiones con la muerte inmediata de los tripulantes. Las versiones recogidas por el Moscow News señalan que el accidente podría haber sido provocado por el lanzamiento defectuoso de un torpedo debido a una deficiencia técnica. Esto puede explicar la reticencia inicial a aceptar la ayuda occidental hasta que la propia presión publica rusa fue insoportable para los hombres del Kremlin y los obligó a acceder. Aunque si se hubiese tratado de algo de interés no habrían cedido tan fácilmente, algunas versiones indicaban que se habría extraído material del submarino con anterioridad al anuncio oficial de su accidente.

Y finalmente, la última posible causa es la de falta de mantenimiento. Las fuertes restricciones presupuestarias hacen imposible el mantenimiento de semejante estructura que representa no solo los sueldos de los miembros de la marina -que oscilan en un promedio de sesenta dólares- sino los gastos para el sostén en calidad y cantidad de los elementos de la seguridad nacional rusa.

Se podría combinar ambas, como terminó determinando el informe de la comisión gubernamental que estudió el caso.

Mas allá de las hipótesis sobre el accidente, existen hechos preocupantes, como el desprecio demostrado por las autoridades rusas hacia la tripulación de Kursk o como la actitud irresponsable de no establecer un plazo cierto para la extracción de la nave del fondo del mar. Este último punto conforma un verdadero peligro para el medio ambiente. El submarino habría apagado y sellado sus reactores pero a pesar de esto, cuanto más tiempo pase bajo el agua, el peligro de exposición de la radiación es mayor, ya que dentro de unos años la inundación de los reactores, si es que ya no lo están, causaría daños irreparables para el Océano Ártico por muchísimo tiempo.

¿Es posible que Rusia mantenga una estructura militar de gran potencia, cuando su población padece problemas similares al tercer mundo, o con gastos de defensa sesenta veces inferiores a los de los Estados Unidos?

Rusia solo sería una gran potencia si revierte la estrepitosa caída de su economía, si logra atemperar las fuertes asimetrías sociales, si disminuye el poder de las mafias, si puede dominar las tensiones con las republicas de su periferia interior. Pero el mayor desafío es lograr salida de la demokratura[2], democracia formal sobre la base de un férreo control por parte de los antiguos apparachick –como Putin-, sobre el Estado, el poder militar y policial, los medios de comunicación y los grupos económicos de poder concentrado que ahogan a la sociedad civil.

El grado de asfixia de la sociedad civil es proporcional al riesgo de avanzar en aventuras imperiales sin ninguna base material y a las ideas de asedio extranjero a la que son tan afectos los rusos de todas las épocas.

Otro dato para nada menor es el debate dentro de las propias fuerzas armadas sobre la producción de armas, ya que importantes sectores del Ejército están inclinándose por el desarrollo de armas convencionales –que sirven para enfrentar los problemas en las republicas de su extensa periferia-, sobre el desarrollo de armas de alta tecnología –para hacer frente a los desafíos mundiales-.[3]

 

 

Isabel Stanganelli

Coordinadora del Dep. de Europa y CEI

 



[1] El Kursk es un submarino a propulsión atómica, categoría Oscar II tipo 949 A (su longitud es de 154 mts), fue puesto en servicio en enero de 1995, tenía una velocidad en superficie de 15 nudos y de 28 bajo el agua, podía llevar veinticuatro misiles SS-19 (con un alcance de casi 1.000 kilómetros y una potencia de destrucción nuclear de 550 kilotones).

[2] El historiador británico Timothy Garton Ash toma este concepto latinoamericano para algunos regímenes de Europa oriental surgidos tras la revolución de terciopelo que se caracterizan por su corrupción, nacionalismo y su semiautoritarismo. Estos se sustentan sobre “la televisión pública, la policía secreta y la apropiación de la antigua economía de un Estado por miembros y simpatizantes del régimen.” [GARTON ASH, Timothy. Historia del presente. Barcelona, Tusquets, 2000, 419].

[3] Como dice el general Anatoli Kvachnin, Jefe del Estado Mayor ruso:

Más que construir misiles [intercontinentales, SS-25 y SS-27], debemos proporcionar a los soldados que se encuentran en Chechenia aviones y helicópteros capaces de volar de noche o bajo la bruma.”[Karol, K.S. “El Kursk y otros dramas de Rusia.” En: El País, Madrid, 19 de agosto de 2000, 9].