Anuario de Relaciones Internacionales, Año 1995

 

DOCUMENTOS

30a. CUMBRE DE LA ORGANIZACION

DE LA UNIDAD AFRICANA

 

Declaración Final (Túnez, 15 de junio de 1994)

Considerando la Carta de la Organización de Naciones Unidas, principalmente sus disposiciones en materia de seguridad, de estabilidad, de desarrollo económico y de cooperación;

Considerando la Carta de la OUA, particularmente sus objetivos y principios (artículo II, artículo III);

Considerando el Tratado de Abuja instituyendo la Comunidad Económica Africana;

Considerando el tenor de la resolución adoptada por la Cumbre de Dakar (29/6-1/7/92) concerniente al refuerzo de la cooperación y de la coordinación entre los Estados africanos;

De acuerdo al espíritu de la resolución CM/Res. 1389 sobre el derecho de los Estados a decidir sus opciones políticas sin ingerencia extranjera;

Conscientes de la gravedad de los desafíos a los cuales se encuentra confrontado nuestro continente y firmemente resueltos a hacerles frente;

Estimando que debemos hoy, más que nunca cerrar nuestras filas para responder mejor a las esperanzas y expectativas que nuestros pueblos han alimentado durante décadas;

Considerando la proliferación de zonas de tensión en Africa y las serias amenazas que le hacen pesar sobre la estabilidad, la independencia y la credibilidad de nuestros Estados, así como sobre su desarrollo;

Determinados a proseguir la realización de los objetivos, objeto de la resolución adoptada durante la Cumbre de El Cairo (junio 1993), que crea un mecanismo para la prevención, la gestión y el reglamento de conflictos;

Convencidos de la imperiosa necesidad de instituir una ética susceptible de ahorrarnos tensiones, desgarramientos y confrontaciones;

Persuadidos de la obligación de reforzar la solidaridad, la concertación y la cooperación entre los Estados miembros, sobre la base del respeto mutuo y de la no ingerencia en los asuntos internos;

Conscientes de la necesidad de destacar los valores humanos y morales fundados sobre la tolerancia y el rechazo de toda forma de discriminación, de injusticia, de extremismo y de terrorismo;

Juzgando inaceptables el fanatismo y el extremismo, sea cual sea su naturaleza, el origen y la forma, y particularmente aquellos de orden religioso, político o tribal, calamidades perjudiciales a la paz y a la seguridad del continente;

Llevándonos a la evidencia que todo esfuerzo de cooperación está irremediablemente destinado al fracaso dentro de un ambiente desprovisto de estabilidad, de confianza y de seguridad;

Estimando que llegó el momento de asumir nuestro propio destino y de encontrar las soluciones africanas a los males que afligen nuestro continente;

Recordando que la Carta de Naciones Unidas reafirma la fe de la comunidad internacional en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y de mujeres, así como de las naciones, grandes y pequeñas;

Recordando igualmente que la Declaración Universal de los Derechos del Hombre afirma, en su artículo 29 que, en el ejercicio de sus derechos y en el goce de sus libertades, cada uno no está sometido más que a las limitaciones establecidas por la ley exclusivamente en vista de asegurar el reconocimiento y el respeto de los derechos y libertades del prójimo y a fin de satisfacer a las justas exigencias de la moral, del órden público y del bienestar general en una sociedad democrática;

Reconociendo que la libertad de religión y su expresión pacífica son un derecho fundamental de todos los seres humanos inscripta en la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, en la Declaración sobre la Eliminación de Todas las Formas de Intolerancia y de Discriminación sobre la Religión y o la Convicción y en otros instrumentos relativos a los derechos humanos;

Reconociendo igualmente la amenaza proveniente de los movimientos fundados sobre la intolerancia del extremismo religioso, político y tribal;

Considerando que el extremismo y el terrorismo, cuyo pretexto sea sectarismo, tribalismo, etnicidad, religión o política debilitan los valores morales y humanos de los pueblos y en particular las libertades fundamentales y la tolerancia.

Acrecentar la estabilidad

Teniendo en cuenta lo que precede:

1.- Estamos resueltos a intensificar las consultas políticas y a acrecentar la cooperación para resolver los problemas económicos, sociales, de medio ambiente, culturales y humanitarios. Esta resolución común y nuestra interdependencia creciente contribuirán a vencer toda desconfianza, a acrecentar la estabilidad y a edificar un Africa unida.

2.- Queremos que el Africa sea una fuente de paz, abierta al diálogo y a la cooperación con el resto del mundo, favorable a los intercambios, y comprometida en la búsqueda de respuestas comunes a los desafíos del futuro.

3.- Apoyamos plenamente a la Organización de las Naciones Unidas y al refuerzo de su rol en la promoción de la paz, de la seguridad y de la justicia internacionales. Reafirmamos nuestro compromiso en favor de los principios y de los fines de las Naciones Unidas tales como son inscriptos en la Carta y condenamos toda violación de éstos principios.

4.- Reafirmamos nuestra profunda convicción que las relaciones amistosas entre nuestros pueblos así como la paz, la justicia, la estabilidad y la democracia exigen y que la identidad étnica, cultural, lingüística y religiosa de todos nuestros pueblos comprendidas la de las minorías nacionales, sean protegidas y que las condiciones favorables a la promoción de esta identidad sean creadas.

5.- Expresamos nuestra determinación a luchar contra todas las formas de orden racial o étnico y de toda discriminación hacia toda persona así como la persecución por motivos religiosos o ideológicos.

6.- Estamos resueltos a desarrollar y a reforzar las relaciones amistosas y la cooperación entre nuestros Estados y a promover la amistad entre nuestros pueblos. Los desafíos a los cuales estamos confrontados no pueden ser removidos sino por la acción común, la cooperación y la solidaridad.

7.- Conforme a nuestras obligaciones en los términos de la Carta de las Naciones Unidas y a nuestros compromisos en virtud de la Carta de la OUA, reiteramos nuestra determinación a abstenernos de recurrir a la amenaza o al empleo de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de todo Estado, o a actuar de toda otra manera incompatible con los principios o los fines de éstos documentos. Recordamos que el no respeto de éstas obligaciones constituyen una violación del derecho internacional.

8.- Estimamos que nuestras relaciones tanto bilaterales como continentales deben beneficiar la adopción de una nueva serie de sustanciales medidas de seguridad que conducirán a una transparencia entre todos los Estados. He aquí avances importantes hacia una estabilidad y una seguridad reforzadas en Africa.

9.- Estamos determinados a cooperar para defender las instituciones respectivas de nuestros Estados contra el hegemonismo y todas otras actividades llevadas en violación de la independencia, de la unidad, de la igualdad soberana o de la integridad territorial de los Estados miembros.

Condena del terrorismo

10.- Condenamos sin reserva como criminales todos los actos, métodos y prácticas terroristas, y expresamos nuestra determinación a acrecentar nuestra cooperación a fin de eliminar esta tara para la seguridad, la estabilidad y el desarrollo de nuestros países así como también la amenaza en relación con el tráfico de armas y de estupefacientes.

11.- Conscientes que el reglamento pacífico de diferendos es un complemento esencial al deber que tienen los Estados de abstenerse de recurrir a la amenaza o al empleo de la fuerza y a la agresión, condición esencial al mantenimiento y a la consolidación de la paz y de la seguridad internacionales, nos comprometemos a establecer medidas eficaces en vista de prevenir, por medios políticos, comprendidas las iniciativas regionales, los conflictos susceptibles de estallar y a utilizar el mecanismo para la prevención, la gestión y el reglamento de los conflictos a fin de solucionar pacíficamente todo diferendo que podría sobrevenir.

En consecuencia, nos comprometemos a buscar nuevas formas de cooperación, en particular una gama de métodos aplicables al reglamento pacífico de los conflictos. Insistimos sobre el hecho que todo el beneficio posible, en este contexto, debería ser extraido en la ocasión provista por el mecanismo, objeto de la Declaración de El Cairo Nro. AHG/Dec. 3 (XXIX) del 30/6/93.

12.- Estamos vivamente preocupados por las tensiones persistentes en el continente, y reiteramos nuestra determinación a intensificar nuestros esfuerzos para encontrar por medios pacíficos, soluciones justas, viables y duraderas a los problemas cruciales en suspenso, fundadas sobre el respeto de los principios de la Carta de la OUA.

13.- Nos felicitamos de la declaración adoptada por la Asamblea de jefes de Estado y de Gobierno de la OUA (Dakar 29/6-1/7/92), de la declaración publicada a la salida de la décima reunión de la Cumbre de jefes de Estado y de Gobierno del NOAL (Jakarta 16/9/92) y del proyecto del código de conducta sometido a la adopción de la 21a. sesión ministerial de la OCI (Túnez, 94).

14.- Estimamos que se hace necesario tomar en nuestros Estados respectivos las normas, medidas y disposiciones apropiadas en vista de obstaculizar a la utilización de las cuestiones en relación con la religión o la pertenencia étnica, en vista de favorecer o de llevar directa o indirectamente, actividades susceptibles de atentar a la estabilidad de no importa qué miembro de la OUA.

15.- Reiteramos nuestro compromiso, dentro de este cuadro, a conformarnos a la obligación que nos incumbe, en virtud del derecho internacional, de abstenernos, de organizar, de inspirar, de facilitar, de financiar, de fomentar o de tolerar actividades de carácter o con ribetes terroristas o de participar de qué manera, y de tomar las medidas operacionales que se imponen a fin que los territorios respectivos de los Estados miembros no sean lugares de instalación de campos de entrenamiento o de adoctrinamiento al provecho de elementos o de movimientos terroristas, de preparación o de organización de actos terroristas destinados a ser cometidos en contra de la estabilidad, la integridad territorial o la seguridad de los Estados miembros o de otros Estados o de sus ciudadanos.

16.- Nos comprometemos, igualmente, a adecuarnos a la obligación que nos incumbe en virtud del derecho internacional, de juzgar o de extraditar los elementos terroristas.

Discurso del presidente Nelson Mandela (Túnez, 13 de junio de 1994)

Señor presidente, señores jefes de Estado y de Gobierno, señores jefes de delegaciones, vuestras excelencias, señores ministros, señores embajadores y señor alto comisario, camaradas, señoras y señores,

En una época lejana de la antigüedad, un romano quiso la pérdida de esta ciudad africana: "Cartago debe ser destruida, Carthago delanda est".

Y Cartago fue destruida. Hoy, cuando nos paseamos entre sus ruinas, es gracias a nuestra imaginación y a hechos históricos que podemos representarnos su grandeza pasada. No hay más que nuestra identidad africana que nos permita entender los gritos patéticos de las víctimas de la venganza del Imperio Romano.

Y mientras tanto, una verdad se impone: toda civilización reposa sobre fundaciones tales como las ruinas de la ciudad africana de Cartago. Estos vestigios arquitectónicos, como las pirámides egipcias, las esculturas de los reinos antiguos de Ghana, de Mali y de Benin, los templos de Etiopía, las ruinas de Zimbabwe, y las pinturas rupestres de los desiertos de Kalahari y de Namibia, muestran todos cuánto Africa ha contribuido al nacimiento de la civilización.

Pero en definitiva, Cartago ha sido absolutamente destruida y los niños de Africa, durante un largo interregno, fueron desarraigados de su suelo y hechos esclavos. Otras naciones se apropiaron de nuestras tierras, nuestros recursos fueron explotados por otros pueblos y nuestros reyes y reinas devinieron simples servidores de potencias extranjeras.

A fin de cuentas, se nos presentó como un ejemplo típico de pueblo asistido, pues habíamos devenido las víctimas perpetuas del hambre, de conflictos destructores, y todas las calamidades de la naturaleza. Deshechos por la historia, la sociedad y la naturaleza, no pudimos revelarnos y fuimos condenados a ser mendigos. El objetivo perseguido por los romanos con la destrucción de Cartago había sido alcanzado.

Mientras tanto, la fiereza ancestral de los pueblos de nuestro continente nos devolvió la esperanza gracias a grandes figuras, tales como la reina regente Labotsibeni de Swazilandia, el rey de Marruecos Mohamed V, el egipcio Abdul Gama Nasser, el ganeano Kwame Nkrumah, el nigeriano Murtala Mohamed, el zaireño Patrice Lumumba, Amilcar Cabral en Guinea-Bissau, Aghostino Neto en Angola, Eduardo Mondlane y Samora Machel en Mozambique, Seretse Khama en Botswana, W.E.D. Du Bois y Martin Luther King en América, Marcus Garvey en Jamaica, Albert Luthuli y Oliver Thambo en Sudáfrica.

Estos y muchos otros patriotas, por sus acciones y las luchas que ellos llevaron, nos hicieron comprender que ni Cartago, ni Africa, habían sido destruidas y que el largo interregno de la humillación llegaba ahora a su fin. Es para rendirles homenaje que estamos reunidos hoy aquí, en este mes de junio, y es por su heroísmo que debemos dirigirnos a esta augusta asamblea.

El esfuerzo gigantesco que ha permitido a Sudáfrica, y al continente entero, liberarse, constituye un acto de redención para los negros del mundo entero. Es también una emancipación para todos aquellos que, porque eran blancos, se habían impuesto a sí mismos la pesada tarea de regentear la humanidad entera. Todos aquellos que lo quieran bien, entenderán y comprenderán que poniendo un término a este apartheid bárbaro dado a luz por la colonización europea, Africa ha, una vez más, contribuido al progreso de la civilización y empujado las fronteras de la libertad por todo el mundo.

Si nosotros estamos hoy aquí, queridos hermanos y hermanas, no es para agradecerles, pues no se agradece a sus hermanos de armas; si nosotros estamos aquí, es para rendirles homenaje y felicitarlos por la victoria extraordinaria e histórica conseguida sobre un sistema inhumano que se llamaba tiranía, injusticia y santurronería.

Cuando llegue la hora de escribir la historia de nuestra lucha, mencionaremos este glorioso episodio de la solidaridad africana, de la adhesión a un mismo principio. Trazaremos nuevamente la historia emocionante de los sacrificios realizados por los pueblos de nuestro continente, a fin de que el apartheid, este crimen contra la humanidad, este intolerable insulto a la dignidad humana, pertenezca para siempre al pasado. Tendremos en cuenta la contribución del Africa entera, desde las costas del Mediterráneo al norte hasta la confluencia del océano Pacífico y del Indico al sur, a la liberación de los pueblos cuyo valor es tan inestimable como las reservas de oro que contiene nuestro suelo.

Africa derramó su sangre, ha sacrificado la vida de sus propios niños para que un día todos los niños de Africa sean libres. Ha ofrecido su riqueza y sus recursos limitados para que todo el Africa sea liberado. Ella nos ha abierto su corazón lleno de hospitalidad y su espíritu repleto de sabios consejos, para que alcancemos la victoria. Muchas veces, ella se ha enganchado al arado para extirpar de las profundidades el fardo de la opresión acumulada después de tantos años.

Africa está hoy totalmente liberada de la dominación de las minorías blancas y extranjeras. Son nuestros camaradas que se han distinguido al servicio del Comité de Liberación de la Organización de la Unidad Africana quienes han cumplido la función histórica de disolver esta institución, grabada para siempre en nuestra memoria como la punta de lanza de la emancipación de los pueblos de nuestro continente.

En fin, en esta Cumbre de Túnez estamos en condiciones de retirar de la orden del día el problema del apartheid en Sudáfrica.

Si Sudáfrica debe convertirse en uno de nuestros sujetos de preocupación, que sea a fin de examinar cuál será su contribución al reconocimiento africano, a la reconstrucción de Cartago.

Una época ha pasado, sus misiones históricas han llegado a buen puerto. Otra va a sucederla, comportando ella también desafíos que le son propios. Africa quiere renacer y Cartago quiere ver su gloria pasada restaurada.

Si nuestros valientes libertadores hubieran querido adornar la cabeza de nuestra madre Africa con la corona de la libertad, que el mejoramiento de las condiciones de vida, la felicidad, la prosperidad y el bienestar de sus niños sean sus joyas.

Estamos todos de acuerdo sobre la necesidad de reconstruir la economía africana sin ahorrar penas. Excelencias, esta cuestión les es familiar y ustedes han elaborado proyectos a emplear para conducirnos al éxito.

Sabemos todo aquello que es necesario hacer. Una de las tareas, y no es la menor, es afrontar la siguiente realidad: Africa es un exportador neto de capital debido al deterioramiento de los términos de intercambio; nuestra capacidad de autosuficiencia y de generar los recursos propios a fin de obtener un crecimiento duradero, es muy limitada.

A justo título hemos tenido ya discusiones sobre la naturaleza y la calidad de nuestro futuro gobierno, cuestión compleja, y fundamental en la medida que de éste gobierno dependerá el mejoramiento de las condiciones de vida que nuestro pueblo reclama y merece. En relación a esto, debemos ser lúcidos: si no gobernamos de manera satisfactoria, la falta no le incumbe a nuestro destino, si no a nosotros mismos.

Debemos rendir homenaje a los grandes pensadores de nuestro continente que han tratado de hacernos tomar conciencia de la interrelación entre las grandes cuestiones de estos días, paz, estabilidad, democracia, derechos humanos, cooperación y desarrollo.

En el momento mismo en que este discurso es pronunciado, Rwanda está aquí para recordarnos sin contemplaciones que nosotros no fuimos capaces de tratar toda su problemática. La consecuencia directa es la terrible masacre de inocentes que se desarrolla actualmente bajo nuestros ojos.

Deberíamos entonces dar razón a todos aquellos que dicen que Africa no podrá jamás conocer la paz y la estabilidad, ni el crecimiento, ni el desarrollo, que sus niños están para siempre condenados a la pobreza y a la deshumanización, que debemos siempre mendigar una migaja de pan?

Sabemos que nosotros, africanos, poseemos en nosotros mismos las capacidades que nos permiten cambiar esta situación. Nuestra voluntad debe afirmarse en todos los actos. Debemos probar concretamente que no existe obstáculo alguno de tamaño suficiente para impedirnos poner en movimiento el renacimiento de Africa.

Estamos felices, señor presidente, de comprometer a Sudáfrica en esta vía. Hemos devenido miembros de esta eminente organización africana y hemos alcanzado la comunidad de naciones africanas empujadas por el deseo, en tanto que miembros de pleno derecho, de actuar juntos, de la mano con todos los países de nuestro continente.

Nunca jamás nuestro país buscará dominar a otro por la fuerza de las armas, por su potencia económica o por la subversión; estamos decididos a ser fieles a la visión que ustedes han propuesto para Sudáfrica cuando ustedes comprometieron en la lucha contra el apartheid.

Esta concepción que nosotros compartimos, era la de una sociedad sin discriminación racial en la cual la esencia es afirmar los valores tradicionales de Africa, que son el respeto de la persona humana y el apego a la afirmación de la dignidad humana, sin ningún criterio de raza o de color.

Todos esperamos ver una Sudáfrica que halla logrando desterrar los conflictos étnicos y nacionales que continúan devastando nuestro continente, un nuevo país liberado de las luchas intestinas y de la violencia que nos ha impuesto un pesado tributo, liberado de la amenaza de guerras civiles que han transformado en refugiados, en nuestros países pero también fuera de éstos a millones de personas.

Hemos todos rogado y hecho sacrificios para que nazca al fin una Sudáfrica que podamos proponer como un modelo de democracia, de igualdad y de justicia para todos, en tanto que el apartheid había sido concebido para negar su existencia.

Esta concepción que nosotros compartimos refleja el deseo de utilizar nuestros propios recursos a fin de crear una sociedad donde nuestro pueblo no será nunca más abrumado por la pobreza, la enfermedad, la ignorancia y el retroceso.

El objetivo que nosotros perseguimos es la creación de una Sudáfrica que pudiera ser el miembro de pleno derecho y el buen vecino de todos los demás países de nuestro continente, y de un pueblo que empleara todas sus capacidades para hacer avanzar la lucha para dar al Africa el lugar que merece en el sistema económico y político mundial.

De este modo, nuevos éxitos para el conjunto de nuestro continente no podrán ser obtenidos sin una victoria común que verá la emancipación total de Africa.

Señor presidente, estamos listos a hacer aquello que está en nuestro poder para poner fin al genocidio en Rwanda y traer la paz a este país hermano en crisis.

Nos sumamos igualmente a los señores jefes de Estado y de Gobierno y a los señores jefes de las Delegaciones para solicitar una pronta puesta en marcha de las decisiones de la OUA y de la ONU relativas al reglamento de la cuestión del Sahara Occidental.

Dirigimos igualmente todos nuestros mejores deseos a los dirigentes del pueblo de Angola; esperamos vivamente que las negociaciones en las cuales se han comprometido desemboquen muy rápidamente en una paz duradera y justa, tan merecida por este pueblo.

Deseamos también muy vivamente que sean tomadas las medidas necesarias para que de resultado el proceso de paz comprometido en Mozambique y Liberia, a fin de poner término a la guerra en Sudán y proteger la democracia y la estabilidad en Lesotho.

Lanzamos un llamado a la generosidad de la comunidad mundial a fin que ella encuentre una solución adaptada al problema de la hambruna que amenaza al Africa Oriental.

Señor presidente, nuestra delegación está feliz de anunciarle que hemos tenido el honor de hacer efectiva la cuota solicitada por la OUA. Por otra parte, en señal de compromiso de nuestro pueblo a sostener los esfuerzos de paz en Africa, tenemos el placer de informar a la Asamblea de una participación suplementaria de un millón de rands, destinada a los fondos para la paz de la OUA.

Lo felicitamos, señor presidente, de vuestra elección al puesto de presidente de la OUA y le agradecemos, así como a vuestro gobierno y a vuestro pueblo, por el acogimiento extraordinario que ustedes nos han reservado. Estamos felices de estar entre ustedes pues Túnez fue uno de los primeros países de nuestro continente es responder presente a nuestro llamado de ayuda, cuando fuimos obligados a tomar las armas para liberarnos.

Agradecemos también a nuestro hermano, el presidente Hosni Mubarak, por el trabajo considerable cumplido durante su mandato de presidente de la OUA, así también por los esfuerzos desplegados por la OUA para ayudarnos a hacer frente a la violencia política que reinaba en nuestro país y para la realización de elecciones libres y equitativas.

Saludamos también a nuestro secretario general S.E. Salim Ahmed Salim, el secretario de la OUA, al jefe de la misión de la OUA en Sudáfrica, señor embajador Joe Legweils, a los jefes de Estado y de Gobierno de nuestro continente que nos ayudaron con éxito, a franquear la última etapa de nuestra difícil marcha hacia la libertad.

A todos, quisiera decir que vuestros esfuerzos y vuestros sacrificios no han sido vanos. Vuestra recompensa es la libertad de Africa. Por vuestras acciones, ustedes pueden ser saludados como los héroes y heroínas de nuestro tiempo. Mientras tanto, les incumbe todavía la responsabilidad de devolver a nuestro continente su dignidad.

Estamos seguros que ustedes superarán los resultados del pasado, y que harán que el interregno de la humillación simbolizado, entre otros, por la destrucción de Cartago, pertenezca efectivamente a un pasado superado para siempre.