Revista de Relaciones Internacionales Nro. 15

El paralelismo "Watergate - Sexgate"

 

Anabella Busso *

* Investigadora Adjunta del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas y del Centro de Estudios en Relaciones Internacionales de Rosario. Profesora de Política Internacional Latinoamericana de La Universidad Nacional de Rosario.

Enero de 1998 trajo consigo el inicio de un proceso mediático y político a través del cual ha fluido abundante y variada información sobre el llamado "sexgate" y sus posibles consecuencias. Fue entonces cuando apareció un abanico de opciones muy amplio donde, desde diferentes perspectivas, se intentaba predecir cuál sería el final de esta historia. El espectro de opiniones se iniciaba con quienes sostenían que nada iba a ocurrir y finalizaba con aquellos que argumentaban la existencia de elementos para un posible juicio político al Presidente William Clinton y su eventual sucesión por el Vicepresidente Gore. En ese marco, resurgieron las comparaciones con otros hechos que hicieron historia en la biografía política de los Estados Unidos. Así fue como "el caso Watergate" pareció renacer de los ‘70 para ser citado por doquier como el principal referente de lo que podría ocurrirle a Clinton.

He aquí el punto donde debemos detenernos para hacer algunas reflexiones, que por ser más académicas que periodísticas, pueden resultar poco entretenidas y menos escandalosas que los titulares de diarios y revistas, pero nos permitirán distinguir un caso del otro o, como diríamos cotidianamente, separar la paja del trigo. Consecuentemente, un repaso de los hechos que finalizaron con la renuncia del Richard Nixon en 1974 contribuirá a echar luz sobre el falso paralelismo Watergate/Sexgate, independientemente del hecho que el Presidente Clinton deba o no enfrentar un juicio político.

 

 

El nacimiento de la "Presidencia Imperial".

 

En primer lugar, el caso Watergate fue la gota que colmó el vaso de una etapa de alteración del sistema político norteamericano iniciada en 1933. Por aquel entonces, Franklin Roosevelt, se hizo cargo de la presidencia de los Estados Unidos, en un marco de dificultades económicas y sociales generado por la crisis de superproducción iniciada en 1929. Sin embargo, sus metas iban más allá de la superación de dicha crisis, él pretendía convertir a su país en una potencia global y para ello no sólo había que trabajar duramente, sino que se imponía la necesidad de implementar algunos cambios significativos.

Con Roosevelt se modifica la lógica que Washington aplicaba para el manejo de los asuntos externos. El presidente llevó adelante una profunda transformación del gobierno norteamericano basado en un cambio de las bases constitutivas del contrato político y social establecido por los "Padres Fundadores" de la nación. Se inicia, entonces, un proceso de robustecimiento del Ejecutivo caracterizado por un incremento en la capacidad de control de la Casa Blanca sobre una gran variedad de temas que interesaban al Estado norteamericano. Paralelamente, se puso en práctica el modelo keynesiano a través del Acta de Recuperación Industrial y del New Deal, situación que otorgó al Estado un rol creciente en la dirección de la economía nacional. Finalmente, Roosevelt se olvidó de la tradición aislacionista y sumó a lo anterior una vocación fuertemente internacionalista.1 

De esta forma, junto a un nuevo proyecto nacional norteamericano, nació lo que Arthur Schlesinger llamaría "La Presidencia Imperial", o dicho en otras palabras, un esquema de conducción personalizada a cargo del Presidente de los Estados Unidos que alteraba el equilibrio de poderes a favor del Ejecutivo y en detrimento del Legislativo, encendiendo la llama de lo que cuarenta años después sería un escándalo llamado "Watergate".

 

A lo largo de sus cuatro mandatos sucesivos, Roosevelt no fue cuestionado por estos cambios. Esto se debió, entre otras razones, a que la administración demócrata pensó la ampliación de las atribuciones del Poder Ejecutivo como un instrumento necesario para un fin mayor, esto es el salto de la condición de potencia regional a potencia global. Por otra parte, la sociedad estadounidense no se hizo eco de la metamorfosis por la que transitaba el principio de división de poderes, en tanto las modificaciones se mantuvieron dentro de ciertos parámetros sin consecuencias inmediatas que afectaran directamente la legalidad y legitimidad del sistema político. Finalmente, los éxitos de la administración fueron muy representativos (Estados Unidos se recompuso de su crisis económica, consolidó su condición de potencia económica y, con posterioridad a la Segunda Guerra, como consecuencia póstuma de la administración Roosevelt se afirmó como superpotencia líder de occidente) como para que la población tomase cuenta que ellos eran -en parte- el resultado de un proceso que finalizaría, muchos años después, con la renuncia de un presidente de la nación.

En última instancia, Roosevelt es recordado por los estadounidenses como un presidente que pudo articular exitosamente democracia, estado de bienestar y poder internacional. Su legado se instaló fuertemente al punto que recién en las postrimerías del siglo XX la clase política estadounidense discute como superar ese modelo y proponer un nuevo proyecto nacional norteamericano. Sin embargo, resulta pertinente destacar que tal debate se da en torno a dos propuestas. Una de origen neoconservador que plantea el abandono definitivo del Estado de Bienestar y otra liberal que argumenta la necesidad de ajustar y aggiornar el modelo iniciado por Roosevelt, sin abandonarlo, situación que pone de manifiesto el peso que aún mantienen algunas de las ideas implantadas por quien fuera el único presidente norteamericano elegido para cuatro mandatos.

 

 

La Administración Nixon y la crisis de la "Presidencia Imperial".

 

La era Nixon fue diferente a la etapa Roosevelt. Su llegada al poder en 1969 coincide con un período donde el descontento social en torno a la Guerra de Vietnam se había incrementado y, a la vez, se estaban haciendo evidentes los primeros signos de la "crisis relativa de hegemonía norteamericana" ligados, principalmente, a una disminución de la capacidad económica de ese país en comparación con las cifras de la segunda mitad de los ´40 y de los ´50. Además, en el tablero internacional dicha crisis implicaba el crecimiento económico de los aliados (Japón y la entonces República Federal de Alemania) y la expansión de la presencia soviética en el Tercer Mundo. Por lo tanto, la administración planteó una estrategia destinada a recuperar y consolidar el poder norteamericano en un mundo crecientemente multipolar e interdependiente dentro de la cual se destacaron la finalización de la guerra en el sudeste asiático y el acercamiento a China. En este marco, la articulación entre las ideas de Nixon y la adicción de Kissinger por el balance de poder y un estilo el estilo diplomático sutil, pragmático, calculador, personalista, secreto y afecto a la política de vinculación de cuestiones (linkage policy) fueron determinantes en el proceso de alteración de las normas político-constitucionales establecidas por los Padres Fundadores.

 

Cuando a través de informaciones periodísticas (The Washington Post) e investigaciones del fiscal especial se supo que el Partido Republicano escuchaba ilegalmente las discusiones que sus contrincante, los demócratas, mantenían en la sede central del partido ubicada en un edificio llamado "Watergate" y que el presidente Nixon era parte de este proceso, la prensa, la justicia, la opinión pública y la legislatura se encolumnaron tras el objetivo de sancionar al primer mandatario. El escándalo "Watergate" fue considerado en aquel momento un grave y generalizado abuso del poder constitucional.

Lo significativo de este punto es que el conjunto de los actores políticos y sociales entendieron que lo hecho por el gobierno de Nixon era censurable en tanto había desafiado lo establecido por los "Padres Fundadores", hiriendo el profundo significado que "lo fundacional" tiene en un país como Estados Unidos.

El diccionario nos enseña que fundacional proviene de fundación y por fundación se entiende: la acción y el efecto de fundar. El principio u origen de una cosa. Creación y establecimiento. Este significado aplicado al sistema político norteamericano hace referencia a que en ese país se creó el sistema presidencialista y la constitución es el principal elemento de control sobre las acciones de gobierno. Por tanto su respecto es la garantía de la democracia americana.

Al realizar un breve repaso histórico podremos entender este punto en su verdadera dimensión2 . Cuando los "Padres Fundadores" discutían el gobierno de la nueva nación independiente destacaban algunas cuestiones como a) la falibilidad y la tiranía potencial que implicaba un gobierno de masas, b) lo deseable de diseminar el poder político y c) la necesidad de alcanzar un gobierno cuyas características más destacadas fuesen la dignidad, la autoridad, la legitimidad, el constitucionalismo, la justicia, la obediencia a los límites, la prudencia y la jerarquía.

Sin embargo, esto era difícil de lograr ya que la historia y la experiencia ponían de manifiesto la imposibilidad de encontrar soluciones perfectas a los problemas políticos, en tanto no existen instituciones políticas universales e ideales, sólo hay aproximaciones que logran paliar los males políticos y sociales. No podía haber gobierno perfecto porque los males del gobierno estaban arraigados en la naturaleza humana y no existía ninguna minoría que, a causa de virtudes e inteligencia superior, estuviese libre de las flaquezas humanas. El riesgo consistía, entonces, en que si las pasiones y los sentimientos relacionados con la política se intensificaban demasiado se convertirían en causa de inestabilidad. En un pensamiento algo similar al de Montesquieu, Pluvio (seudónimo utilizado por los autores de los Documentos Federalistas) consideraba que los gobiernos donde hay mayor libertad y menor coerción (democracias) son más susceptibles a la ruptura del orden, o sea, más proclives a la anarquía que surge como producto del partidismo. Esto último era entendido como el fanatismo por determinadas opiniones sobre el gobierno, la religión, etc., que terminaban dividiendo la sociedad y conduciéndola a la agresividad. Consecuentemente, para Pluvio las causas del conflicto social eran múltiples y, por ello, difíciles de solucionar.

La pregunta que surgía era, entonces, ¿cuáles son los medios adecuados para que los hombres puedan garantizar su vida, su libertad y su propiedad?. Los puntos antes mencionados (dignidad, justicia, prudencia, etc.) eran principios fundamentales para un gobierno, pero no suficientes para generar y asegurar un control sobre sus acciones. El remedio ofrecido por Pluvio fue de orden político: la constitución. En este marco los principios de representación, extensión, división de poderes y elecciones frecuentes fueron identificados como los más idóneos para controlar la naturaleza humana y garantizar aspectos considerados, en algunas ocasiones como opuestos, como ser igualdad y libertad, gobierno mayoritario y derechos minoritarios3 .

La idea que entiende como gobierno legítimo a aquel que respeta en plenitud la constitución prendió fuertemente en la sociedad norteamericana. El caso Watergate, que no fue otra cosa que el uso ilegítimo del poder político, resultó suficiente para que Nixon se viera obligado a renunciar y que la opinión pública considerada esta decisión como inevitable.

Richard Nixon renunció el 9 de agosto de 1974 luego que la Cámara de Representantes aprobó el inicio del proceso de "impeachmente"4 , acusando al Presidente por obstrucción a la justicia, abuso de poder y desacato al Congreso. Este hecho, y otros anteriores, dieron lugar a numerosas y novedosas consecuencias institucionales:

* En primer lugar la renuncia de Nixon se produjo en un marco complejo ya que la misma administración había tenido que asumir la dimisión del vicepresidente Spiro T. Agnew, quien había resignado su cargo el 10 de octubre de 1973, por acusaciones de corrupción, dando lugar a la aplicación de la enmienda XXV 5 (Vepágina siguiente) . Fue en este contexto en el que Nixon propuso para dicho cargo a Gerald Ford, quien se convirtió en el primer Vice Presidente no electo en la historia de los Estados Unidos.

*En segundo lugar, Richard Nixon se convierte en el primer presidente norteamericano que renuncia a su cargo.

*En tercer lugar, y nuevamente por aplicación de la enmienda XXV, Ford en su condición de Vice Presidente asume la función de Presidente, transformándose en primer presidente no electo de los Estados Unidos.

 

 

El "Irangate": abuso de poder y acuerdo político para evitar una crisis institucional.

 

Bajo la administración Reagan la política exterior norteamericana retomó una fuerte connotación anticomunista y antirrevolucionaria. En este marco, los gobiernos sandinista en Nicaragua e islámico en Irán -ambos llegados al poder en 1979- eran calificados entre los grandes enemigos. En ese marco el Congreso norteamericano decidió continuar el embargo de armas establecido sobre Irán en ocasión de la crisis de los rehenes del ‘79 y autorizó al Ejecutivo para que llevara adelante una política de ayuda humanitaria (esto por definición no involucraba armas ni entrenamiento militar) para los Contras que se oponían al gobierno de Ortega. Por otra parte, los ‘80 estuvieron cruzados por la cruenta guerra entre Irán e Iraq, ante la cual la posición oficial de Washington era favorable a Iraq.

 

En 1986, durante el segundo mandato de Reagan, el sistema político norteamericano se vio amenazado por un nuevo abuso de poder proveniente del Poder Ejecutivo. Ese año tomó estado público una transacción ilegal de armas entre el gobierno norteamericano y el gobierno islámico del Ayatollah Khomeini. Esta operación encubierta consistió en la venta de 4000 misiles Tomahawk con el objetivo que el gobierno iraní liberara cinco rehenes estadounidenses que el grupo terrorista Hezbollah había tomado en el Líbano. Gran parte de las ganancias provenientes de este negocio fueron desviadas y destinadas como ayuda militar para los "contras nicaragüenses" que luchaban en oposición al gobierno sandinista.

Si bien los mentores de la operación fueron Oliver North y John Poindexter, asistente de la Casa Blanca sobre temas de seguridad y Asesor de Seguridad Nacional respectivamente, lo cierto es que las sospechas involucraron tanto al Presidente Reagan como al Vicepresidente George Bush, al Secretario de Defensa Gaspar Weinberger y al Secretario de Estado George Shultz. Los dos primeros fueron condenados y posteriormente liberados6 . Sin embargo, a pesar de las considerables dudas sobre los Secretarios de Defensa y Estado así como sobre el Presidente y el Vice, quienes fueron citados a declarar frente al Congreso, nunca se pudo comprobar con certeza que estuvieran informados sobre la operación tanto antes como durante su ejecución.

Lo cierto es que la solución que se utilizó en esta ocasión fue una mezcla de acuerdo político y respeto a las norma constitucionales aunque, claro está, abundó más el acuerdo que la justicia. Tanto republicanos como demócratas acordaron que otra renuncia presidencial ligada a un posible juicio político por abuso de poderes en un período de doce años, constituiría un gran desencanto político para la sociedad norteamericana la vez que incrementaría el descrédito de la esfera dirigente. Consecuentemente, el juicio se orientó hacia los funcionarios de segunda línea, dejando a salvo las figuras de primera jerarquía, esto es presidente, vice y secretarios.

Sin embargo, las consecuencias políticas del "Irangate" fueron muy significativas para la administración Reagan que después de casi seis años de altos índices de consenso al interior de partido y de creciente popularidad a nivel de la opinión pública, tuvo que renovar prácticamente la totalidad del gabinete en favor de los sectores más moderados de Partido Republicano y en detrimento de los sectores neoconservadores de extrema derecha (Nueva Derecha, Mayoría Moral, entre otros) con los que se habían aliado a partir de las elecciones de 1980. De esta manera nace lo que algunos autores han dado en llamar la Tercer Presidencia de Reagan, caracterizada por un perfil, que sin perder fortaleza, se parecía mucho más a la tradición republicana que al neoconservadurismo de extrema derecha.

Este tema volvió a la palestra a inicios de los ‘90 cuando se planteó la existencia de un primer "Irangate" ocurrido en octubre de 1980. Durante 1991 Gary Sick, un ex asesor del Presidente Carter, publicó un libro titulado "October Surprise", en el que acusaba a Reagan y Bush de haber negociado con los iraníes la liberación de los rehenes de la embajada norteamericana en Teherán. Esto afectó directamente a George Bush -por estos momentos presidente de la nación- a quien se lo implicó personalmente en una intriga con personajes de la Revolución Islámica iraní, para demorar la liberación de los 52 rehenes, hasta realizadas las elecciones presidenciales de noviembre de 1980, y perjudicar de esta manera las posibilidades de reelección de Carter. Las promesas de venta de armas al gobierno iraní habría sido la contrapartida de los estadounidenses. El hecho de no haberse aclarado la agenda de Bush a lo largo de su estadía en París en octubre, último mes de la campaña electoral, y la coincidencia de la liberación de los rehenes con la asunción de Reagan como presidente en enero de 1981, fueron parte de los argumentos que incrementaron las sospechas sobre la participación de Reagan y Bush en el "Irangate" desde un inicio. Finalmente, y después de acusaciones cruzadas entre demócratas y republicanos la investigación terminó sin encontrar evidencia sobre la conspiración Reagan- Bush contra Carter.7 

 

 

El "sexgate": diferencias y semejanzas con "Watergate".

 

El llamado sexgate tomó un espacio increíble en la prensa norteamericana y mundial en tanto interconectó a través del fiscal independiente Kenneth Starr tres casos donde el acusado es el presidente Bill Clinton: Whitewater (donde se imputaba a Clinton por malversación de fondos), Paula Jones (que acusó al Presidente por acoso sexual) y el caso Lewinsky (donde se le atribuye al primer mandatario haber mantenido relaciones sexuales con una ex-becaria de la Casa Blanca dando, posteriormente, lugar a una presunta comisión de delitos por falso testimonio, incitación al perjurio y obstrucción a la justicia).

Desde una perspectiva jurídica el tratamiento de un caso como el que nos ocupa involucra los siguientes pasos. Primero se designa un fiscal independiente. Esto ocurre cuando un caso afecta a los altos cargos del Ejecutivo y pude poner en duda la neutralidad del fiscal general y titular de justicia, cargo ejercido actualmente por Janet Reno. En este contexto tres jueces federales seleccionaron a Kenneth Starr, un jurista que proviene del sector privado, para llevar adelante las investigaciones que afectan a Clinton. El fiscal Starr ya lleva tres años en el ejercicio de esas funciones.

El trabajo del fiscal independiente puede ser realizado en secreto y los resultados obtenidos (pruebas) deben ser presentados al Gran Jurado, quien es el encargado de acusar. A lo largo de la etapa de investigación el fiscal puede recibir documentos de todo tipo -incluidos de la Casa Blanca- y citar testigos. También puede garantizar la inmunidad antes de comparecer al autor de uno o varios delitos. A cambio de su cooperación, el fiscal renuncia a presentar cargos en su contra basados en los hechos que relate. Esta inmunidad le fue otorgada a Mónica Lewinsky y su familia.

El segundo gran paso consiste en el estudio de las pruebas presentadas por el fiscal por parte del Gran Jurado para que éste dictamine. Si hay indicios de que el presidente cometió delitos graves se llega a una tercera etapa donde el Comité de Asuntos Judiciales de la Cámara de Representantes puede abrirle un procedimiento de impeachement (juicio político). Entonces, el Senado celebra el juicio y pude decidir por mayoría de dos tercios su destitución. Hasta el presente ningún presidente de los Estados Unidos llegó hasta el final del proceso, tal como afirmamos más arriba Andrew Johonson evitó su destitución por un voto y Nixon renunció cuando la Cámara de Representantes dio lugar a la solicitud de juicio político.

En cuanto a la condena y siempre que se compruebe que Clinton presionó a Lewinsky para que negara la relación que habían mantenido, el fiscal Starr puede acusar al Presidente por perjurio -con pena hasta 10 años de reclusión- o falso testimonio -delito penado con cinco años de cárcel-, por haberles mentido a los abogados de Jones al negarles su romance con Lewinsky.

 

Si el análisis se realiza desde una perspectiva política los elementos que se destacan marcan una diferencia significativa con lo ocurrido durante la administración Nixon. En primer lugar tal como lo afirmó Carl Bernstein "lo que está ocurriendo en Washington en estos enloquecidos y deprimentes días sin dudas no es Watergate, que fue un grave y generalizado abuso del poder constitucional por parte del presidente. Por contraste, el caso de Bill Clinton se reduce a un vulgar escándalo sexual en el que los supuestos delitos parecen ser la consecuencia no prevista de una libido descontrolada".8 

En segundo lugar, la sociedad norteamericana hasta el presente no ha entendido los presuntos delitos como un abuso de poder. Desde el punto de vista de la opinión pública no existe una asociación directa entre los hechos sobre los cuales se lo acusa a Clinton y la idea de alterar lo establecido por los Padres Fundadores con el objetivo de obtener más poder político. Resumiendo, la idea de la mentira y el ocultamiento como instrumentos para incrementar por vía de la ilegalidad la obtención de más poder no está presente en este caso. De ahí la diferencia del rol jugado por la opinión pública entre los actores que entendieron que Nixon debía se sometido a juicio político y la situación actual donde el pueblo tiene afán de información, pero a la vez manifiesta su acuerdo con la gestión de gobierno.

En tercer lugar, el Partido Republicano no presenta actitudes y acciones homogéneas. Algunos sectores mantienen una posición muy dura y trabajan para convencer a sus colegas que es necesario llegar a juzgar al Presidente. Otros muestran una actitud cautelosa y están dispuestos a actuar sólo si se demuestra que violó la ley con el objetivo de evitar las declaraciones de la ex-becaria.

En cuarto lugar, a lo largo de 1998 en el medio de acusaciones que van y vienen Clinton logró, en varias ocasiones, recuperar la iniciativa política. El ejemplo más claro fue el Discurso sobre el estado de la Unión. En esa ocasión los medios de comunicación mostraron que el presidente habló durante 72 minutos y fue interrumpido en 97 ocasiones por los aplausos de los congresistas. Asimismo, logró establecer una especie de parte aguas entre el período anterior a su gestión y la actualidad inaugurando la agenda del 2000, que no estará centrada en el complejo problema del déficit -primer presupuesto equilibrado en 30 años-, sino en como aprovechar este período de crecimiento. De esta manera el presidente retoma la cuestión de la reasignación del gasto, proponiendo trabajar sobre el eje de la asistencia social bajo los criterios de lo que podríamos llamar un "Estado de Bienestar adaptado al siglo XXI". El ideario demócrata resurge y esto tiene más de Roosevelt que de Nixon.

En quinto lugar, deberíamos hacer algunas referencias sobre cuestiones políticas vinculadas al Fiscal Independiente. Algunas de sus actitudes profesionales un tanto desprolijas, han generado ciertas dudas en la opinión pública e, inclusive, en ciertos sectores del Congreso sobre los motivos que impulsan su tarea. Se lo ha acusado de mantener contactos con los grupos ultraconservadores, de falta de prudencia en sus comunicados ante los medios, de cobrar honorarios provenientes de las empresas tabacaleras en forma simultanea al juicio del presidente, de abandonar sus tareas de investigación para trabajar en otro lugares y de haberse ensañado contra el presidente en temas vinculados a su vida privada por no haber logrado éxitos judiciales en el caso "Whitewater" que dio origen a su designación. Estas críticas han sido mucho más significativas en este conflicto que cualquier acusación que pueda haber recibido el Fiscal en épocas de Nixon.

En sexto lugar, surge una contradicción entre el énfasis que la prensa le ha dado al caso Clinton y el tratamiento que han recibido en otros tiempos casos similares. En este sentido, la infidelidad ha sido más la constante que la excepción en la conducta de los presidentes norteamericanos. Ahora, la diferencia se concentra en el rol desempeñado por los medios de comunicación que han mezclado un abordaje serio del tema con un alto porcentaje de prensa amarilla. Contrariamente, en épocas del "Caso Watergate" el rol de la prensa fue central y cuidadoso. El "Washington Post" verificaba las informaciones que recibía y estas no se publicaban hasta no haber pasado por dos o tres etapas de control.

Finalmente, si se llegaran a comprobar las acusaciones existentes contra Clinton sobre falso testimonio, incitación al perjurio y obstrucción a la justicia no aparecen los mismos problemas sucesorio que en la época de "Watergate" en tanto el Vice Presidente Gore cumple con todos los requisitos constitucionales hacerse cargo de las funciones de Presidente.

 

A pesar de este conjunto de diferencias entre los casos Watergate y Sexgate existió un espacio de coincidencias: la estrategia elegida por la Casa Blanca para la defensa del Presidente. En un inicio esta se basó, al igual que en las épocas de Nixon, en apuntar contra la prensa y el fiscal, tratando que solamente Clinton se mantenga ileso. Sólo el devenir de hechos desencadenados a partir de la declaración del Presidente ante el Gran Jurado ha modificado esta tendencia.

 

A modo de cierre.

 

El "sexgate" ha dañado, sin dudas, la imagen de Clinton. La presentación del informe del Fiscal al Congreso y su difusión por Internet incentivaron la ebullición política que ya se vivía en Washington DC en torno a este tema. Sin embargo, el presidente ha manifestado que no renunciará. Esto hace suponer que el primer mandatario evalúa que no existen suficientes pruebas en su contra como para que el parlamento habilite el inicio de un juicio político o, en caso de aprobarlo, que no existirá una cantidad de votos suficientes para sancionarlo a través de la destitución.

Intentar una predicción sobre la futura evolución de este acontecimiento resulta muy difícil en tanto se entremezclan la conducta privada de un presidente, con una presunta obstrucción a la justicia en un año electoral. Pero, a los fines de poner en claro las diferencias con el "caso Watergate", es necesario destacar que la descripción de los acontecimientos pone de manifiesto que los supuestos delitos son una consecuencia no deseada de una cuestión personal. Estos no incluyen hechos como investigar al partido de la oposición (Watergate) ni involucran a la política exterior de los Estados Unidos (Irangate).

Por otra parte, a diferencia de lo ocurrido en épocas de Nixon, Clinton cuenta a su favor con el tipo de relación que mantiene con la sociedad americana, los resultados de su gestión, la manera en que se invade su vida privada y la idea de que no usó la mentira para adquirir más poder o para deteriorar el poder legislativo o judicial; en última instancia su mentira está ligada a los efectos negativos de una transgresión de su vida sexual. La últimas encuestas han puesto de manifiesto que un porcentaje muy alto de la opinión pública considera que el Presidente debe continuar en sus funciones. Sin embargo, Clinton deberá modificar sus hábitos. Ser el Presidente del país más poderoso del planeta tiene sus beneficios, pero también sus costos y es, entre los últimos, donde el poder no alcanza para paliar las dificultad de separar la moral privada de la pública.

 

 1MAIRA, Luis, La evolución de la política norteamericana hacia América Latina, en la obra de Varios Autores Temas de política exterior latinoamericana. El caso Uruguayo, GEL, Buenos Aires, 1986.

 

 2Comprender este tema desde una perspectiva latinoamericana no resulta fácil en tanto América Latina fue ideológicamente influenciada desde afuera. Dicho en otras palabras nuestro sistema político presidencialista así como las constituciones vigentes, fueron redactadas tomando como referencia la experiencia norteamericana a lo que se sumó parte de los principios vigentes en la Revolución Francesa.

 

 3Para la identificación de los ejes de discusión que guiaron a los responsables de fundar el sistema presidencialista y redactar la constitución de los Estados Unidos se tomó como referencia la obra de ROSSITER, Clinton, La teoría política del conservadurismo moderno, traducida por Franco Heber Cardoso, GEL, Buenos Aires, 1986 y la recopilación titulada Documentos básicos de la historia de los Estados Unidos, publicado por el Servicio de Información de los Estados Unidos, 1970.

 4Hasta ese momento existía sólo un antecedente de aplicación de juicio político a un primer mandatario norteamericano. En 1868 el Presidente Andrew Johnson fue sometido a dicho proceso y se salvó de la destitución por un voto.

 5La enmienda XXV legisla sobre la "Incapacidad y Sucesión presidencial" y es modificatoria del artículo dos inciso cinco de la Constitución de los Estados Unidos. Fue propuesta por el Congreso el 6 de julio de 1965 y obtuvo su ratificación completa el 10 de febrero de 1967. En su artículo dos establece que: cuando el cargo de Vice Presidente está vacante el Presidente nominará a un Vice Presidente quien asumirá el cargo siempre y cuando tenga la aprobación por mayoría de votos de ambas cámaras del Congreso.

 6La apelación de los veredictos de culpabilidad se basó en que los juicios de Poindexter y North recibieron influencias impropias derivadas de los testimonios que ambos brindaron ante el Congreso en 1987 bajo inmunidad. La Justicia dio lugar a la misma motivo por el cual fueron liberados. Estos datos así como la descripción fáctica del Irangate fueron tomados de ZÁCCARA Luciano, Notas sobre el Irangate, mimeo Rosario, 1998.

7 Ibidem, p. 2.

 

8 BERNSTEIN, Carl, "El sexgate no es Watergate", Diario Clarín, Buenos Aires 3 de marzo de 1998. Resulta importante tener en cuenta que este periodista fue coautor de la investigación sobre el caso Watergate.