Anuario de Relaciones Internacionales, Año 1999

La historia de las relaciones internacionales

"... excluir a la historia de la teoría de las relaciones internacionales

es como ignorar la realidad; no podemos comprender las relaciones

con otros países o pueblos sin tener conciencia del pasado".

Mario Rapoport

 

Introducción

El cumplimiento del primer lustro de existencia de una entidad académica, la Asociación Argentina de Historia de las Relaciones Internacionales (AAHRI), y su coincidencia con un incremento significativo de los estudios del área, motiva la siguiente reflexión sobre el origen y desarrollo de una disciplina que, desde su aparición a mediados del presente siglo, viene efectuando valiosas contribuciones en favor de una mejor comprensión de aquello que Fustel de Coulanges llamó "la historia total".

Se pasa revista también al vínculo, no siempre armónico pero tampoco siempre conflictivo, entre historia y teoría de las relaciones internacionales. Luego se analizan sucintamente los aportes realizados por la AAHRI en sus primeros cinco años de funcionamiento. Por último, se efectúa un repaso de los antecedentes y las perspectivas de desarrollo que tiene en nuestro país esta disciplina, de creciente valoración en un mundo donde ya no caben dudas respecto de la estrecha interconexión de sus diversos actores ni de sus múltiples y recíprocas influencias.

 

Marco epistemológico

Como lo demostrara Pierre Renouvin, la historia de las relaciones internacionales va más allá del estudio de las relaciones interestatales. Comprende tanto a "las fuerzas profundas" como a "las fuerzas organizadas": por un lado, los vastos movimientos económicos, políticos y sociales originados por la acción de las masas populares, desplazamientos de población o cambios en los sistemas de valores o ideas; por otro, la presencia de grupos organizados, conjuntos de países, corporaciones o individuos, que en su accionar producen cambios en las relaciones internacionales más allá de la voluntad de naciones o estados.

Es la historia de unas relaciones siempre asimétricas, que mutan al compás del auge o la declinación de aquellos entes, instituciones o grupos que estudia. Es también una historia de violencias y negociaciones para obtener dominios, restablecer equilibrios, mejorar el nivel de vida de los pueblos y defender integridades territoriales o culturales. Pero no se nutre sólo de acontecimientos, sino además del análisis de los distintos tipos de movimientos históricos: los de flujo y los de creación y ruptura, los de larga duración y los cíclicos. En fin, aquellos que, según Paul Kennedy, explican "el ascenso y la caída de las grandes potencias".

Y si consideramos que entre sus actores se encuentran no sólo regiones, imperios y naciones, sino también ciudades-estado y hasta las polis griegas y las natio romanas, terminaremos aceptando que las relaciones internacionales probablemente tengan una existencia tan antigua como la del mismo hombre sobre la Tierra y que quizás Jean-Baptiste Duroselle haya tenido razón al afirmar que existían relaciones internacionales desde los grupos humanos del neolítico.

 

Los componentes históricos de las relaciones internacionales

Las relaciones internacionales tienen componentes históricos que deben ser rastreados en la antropología y la psicología, en las imágenes y conceptos que se producen sobre el extranjero, en la forma como los agrupamientos humanos se organizan en comunidades, estados y asociaciones supranacionales.

Las relaciones internacionales son orientadas, según Duroselle, por dos sistemas de determinación, en los cuales se localiza parte de la explicación deseada: relacionadas con el origen, determinadas fuerzas históricas que son factores de propulsión de acontecimientos, del sistema de causalidad; relacionados con el fin, los designios, ambiciones y metas que las sociedades, los estados y sus líderes consignan como incumbencias de la política o sistema de finalidad.

El historiador sabe que las fuerzas históricas, organizadas o no, existen, aunque solo puedan ser conocidas por sus efectos; que su eficacia debe ser establecida cada vez en cada circunstancia; que no existe una fuerza siempre preponderante; que lo político (sistema de finalidad) no es siempre una derivación de lo económico (sistema de causalidad); que a veces la política exterior está determinada por valores y fuerzas naturales, por la demografía o aun por la búsqueda de poder, del prestigio, de la conquista ideológica. En fin, el movimiento de las relaciones internacionales es complejo. No cuenta con las explicaciones simples que pueden encontrarse en la teoría. Duroselle afirma que se puede, a lo sumo, más allá de la explicación de lo empírico, establecer ciertas regularidades o reglas.

Origen y desarrollo de una disciplina

Las relaciones entre estados u organizaciones integradas por estados nacionales conforman una rama tradicional de la historia llamada historia diplomática que, como se ha visto, constituye solo una parte de la historia de las relaciones internacionales. Pero, cabe destacarlo, allí se pueden rastrear su orígenes como disciplina.

La historia diplomática tenía pretensiones de ser científica, porque consistía en una derivación del positivismo y de la escuela metódica. Pero en realidad adolecía de fallas elementales: describía datos aislados; investigaba pocos problemas; se limitaba a la esfera jurídico-política; aceptaba sin cuestionamientos los argumentos de las respectivas cancillerías; carecía de explicación y se regía por una visión encorsetada en lo nacional, cuando no en un nacionalismo lato.

La transición hacia la moderna historia de las relaciones internacionales fue lenta, pero lineal y segura. Especialmente en Europa, donde desarrollaron su labor los grupos pioneros, como el reunido por Pierre Renouvin en la Sorbona, allá por 1935. Entre los países los ritmos fueron diferentes. Francia encabezó el movimiento de transición seguida por Suiza, Italia, Bélgica y Gran Bretaña. Hacia 1950 ya se había producido una importante cantidad de tesis e investigaciones que tenían algo en común: una visión dinámica e integral de los procesos históricos y una postura abierta a las contribuciones de otras ciencias sociales, que al cabo terminó por liberar a la historia de los nacionalismos que impregnaban la vieja historia diplomática.

Insatisfechos con la teoría que les era presentada por los cientistas políticos, los historiadores se lanzaron a la construcción de una teoría de las relaciones internacionales con sustento histórico. En 1964 se publicó la primer obra clásica en ese área, Introducción a la historia de las relaciones internacionales, de Renouvin y Duroselle. En 1981, este último incorporaba a la teoría las reflexiones surgidas de un volumen gigantesco de investigaciones realizadas en todo el mundo en su conocida obra Todo imperio perecerá: una visión teórica de las relaciones internacionales.

En octubre de ese mismo año, en el seno del prestigioso Comité Internacional de Ciencias Históricas, se creaba la Comission of History of International Relations, con sede en el Centro per gli Studi di Politica Estera e Opinione Pubblica de la Universidad de Milán. Dicha institución, que hoy nuclea a más de quinientos investigadores de diversas nacionalidades, ha servido desde su creación como plataforma para la realización de múltiples encuentros académicos de alcance regional y mundial sobre cuestiones teóricas y metodológicas de la historia de las relaciones internacionales.

Historia y teoría

El modo en que los historiadores hacen teoría de las relaciones internacionales es distinto a los procedimientos usados por los cientistas políticos. Los primeros la construyen a partir de un proceso inductivo, que admite como fundamento la masa de conocimientos acumulada por las investigaciones de base empírica. Los cientistas, en cambio, tienden a tomar como punto de partida ciertos postulados que presiden la posterior deducción del conocimiento.

De hecho, a pesar de sus abundantes puntos en común, la relación entre unos y otros no ha estado exenta de conflictos. La organización de las universidades en departamentos como base de los programas de enseñanza e investigación, separó a historiadores y teóricos, y mientras los primeros permanecieron en Historia, los segundos se alojaron en Ciencias Políticas o Relaciones Internacionales. El aislamiento departamental tuvo como consecuencia el desarrollo métodos diversos para abordar, a partir de preocupaciones propias, un mismo objeto de conocimiento.

Las oportunidades de acercamiento o encuentro fueron escasamente aprovechadas y, en ocasiones, el resultado fue un verdadero diálogo de sordos. Los teóricos le reprocharon a los historiadores el estar prisioneros de un pasado que no les permite generar sistemas de aplicación a la realidad o la formulación de políticas. A su vez, los historiadores han criticado en los modelos de los cientistas políticos su divorcio de las coordinadas precisas de tiempo y espacio, y su consecuente caída en una ahistoricidad que, en ciertos casos, atenta contra su propio rango de centificidad.

Hacia la superación de las barreras

Al examinar la literatura que llega al público desde ambos sectores y las condiciones prácticas en las que se desenvuelven los estudios, podemos concluir que aun persisten en diversos países factores de distanciamiento. Pero también corresponde destacar que cada vez son más quienes perciben la necesidad de colaboración entre los estudiosos de las relaciones internacionales.

En efecto, numerosos especialistas han abandonado en los últimos años aquellos vicios de relacionamiento que alimentaban la ignorancia mutua o la superficialidad del conocimiento recíproco. Reconocen que existe un curso subterráneo donde casi se confunden historiadores y teóricos, unos ampliando las bases empíricas de sus hipótesis, otros extrayendo de la teoría nuevos conceptos para diversificar los rumbos de sus investigaciones.

Algunas universidades están organizando programas de enseñanza e investigación que integran la historia y la teoría de las relaciones internacionales en un grado de sorprendente armonía, y mucho se podrán enriquecer unos y otros en la medida en que se profundice esta tendencia a fomentar la interdisciplinariedad en los estudios del área.

A su vez, ya Duroselle, Hoffman, Steinert, Freymond y Vigezzi, entre otros, han demostrado que es posible el aporte teórico desde la historia y la utilidad de la misma a nivel decisorio. Incluso el hecho de que un político como Kissinger haya basado su reputación académica en la historia de las relaciones internacionales del siglo XIX es un indicio de que los estudios históricos poseen una relevancia mayor de la que algunos le han querido conceder, aún para hacer carrera en las esferas del poder.

 

La actividad en Argentina

Tanto en Argentina como en el resto del mundo se ha recorrido ya un largo camino en pos del reconocimiento académico de esta rama de la historia y cada vez son más las tesis, los trabajos monográficos y las investigaciones de distinto tenor que se desarrollan en universidades y centros de estudio sobre esta disciplina.

Ardua tarea en un país como el nuestro, donde los investigadores aún encuentran muchas dificultades para acceder a las fuentes documentales oficiales y donde la verdad histórica, escurridiza por propia naturaleza, está parapetada detrás de una marea burocrática que esconde antiguos secretos de dudosa justificación contemporánea: nuestro Código Penal tipifica el delito de revelar secretos oficiales, pero ignora olímpicamente el interés histórico, y no hay ley que obligue al Estado a desclasificar sus documentos secretos al cabo de un tiempo razonable

Pero a pesar de las dificultades autóctonas, la historia de las relaciones internacionales tiene un sólido pasado en nuestro país. Desde distintas perspectivas y formaciones, Miguel Angel Cárcano, Isidoro Ruiz Moreno y Sergio Bagú fueron sin duda pioneros. Años más tarde, Juan Carlos Puig, Roberto Etchepareborda, Alberto Conil Paz y Gustavo Ferrari dieron continuidad a esta labor intentando vincular por primera vez los aportes históricos y los teóricos. Más recientemente, Jorge Fodor, Arturo O’Connell, Carlos Escudé, Juan Archibaldo Lanús, Mario Rapoport y Edmundo Heredia renovaron sustancialmente la disciplina, explorando temáticas poco tratadas y utilizando en forma sistemática archivos extranjeros y argentinos. Desde la ciencia política y las relaciones internacionales, José Paradiso, Roberto Russell, Guillermo Figari, Virginia Gamba y otros hicieron también aportes importantes. Una nueva y nutrida generación de jóvenes investigadores prolonga esta tradición intelectual con su producción silenciosa y tenaz.

Merece ser destacada también la contribución proveniente del periodismo de investigación. Su trabajo, generalmente asistido por la sólida estructura de importantes empresas multimediales, ha permitido llegar a fuentes de información de difícil acceso e iluminar aspectos y problemáticas clave de la historia internacional contemporánea, develando viejas incógnitas o abriendo nuevos interrogantes. Desde allí han hecho su aporte, entre otros, María Seoane, Ricardo Kirschbaum, Oscar Raúl Cardoso y Eduardo Van Der Kooy..

La AAHRI y su aporte

La Asociación Argentina de Historia de las Relaciones Internacionales se ha propuesto, desde su origen, generar un cauce que dé continuidad a esta tradición, favoreciendo su desarrollo a través de la formación de ámbitos de encuentro, discusión y análisis sistemático de los temas y problemáticas de la especialidad.

Con esta idea surgieron las Jornadas que la entidad organizara en forma conjunta con universidades y centros de estudio en diversos puntos del país: las primeras, realizadas en Córdoba en 1993, que tuvieron un verdadero carácter fundacional; las segundas, realizadas en Rosario, en 1994, donde se abordó la historia de las relaciones internacionales latinoamericanas; las terceras, realizadas en Tandil en 1996 bajo el lema "Globalización e historia"; y las cuartas, realizadas en Capital Federal, cuyos temas convocantes fueron los procesos de integración y la formación de bloques regionales. Con idéntico propósito se han organizado las próximas Jornadas, que se realizarán el La Plata en septiembre de 1999 bajo el lema: "América Latina y su inserción en el mundo: imágenes sobre el fin del milenio".

De la calidad de los trabajos presentados y el nivel de los debates y discusiones entabladas durante las citadas reuniones dan cuenta las diferentes publicaciones que se han realizado con posterioridad a los encuentros citados.

La asistencia creciente de especialistas, profesores, estudiantes y aun un público simplemente interesado en conocer los fenómenos que hoy conmueven al mundo, puso en evidencia el notable interés que despierta la disciplina de las relaciones internacionales, y en particular su historia, en los medios académicos y universitarios del país.

La presencia , también creciente en estas reuniones, de investigadores provenientes de otros países, en especial de Latinoamérica, da cuenta de la influencia que este foro ha desarrollado en el exterior, favoreciendo enriquecedores intercambios académicos y generando procesos institucionales similares, como se puede observar a partir de la reciente creación de la Asociación Chilena de Historia de las Relaciones Internacionales.

Estos primeros cinco años de existencia la Asociación Argentina de Historia de las Relaciones Internacionales arrojan en suma un saldo favorable, no sólo por el rápido crecimiento que ha tenido la entidad, ampliando de manera significativa su capacidad de convocatoria y organización, sino también porque ha contribuido al desarrollo y la consolidación en esta parte del mundo de una rama de la historia que ha hecho importantes aportes para una mejor comprensión de la realidad y, sin duda, los continuará efectuando en el futuro.

Conclusiones

La historia de las relaciones internacionales existe epistemológicamente desde hace varias décadas, como un instrumento para una más acabada comprensión global de la historicidad real. No solo es capaz de arrojar luz sobre sucesos y procesos, sino también de efectuar aportes teóricos relevantes y operar como sustento de decisiones políticas concretas.

Su objeto de estudio no se circunscribe, como algunos han supuesto, a la etapa que comienza con la conformación de los estados nacionales. Por el contrario, su dominio temporal es tan extenso que se confunde con los orígenes mismos de la humanidad.

Si bien abarca el estudio de las relaciones interestatales comúnmente conocido como historia diplomática, no se limita al mismo. Va más allá, considerando también otros actores y trascendiendo la esfera jurídico-política, para arrojar luz sobre aspectos económicos, sociales, culturales y de índole diversa.

En Argentina el cultivo de estas temáticas forma parte de una tradición que involucra a varias generaciones de especialistas. Sin embargo, es relativamente reciente su consideración como rama sectorial de especialización de la historia.

El creciente interés que viene generando tanto en nuestro país como en el resto del mundo obedece en parte a los trabajos que se han publicado en los últimos años explorando, a partir de una sólida base documental, temas poco tratados con anterioridad.

El atractivo de estos temas se vio reforzado cada vez que los mismos fueron abordados con un criterio interdisciplinario, lo que le ha permitido a la disciplina enriquecer perspectivas y metodologías, ampliando su capacidad de comprensión y explicación.

También ha influido favorablemente la labor de entidades científicas, algunas de las cuales desarrollan desde hace décadas una prolífica tarea de análisis y difusión que ha fomentado el desarrollo de la disciplina, creando fecundas redes de comunicación e intercambio académico y generando un significativo aumento de las publicaciones especializadas.

Un ejemplo de ello es la Comission of History of International Relations, que opera desde 1981 en el seno del Comité Internacional de Ciencias Históricas. A nivel local, esa función ha sido desarrollada en los últimos años por la Asociación Argentina de Historia de las Relaciones Internacionales, cuya actividad logró concitar también el interés de especialistas extranjeros y motivar la creación de foros similares en otros países de la región.

En un mundo como el actual, cada vez más estrecho e interdependiente, donde la globalización de la economía, la circulación de la información, el peso de la demografía y de las migraciones y la homogeneización de los valores culturales obligan a repensar categorías o esquemas, y a interrogar cada vez más en la toma de decisiones los signos de la economía y la política mundial, la historia de las relaciones internacionales aún puede efectuar reveladores aportes de insospechado valor.

Fabián Ygounet