Anuario de Relaciones Internacionales, Año 1997

 

ONU
Memoria sobre la labor de la Organización
en el año del Cincuentenario-1996.

 

Por Boutros Boutros Ghali
Secretario General de las Naciones Unidas

 

Resumen

En el quincuagésimo período de sesiones de la Asamblea General tuvo lugar la concentración de dirigentes mundiales más nutrida de la historia, con ocasión de una reunión conmemorativa extraordinaria de tres días de duración en la que los Estados Miembros y los Observadores aprobaron la Declaración con motivo del cincuentenario de las Naciones Unidas. Alrededor de 200 oradores -91 Jefes de Estado, 8 vicepresidentes, 1 príncipe heredero, 37 primeros ministros, 10 vice-primeros ministros, 21 ministros de relaciones exteriores, 9 jefes de delegación y 23 observadores- reiteraron su adhesión a la Carta de las Naciones Unidas, agradecieron a quienes habían prestado sus servicios a la Organización, declararon que las Naciones Unidas del futuro trabajarían con renovadas energías y eficacia y prometieron solemnemente legar al siglo XXI unas Naciones Unidas dotadas de medios, de recursos financieros y de estructuras que les permitan servir con eficacia a los pueblos del mundo.

Durante el quincuagésimo período de sesiones, la Asamblea General, su Mesa y sus Comisiones Principales celebraron 393 sesiones, en comparación con las 384 que habían celebrado en el cuadragésimo noveno; las sesiones y consultas oficiosas sumaron un total de 296, frente a las 266 del período de sesiones anterior, y los grupos de trabajo de la Asamblea celebraron 292 sesiones, frente a las 163 del período anterior. Al 25 de julio de 1996,la Asamblea había aprobado 321 resolución es en el quincuagésimo período de sesiones, frente a las 328 aprobadas en el cuadragésimo noveno.

Los grupos de trabajo de composición abierta de la Asamblea General -sobre el programa de paz, el programa de desarrollo, la reforma del Consejo de Seguridad, la situación financiera de las Naciones Unidas y el fortalecimiento del sistema de las Naciones Unidas- han trabajado denodadamente por aumentar la eficacia de la Organización y está previsto que presenten sus informes a la Asamblea antes de que acabe su quincuagésimo período de sesiones.

El número de sesiones oficiales celebradas por el Consejo de Seguridad, en comparación con el período equivalente del año pasado, disminuyó de 131 a 106. Las consultas Plenarias descendieron de 226 a 189, las resoluciones bajaron de 63 a 51 y las declaraciones de la Presidencia, de 64 a 49.

Durante el presente año, el Consejo de Seguridad ha centrado su atención en los problemas de África, así como en los de la ex Yugoslavia, y ha seguido examinando temas relativos a América, la cuestión de las sanciones y los diversos regímenes de sanciones.

El Consejo Económico y Social celebró su período de sesiones sustantivo en Nueva York del 24 de junio al 26 de julio de 1996. Su serie de sesiones de alto nivel se refirió a un tema prioritario del programa internacional: el de la cooperación internacional en la lucha contra la producción, la venta, la demanda, el tráfico y la distribución ilícitos de estupefacientes y sustancias sicotrópicas y actividades conexas. La serie de sesiones de coordinación se centró en la coordinación de las actividades del sistema de las Naciones Unidas para la erradicación de la pobreza. La serie de sesiones sobre las actividades operacionales se centró en el fortalecimiento de la colaboración entre el sistema de las Naciones Unidas para el desarrollo y las instituciones de Bretton Woods. El Consejo Económico y Social aprobó también una resolución relativa a la relación consultiva entre las Naciones Unidas y las organizaciones no gubernamentales.

El Secretario General presentó a la Asamblea General, a petición de ésta, un informe con las observaciones de los Estados Miembros sobre el examen del papel del Consejo de Administración Fiduciaria.

La Corte Internacional de Justicia tuvo ante sí 14 asuntos contenciosos y dos solicitudes de opinión consultiva.

Por lo que atañe a la Secretaría, se ha avanzado considerablemente en la ejecución del amplio plan de reforma administrativa, expuesto por el Secretario General en su memoria del año pasado. Durante el último año se insistió sobremanera en mejorar la gestión de la estructura de gastos de la Organización, y el Secretario General presentó el primer presupuesto con un crecimiento cero en valores nominales, que recibió la aprobación de la Asamblea General.

Las consignaciones de créditos de 2.608 millones de dólares aprobadas para el bienio de 1996-1997 entrañaron un recorte de gastos de 154 millones de dólares dispuesto por la Asamblea General, aparte de la reducción de 98 millones de dólares ya prevista en el proyecto de presupuesto del Secretario General. El Secretario General debía presentar propuestas de reducciones y garantizar al mismo tiempo que se siguieran ejecutando íntegramente todas las actividades encomendadas; estas reducciones se han logrado combinando recortes de personal con medidas de incremento de la eficacia. También se le pidió que absorbiera alrededor de 35 millones de dólares destinados a mandatos nuevos no presupuestados; la forma en que se absorberán estos gastos se expondrá en el informe sobre la ejecución del presupuesto.

Gracias a la aplicación de medidas de incremento de la eficacia en el pasado año se han logrado ahorros notables: la impresión de documentos y publicaciones se ha reducido en un 27% desde enero de 1996; a finales del otoño, 157 países, como mínimo, y la mayoría de las misiones de Nueva York dispondrán de la versión electrónica de más de 270.000 documentos de las Naciones Unidas en todos los idiomas oficiales; los viajes se han reducido un 26% en el primer semestre de 1996, y con la unificación de las compras de divisas extranjeras, que comenzará en el mes de julio, se ahorrará más de un millón de dólares durante el bienio.

Durante el año, gran parte de la atención se centró en la situación financiera de las Naciones Unidas, que sigue siendo un problema apremiante. Al 31 de julio de 1996, las cuotas adeudadas sumaban un total de 3.000 millones de dólares, de los que 800 millones correspondían al presupuesto ordinario y 2.200 millones al presupuesto de las operaciones de mantenimiento de la paz. La necesidad constante de tomar prestado dinero en efectivo de las cuentas correspondientes a las operaciones de mantenimiento de la paz hará que a finales de 1996 las Naciones Unidas deban a los Estados Miembros alrededor de 675 millones de dólares por concepto de gastos de contingentes y equipo. Pese a que en general el flujo de caja de la Organización ha mejorado, la situación de su presupuesto ordinario ha empeorado, pues persiste un flujo de caja negativo que, según las previsiones, se mantendrá durante gran parte del año.

La labor de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) se ha centrado en el 42° período de sesiones de la Junta de Comercio y Desarrollo, en el que se examinaron el funcionamiento del mecanismo intergubernamental de la Conferencia y los resultados de su noveno período de sesiones, celebrado en Midrand (Sudáfrica) del 27 de abril al 11 de mayo de 1996, y se hicieron recomendaciones al respecto.

La Segunda Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Asentamientos Humanos (Hábitat II) se celebró en Estambul del 3 al 14 de junio de 1996. En la Conferencia, que se caracterizó por una amplia participación de representantes de la sociedad civil, se elaboró un detallado Programa de Hábitat y los gobiernos se comprometieron a garantizar progresivamente el disfrute del derecho a la vivienda, reconocido en los instrumentos internacionales.

Durante el período que se examina, las Naciones Unidas organizaron llamamientos interinstitucionales con el objeto de prestar asistencia a 23.300 millones de personas de lugares como Angola, el Afganistán, la región del Cáucaso, la Federación de Rusia (Chechenia), la región de los Grandes Lagos, el Iraq, el Líbano, Liberia, Sierra Leona, el Sudán y la ex Yugoslavia. De los 2.500 millones de dólares solicitados en los 11 llamamientos lanzados desde septiembre de 1995, hasta la fecha se han prometido o traspasado 795 millones de dólares.

Entre el 1° de septiembre de 1995 y el 31 de marzo de 1996, el Departamento de Asuntos Humanitarios de la Secretaría ayudó a 31 Estados Miembros a afrontar las secuelas de 45 desastres naturales y situaciones de emergencia ambiental. En el mismo período, el Departamento organizó 13 operaciones de socorro desde el almacén de las Naciones Unidas en Pisa y envió cinco misiones sobre el terreno de sus equipos de evaluación y coordinación en situaciones de desastre.

La Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados siguió ocupándose de la protección y el reasentamiento de refugiados, que a finales de 1995 sumaban alrededor de 24 millones de personas en todo el mundo, entre ellas 14,2 millones de refugiados en sentido estricto, además de repatriados, desplazados internos y otras personas.

Como parte del esfuerzo actual de aplicación del Programa de paz, la Organización ha reforzado su capacidad de acción preventiva y de alerta temprana creando un grupo de supervisión dentro del Marco para la Coordinación, ya instituido por los tres departamentos de la Secretaría a los que incumbe primordialmente la prevención de los conflictos, la lucha contra ellos y su resolución, que son el Departamento de Asuntos Humanitarios, el de Asuntos Políticos y el de Operaciones de Mantenimiento de la Paz.

Los Departamentos de Asuntos Políticos y de Operaciones de Mantenimiento de la Paz están incrementando su cooperación con el Departamento de Asuntos Humanitarios por lo que respecta al sistema de alerta humanitaria temprana.

Pese a que la magnitud de las actividades de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas se redujo sensiblemente (en julio de 1995 se desplegaron 67.269 efectivos, en comparación con los 24.657 desplegados en julio de 1996), la complejidad de las tareas encomendadas al personal de las Naciones Unidas no disminuyó durante el año pasado, como se colige de la relación detallada que se ofrece en la presente memoria de las actividades desarrolladas por las Naciones Unidas en materia de diplomacia preventiva, establecimiento de la paz y mantenimiento de la paz.

Durante el año que se examina, las Naciones Unidas participaron en 33 operaciones de paz, 17 de ellas de mantenimiento de la paz. Se avanzó en el proceso de crear en la Sede un equipo de despliegue rápido, se mejoró la preparación en materia de prevención de conflictos y de mantenimiento de la paz en África y se perfeccionaron las disposiciones sobre la capacidad de reserva.

Los sucesos acaecidos a lo largo del año sirvieron para reafirmar dos conclusiones fundamentales: que toda operación de paz que se despliegue deberá contar con la fuerza necesaria para cumplir los cometidos que se le han encomendado y para proteger a sus efectivos, y que ningún instrumento de promoción de la paz y la seguridad logrará su objetivo sin la voluntad de las partes en el conflicto de alcanzar la paz.

También en el pasado año la comunidad internacional emprendió un esfuerzo resuelto por erradicar el flagelo del terrorismo. En su resolución 50/53, la Asamblea General reafirmó la Declaración sobre medidas para eliminar el terrorismo internacional de 1994, y en la Cumbre para el establecimiento de la paz, celebrada el 13 de marzo de 1996, el Secretario General recalcó su voluntad de estudiar medidas precisas para poner fin al terrorismo.

Por lo que atañe al desarme, tres importantes esfuerzos multilaterales a largo plazo con respecto al armamento nuclear han afianzado el amplio consenso en favor de un régimen mundial de no proliferación nuclear: la firma del Tratado de creación de la zona libre de armas nucleares del Asia sudoriental (15 de diciembre de 1995), la firma del Tratado de creación de una zona libre de armas nucleares en África (Tratado de Pelindaba) (11 de abril de 1996) y los trabajos de finalización del texto de un tratado de prohibición completa de los ensayos. El período que se examina se caracterizó también por las iniciativas en materia de microdesarme, algunas nuevas y otras ya en marcha, entre las que cabe destacar el proyecto de lograr la prohibición definitiva de las minas terrestres y sus componentes en todo el mundo.

Entre agosto de 1995 y abril de 1996 las Naciones Unidas recibieron 16 nuevas solicitudes de asistencia electoral, la cual se facilitó en el caso de 10 de dichas solicitudes, así como en el de 17 solicitudes recibidas antes del mes de agosto de 1995.

Durante el período que se examina, los Departamentos de Asuntos Humanitarios y de Operaciones de Mantenimiento de la Paz se encargaron conjuntamente de los programas de remoción de minas del Afganistán, Angola, Bosnia y Herzegovina, Croacia, Mozambique y Rwanda, y siguieron colaborando con los programas de Camboya y la República Democrática Popular Lao. En el Yemen se finalizó un programa de un año de duración.

 

Introducción:

Renovación y reforma

Esta es mi quinta memoria anual sobre la labor de la Organización, que presento de conformidad con el Artículo 98 de la Carta de las Naciones Unidas. Al igual que las anteriores, ofrece un panorama amplio de las mejoras efectuadas en la administración de la Organización y de la gama completa de actividades que realiza al servicio de la humanidad: asistir a los afligidos y a los que sufren; combatir la guerra, la violencia y la intolerancia; fomentar los derechos y la dignidad de todos los seres humanos, y ayudar a conseguir las condiciones económicas, sociales, políticas y ambientales necesarias para el desarrollo humano a largo plazo.

Con ocasión del cincuentenario de las Naciones Unidas, el último año trajo consigo una renovación histórica de la adhesión de los Estados Miembros a los propósitos y principios de su Organización. En una reunión conmemorativa extraordinaria de la Asamblea General de tres días de duración celebrada en octubre de 1995,128 Jefes de Estado y de Gobierno, a los que se sumaron otros representantes de alto nivel de Estados Miembros y Observadores Permanentes, aprobaron la Declaración con motivo del cincuentenario de las Naciones Unidas, en la que se comprometieron a hacer que las Naciones Unidas entren en el siglo XXI dotadas de medios, de recursos financieros y de estructuras que les permitan servir con eficacia a los pueblos en cuyo nombre fueron creadas.

Sin embargo, en el período que abarcan las páginas de la presente memoria anual también hubo indicios de que es cada vez menor la voluntad de abordar las cuestiones críticas de ámbito internacional por conducto de las Naciones Unidas. Entre esos síntomas, los más notables han sido la continuación de la crisis financiera, que dominó en gran medida la primera parte del año y sigue siendo sumamente preocupante; la disminución de las actividades de mantenimiento de la paz (en julio de 1995 había 67.269 efectivos sobre el terreno mientras que en el mismo mes de 1996 esa cifra había bajado a 24.657), sin una disminución paralela de los conflictos que exigen la atención de la comunidad internacional, y la persistencia de la inquietante mengua de los recursos que se destinan al desarrollo, incluso por conducto del sistema de las Naciones Unidas.

Aun así, en el curso del pasado año se ha seguido avanzando considerablemente, como se expone en la presente memoria, en el fortalecimiento de los procedimientos administrativos, la adaptación de las actividades de mantenimiento de la paz a las nuevas circunstancias y en la eficacia y la coherencia de las operaciones de desarrollo. Puesto que la rápida evolución de la situación mundial exige nuevos mecanismos tanto sustantivos como de estructura, las Naciones Unidas han introducido amplias modificaciones para hacer frente a los nuevos problemas que van surgiendo y para afrontar los problemas pertinaces en nuevos contextos.

Durante los últimos 12 meses se han hecho intensas reformas en el programa del Secretario General, así como en el programa del mecanismo intergubernamental, en particular en el de la Asamblea General. Ha habido cinco grupos de trabajo de la Asamblea dedicados a los principales aspectos de la reforma.

En mi declaración de 11 de marzo de 1996 ante el Grupo de Trabajo de alto nivel y de composición abierta sobre el fortalecimiento del sistema de las Naciones Unidas insistí en que la reforma de la Organización debería percibirse no como una imposición ni como una desviación respecto de los propósitos de la Carta, sino como la adaptación de las estructuras y los métodos al nuevo entorno mundial que la Organización ha contribuido a crear.

Durante el pasado año esa percepción ha ganado terreno tanto en la Secretaría como en los niveles intergubernamentales. Se han aplicado nuevas medidas concretas de reforma. Se han alcanzado finalmente muchos objetivos que se habían perseguido sin fruto hasta ahora. Pese a todo, quedan aún por resolver importantes problemas.

Cabe distinguir tres niveles principales de reforma institucional: intergubernamental, organizacional y de gestión. Cada nivel difiere de los demás tanto en los cambios que es preciso efectuar como en la distribución de responsabilidades entre el Secretario General y los Estados Miembros en la adopción de las medidas necesarias para llevar a la práctica esos cambios. Todos ellos, no obstante, deben efectuarse de modo que se refuercen mutuamente. También en este aspecto se han hecho progresos considerables.

En relación con la reforma intergubernamental, cuya responsabilidad incumbe primordialmente a los Estados Miembros. se están persiguiendo, explícita o implícitamente, tres objetivos relacionados entre sí: la mejora de la eficacia y el funcionamiento de los principales órganos; la mejora del equilibrio entre las atribuciones del Consejo de Seguridad; la Asamblea General y el Consejo Económico y Social, con arreglo a lo previsto en la Carta, y la simplificación del mecanismo subsidiario, importante requisito para que la reforma general sea eficaz, particularmente en las esferas económica y social.

En lo que atañe a la Asamblea General, la mejora de su funcionamiento ha sido uno de los principales objetivos de la labor del Grupo de Trabajo de alto nivel y de composición abierta sobre el fortalecimiento del sistema de las Naciones Unidas. Al mismo tiempo, la Asamblea ha tomado medidas, en su resolución 50/227, para reforzar considerablemente la función coordinadora del Consejo Económico y Social. Igualmente importante es que en esa resolución se instruye al Consejo para que realice nuevos exámenes de sus comisiones orgánicas y regionales y de sus grupos de expertos. Se han sentado así las bases no sólo para equilibrar mejor el funcionamiento de los órganos principales, sino también para racionalizar y fortalecer aún más el mecanismo intergubernamental en las esferas económica y social.

La reforma organizacional atañe a la simplificación de las estructuras de la Secretaría y la racionalización tanto de los muy diversos programas y fondos como de las relaciones de éstos con la Secretaría. Por ello, es responsabilidad conjunta del Secretario General y de los Estados Miembros. La reorganización que puse en marcha al poco de asumir el cargo, que entrañó una drástica reducción del número de puestos de alto nivel y una simplificación considerable de las estructuras de la Secretaría, se consolidó durante el bienio presupuestario de 1994-1995. Esa reorganización ha permitido a su vez conseguir que el crecimiento nominal durante el bienio actual sea nulo, y ha creado las condiciones necesarias para iniciar una nueva fase de reforma, que ha de afectar no sólo a la Secretaría sino a todos los programas y fondos que comprende la Organización y que esbocé en mi declaración del 11 de marzo ante el Grupo de Trabajo de alto nivel de la Asamblea General.

El complemento de esos dos niveles de reforma institucional, a saber, la reforma de la gestión, que corre primordialmente a cargo del Secretario General, está decididamente en marcha. Los progresos realizados durante el año han sido considerables en cada una de las esferas de gestión estratégicas: recursos humanos, estructura de los costos, información y tecnología.

En lo que atañe a los recursos humanos, se ha seguido consolidando el sistema de rendición de cuentas y de responsabilidad que presenté a la Asamblea General en su cuadragésimo noveno período de sesiones. Como parte de ese sistema, se está reforzando y actualizando el Código de Conducta para la Administración Pública Internacional. Se ha introducido un nuevo sistema de planificación y evaluación del trabajo en todos los lugares de destino. Se ha establecido un programa amplio de capacitación en gestión al que ya han asistido más de 300 funcionarios de categoría superior. El número de mujeres en puestos sujetos a distribución geográfica ha alcanzado el nivel más alto en la historia de las Naciones Unidas, y los costos de contratación se han reducido en un 30%.

En cuanto a la gestión de los costos, el presupuesto aprobado para el bienio actual representa una reducción del 10% en términos reales e incluye las reducciones de costos, solicitadas por la Asamblea General, por valor de 154 millones de dólares, cifra superior a la de 98 millones de dólares que ya indiqué en mi presentación del presupuesto. Este nuevo presupuesto reduce el número total de puestos de plantilla en un 12% respecto del de hace diez años. Al mismo tiempo, el nuevo Sistema Integrado de Información de Gestión ha mejorado el uso de la información financiera, sobre recursos humanos y sobre adquisiciones, y ha reforzado los controles internos y el proceso de rendición de cuentas.

Los avances realizados en la gestión de la tecnología también han sido considerables y han afectado a una amplia gama de operaciones en la Secretaría, desde la teletraducción y el teleprocesamiento de textos hasta el acceso electrónico de alta velocidad a los documentos de las Naciones Unidas por conducto del nuevo sistema de disco óptico, que ha reducido en miles de ejemplares el número de documentos que se imprimen y se distribuyen.

En relación con esas tres esferas, la reforma de la gestión se ha visto impulsada por las tareas de la Junta de Eficiencia I, establecida en noviembre de 1995. Gracias a la orientación de la Junta y el apoyo de un grupo de trabajo de expertos establecido por los Estados Miembros, todas las oficinas de la Secretaría han realizado exámenes de la eficiencia en relación con unos 400 proyectos destinados a mejorar la eficiencia de la gestión en la Secretaría. Los resultados obtenidos hasta la fecha han contribuido a conseguir las economías solicitadas por la Asamblea General y a mejorar los servicios y las operaciones de la Secretaría, y han servido para determinar varias esferas en las qes preciso introducir nuevos cambios para mejorar la eficiencia del sistema Esos cambios están siendo objeto de estudio por la Junta.

Para ser eficaz, la reforma de una institución de escala mundial como las Naciones Unidas debe basarse en un amplio consenso respecto de los principales aspectos del nuevo entorno mundial, y en el papel que incumbe a la Organización en esas circunstancias cambiantes.

Estos principios han sido el objeto principal de otra actividad a largo plazo que ha tenido particular relieve durante el año pasado: la serie de conferencias mundiales, desde la de 1990 hasta la de Estambul en 1996. Es innegable que esas conferencias han sido controvertidas. A mi juicio, tampoco puede negarse que han demostrado que está naciendo una auténtica comunidad mundial, quizá por primera vez en la historia, que puede aunar la voluntad y la capacidad necesarias para hacer frente a problemas que las naciones no pueden acometer por sí solas ni de ningún otro modo, sino mediante la acción universal concertada

La ya antigua práctica de celebrar conferencias internacionales se está convirtiendo en un nuevo mecanismo de cooperación internacional. Las nuevas conferencias son revolucionarias no sólo por su forma sino por los temas que tratan, y, manteniendo los costos al mínimo, están consiguiendo resultados concretos y de enorme alcance.

Esas conferencias han adoptado una forma democrática, pues han congregado en pie de igualdad a representantes de gobiernos de todo el mundo, con frecuencia al más alto nivel político. Al mismo tiempo, han reunido a dirigentes mundiales y a representantes de la sociedad civil, desde empresarios hasta dirigentes sindicales, intelectuales, grupos de mujeres, asociaciones profesionales, autoridades locales y organizaciones no gubernamentales de todos los tipos.

Esas conferencias también han tenido un planteamiento democrático y han estado vinculadas entre sí para fomentar un consenso mundial sobre cuestiones concretas e interdependientes de ámbito mundial, al examinar sus repercusiones en las personas y en las comunidades humanas. Gran parte de mis esfuerzos como Secretario General se han consagrado a asegurar que cada conferencia, sea sobre la infancia, el medio ambiente y el desarrollo, los derechos humanos, el desarrollo sostenible de los pequeños Estados insulares, la reducción de los desastres naturales, la población y el desarrollo, el desarrollo social, el adelanto de la mujer, el comercio internacional y el desarrollo, o los asentamientos humanos, aproveche los resultados de sus predecesoras y sirva para impulsar un empeño humano colectivo. En conjunto, las conferencias están dando lugar a resultados acumulativos y ofreciendo a todos los agentes del desarrollo -el Norte y el Sur, entidades gubernamentales y no gubernamentales, sectores público y privado- un planteamiento amplio, pragmático y de cooperación respecto de los problemas clave a que se enfrentan hoy todas las naciones del mundo, por sí solas y en conjunto.

Los resultados son considerables, empezando por el consenso, conseguido tras no poco esfuerzo, acerca de todo un abanico de cuestiones importantes, como la necesidad de establecer una asociación nueva y equitativa entre todos los Estados, desarrollados y en desarrollo, y entre el gobierno y la sociedad civil en todos los niveles, con miras a alcanzar el desarrollo sostenible; el reconocimiento del derecho al desarrollo y de la relación sinérgica entre el desarrollo, la democracia y el respeto de los derechos humanos; la necesidad de adoptar políticas nuevas y más amplias para hacer frente a los problemas de la pobreza, el desempleo y la desintegración social, en cuanto problemas mundiales que requieren atención a escala mundial; la importancia de un planteamiento colectivo para hacer frente a las crisis urbanas comunes, y el reconocimiento del adelanto de la mujer como clave del progreso en la búsqueda de la igualdad, el desarrollo y la paz.

Mediante las conferencias mundiales, el consenso alcanzado acerca de estas y otras cuestiones fundamentales se ha traducido en nuevos acuerdos, normas y compromisos concretos de carácter internacional y en metas y objetivos establecidos por los Estados Miembros para sí mismos y para las Naciones Unidas. Todos ellos son luego incorporados por los Estados Miembros a sus prioridades nacionales y apoyados por las Naciones Unidas y otras organizaciones por conducto de programas prácticos y actividades operacionales. Se están tomando medidas para velar porque los compromisos que se están contrayendo se apliquen efectivamente y de modo eficiente y sobre una base temática, no simplemente conferencia por conferencia.

La serie de conferencias en conjunto ha ofrecido a todos los agentes del desarrollo la oportunidad de forjar asociaciones duraderas y fructíferas para afrontar los nuevos problemas. Para las Naciones Unidas en particular, las conferencias han generado un amplio programa que da una nueva orientación a la labor de la Organización y a la reforma y el fortalecimiento de su mecanismo para el desarrollo. Todo ello se ha consolidado mediante nuevos arreglos de coordinación entre secretarías, acordados por el Comité Administrativo de Coordinación. Esto también ha contribuido a propiciar la revitalización del Consejo Económico y Social, que es el órgano intergubernamental clave en materia de coordinación. Como parte de este proceso de reforma y revitalización, se ha simplificado la estructura intergubernamental de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) y su secretaría y se ha definido mejor su programa de trabajo. Se ha seguido intensificando la cooperación y la coordinación entre las Naciones Unidas y las instituciones de Bretton Woods, como se refleja en la Iniciativa especial para Africa de todo el sistema de las Naciones Unidas. Se está configurando un nuevo sistema de las Naciones Unidas para el desarrollo que es más simple, más ajustado en su enfoque y mejor coordinado y se orienta hacia la ejecución de programas que reflejan un amplio consenso político respecto de las prioridades del desarrollo. ‘

Pero, pese a que está mejorando la capacidad de las Naciones Unidas para apoyar el desarrollo, cada vez son menos los recursos que tiene a su alcance para ese fin. Durante el año disminuyeron las aportaciones de recursos voluntarios a los fondos y programas de las Naciones Unidas. En conjunto, la corriente de asistencia oficial al desarrollo procedente de los países de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) disminuyó en 1995 a 59.000 millones de dólares en cifras absolutas, y como porcentaje del producto nacional bruto, al 0,27%, cifra muy inferior a la meta del 0,7% indicada por las Naciones Unidas. Por consiguiente, en lo que hace al sector económico y social, en este año ha aumentado la eficacia de la Organización pero han menguado los medios de que dispone.

El actual ciclo de conferencias mundiales se cerró con el noveno período de sesiones de la UNCTAD y Hábitat II. La autoridad para convocar nuevas conferencias corresponde a la Asamblea General. La labor realizada en la última serie de conferencias, que ha durado seis años, podría seguir mejorándose si la Asamblea decidiese desempeñar, con carácter sostenido, el papel que las nuevas conferencias mundiales han desempeñado hasta la fecha. La Asamblea General podría decidir supervisar y promover las medidas complementarias a las conferencias que ya se han celebrado. Quizá podría hacer frente a los problemas de ámbito mundial, a medida que surjan, con un planteamiento amplio y al nivel político que sea necesario, con la participación de la sociedad civil. Por último, la Asamblea General también debería adoptar medidas para velar porque no se desande el camino que ya se ha conseguido recorrer ni se quebrante la esperanza a causa de la precaria situación financiera de las Naciones Unidas, que en los últimos años ha sido un obstáculo a la tarea fundamental y a la reforma y revitalización de la Organización.

Cualquiera que sea el mecanismo que decidan adoptar los Estados Miembros para hacer frente a los problemas mundiales que comparten, la voluntad para hacerlo será absolutamente indispensable para consolidar los recientes y considerables logros de las Naciones Unidas y para que se convierta en realidad el ideal de futuro de la Organización.

 

Conclusión:

Paz, desarrollo, democratización

Las páginas de la presente memoria describen unas Naciones Unidas sumidas en un proceso de profunda transformación.

El proceso comenzó con la abrupta conclusión de la guerra fría y el desmoronamiento repentino del sistema bipolar, un sistema relativamente previsible, aunque no acordado, conforme al cual las naciones podían organizar sus relaciones. Ese desmoronamiento hizo nacer nuevamente la esperanza de poder renovar la promesa de la Carta de las Naciones Unidas de establecer, por fin, un sistema internacional basado en la seguridad colectiva, los valores comunes y la solución de problemas con espíritu cooperativo. En ese contexto, los Estados Miembros instaron a las Naciones Unidas a desarrollar actividades de una envergadura y un alcance sin precedentes.

En el difícil camino de la transformación no han faltado tropiezos. No es posible, sencillamente, recrear las circunstancias y las hipótesis de hace 50 años, ni comprender instantáneamente la magnitud de los cambios que están ocurriendo y sus consecuencias. Se ha esperado demasiado de las Naciones Unidas al comienzo de lo que, sin remedio, ha de ser un proceso prolongado y difícil, pues después de todos los grandes conflictos de la historia, han debido transcurrir años, y a veces una generación o más, para establecer un sistema internacional viable y duradero. Ahora, después de la guerra fría, la evolución hacia un nuevo sistema internacional sigue en marcha; las Naciones Unidas, que conducen al mundo a lo largo de ese proceso, han avanzado, unas veces con dolor, otras con éxito, pero siempre hacia adelante. Se ha transformado la realidad política. Ha sido preciso idear nuevas modalidades de cooperación internacional, que aún van tomando forma. Están apareciendo, en distintos contextos, nuevas normas, conceptos y procedimientos. Las estructuras de las Naciones Unidas están en vías de racionalización y apertura; la Organización ha liberalizado sus normas, ha reducido sus gastos, ha fortalecido su capacidad de rendir cuentas y ha mejorado su rendimiento. Apenas en los últimos cinco años se ha recorrido una enorme distancia. Ahora ha llegado el momento de examinar la relación entre los logros alcanzados y el ideal de las Naciones Unidas para los años venideros.

Las Naciones Unidas han tratado de promover la paz y la seguridad en un mundo en que son más frecuentes los conflictos y enfrentamientos dentro de los Estados que las guerras entre ellos. La histórica primera reunión en la cumbre del Consejo de Seguridad, celebrada en enero de 1992, y el ulterior informe presentado al Consejo, sobre «Un programa de paz,» dieron pie a un debate internacional sobre la función de las Naciones Unidas en el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales en las nuevas circunstancias y pusieron en marcha un proceso de iniciativa, descubrimiento y reflexión que aún no ha llegado a su fin. Se ha dado carácter prioritario a la diplomacia preventiva, se ha fortalecido la capacidad de la Organización en ese aspecto y se ha autorizado por primera vez una fuerza de despliegue preventivo. Aunque las actividades tradicionales de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz han seguido demostrando su eficacia en las situaciones de conflicto entre Estados interesados en mantener la paz, la Organización ha tratado de adaptar su capacidad de mantenimiento de la paz para hacer frente a conflictos internos por medio de operaciones más complejas y polifacéticas. En esas operaciones se integran los elementos tradicionales del mantenimiento de la paz con aspectos políticos, sociales, económicos, humanitarios y de derechos humanos; ese método ha resultado particularmente eficaz cuando los conflictos se resuelven mediante la negociación, pero ha tropezado con dificultades en situaciones en que las hostilidades no habían cesado. Una parte importante de esa labor ha sido el fomento de la cooperación de las Naciones Unidas con organizaciones regionales en la esfera de la paz y la seguridad con carácter especial y con arreglo al Capítulo VIII de la Carta. También se ha hecho especial hincapié en la consolidación de la paz después de los conflictos, combinando el control y la solución de los conflictos con medidas encaminadas a combatir sus causas y fortalecer las bases para la reconstrucción y el desarrollo. Por su parte, el desarme sigue siendo parte fundamental de las actividades de las Naciones Unidas en pro de la paz; la decisión histórica adoptada en las Naciones Unidas de prorrogar de forma indefinida el Tratado sobre la no proliferación de las armas nucleares ha revitalizado el proceso fundamental de macrodesarme; al mismo tiempo se está estudiando el nuevo concepto de microdesarme con vistas a integrarlo en el contexto más amplio de la diplomacia preventiva y la consolidación de la paz.

Con respecto a los derechos humanos y la asistencia humanitaria, las Naciones Unidas han seguido sirviendo de foro universal para promover el consenso y de mecanismo de coordinación entre las distintas organizaciones que se dedican a esas cuestiones. Aunque la distensión ideológica y la aceleración del proceso de democratización han impulsado el avance en esta esfera, con demasiada frecuencia los conflictos más recientes han estado acompañados de violaciones masivas de los derechos humanos y de emergencias humanitarias que han planteado nuevas dificultades. Las Naciones Unidas han reaccionado tratando de integrar, en la medida de lo posible, sus actividades de paz con sus actividades en la esfera humanitaria y de los derechos humanos y de vincular ambas, a su vez, a la labor de reconstrucción y desarrollo. Para ello la Sede ha fortalecido sus mecanismos con vistas a aumentar el apoyo sustantivo y logístico necesario para establecer esos vínculos, al igual que la cooperación sobre el terreno. La Organización ha tratado de promover la cooperación con sus principales colaboradores operacionales, tanto gubernamentales como no gubernamentales, en la esfera de los derechos humanos y la ayuda humanitaria. A petición de los Estados Miembros, ha desplegado sobre el terreno equipos encargados de velar por el respeto de los derechos humanos en varios países. Además, ha ampliado sus servicios de asesoramiento y cooperación técnica con el fin de consolidar la infraestructura nacional en la esfera humanitaria y de los derechos humanos. Por último, ha fortalecido su capacidad de alerta temprana y acción preventiva y ha dado más importancia a esos aspectos.

El desarrollo y la democratizacó6n pueden ser, en sí mismos, los medios más eficaces para prevenir conflictos. En consecuencia, las Naciones Unidas han tratado de velar por que la atención de necesidades urgentes de mantenimiento de la paz y asistencia humanitaria no redunde en detrimento de las actividades a largo plazo orientadas al progreso humano.

Ante la pronunciada disminución del nivel de asistencia internacional para el desarrollo, las Naciones Unidas han tratado de promover un acuerdo internacional con vistas a establecer nuevos fundamentos y un nuevo marco de cooperación para el desarrollo mediante el debate en curso sobre el Programa de desarrollo. Como parte integral de este proceso, la serie de conferencias mundiales celebradas en los últimos años dieron lugar a compromisos concretos y están dando forma al programa amplio y al marco de cooperación que se necesitaban. Mi contribución a este proceso, a través de mis informes sobre «Un programa de desarrollo» y de la promoción de un planteamiento integrado en la preparación de esas conferencias, ha estado acompañado, por parte del sistema de las Naciones Unidas en su conjunto, de un esfuerzo sin precedentes para coordinar las actividades complementarias de las conferencias en torno a temas prioritarios comunes, como el empleo, los servicios sociales, el medio ambiente, el adelanto de la mujer y la reducción de la pobreza.

Entretanto, la Secretaría ha seguido esforzándose por aumentar su eficiencia y eficacia en sus funciones operacionales y de análisis de políticas y en la utilización de la asistencia para el desarrollo prestada por los Estados Miembros. La Organización ha logrado perfilar mejor su contribución e influencia definiendo con más precisión su función y fortaleciendo su capacidad en tres esferas fundamentales: la obtención y el análisis de información, la coordinación de políticas y la cooperación técnica para el fomento de la capacidad. En consecuencia, se ha conseguido no solamente mejorar su propia contribución y su efecto, sino también lograr una división más eficaz del trabajo en todo el sistema de las Naciones Unidas. También se han alcanzado nuevos niveles de cooperación entre las Naciones Unidas y los organismos del sistema, incluidas las instituciones de Bretton Woods; una de las actividades de coordinación más importantes que se ejecutan es la Iniciativa especial para Africa del sistema de las Naciones Unidas, encaminada a movilizar de forma coherente y eficaz el apoyo internacional para la promoción de los objetivos prioritarios de desarrollo de ese continente.

El apoyo a la democratización se ha convertido en una nueva actividad en la labor de las Naciones Unidas. La Organización presta cada vez más asistencia electoral y está ampliando sus diversas actividades de apoyo a las sociedades con el fin de preparar debidamente el terreno institucional y cultural para la democratización en el número cada vez mayor de Estados Miembros que solicitan esa asistencia. Al mismo tiempo, las Naciones Unidas están tratando de promover la democratización a nivel internacional abriendo sus foros a las opiniones de agentes no estatales, como organizaciones regionales, organizaciones no gubernamentales, parlamentarios, miembros del mundo académico y empresarial y medios de comunicación. Otro elemento fundamental de los esfuerzos de las Naciones Unidas por promover la democratización a nivel internacional es el empeño en promover el respeto del Estado de derecho en las relaciones internacionales y el desarrollo progresivo del derecho internacional. Entre las principales actividades realizadas en esa esfera cabe señalar el recurso cada vez más amplio de los Estados Miembros a la Corte Internacional de Justicia, tanto para la solución de controversias como para la emisión de opiniones consultivas, la entrada en vigor de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, el establecimiento por el Consejo de Seguridad de tribunales internacionales encargados de enjuiciar a los presuntos culpables de crímenes de guerra y de crímenes de lesa humanidad en la ex Yugoslavia y en Rwanda y el comienzo de las negociaciones encaminadas a establecer una corte internacional penal de carácter permanente.

Esta oleada de nuevas actividades y la modificación sustantiva de las diversas esferas de competencia de las Naciones Unidas han exigido importantes reformas institucionales y, al mismo tiempo, las han impulsado. En la presente memoria se detallan las gestiones que he venido realizando en el plano administrativo para promover una Organización impulsada por cometidos precisos y orientada a resultados concretos, una Organización que demuestre un rendimiento más satisfactorio y una mayor productividad y eficacia en relación con los costos.

La simplificación de las estructuras de la Secretaría que he realizado, a fin de reflejar las principales esferas de actividad y no simplemente las estructuras del mecanismo intergubernamental, ha preparado el camino hacia una nueva reorganización en el plano de las secretarías, la cual, como señalé el pasado mes de marzo en la declaración que formulé ante el Grupo de Trabajo de alto nivel y de composición abierta sobre el fortalecimiento del sistema de las Naciones Unidas, no sólo debe afectar a la Secretaría central, sino también a las secretarías de los diversos programas y fondos de la Organización. El objetivo de esa reorganización sería lograr una Organización más integrada donde la Secretaría central, las estructuras regionales y las entidades operacionales pudieran planificar y obrar al unísono.

Al igual que mis anteriores iniciativas de reforma orgánica, esta iniciativa está orientada a evitar un error cometido con frecuencia en planes de reestructuración anteriores, el de crear niveles adicionales de coordinación, superpuestos a entidades múltiples y diversas. Los principios rectores de mis iniciativas han sido y seguirán siendo la simplificación y la consolidación, mediante un sistema «ascendente», para eliminar la duplicación de los servicios de apoyo y la superposición de actividades.

En esta nueva fase de la reorganización se concentrarían las entidades que forman parte de la Organización en un número reducido de grupos. Cada grupo se haría cargo de un conjunto de responsabilidades la Secretaría central e incluiría los programas y fondos que contribuyen al logro de objetivos y funciones comunes. Los grupos promoverían los objetivos estratégicos de toda la Organización: la paz y la seguridad, los derechos humanos, la asistencia humanitaria, los análisis económicos y sociales, y las actividades operacionales para el desarrollo. Al mismo tiempo se seguirían consolidando y fortaleciendo el apoyo y los servicios de gestión. Cada grupo incluiría no sólo los programas y demás entidades que constituirían sus pilares básicos, sino también una capacidad, procedente de departamentos existentes de la Secretaría, prestar apoyo integrado al órgano intergubernamental encargado de impartir la dirección normativa general a la labor de las entidades que componen cada grupo.

Mi experiencia de los cinco últimos años me ha convencido de que la participación personal y directa del Secretario General es indispensable para la eficacia de la gestión, sobre todo en tiempos de transformaciones generalizadas. Para mantener e incluso ampliar esa participación, es preciso encontrar alguna forma de reducir sustancialmente el número de entidades que presentan informes directamente al Secretario General; en este momento, esas entidades son alrededor de 30. Mediante una reorganización como la señalada anteriormente se podría además de preservar la identidad particular de los diversos programas y fondos, establecer esferas de responsabilidad de gestión más amplias y reducir considerablemente el número de entidades que presentan informes directamente al Secretario General. La reorganización permitiría al Secretario General impartir directivas de gestión comunes a entidad que tienen objetivos comunes y representan en su conjunto una esfera básica de la labor de la Organización. También facilitaría la tarea fundamental de promover el establecimiento de vínculos eficaces entre las esferas básicas de la labor de las Naciones Unidas, manteniendo así el carácter unitario de su misión, conforme a lo previsto en la Carta.

La puesta en práctica de esa iniciativa o cualquier otro tipo de reforma en los planos orgánico y de gestión exigirá apoyo e iniciativas complementarias en el plano intergubernamental. A ese respecto, será necesario en particular que los Estados Miembros fortalezcan la capacidad de la Asamblea General y del Consejo Económico y Social para impartir orientación general y coherente en las esferas básicas de la labor de la Organización. Ése es un aspecto importante de las principales cuestiones de reforma intergubernamental, de las cuales se están ocupando cinco grupos de trabajo de composición abierta de la Asamblea General: los grupos de trabajo relativos al Programa de paz, al Programa de desarrollo, a la situación financiera de las Naciones Unidas, a la reforma del Consejo de Seguridad y al fortalecimiento del sistema de las Naciones Unidas.

La reforma, tanto política como institucional, no ha de ser un acontecimiento aislado, sino un proceso continuo. Nunca llegará el momento en que las Naciones Unidas puedan declarar que la reforma ha llegado a su fin. Ahora bien, a lo que sí puede darse fin es a la actual etapa crítica de transformación. Y así ha de ser, si pretendemos encaminar con firmeza a las Naciones Unidas hacia un futuro en que puedan alcanzarse, conforme a los propósitos de la Carta, la seguridad colectiva, la igualdad de derechos del hombre y la mujer y de las naciones grandes y pequeñas y la promoción del progreso social y mejores condiciones de vida dentro de un concepto más amplio de libertad.

Los esfuerzos de reforma realizados este año nos han mostrado cuál ha de ser el futuro de las Naciones Unidas. Se trata en realidad de un ideal sencillo: el de una Organización eficaz.