Revista de Relaciones Internacionales Nro. 2

El Japón y su inserción en el sistema internacional

D. Masateru Ito (Señor Ministro de la Embajada de Japón en Argentina)

 

Quisiera, ante todo, hacer patente mi sincero agradecimiento a la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales y al Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de La Plata por haberme brindado la oportunidad de pronunciar una conferencia en tan ilustre tribuna.

Tengo la firme convicción de que el cauce más seguro para lograr el acercamiento y la comprensión entre los pueblos es el de la profundización del mutuo conocimiento, y creo interpretar el sentir de todos nosotros al afirmar que actos como éste son altamente positivos, pues constituyen cauces apropiados para dar a conocer nuestras realidades y pensamientos.

Asimismo, aprovecho esta oportunidad para felicitarlos por la reciente creación del Departamento de Asia y el Pacífico, dentro del Instituto de Relaciones Internacionales de esta Universidad. Es una iniciativa muy oportuna, dadas las circunstancias actuales del mundo, y muy alentadora para nosotros que nos ocupamos de la profundización del mutuo conocimiento entre Argentina y el Japón.

Ahora bien, el tema de la conferencia que se me propuso es "El Japón y su Inserción en el Sistema Internacional".

La comunidad internacional actual se encuentra por cierto en medio de históricas transformaciones. Se desmoronó la estructura mundial basada en la Guerra Fría y se hacen esfuerzos serios por construir un nuevo orden internacional en base al diálogo y la cooperación. Se ha derrumbado el comunismo de la Unión Soviética y se observa la proliferación mundial de los valores de la libertad y la democracia, así como de la economía de mercado. Sin embargo, la comunidad internacional entraña la inestabilidad y la incertidumbre, con el peligro de agudizarse los conflictos entre los Estados o los pueblos.

Entre los hechos de profundas transformaciones recientemente acaecidos, la guerra del golfo en particular, ha marcado un gran giro en la diplomacia japonesa. Por lo tanto, el propósito de mi conferencia es en esta oportunidad, ofrecerles algunos datos como referencia acerca de las lecciones que la guerra del Golfo ha dejado para el pueblo japonés, de la evolución de la diplomacia japonesa, de los cambios en las circunstancias internacionales y en el interior del Japón, y finalmente de los esfuerzos del pueblo japonés para buscar su identidad en la comunidad internacional.

Lo que la Guerra del Golfo ha dejado tras ella

Las discusiones apasionadas en torno de la manera en la cual el Japón debía enfrentar la guerra del Golfo han tenido al menos tres consecuencias.

En primer lugar, quedó confirmado nuevamente que existe una fuerte oposición de la opinión pública al envió de fuerzas al extranjero "con fines beligerantes".

La cuestión de saber a qué actividades estaban destinadas y en qué fines "no beligerantes" las Fuerzas de Autodefensa debían ser utilizadas ha quedado sin respuesta al cabo de los debates acerca del proyecto de "ley concerniente a la cooperación de paz dentro del marco de la ONU", presentado por el gobierno durante la guerra y que no pudo ser votado en el Parlamento. Cuando recientemente se tomó la decisión de enviar dragaminas, el gobierno japonés precisó que, si se trataba de una "misión en tiempos de paz", no existía ningún punto de conflicto con la Constitución, que proscribe la guerra "como medio de resolver los conflictos internacionales", y que no era necesario recurrir a una nueva legislación para hacerla posible.

En segundo lugar, la conciencia del pueblo japonés de que el Japón necesita ir más allá de la simple asistencia financiera para aportar además ayudas y contribuciones con sus recursos humanos en las numerosas dificultades que sufriera la Comunidad Internacional ha adquirido un cuasi consenso nacional. Este cambio de conciencia del pueblo originó la multiplicación de los envíos de expertos y de médicos japoneses luego de la Guerra (incluyendo a los voluntarios de iniciativa privada) consagrados a la protección del medio ambiente y a proveer socorro a los refugiados.

La tercera consecuencia es la profunda impresión sentida por el pueblo japonés de que, durante todo el proceso de la Guerra del Golfo, el Gobierno japonés no había hecho más que obedecer ciegamente a las demandas del gobierno norteamericano. En un amplio sector de la opinión pública ha ganado fuerza la voz en el sentido de que el Japón debería haber tomado sus decisiones desde un punto de vista más autónomo, y el objetivo de sus acciones económicas y comerciales que existían entre ambos países, hicieron insoslayable este aspecto de la diplomacia japonesa. Y si el Japón asumió su papel y sus responsabilidades fue a menudo bajo la forma de reacciones pasivas a las iniciativas norteamericanas o europeas.

El cambio en el entorno internacional

Durante los años 80, dentro de los mismos "países occidentales industrializados y democráticos", se ha experimentado un cierto resentimiento en contra de la pasividad del Japón en materia de toma de decisiones. Las críticas contra "la diplomacia japonesa sin rostro" son una manifestación de esto, y lo mismo con respecto a las opiniones exigentes para que el Japón asuma un rol de líder. Además, estas voces comienzan a hacerse escuchar no solamente en los EEUU o en Europa, sino igualmente en los países de la zona de Asia y el Pacífico.

Ciertamente, la suerte del Japón reside esencialmente en su poderío económico, pero su presencia tiene ya mucho peso en el seno de la comunidad internacional. La actitud del Japón que, aunque busca adaptarse a las demandas de la comunidad internacional, no parece inclinado a revelar sus intenciones, comienza a suscitar en los otros países un sentimiento de inquietud. Si no se disipa la aprensión de ver al Japón erigirse en una potencia militar, esto se debe en gran parte a la incertidumbre que reina alrededor del empleo que el Japón piensa hacer de su poderío nacional.

Los acontecimientos ocurridos en los años 89-90, tales como la mutación de Europa y de las relaciones norteamericanos-soviéticas con el fin de la Guerra Fría en el contexto Este-Oeste, junto con diversos cambios que ya desde antes se producían tanto en el interior como en el exterior del Japón, han transformado aún más las circunstancias de evolución de la diplomacia japonesa.

Por ejemplo, en términos de las relaciones japonesas-norteamericanas, la amenaza soviética, que recordaba la necesidad de una alianza, comienza a perder importancia por lo menos a los ojos de los pueblos de esos dos países. Asimismo, los sondeos efectuados en los EEUU muestran una tendencia entre los norteamericanos a considerar el poderío económico japonés como una amenaza más grande que el poderío militar soviético, un razonamiento incomprensible para la mayor parte de los japoneses.

La definición "países occidentales industrializados y democráticos" pierde igualmente su fuerza de convicción. "El Oeste" es una terminología despojada de sentido desde que "el Este" no existe más en Europa. Cuando se dice "los países industrializados", el Japón ya no estará más sólo, aún en la misma zona de Asia y el Pacífico, para poder ser designado con esos términos. La categoría "países democráticos" es ciertamente una definición que guarda aún su valor, pero existen diferencias entre los EEUU, Europa y el Japón en cuanto a la idea de dotarla de una misión política particular.

El cambio en el interior del Japón

Pero más importante aún para la diplomacia japonesa, es la creciente fuerza en el Japón mismo de las voces que reclaman un cambio en esta diplomacia. A este respecto, es importante notar que las modificaciones deseadas conciernen en particular a la actitud del Japón en sus relaciones con terceros países, así como el propio estilo de esa diplomacia.

En cambio, es raro que se reclame un cambio de las orientaciones fundamentales de la política exterior, esas que han sido anunciadas y mantenidas por los diferentes líderes que se han sucedido en el Gobierno, a saber: "Hacer esfuerzos por asegurarse la estabilidad política y la prosperidad económica del mundo", "concediendo una importancia particular a las relaciones japonesas-norteamericanas" y "asumiendo plenamente la responsabilidad y el rol que le compete como miembro del grupo de los países industrializados y democráticos", pero igualmente "teniendo en cuenta su status como una de las naciones asiáticas".

Naturalmente, existen también grandes argumentos en favor de una disminución relativa del peso que representan las relaciones japonesas-norteamericanas en las relaciones exteriores del Japón, argumentos fundamentados en una anticipación fuertemente pesimista en cuanto al devenir de la economía doméstica de los EEUU así como en la imprevisibilidad de la diplomacia norteamericana , que se encuentra bajo fuerte control del Congreso. Asimismo, se subraya una vez más la necesidad de un refuerzo de nuestras relaciones con Europa occidental, que intensifica sus esfuerzos hacia la integración comunitaria, donde el Mercado Común de 1992 marca una etapa importante. También, el desenvolvimiento espectacular de los países asiáticos ha alentado a los partidarios de un refuerzo aún más acelerado de las relaciones con esos países. Es totalmente cierto que la guerra fría ha dado a los japoneses la ocasión de reflexionar acerca de cómo deberá ser el nuevo orden internacional. La visita del Presidente Gorvachov al Japón los ha incitado a buscar nuevas vías para ensanchar sus relaciones con la URSS.

Sobre la base de que la ONU ha jugado un papel importante durante la Guerra del Golfo, se ha anunciado, con más fuerza y con un sentido más realista, el principio de respeto a la ONU que el gobierno japonés no ha cesado de predicar desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Pero todas estas consideraciones no exigen la modificación de las orientaciones fundamentales de la diplomacia japonesa que antes he mencionado. Lo que la opinión japonesa demanda, es la reforma del estilo de nuestra diplomacia, la que apareció para la mayoría de los japoneses en ocasión de la Guerra del Golfo, y que se resume en la respuesta a las exigencias sucesivas de los EEUU y en doblegarse bajo la presión americana. La opinión pública exige que el Japón haga valer sus posiciones independientes fundadas sobre su propia apreciación, y que tome iniciativas diplomáticas.

Estas exigencias están basadas sobre la confianza en el poderío económico y tecnológico del Japón, la insatisfacción engendrada por las constantes críticas de numerosos países extranjero, entre ellos los EEUU, y la desaprobación del estilo actual de nuestra diplomacia que no logra mejorar esta situación ni consolidar nuestra identidad en el plano internacional.

Esto demuestra que lo que los japoneses reclaman no constituye de manera alguna una oposición a los compromisos del Japón para con la comunidad internacional. Al contrario, el reciente cambio ocurrido en la conciencia nacional, ha sido un llamado a una profundización de los compromisos japoneses en el seno de la comunidad internacional. En particular, el interés creciente por los problemas humanitarios o de alto valor moral es notable a todas luces.

Un ejemplo: en los últimos años, la atención dada por los japoneses a los problemas de escala mundial, tales como el medio-ambiente y los refugiados, está acrecentándose de manera muy rápida.

Concretamente, se puede citar el caso de Keidanren, máximo organismo del sector empresarial del Japón, que adopté una "Carta para el Medio Ambiente" a fin de establecer los objetivos específicos comunes de acción para las empresas miembros, para la protección del medio ambiente y de la tierra y la promoción de la cooperación internacional a tal efecto. Por otra parte, en respuesta al llamado lanzado por Madame Sadako OGATA, nombrada el año pasado Alto Comisionado para los Refugiados de las Naciones Unidas, se ha creado un fondo privado para la ayuda a los refugiados, y la organización de colectas ha comenzado con éxito. Además, la gente se interesa cada vez por las actividades en los países en vías de desarrollo, en los Servicios de Voluntarios Japoneses para la Cooperación con el Extranjero o aquellas acciones del Equipo Japonés de Socorro en caso de desastre que ha sido creado para aportar en cualquier parte del mundo la ayuda necesaria cuando ocurren graves siniestros. Es notable igualmente la multiplicación de las actividades de los voluntarios del sector privado, que se consagran a la asistencia médica o a proveer socorro en el plano internacional.

¿ Cual será la naturaleza de la identidad japonesa?

Teniendo en cuenta todos los cambios que acabo de mencionar, se puede suponer que la "tercera ola" de la diplomacia japonesa, que parece cobrar cada vez mayor fuerza, tendrá por objetivo la consolidación de la identidad japonesa en el seno de la comunidad internacional, y que para alcanzar este objetivo, el Japón desplegará su liderazgo internacional.

Y ahora, la cuestión que los japoneses deben plantearse es la siguiente: ¿cuál es la naturaleza de la identidad buscada por nuestro país en el plano internacional?. Es importante determinar las cuestiones sobre las que el Japón deberá apoyarse para consolidar esta identidad. La respuesta a esta pregunta reflejará necesariamente los valores arraigados en los japoneses. Y lo que demanda la comunidad internacional del Japón es justamente aclarar los valores que los japoneses pretenden sostener.

Los japoneses hemos comenzado a hacernos esta clase de preguntas y todas las respuestas no están aún definidas. Está claro, sin embargo, que atribuimos un gran valor moral a las soluciones de los tres problemas expuestos a continuación y en los que estamos dispuestos a invertir recursos considerables.

En primer lugar, se impone naturalmente la búsqueda de la paz. Por lo tanto, las acciones por seguir en este sentido deben estar formuladas teniendo en cuenta, de una manera equilibrada, el problema de la seguridad. Los japoneses, que debieron hacer frente a los desastres nucleares de Hiroshima y de Nagasaki, concuerdan en que es un valor moral particular no solamente la prevención de la proliferación de las armas nucleares, sino también su abolición total como objetivo último. Los japoneses sienten que les concierne fuertemente la prohibición de las armas biológicas y químicas, el control de la transferencia de sistemas de armas altamente sofisticadas como los misiles y su tecnología y, finalmente, la reglamentación de la exportación de armas convencionales. Están por otra parte orgullosos de haber adoptado como principio político el no exportar materiales de guerra.

El segundo problema es el de la estabilización y el desarrollo de los países del tercer mundo. El Japón tiene la experiencia de haber sido un país en vías de desarrollo que tomó como objetivo nacional alcanzar a los países occidentales, y se encuentra con que hoy, la mayoría de los países de la zona del Asia y el Pacífico están aún en vías de desarrollo. Además, los japoneses guardan un sentimiento de culpabilidad con respecto a la actitud del Japón en otros tiempos, cuando intentó dominar por la fuerza a países asiáticos mucho más débiles. Por todas estas razones, los japoneses estamos comprometidos fuertemente en la cooperación económica y técnica con los países en vías de desarrollo, y sentimos mucha simpatía por los países beneficiarios de esta ayuda, que suscita una vocación particular.

En tercer y último lugar, están los problemas que pasan las fronteras y conciernen a la humanidad en su conjunto, tales como el medio ambiente o los refugiados. Si el Japón ha intensificado de una manera notable sus intervenciones en estos terrenos en la región del Golfo luego de la guerra, no es ciertamente por su no participación en las Fuerzas de Coalición contra Irak. Los japoneses han mostrado ya un interés creciente por estos problemas desde antes de la guerra del Golfo. Pero lo más importante es que el Japón no se contenta ya con contribuir financieramente a la resolución de sus problemas, y se revela cada vez más entusiasta en poner en juego sus propios recursos humanos. Esto se debe sin duda a que los japoneses comienzan a armonizar los tres grandes valores morales (si no religiosos) al enfrentar estos problemas.

Las operaciones de mantenimiento de la paz en la ONU, así como las diferentes actividades de socorro internacional son igualmente llevadas al centro del interés de los japoneses en estos últimos años. Pero si estas actividades revisten gran importancia en la responsabilidad que el Japón debe asumir a nivel internacional, ellas solas no contribuirán de por sí a la consolidación de una identidad japonesa.

Las repercusiones sobre las relaciones

japonesas-norteamericanas

En el momento en que el Japón parte así a la búsqueda de su identidad en el seno de la comunidad internacional, son las relaciones japonesas-norteamericanas las que corren más riesgo, pues son las más delicadas de administrar. Por lo tanto, si el Japón trata de poner en práctica su originalidad en el terreno de la política extranjera, eso significará inevitablemente, dadas las sensibilidades nacionales que se han analizado anteriormente, que esta originalidad encontrará su razón de ser en su diferencia con la política norteamericana.

Que el Japón adopte sus propias prioridades en política exterior y que tome el liderazgo en la escena internacional en un número creciente de campos podrá agrandar el alcance de la cooperación japonesa-norteamericana. Por ejemplo, en la segunda parte de los años 70, cuando los EEUU, paralizados por las secuelas de la guerra de Vietnam, se encontraron con la imposibilidad de tomar alguna iniciativa diplomática en el Sudeste asiático, la política de apoyo a los países del ASEAN por parte del Japón fue altamente apreciada por los EEUU, quienes vieron una iniciativa muy productiva en el contexto de la cooperación japonesa-norteamericana.

Sin duda sería muy optimista esperar hoy el mismo género de reacciones de parte de los EEUU. Parece en efecto que los norteamericanos, y en particular el Congreso, muestran más entusiasmo por descubrir los puntos negativos de las iniciativas japoneses que por resaltar sus aspectos positivos. El liderazgo que el Congreso norteamericano espera ver asumir al Japón parece ser que se resume, ni más ni menos, en una acción espontánea y rápida del Japón para servir a los objetivos políticos de los EEUU.

Paralelamente será necesario estar atento a los peligros de una búsqueda de la identidad japonesa. Si se la lleva muy lejos, podría provocar el ascenso no contenido de un nacionalismo mezquino dentro del Japón. Es esa una hipótesis poco probable. Pero, por ejemplo, la actitud de los EEUU tendiente a rechazar todas las tentativas de originalidad del Japón (así por lo menos parece a los ojos de los japoneses) puede generar repulsión emocional por parte del pueblo japonés. Esta actitud americana no va obligatoriamente a empujar a los japoneses a adoptar comportamientos inspirados en un nacionalismo ciego. Pero no se puede descartar totalmente la posibilidad de un enfrentamiento excesivo de los sentimientos del pueblo japonés hacia los EEUU.

Por otra parte, existen en el Japón partidarios de un reforzamiento de las relaciones con los países asiáticos, como una opción que reemplaza el desenvolvimiento de las relaciones estrechas con los EEUU o Europa. Ciertamente, el fortalecimiento de las relaciones con los países asiáticos es importante en sí. Pero no se puede perder de vista que la mayoría de los países asiáticos desean justamente el mantenimiento de buenas relaciones japonesas-norteamericanas y que no podrían ellos pensar en reforzar sus relaciones con el Japón en el contexto del deterioro de las relaciones japonesas-norteamericanas. Decididamente,para el Japón, las relaciones con Asia no habrán de constituir una opción alternativa capaz de sustituir a sus relaciones con los EEUU y con Europa. Para el Japón es imperativo llegar a una definición consensuada más clara del interés nacional por perseguir, es decir, determinar los valores fundamentales que hemos de buscar en el seno de la comunidad internacional. Si alcanzamos tal consenso, podremos juzgar, a la luz de estos valores, en forma serena y convencida, las ventajas y las desventajas de nuestra cooperación con los EEUU. (Esto sin mencionar que los esfuerzos de la parte norteamericana serán igualmente necesarios para el mejoramiento de las relaciones japonesas-norteamericanas).

Además, a la luz de los valores así determinados, el Japón podrá juzgar más precisamente cuál es la identidad que debe buscar en la comunidad internacional. Reivindicar su propia originalidad en comparación con la política de los EEUU es una tentación a la que es difícil substraerse, dada la historia de la diplomacia japonesa de la posguerra, pero esa no es seguramente la manera más apropiada de partir en la búsqueda de su identidad.

Conclusión

El pueblo japonés, en la Constitución adoptada después de la Segunda Guerra Mundial, ha declarado claramente que estaba resuelto a "ocupar un lugar honorable en el seno de la comunidad internacional, que se esforzaba por mantener la paz, y la servidumbre así como la opresión y la intolerancia". El Japón es en el presente una gran potencia económica, y dispone de los recursos necesarios para dar un gran paso hacia el ideal de la Constitución: hoy, que el mundo está en la búsqueda de un nuevo orden internacional, se le ofrece al Japón una ocasión singular de emprender acciones para la realización de este ideal.

El Japón debe pues pasar a la acción, a fin de ocupar una "posición honorable" en el seno de la comunidad internacional. Las iniciativas del Japón por afirmar su identidad en la comunidad internacional deben marcar un primer paso hacia este ideal de la Constitución.

Preguntas efectuadas al Señor Ministro

¿Cuál es la postura que tiene Japón frente a la República de Taiwán desde el punto de vista político y económico?

Japón tiene relaciones diplomáticas con China Continental sin embargo también mantiene relaciones comerciales con Taiwán y debido a una muy alta tasa de crecimiento de la economía de Taiwán nuestro volumen comercial es también bastante alto. Nosotros deseamos que las relaciones entre China y Taiwán se mejoren y ya se ve el inicio de la distensión entre ambos. Quisiéramos mantener y fortalecer nuestras relaciones tanto con China como con Taiwán, tenemos una historia muy antigua de vinculación con los dos. La actitud hacia China es un poco diferente de la de Estados Unidos y Europa, como por ejemplo cuando sucedió aquel incidente de Tiannmen, los países occidentales denunciaron muy enérgicamente por violaciones de derechos humanos al gobierno chino pero Japón denunció, criticó, pero se expresó de una manera un poco diferente, tomó una actitud distinta con respecto a la reanudación de la ayuda económica a China. El Japón tuvo la iniciativa para comenzar más pronto esa ayuda, porque donde no hay desarrollo económico y social, no hay desarrollo político, democrático y de derechos humanos, de manera que el enfoque en Asia es un poco diferente al de Europa.

En la temática relativa a las cuestiones humanitarias, no escuché ninguna referencia al tema del tráfico de estupefacientes. Me interesaría que nos comentara este asunto.

Afortunadamente para el Japón, el problema de drogas hasta ahora no ha sido muy serio dentro del país, pero nuestro gobierno es muy consciente que después de la terminación de la Guerra Fría y del enfrentamiento Este-Oeste ha aumentado la importancia de problemas globales como el medio ambiente, los refugiados, las drogas, de manera que nuestro país está aportando cooperación financiera a organizaciones internacionales para terminar con las drogas. También estamos prestando cooperación tecnológica. Tenemos mucho interés en los problemas globales.

Teniendo en cuenta la escasez territorial y los grandes excedentes económicos. ¿Cómo ve Usted el futuro del Japón?

A principios de este año el Presidente Gorvachov visitó el Japón y en esa ocasión no pudo progresar tanto como hubiéramos deseado para la solución del problema de los territorios del Norte.

Visto desde fuera da la impresión que Japón en el mapa es un archipiélago tan chiquito y allí viven 120 millones de habitantes, en una extensión 7,5 veces menos que la Argentina. Parece como si estuvieran empujándose y cayeran al mar, pero en realidad a pesar de la gran densidad de población, lo que está ocurriendo ahora en Japón es la falta de mano de obra, está subiendo mucho el costo de la mano de obra y están entrando muchos asiáticos provenientes de Pakistán, de Filipinas, de China y de otros países vecinos. También otros provenientes de Brasil y de Argentina, que nosotros llamamos "nisei" es decir los hijos de inmigrantes. El problema actual es la falta de mano de obra. La tasa de natalidad es muy baja y para el futuro, para el siglo XXI, quizás un joven tenga que sostener tres o cuatro ancianos. La población de los ancianos va a aumentar mucho y para mantenerlos con el sistema de previsión social se van a necesitar muchos recursos.

Antes Japón y Alemania eran una especie de locomotoras de la economía mundial pero ahora Alemania luego de la reunificación tuvo que desviar su superávit hacia Alemania del Este. En el mundo hay escasez de recursos financieros y esto puede elevar las tasas de interés causando problemas a los países deudores. Pero Japón consciente de todo esto está tratando de extender la cooperación financiera a los países en desarrollo y ahora a la Unión Soviética y a los países del Este también. Por otra parte creo que se necesitan ahorros por parte de los países deficitarios como los Estados Unidos. Estos sufren de los llamados déficit gemelos, déficit comercial y déficit presupuestario, y creo que ellos también deben solucionar el déficit presupuestario ahorrando más y gastando menos, sino, mundialmente este fenómeno de la falta de recursos financieros no se va a resolver. Si el Japón sigue ganando divisas, se dice por una parte que es bueno para llenar la falta de recursos financieros del mundo, pero por otra parte eso causa fricciones comerciales con los Estados Unidos y Europa. Japón sólo no puede tener divisas excedentes o superávit comercial, aunque a corto plazo eso es bueno, pero en el largo plazo no, porque crea las fricciones comerciales o económicas. Se necesitan esfuerzos de parte del Japón pero también de los países deficitarios como los Estados Unidos.

¿No cree Ud. que la gran cantidad de inversiones japonesas en los Estados Unidos pueden provocar fricciones con ese país?

Ya las ha provocado; por ejemplo, la compra del Rockefeller Center en Nueva York o la compra de una empresa productora de películas, la Universal Studios. Creo que los empresarios japoneses tienen que ser más cautelosos y comprender la sensibilidad de otros pueblos. El dinero no es todo, quizás en una economía de mercado se puede hacer de todo, pero hay que comprender lo que sentiría otro pueblo cuando le compran algunas cosas que son símbolos de esos pueblos. Ahora me parece que los empresarios japoneses están teniendo más cuidado. Hay sectores donde los Estados Unidos dan la bienvenida a las inversiones japonesas.

¿Cuáles son los principios o las ideas básicas que guían al Japón en su relación con la Argentina. A corto, mediano y a largo plazo. Qué idea tiene Japón con respecto a la Argentina y qué nivel de vinculación pretende tener en el futuro?

Las relaciones bilaterales son tradicionalmente muy cordiales y políticamente no tenemos ningún problema, nunca los hemos tenido. En el plano económico entre los dos países existen relaciones de complementariedad y creo que hay un espacio muy amplio para aumentar las relaciones. Desde hace algunos años está bajando un poco nuestro intercambio económico justamente por la inestabilidad económica argentina. Pero ahora parece que se está estabilizando la economía argentina y creo que de aquí en adelante muchos inversionistas japoneses van a mirar la Argentina.

¿En su relación con los Estados Unidos, Japón quiere ser una Potencia de equilibrio como lo era la Unión Soviética?

El Japón ya es una Potencia económica. Los Estados Unidos quieren que Japón cumpla un papel político también, pero nosotros no tenemos experiencia en jugar un papel político en el escenario internacional. Desde que empezó su modernización en 1868, Japón ha sido siempre bueno para alcanzar a las Potencias occidentales. En la II Guerra Mundial nos equivocamos y tuvimos que empezar desde las cenizas para alcanzar a las Potencias occidentales. Pero ahora hay que tomar la iniciativa. Por ejemplo, en el volumen de cooperación financiera y tecnológica a los países en vías de desarrollo y a las organizaciones internacionales, Japón es el número dos después de los Estados Unidos. También tenemos que atender a los demás países asiáticos vecinos. Ellos están un poco mirando con temor a ver que hace Japón, lo difícil es compatibilizar los intereses, por una parte nos presionan para que hagamos esto o lo otro, que tomemos la iniciativa en la Guerra del Golfo, etc; pero por otra parte el pueblo japonés es muy alérgico a todo lo relacionado con la guerra o asuntos nucleares. El pueblo no quiere volver a la época de la II Guerra Mundial, no quiere ver que la potencia económica se convierta en potencia política o militar. El pueblo también es miedoso de que el gobierno se exceda. Los vecinos también nos miran con miedo, de manera que Japón debe tener mucho cuidado, tenemos opciones muy limitadas. Los Estados Unidos y Europa presionan para que Japón hago esto o lo otro, como una potencia madura políticamente, por ejemplo que en la guerra del Golfo, mandé barcos, soldados etc, pero dentro del país hay una discusión muy acalorada. ¿ Cómo debemos ser? ¿ cómo un país de tamaño mediano, un país pacífico, modesto, o cómo una gran potencia agresiva y activa en los asuntos internacionales?

¿Qué sector de la economía argentina le interesa más a Japón para cooperar?

Nuestra gobierno está realizando una cooperación tecnológica, también muy financiera. La cooperación financiera del Japón se divide en reembolsable y no reembolsable, como la Argentina está clasificada como un país rico desde un punto de vista del ingreso per cápita y del Producto Bruto Interno, no recibe cooperación financiera, solamente tecnológica. También en cuanto a donaciones de pequeña cantidad, sí se realizan. La cooperación tecnológica se da en la agricultura, la medicina, el software, la pesca, la minería, etc.

¿No cree que una política más agresiva del Japón podría dificultar sus aspiraciones a ingresar como miembro permanente del Consejo de Seguridad de la Naciones Unidas?

Para que el Japón sea miembro permanente del Consejo de Seguridad se necesita la reforma de la Carta de las Naciones Unidas. Cuando se hable de la reforma de la Carta y del aumento de los miembros permanentes del Consejo se va a abrir una discusión difícil, quizás no se va a hablar solamente de admitir al Japón como nuevo miembro, sino por América Latina un miembro, por el Africa otro, se va a abrir una discusión complicada. Creo que por el momento no va a tomar una iniciativa en este sentido, hace algunas semanas fuimos designados para el próximo período como miembro no permanente, desde allí podremos colaborar con la acción de las Naciones Unidas.

¿Cree Usted que la diplomacia japonesa es el instrumento a través del cual se desarrolla la ofensiva económica de Japón en el mundo? ¿Sirve de guía o apoyo a los inversores japoneses en el mundo?

El capitalismo japonés es un poco diferente del capitalismo norteamericano. Nosotros adoptamos la economía de mercado, de modo que nuestra diplomacia, cuando se habla de política oficial de nuestro gobierno, no está muy abiertamente vinculada: La economía funciona con las leyes de la economía, la diplomacia no puede hacer muchas cosas para cambiar la actitud de los actores económicos. Por ejemplo, en las negociaciones de la Ronda Uruguay del GATT si se están haciendo gestiones a nivel de gobierno.

La filosofía de nuestro gobierno consiste en que no hay fácil prosperidad donde no hay desarrollo económico y social. El último objetivo de nuestra diplomacia es conseguir paz y prosperidad en el Japón. No se puede conseguir la paz y prosperidad de Japón sin la paz y prosperidad del mundo. Para que exista la paz y prosperidad en el mundo tiene que haber desarrollo del mundo social; donde hay zonas o países que sufren o que no tienen desarrollo suficiente económico y social siempre hay inestabilidad. Por eso nosotros tratamos de dar a estos países ayuda económica y tecnológica para tratar de paliar esta situación. Aunque no se pueda resolver tan fácilmente, tratamos de ayudar. Pero esto no es actividad del sector privado, sino más bien es cooperación económica y técnica del gobierno. A este respecto, en mayo de 1990, el gobierno decidió una política de cooperación económica y técnica que tomara en cuanta que actitud tienen los países beneficiarios en cuanto a exportación de armamentos, transferencia de armamentos, posesión o producción de armamentos de destrucción masiva, como misiles; o si se trata de países que gastan mucho presupuesto en asuntos militares. Aquí si la diplomacia está vinculada con la cooperación económica.

Teniendo en cuenta la disyuntiva que tiene Japón actualmente entre su gran desarrollo económico y su poco peso político internacional, no se ha planteado en erigirse como el líder de la democratización de la Carta de las Naciones Unidas con el fin de eliminar el veto en el Consejo de Seguridad, la presencia de los jueces de las grandes potencias en la Corte Internacional de Justicia, etc ?

Nuestro gobierno desea que se reforme la Carta de las Naciones Unidas en algunos aspectos, porque es una Carta redactada por los países ganadores de la II Guerra Mundial, es una Carta muy poco igualitaria. Inclusive existe una cláusula donde se menciona a los países ganadores y perdedores, no se adecua demasiado a la situación actual después de 45 años. Pero si eliminamos esto y democratizamos demasiado las Naciones Unidas también pensamos que no funcionaría. Un país de medio millón de habitantes tendría un voto, Argentina y los Estados Unidos también, y así creo que no funcionaría; se necesita un mecanismo de decisión, no como el del FMI según la contribución de cada país, pero mucho más equilibrado, de otra manera la Asamblea General de las Naciones Unidas no funcionaría.