Anuario de Relaciones Internacionales, Año 1995

 

DISCURSO DEL SEÑOR PRESIDENTE DE LA NACION, DOCTOR CARLOS MENEM, ANTE LAS NACIONES UNIDAS

 

En la ciudad de Nueva York, Estados Unidos de Norte América, el día 27 de septiembre de 1994.

Sr. Presidente

Permítame felicitarlo por su elección a tan alto cargo. Estoy seguro que sabrá conducir nuestros debates con la eficacia que le es reconocida.

Estos son años de cambio y transformación.

En un lapso asombrosamente corto, hemos pasado de un mundo bipolar, caracterizado por una confrontación estratégica que parecía insuperable a uno en donde la esperanza de un órden mundial en paz y armonía convive con algunas incertidumbres.

Aun persisten graves conflictos que requieren de toda nuestra atención y de las naciones unidas que es la principal institución de la comunidad internacional para su solución.

El panorama internacional ofrece ante nosotros un claroscuro, en el que cohabitan alentadoras señales de convergencia, frente a otras que parecen evidenciar la persistencia de autoritarismo y extremismos que, inevitablemente, desembocan en la violencia.

En esta tensión entre la esperanza y la incertidumbre tenemos el desafío de encontrar las respuestas justas.

Pero tenemos que tener presente, tenemos que tener grabado, que no podemos aspirar a un mundo en paz si no establecemos una sociedad internacional justa. No hay paz sin justicia y no hay justicia sin la plena vigencia de la libertad y los derechos humanos.

No hay paz ni justicia si hay discriminación; no hay paz ni justicia si hay hambre; no hay paz ni justicia si hay regímenes que reprimen las libertades individuales; y no hay paz ni justicia si el terrorismo sigue teniendo padrinos políticos, culturales y económicos que lo protegen.

Pero, como decía al principio, señor Presidente, también hay fotografías de la realidad que nos alegran.

Una de las notas brillantes del año que ha pasado ha sido el de la exitosa conclusión de la transición institucional de la República de Sudáfrica, magníficamente ejemplificada en las figuras del Presidente Mandela y de dirigentes esclarecidos de la oposición.

Los acuerdos de Unidad Nacional que facilitaron el exitoso proceso de integración de Sudáfrica a la familia de las naciones democráticas muestran, una vez más, como la empresa de construcción nacional debe siempre fundarse en el diálogo y el entendimiento entre las grandes fuerzas políticas.

Vemos, con idéntica satisfacción y esperanza, la continuidad y la profundización de los acuerdos de paz entre Israel y la Organización de Liberación de Palestina. En Gaza y Jerico, después de casi treinta años, el pueblo palestino vuelve a conducir su destino en territorio propio.

A los acuerdos originales se suman ahora los recientemente suscriptos por Israel y Jordania, que implican, en forma inequívoca, la definitiva aceptación por la totalidad de la comunidad internacional del Estado de Israel. Esperamos que con tan promisorio comienzo, pronto pueda arribarse a acuerdos similares con otros actores insoslayables de la región.

Como en todos los grandes momentos de la historia, la solución a tantos años de violencia y desesperación no ha sido producto del azar. Han habido aquí hombres, grandes estadistas, verdaderos líderes que, sin olvidar sus propias y legítimas heridas, decidieron -con coraje- hacer a un lado el rencor y la recriminación. Esos líderes de Israel y del Pueblo Palestino muestran el camino de la reconciliación, apostando por la paz.

Pero no todo es luz. Las sombras del drama de los Balcanes continúan, a pesar de los ingentes esfuerzos de la Organización y de los Grupos Regionales en busca de una paz justa y satisfactoria.

La Argentina ha contribuido a la búsqueda de soluciones, en la medida de sus posibilidades, a través de la fuerza de protección de las Naciones Unidas y -desde 1992- más de 4 mil soldados argentinos se han trasladado para contribuir, en algunos casos hasta con la vida, al cumplimiento de las resoluciones de la Organización.

En Africa, Rwanda ha dominado la atención y los corazones de todos los hombres y mujeres de buena voluntad. La Argentina ha contribuido enviando alimentos y medicinas, y médicos y enfermeros de nuestro país se han sumado al esfuerzo de miles de voluntarios internacionales que, en los campos del horror y la abyección, nos recuerdan la nobleza que guarda el ser humano en su interior.

En América Latina, nuestra región, a la que asignamos la más alta importancia, ha continuado el proceso de consolidación democrática. Se han dado pasos decisivos en materia de no proliferación de armas de destrucción masiva y se han encarado reformas económicas de fondo que permiten hoy exhibir, como en pocas regiones del mundo, elevados indices de crecimiento, en un horizonte de creciente estabilidad económica.

Nuestra región, con su renovado semblante de democracia, de respteto a los derechos humanos, de paz y de progresiva pero firme integración, se ha convertido en muy pocos años en un centro de atracción para las inversiones internacionales.

En este marco de crecientes libertades que hoy exhibe la región, merece destacarse el histórico proceso electoral de El Salvador, superando un largo período de enfrentamientos.

Con respecto a la situación de la República de Cuba, mi gobierno desea reiterar su convicción sobre la necesidad de su democratización en un esquema pluralista como único camino para no profundizar la crisis allí existente y poder reincorporarse, en plenitud, a la comunidad latinoamericana.

En Haití, la solución integral se encuentra en el cumplimiento de la resolución 940 del Consejo de Seguridad que, dentro del esquema de seguridad colectiva previsto en la Carta, autoriza la acción multilateral, mecanismo esencialmente distinto de la intervención unilateral, que rechazamos.

Quiero aprovechar esta oportunidad para agradecer la labor realizada por el Sr. Dante Caputo, ex-canciller de mi país, quien, luego de realizar una importante e inteligente gestión como representante del Secretario General para la cuestión de Haití, decidió presentar su renuncia a su cargo hace pocos días atrás.

Creo importante, en esta instancia, hacer referencia a uno de los desafíos más preocupantes que amenaza a la democracia: la corrupción. Este fenómeno va erosionando la credibilidad y confianza pública en las instituciones y sus dirigentes.

El gobierno argentino se encuentra empeñado en una lucha sin tregua contra la corrupción, especialmente poniendo énfasis en la eliminación del dirigismo estatal y de la falta de transparencia en la administración del Estado, caldo de cultivo para la corrupción.

Señor Presidente,

Los problemas que pueblan la agenda internacional, de acuerdo con la visión argentina, tienen que encontrar su camino de solución mediante el fortalecimiento de las Naciones Unidas.

Hemos apoyado, con constancia y firmeza, la labor del Consejo de Seguridad, que va -finalmente- recuperando el rol que le asigna la Carta. Nuestra participación en nueve operaciones de mantenimiento de la paz, -la más alta de América Latina- materializada a través de tropas, observadores militares y policías civiles, es una contribución tangible, que sustenta en hechos las convicciones que hoy menciono.

Deseo subrayar, señor Presidente, que en su participación en las operaciones de mantenimiento de la paz, la República Argentina esta acompañada por 72 países. A ellos deseo también rendir homenaje por contribuir a lograr la vigencia de la paz y la justicia en las más diversas regiones del mundo.

También hemos dado respuesta a lo propuesto por el Secretarío General en el sentido de crear un sistema de "Fuerzas Stand By" a través de una promesa de personal especializado, medios de transporte y 1500 efectivos.

Otro aspecto, de especial trascendencia dentro de la evolución propia de la Organización, es la cuestión de la representación equitativa en el Consejo de Seguridad y del aumento del número de sus miembros.

La Argentina atribuye gran importancia a este asunto y considera que el número de miembros del Consejo ha respondido a la situación geopolítica de cada momento y los esfuerzos reformadores deben dirigirse a adaptarlo a la situación geopolítica del presente.

Señor Presidente:

La paz y la seguridad internacionales encuentran en la lucha contra la proliferación de armas de destrucción masiva uno de sus pilares incontestables.

La Argentina, consecuente con ese pensamiento, ha ratificado el Tratado de Tlatelolco y ya se encuentra a consideración del parlamento la firma del Tratado de No Proliferación, el que debe extenderse por el bien de la estabilidad y la seguridad global.

En materia de armas químicas, estamos dando los pasos necesarios para poner en pie la autoridad nacional y aspiramos a que se fortalezcan las medidas internacionales de verificación.

Simultáneamente, apoyamos firmemente la conclusión del Tratado de prohibición completa de ensayos nucleares.

En el último año, se produjo la incorporación efectiva de la Argentina a los sistemas de controles a las exportaciones de alta tecnología y equipos con posibles derivaciones bélicas, lo que nos permitió constituirnos en receptores de transferencia de tecnologías.

Señor Presidente:

Nos preocupa la persistencia de la disputa de soberanía sobre las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y sus espacios marítimos circundantes.

Más alla de la satisfactoria con el Reino Unido en el resto de las cuestiones bilaterales, no puedo dejar de reiterar en este foro mundial una vez más, como cada año, nuestros derechos soberanos sobre esos territorios.

El reclamo adquiere este año una connotación especial, ya que el pueblo argentino, expresado a través de sus representantes en la Asamblea Constituyente que reformara la Ley Suprema de mi país, hace poco más de un mes, ha dado jerarquía constitucional a la cuestión de las Islas Malvinas, a través de la inclusión en el nuevo texto constitucional de una cláusula transitoria que reafirma nuestros derechos e indica que en la recuperación de los mismos primara el respeto al Derecho Internacional y a la forma de vida de la población de las islas.

En esta forma, todo el espectro político argentino ha dado un marco solemne a una reclamación que, más que nunca, es central y permanente en nuestra política exterior.

Por ello, y a pesar que en ciertos aspectos del manejo de los recursos vivos en el Atlántico Sur nuestros dos gobiernos han obrado de consuno, debemos lamentar la reiteración de medidas unilaterales jurisdiccionales británicas en el área, que complican las posibilidades de profundizar las acuerdos existentes y de llegar a otros nuevos. Confiamos en que el Reino Unido comparta con nosotros la convicción que en el Atlántico Sur no hay alternativa realista a la cooperación.

En materia de pesca, hemos alcanzado acuerdos provisorios que permiten una racional explotación de los recursos y la prevención de la pesca depredatoria. Pero, la reiteración de actos unilaterales como el que acabo de mencionar abre interrogantes acerca de la posibilidad de profundizar e incluso de mantener estos entendimientos.

Con respecto al petróleo, la Argentina ha vuelto a plantear porpuestas concretas sobre cooperación.

En esta materia, nuestras iniciativas se fundamentan en el reconocido principio de Derecho Internacional que inhibe la explotación unilateral de recursos no renovables. Objeto de una disputa reconocida por la Asamblea General.

Con relación a los habitantes de las islas, quisiera reiterar ante esta Asamblea, nuestra más amplia disposición para establecer vínculos directos y fluidos con ellos. Para nosotros, está claro que el problema de las islas Malvinas tiene una dimensión humana insoslayable, que se relaciona con el modo de vida y las necesidades de los isleños.

La Argentina está preparada para preservar el modo de vida y las particulares propias y, en ese contexto, estamos dispuestos a analizar todos los aspectos, desde las comunicaciones, pasando por el sistema jurídico y fiscal, para encontrar soluciones lógicas y aceptables para todos.

El diálogo con los isleños es un elemento inseparable de la solución civilizada y racional a este problema. Una vez más, la lógica y la razón apuntan inexorablemente en la Dirección de la Cooperación y el Diálogo.

Señor Presidente:

La agenda económica y social nos muestra como positivo el cierre de la Ronda Uruguay del GATT, que permitirá enfrentar más eficazmente los problemas en materia de desempleo y distribución de la riqueza.

Constituyen un objetivo de la política argentina obtener el consenso de los países de América para declarar al continente zona libre de subsidios y prácticas desleales de productos agrícolas, el acuerdo sobre la agricultura ha significado un importante avance y la Argentina considera apropiado dar un paso más, contribuyendo a la eliminación de las distorsiones en el comercio internacional.

La preocupación de la Argentina por los problemas sociales es bien conocida, con la estabilidad, la lucha contra la inflación y el crecimiento económico, hemos dado en nuestro país un importante paso en el combate a la pobreza.

Hacia afuera, hemos propuesto la creación de un cuerpo de voluntarios para la lucha contra el hambre y la pobreza, coordinando los esfuerzos es ese campo a nuestra iniciativa se refirió ayer muy amablemente, el Presidente Clinton, cuyo respaldo valoramos especialmente.

La temática de la relación entre población y desarrollo que hace pocas semanas concentró la atención mundial en el Cairo, no puede estar ausente en este análisis.

Creemos en la promoción de valores fundamentales como el status de la mujer, los derechos humanos y el desarrollo económico sustentable, pero respecto de las políticas de población sostenemos que la vida humana existe desde el momento de la concepción hasta el de la muerte natural, condenando cualquier práctica que atente contra ella.

Las políticas de población no pueden apuntar a cercenar vidas sino a lograr el mayor acceso de los habitantes a los benenficios del desarrollo y a la justa distribución de las riquezas.

Señor Presidente:

Dos flagelos golpean al mundo del fin del Siglo XX: el narcotráfico y el terrorismo. Ambos requieren de la acción concertada de la comunidad internacional, pues no son males nacionales sino mundiales.

Con respecto al terrorismo, mi voz trae la doble carga de la convicción y del dolor. Convicción por el repudio del terror como medio de expresión política o religiosa; dolor porque en esta ocasión cientos de argentinos han muerto debido al atentado que, en julio pasado, destruyó un edificio mutual de la comunidad judía en Buenos Aires.

Agradecemos la solidaridad recibida y estamos reconocidos por el repudio expresado por el Consejo de Seguridad.

Entendemos, además, que se requieren acciones combinadas para enfrentar al terror; el terror que estuvo presente en Buenos Aires como en Nueva York, Londres y Panamá. Es indispensable que las Naciones Unidas asuman un rol más activo y protagónico, coordinando un esfuerzo global para combatir eficazmente este flagelo.

Reiteramos aquí nuestra sugerencia de que las Naciones Unidas cuenten con una unidad dedicada a la cuestión del terrorismo internacional.

La acción de las Naciones Unidas debe contar con el apoyo decidido de todos. Es una iniquidad, es inaceptable que haya gobiernos que alienten al terrorismo. La soberanía no debe ser usada como escudo para ayudar a organizaciones terroristas mientras el mundo mira impotente. Si todos los Jefes de Estado nos pusieramos de acuerdo terminaríamos con esta situación.

Las Naciones Unidas deberían también estudiar mecanismos multilaterales concretos que, respetando las inmunidades y privilegios consagrados en la Convención de Viena, prevengan y castiguen el abuso de los mismos para proteger la acción de terroristas internacionales.

No podemos descartar que en los atentados ocurridos en Buenos Aires esas inmunidades y privilegios hayan sido abusados.

Señor Presidente:

Para terminar, quiero referirme a la necesidad de fortalecer a la Organización de las Naciones Unidas, particularmente, en la responsabilidad que le cabe en materia de paz y seguridad internacionales.

Esto supone, en primer lugar, resolver sus urgencias financieras.

Pero, además, continuar trabajando en el examen de una posible modificación a la estructura actual del Consejo de Seguridad.

Para la República Argentina, cualquier expansión del número de miembros del Consejo debe ser prudente y mesurada. Esto es, garantizar para el consejo el máximo de eficacia operativa posible.

Pero, además, cualquier expansión no debiera generar desequilibrios injustificados en la representación de las distintas regiones del mundo. Para la República Argentina el principio de igualdad soberana de los Estados Miembros debe siempre respetarse. Además, no cabe olvidar ninguno de los criterios incluídos hoy en el artículo 23 de la Carta.

Por todo esto, pareciera preferible, como norma, orientar el tratamiento de este tema hacia un aumento limitado de los miembros no permanentes y, en la medida de lo posible, eliminar la restricción a su reelección.

Señor Presidente:

Estamos en vísperas del 50 aniversario de la organización; optimicemos el sistema de seguridad colectiva y los mecanismos de cooperación económicos y sociales que la Carta ofrece y, no dudo, tendremos en los próximos 50 años un mundo mucho mejor.

Muchas gracias.