Revista de Relaciones Internacionales Nro. 7

Africa, el Vaticano y el Contexto Internacional

 

Marcelo Javier de los Reyes*

* Licenciado en Historia y miembro del Departamento de Africa del Instituto

Hoy se habla de que el mundo asiste a un nuevo orden internacional en estos tiempos de postguerra fría, "guerra" que sin embargo no ha dado lugar al surgimiento de un nítido liderato. Tal vez, por haber sido una guerra que no se materializó, este mal denominado "nuevo orden internacional" no es más que un proceso en transición que no tiene antecedentes en la era contemporánea y que procura definir quiénes son sus líderes. Según las ópticas que se consideren -militar, económica, cultural o espiritual- el o los líderes son diferentes y su individualización se complica por efecto de las tendencias globalizadoras.

Esta transición finisecular encuentra realidades y proyectos concomitantes que se refieren al globalismo, a la regionalización, a la integración, entre los que se pueden citar la Comunidad Europea, ASEAN, NAFTA y MERCOSUR. Pero toda integración, en las reglas de juego de las relaciones internacionales, supone desintegración. De tal manera, existen áreas que pasaron o pasarán a quedar desintegradas de estos procesos globalizadores. Africa, en líneas generales, ha pasado a ser un continente que ha quedado aislado de la comunidad internacional y, al momento, no se ha pensado su incorporación parcial o total a ninguno de los megabloques. Muy recientemente la Comunidad Europea ha estudiado la posibilidad de que algunos países del Africa Austral conformen una comunidad económica.

En la actualidad los países africanos no pueden recurrir al juego de seducción de una u otra superpotencia como en los tiempos de la Guerra Fría y el continente en general parecería no despertar interés entre los países desarrollados.

Todo parece indicar que sólo el Vaticano, y especialmente desde el Papado de Juan Pablo II, está prestando atención a la realidad africana caracterizada por la miseria, el horror de las luchas fratricidas y el olvido por parte de los estados más poderosos del mundo. La Iglesia Católica se reencuentra de esta manera con el continente que le diera los primeros mártires y los máximes exponentes de la literatura patrística como San Agustín. En el presente trabajo se intentan establecer las líneas espirituales y políticas que llevan a ese reencuentro.

La política postconciliar del Vaticano

Sin duda, el Concilio Vaticano II ha tenido un lugar transcendental en la historia de la Iglesia y significó un giro en sus relaciones con los estados y con las otras religiones. Por ese entonces la situación mundial se caracterizaba por la tensión de la Guerra Fría y el acceso a la independencia de casi todas las colonias africanas y asiáticas. Esta emancipación creaba, virtualmente, una relación de neocolonialismo entre los nuevos Estados y sus antiguas metrópolis.

El Concilio Vaticano II, iniciado por Juan XXIII en 1962 y concluido por su sucesor Paulo VI en 1965, redefinió la política externa de la Iglesia asumiendo un papel social protagónico frente a los países comunistas y a los del Tercer Mundo. Con respecto a las cuestiones internas, el Concilio contempló modificaciones en la liturgia que provocaron un acalorado debate entre las diferentes corrientes del clero. Tanto las reformas externas como las internas tendrían su principal motivación en la creciente secularización de las sociedades de los países desarrollados y en la búsqueda de nuevas comunidades que permitieran llevar a cabo una nueva evangelización.

Producto inmediato de este Concilio fue la "apertura a la izquierda" y la nueva relación con los países comunistas lo que no sólo permitió acudir en ayuda de las iglesias del Este, la denominada Iglesia del silencio, sino también constituyó un hito fundamental para que se desarrollase el proceso de reunificación de Europa. Con posterioridad, en 1978, la elección de Karol Wojtyla, de origen eslavo, para ocupar el trono pontificio -y a la que contribuyeron nueve cardenales africanos que integraban el Sacro Colegio Cardenalicio- obró en tal sentido. En su visita de noviembre de 1982 a Santiago de Compostella exhortaba a Europa a reencontrarse a sí misma, a descubrir sus orígenes.(1)

Con respecto a los países del Tercer Mundo, entre los que se encontraban, por entonces, los nuevos estados africanos, Juan XXIII advertía a las naciones desarrolladas a no incurrir en un nuevo colonialismo, mediante la ayuda destinada a los países pobres.(2)

Siguiendo la línea de Juan XXIII, Paulo VI consideró necesaria la implementación de una mayor cooperación internacional en el orden económico para que las naciones en vía de desarrollo solucionasen sus dificultades internas y se liberaran de los serios desequilibrios que las mantenían en un virtual estado de sujeción (3). Con respecto a la distorsión del comercio internacional, caracterizado por el aumento creciente del valor de los productos manufacturados exportados por los países industrializados y por el decreciente valor de los productos primarios provenientes de los países subdesarrollados, Paulo VI afirmaba que "los nuevos pueblos pobres permanecen siempre pobres, y los ricos se hacen cada vez más ricos". (4)

Pero la preocupación social de la Iglesia por los nuevos estados, que debían enfrentar un orden económico injusto y que se encontraban limitados en su accionar por sus propios padecimientos y por esa nueva forma de sujeción denominada neocolonialismo, no se limitaba únicamente a la redacción de encíclicas. Paulo VI pudo apreciar personalmente la realidad africana en su viaje a Uganda en 1969, oportunidad en que dirigiéndose a los obispos africanos, expresó: "Ustedes pueden y deben tener un cristianismo africano" (5).

Se abría de este modo una nueva etapa de las relaciones entre la Iglesia de Roma y sus hermanas africanas. El Concilio Vaticano II le recordó a la Iglesia su esencia: ser "católica", ser universal. La Iglesia de Roma dejó de ser una especie de "primus inter pares" para estar realmente en pie de igualdad con las Iglesias de todo el mundo.

Juan Pablo II y su destino africano

En concordancia con la política de su predecesor, Juan Pablo II se convirtió en el segundo Papa que visitó el continente africano. En mayo de 1980 realizó su primera gira por el Zaire, el Congo, Kenya, Ghana, Alto Volta (hoy Burkina Fasso) y Costa de Marfil. Los objetivos de este primer viaje podrían dividirse en religiosos y políticos. Entre losreligiosos se destacaron el claro apoyo que el Papa quiso manifestarle a los entonces 52 millones de católicos africanos, la ordenación de nueve obispos africanos en el marco del proceso de africanización del clero del continente y el rescatar los principales valores del alma africana caracterizados por el respeto de la dignidad humana, el sentido religioso de la vida y de la muerte, la trascendencia del sentido comunitario y de la familia; en síntesis, una revalorización de la

"negritud". En el marco del diálogo ecuménico mantuvo encuentros con representantes del Islam, de otras confesiones cristianas, principalmente con el arzobispo de Canterbury Dr. Robert Runcie -con quien se reunió en Ghana- y jefes tradicionales africanos. En el plano religioso también fue destacable la incorporación de costumbres africanas -uso de tambores tribales y música nativa- en la liturgia católica, así como el rechazo a la poligamia y a la circuncisión femenina, muy practicada en Kenya y en las sociedades musulmanas, que ocasiona una traumática situación en la mujer, cuando no la muerte de un alto porcentaje de niñas.

Dentro de los objetivos políticos, el viaje de Juan Pablo II procuraba disminuir las persecuciones religiosas de que eran víctimas los católicos en países bajo regímenes de dominación blanca, marxistas o autoritarios. Asimismo, exhortaba a los pueblos africanos "a ser verdaderamente soberanos y libres y a no dejarse influenciar por fuerzas exteriores", a la vez que expresaba su "alegría porque (los africanos) han tomado su propio destino entre sus manos" (6).

En su segundo viaje, en febrero de 1982, expresó que "Africa, podrá sorprender al mundo con sus logros, cuando pueda manejar sus propios asuntos sin interferencias extranjeras", revelando de esta manera la faz política de su visita a Nigeria, Benin, Gabón y Guinea Ecuatorial. De igual modo y atendiendo al desarrollo económico de Nigeria, manifestó su condena a la corrupción que acompaña a la industrialización.

Con respecto a su misión pastoral reiteró enérgicamente las enseñanzas de la Iglesia contra el control de la natalidad y "los modernos enemigos de la familia: el divorcio, la anticoncepción y el aborto", además de elogiar a Nigeria a la que consideró un modelo de lucha contra la contracepción. (7)

Juan Pablo II ha efectuado diez visitas apostólicas al Africa y en todos sus discursos aludió a la unidad de la familia, censuró la práctica de la poligamia y exhortó a los africanos a ser ellos mismos, a ser auténticos y a no copiar modelos externos. En su visita a Benin, en febrero de 1993, expresó: "No se deben imponer demasiado pronto modelos occidentales democráticos en Africa porque hay una tradición muy fuerte, con una serie de valores, entre ellos la familia, que los occidentales hemos perdido", y agregó que el marxismo en Africa significó fundamentalmente "una vía deacceso al poder, pero su fracaso ha demostrado que los modelos externos no pueden ser impuestos en el continente" (8). El Papa intenta preservar la identidad cultural del pueblo africano, rechazando el materialismo y colaborando en la propagación del mensaje cristiano.

En numerosas oportunidades a lo largo de su pontificado ha efectuado numerosos llamados a la comunidad internacional para que concurra en auxilio de la crítica situación que padece la sociedad africana. Esta acuciante convocatoria se ha hecho más frecuente en esta postguerra fría debido al desinterés generalizado de los países desarrollados por Africa.

Los números en Africa

El continente africano se revela no sólo por ser el de mayor crecimiento demográfico sino también por ser el de mayor crecimiento del catolicismo, aunque sólo en Angola (54,11%), Burundi (64,69%), Cabo Verde (90,99%), Gabón (55,46%), Guinea Ecuatorial (76,90%), Reunión (91,23%), Sao Tomé e Príncipe (87,73%), Seychelles (94,43%) y Zaire (52,30%) los católicos constituyen la mayoría de la población.

Hacia fines del siglo XIX la población católica representaba el 1% del total del continente, llegando en 1930 a los 3 millones a los 7 millones en 1940. Hacia 1980, oportunidad del primer viaje de Juan Pablo II, los católicos sumaban 52 millones, es decir el 12 % de la población africana, y crecían a un 4% anual, registrando la tasa de crecimiento más alta de católicos con respecto a los otros continentes.

En 1982 se estimaba que anualmente había 6 millones de nuevos cristianos frente a 3,6 millones de nuevos musulmanes, constituyéndose la Iglesia Católica como la de mayor crecimiento.

En la actualidad el número de católicos es de 96 millones (13,89), mientras los musulmanes alcanzan los 278 millones (40,24%) sobre una población total de 691 millones de africanos.

En muchos países la religión católica es minoría y debe convivir con el Islam y las religiones tradicionales africanas (29,52%). El crecimiento del islamismo, pese a ser menor que la del cristianismo, no es para nada intrascendente, aún más si se tiene en cuenta su porcentaje sobre el total de población del continente. De ahí la importancia del diálogo interreligioso al que invita permanentemente Juan Pablo II, sus mensajes a los seguidores del Islam y sus encuentros con los líderes de esa religión en cada uno de sus viajes.

El crecimiento del integrismo islámico es seguido con atención por la Iglesia, ya que el mismo encuentra numerosos adeptos entre los jóvenes de los países de Africa del Norte, en algunos de los cuales el clero católico debe enfrentar serias dificultades.

Al visitar Nigeria en febrero de 1982, el Papa manifestó ante funcionarios del gobierno y dirigentes musulmanes:"Creemos en un Dios, que fue el creador del hombre... por lo tanto en el verdadero sentido podemos llamarnos mutuamente hermanos y hermanas en la fe en un Dios". (9)

La política vaticana hacia Africa

En 1991 Juan Pablo II dio a conocer su tercera encíclica de carácter social, Centesimus Annus, en conmemoración de los cien años de la promulgación de la encíclica Rerum Novarum de León XIII, la cual constituye el pilar fundamental sobre el que se asienta toda la doctrina social de la Iglesia. Hacia fines del siglo pasado, León XIII debió dirimir en el conflicto suscitado entre el capital y el trabajo, es decir entre patrones y obreros, mientras que en la actualidad a Juan Pablo II le corresponde mediar entre las dos clases sociales en que se divide el mundo: los países industrializados y los países pobres o del Tercer Mundo entre los que se encuentran, principalmente, los africanos.

El año 1989 marcó una nueva era tras el derrumbe del bloque comunista en Europa del Este y en la URSS, consagrando -para algunos observadores tendenciosos- el triunfo de la democracia liberal y el fin de las ideologías. Pero la Iglesia, que contribuyó en la caída del comunismo, ha expresado abiertamente que ello no significa el triunfo del capitalismo: "Queda mostrado cuan inaceptable es la afirmación de que la derrota del socialismo deje al capitalismo como único modelo de organización económica" (10). A través de expresiones de esta índole intenta guardar distancia de la sociedad capitalista a la que le reconoce serias falencias tan peligrosas como las de su antigua oponente. Tanto una como otra se han olvidado de la espiritualidad del género humano dice Juan Pablo II en Centesimus Annus, ya que la sociedad de consumo "coincide con el marxismo en el reducir totalmente al hombre a la esfera de lo económico y a la satisfacción de las necesidades materiales" (11). Destaca también que el proceso de descolonización ha permitido una independencia formal debido a que las grandes empresas transnacionales controlan el sector productivo de los Estados jóvenes, no favoreciendo el desarrollo económico nacional sino el propio beneficio de las empresas. (12)

En el campo político, numerosos países deben superar sus divisiones tribales para constituir una verdadera comunidad nacional (13) o deben sobreponerse luego de años de gobiernos dictatoriales, para lo cual algunas iglesias africanas han comenzado a mediar en los diferentes procesos de democratización. Los acontecimientos acontecidos en el bloque comunista pusieron al descubierto la fragilidad de los regímenes marxistas y totalitarios africanos, despertando así los reclamos en favor de la libertad, la democracia y el pluralismo político.

La contribución de los miembros de las iglesias africanas en la vida política de la región tiene ejemplos concretos en diferentes países. En algunos casos los obispos se hanexpresado a través de documentos o cartas pastorales como en Kenya o en Malawi, pero en otros los mediadores tienen nombre y apellido. Entre estos se destacan el arzobispo coadjutor de Owando (Congo Brazzaville), Monseñor Ernest Kombo, quienes -a comienzos de la presente década- fueron elegidos para presidir las Conferencias Nacionales de sus respectivos países en los procesos tendientes a establecer la democracia luego de largos regímenes marxistas - leninistas. (14)

Procesos similares han tenido lugar en Togo, la República Centroafricana y Gabón. En Madagascar la jerarquía católica se unió a la protestante permitiendo que en febrero de 1993 se llevara a cabo la segunda ronda de las elecciones presidenciales que desalojó del poder a Didier Ratsiraka.

Monseñor Jaime Goncalves, arzobispo católico de Beira, desempeñó un papel fundamental como mediador en la guerra civil de Mozambique y colaboró en la redacción de la Constitución que el Parlamento aprobó en noviembre de 1990 (15). Infelizmente el rebrote de la violencia en 1991 perjudicó el proceso de pacificación, el cual se interrumpió hasta octubre de 1992, momento en que se acuerda definitivamente poner fin a la guerra civil y permitir las primeras elecciones libres del país en octubre de 1994.

Lamentablemente no todas las gestiones tuvieron éxito y en varias oportunidades los miembros del clero fueron víctimas de la misma violencia contra la cual pusieron todos sus esfuerzos pacificadores. Ejemplos de ello fueron el arzobispo de Brazzaville, cardenal Emile Biayenda, asesinado en 1977 o numerosos religiosos asesinados recientemente en la guerra civil de Ruanda.

En términos religiosos ha sido relevante la celebración del Primer Sínodo de Obispos Africanos en el Vaticano, cuyo tema era "La Iglesia en Africa y su misión evangelizadora hacia el 2000: Seréis mis testigos". El Sínodo -que se desarrolló entre el 10 de abril y el 8 de mayo de 1994- analizó el tema de la "inculturación", es decir la incorporación de algunas costumbres africanas a los servicios religiosos, la estrategia evangelizadora de la Iglesia ante el Tercer Milenio, la aplicación de la doctrina social de la Iglesia como aporte para hallar una solución a los dramáticos problemas que afligen al continente y las relaciones con el Islam, tema fundamental para los obispos de los países con mayoría de población musulmana. Durante el Sínodo varios obispos han expresado las dificultades que deben enfrentar en esos países a causa del hostigamiento a que es sometido el clero por parte de grupos integristas y a la impotencia o inacción gubernamental ante esos hechos. En esa oportunidad el obispo de Nuakchott (Mau

ritania) manifestó que esos sectores fundamentalistas presionan sobre los sacerdotes y la labor de Caritas, a quienes acusan de llevar a cabo una actividad proselitista (16). A la ya larga lista de religiosos católicos asesinados en Africa se han sumado recientemente las dos monjas españolas que fueron víctimasde un atentado en Argel, presuntamente perpetrado por el Grupo Islámico Armado, el 24 de octubre de 1994.

También es oportuno recordar la guerra civil en Sudán, que enfrenta al norte, cuya población es de origen árabe y nubio y entre los que predomina el Islam, con el sur, de origen negro y que practican el animismo y el cristianismo.

Reflexiones finales

Como consecuencia del aislamiento a que ha sido destinado durante la postguerra fría, el continente africano se debate entre la subsistencia y la extinción. Casi 700 millones de seres humanos luchan por sobrevivir a todo tipo de calamidades sin que el resto del mundo advierta el grave problema socioeconómico que ello significa para toda la humanidad debido a las grandes migraciones y a la difusión de innumerables enfermedades.

Pero una visión optimista acerca de este abandono, acerca de esta falta de solidaridad, sería que ante esta profunda crisis los africanos revaloricen sus instituciones, se reencuentren con sus tradiciones y reconstruyan y desarrollen sus países sin la interferencia de ideologías foráneas.

No obstante, ante el vacío que ha dejado el fin de la Guerra Fría en cuanto a liderazgos, la Iglesia intenta asumir ese rol en el continente. Durante la época del capitalismo salvaje al que asistió León XIII mediando con su Rerum Novarum, surgieron el sindicalismo y el marxismo como "niveladores sociales". Hoy, luego de la caída de los regímenes marxistas, y ante el peligro de un retorno del capitalismo con similares características, la Iglesia intenta constituirse como un

"nivelador social" entre la nueva lucha de clases, entre los países industrializados y los países que padecen hambre, explotación y enfermedades como los africanos.

Por otro lado, el Vaticano protege al continente que le está proporcionando un crecimiento sostenido de católicos frente a las sociedades desarrolladas cuya población se ha secularizado renegando u olvidando las enseñanzas dictadas por la Iglesia, pero que si aceptan un sincretismo al que aporta la fe cristiana y sobre todo diferentes corrientes de pensamiento provenientes de otras religiones o sectas. De ahí la revalorización de Africa, que se convierte en un modelo espiritual frente a esas sociedades en las que los métodos de contracepción y el divorcio ya son aceptadas con naturalidad por sus habitantes. Quién sabe si este acercamiento de la Iglesia Africa no se traduce en la consagración de un Papa africano en el Vaticano, de un Papa proveniente del continente que parece guardar el secreto de haber sido el lugar donde la Biblia se tradujo al latín.

Del mismo modo, ante el surgimiento de los integrismos, principalmente el de origen islámico, la Iglesia procura neutralizar los conflictos religiosos, por una parte a través del aumento constante de sus fieles y delacercamiento a los que antiguamente eran denominados "hermanos separados", es decir las demás confesiones cristianas, que sumadas al catolicismo aun no igualan el porcentaje de islámicos en el continente africano y, por otra parte, mediante el diálogo ecuménico que ha mejorado las relaciones con el Islam, adoptando posturas comunes en reciente Conferencia sobre Población de El Cairo (septiembre de 1994), el apoyo a los palestinos y el establecimiento de relaciones oficiales con la OLP -anunciado el pasado 25 de octubre- y, por encima de todo ello, la relevancia del carácter monoteísta de ambas religiones.

A través de esta nueva evangelización en Africa, el Vaticano intenta no sólo asegurarse un claro protagonismo hacia el tercer milenio sino también establecer una especie de "coexistencia pacífica" entre las religiones en un mundo en el que los separatismos, los nacionalismos y los conflictos regionales han aflorado más allá de las tendencias globalizadoras de carácter económico.

Mientras tanto Africa está esperando el Evangelio, es decir la llegada de la "buena noticia".

Notas

1. Jean-Yves Calvez - Henri Tincq, L' Eglise pour la démocratie, Paris: Centurion, 1992, p. 131.

2. Mater et Magistra, 171-174.

3. Gaudium et Spes, 85.

4. Populorum Progressio, 57.

5. Convicción, 21 de mayo de 1980, p. 4.

6. Clarín, 3 de mayo de 1980.

7. El Día (La Plata), 14 de febrero de 1982, p. 2.

8. Clarín, 4 de febrero de 1993.

9. Clarín, 15 de febrero de 1982, p. 4.

10. Centésimus Annus, 35.

11. Ibid., 19.

12. Ibid., 20.

13. Ibid.

14. J. Y. Calvez - H. Tincq, op. cit., p. 167-170.

15. Ibid., p. 174.

16. L' Osservatore Romano, Nš 17, 29 de abril de 1994, p. 10.