Revista de Relaciones Internacionales Nro. 8

EL DRAMA ECOLOGICO PLANETARIO: Relaciones INTERNACIONALES Y POLITICA PESQUERA

Angel Luis Plastino*

* Presidente de la Comisión de Investigaciones Científicas y Tecnológicas de la Universidad Nacional de La Plata y ex-Presidente por dos períodos de la misma.

os seres humanos estamos aproximándonos, paso a paso, a una inexorable crisis ecológica, de proporciones catastróficas. En 1992 La National Academy of Sciences (EEUU) y la Royal Society (Gran Bretaña) advirtieron conjunta y solemnemente sobre la tremenda amenaza que encierra el daño ecológico que se viene ocasionando al planeta.

Los signos, por supuesto, abundan. Baste mencionar, por ejemplo, que la mitad de las Naciones padecen hoy escasez de agua potable. Treinta por ciento de las especies que habitan forestas tropicales y savanas desaparecerán próximamente. El "agujero de ozono" sigue creciendo. El efecto invernadero nos asecha, etc, etc. La agresión a los océanos es parte de esta escalada global de la Humanidad contra el medio ambiente, y a ella queremos referirnos en estas líneas.

El 70% de la superficie de nuestro planeta está cubierto por océanos, que son fuente, soporte y origen de vida. Si las Naciones cooperaran en forma razonable, los océanos terrestres podrían abastecer totalmente de alimentos a la Humandidad sin que se alterase en absoluto el balance ecológico marítimo. Lamentablemente, las posibilidades de cooperación internacional en el área no dan hoy motivo para hacer pronósticos optimistas.

Particularmente seria es la situación de las reservas pesqueras mundiales, que se hallan en grave peligro de extinción. El volumen global pescado por año ha aumentado en un quinientos por ciento desde 1950, alcanzando hoy los 100 millones de toneladas.

Obviamente, semejante volumen de extracción daña considerablemente la salud oceánica: los mares de Europa sufren desde hace años una "sobrepesca" del orden del 49%; en marzo de 1995 la FAO advirtió que 9 de las 17 principales áreas pesqueras del planeta han sido ya devastadas, y cuatro adicionales se encuentran seriamente amenazadas.

Resulta particularmente preocupante que nuevas y exóticas especies aparezcan en cenas y almuerzos ante el agotamiento de reservas de las tradicionales. Los pescadores no reparan en cobrar, ilegalmente, presas "jovenes", vendiéndolas "en negro", lo que disminuye aún más las reservas pesqueras. Se está creando un muy favorable nicho ecológico para especies marinas no comestibles que puede cambiar drásticamente el equilibrio biológico oceánico, perjudicando a toda la Humandidad.

El desmanejo pesquero mundial pone en peligro el futuro de decenas de millones de seres humanos. La FAO informa recientemente que los barcos pesqueros devuelven anualmente al mar 27 millones de peces, que, al ser procesados, se encuentran con poco valor. Este "desperdicio" equivale al consumo de toda la población de China durante un año y medio. En Asia, mil millones de personas tienen en la pesca su mayor recurso de proteínas animales. En Africa, los peces proveen de proteína animal a un quinto de la población. Pero este recurso se encuentra en riesgo de extinción... Se combinan, entonces, en infeliz coincidencia, riesgos tremendos de hambruna ( que se conjugan con el hecho de que la Revolución verde parece haber terminado) con la pérdida de un colosal número de empleos. Se estima que 100 millones de los más modestos puestos de trabajo en el mundo dependen de la pesca.

En vano intento por demostrar que algo se hace, los diversos gobiernos han convenido "cuotas" y "reglas de procedimiento" pesqueras, que no son respetadas en demasía. Por ello, enfrentamientos internacionales de diverso calibre se suceden unos a otros, permanentemente. Hace pocos días fue noticia la pulseada entre España (y la Comunidad Europea), por un lado, y Canadá, por el otro, ante la captura del pesquero español Estai. Serios incidentes entre pescadores franceses y españoles tuvieron lugar en el Cantábrico en julio pasado, seguidos por otros entre estos últimos y pesqueros británicos. Naves de guerra aparecieron en escena, por suerte sin que las cosas pasasen a mayores. Todo tipo de acusaciones cruzadas pueden escucharse. Por ejemplo, se dice que Canadá se presenta hoy como celosa conservacionista, cuando primero agotó sus recursos territoriales. Lo cierto es que 30.000 pescadores de Newfoundland tienen la pesca totalmente prohibida.

El Estai fue apresado con una carga de 400 toneladas, que había estado extrayendo de los mares (y congelado) desde octubre pasado y que hubieran valido más de 2 millones de dólares. Es integrante de la flota española, la más poderosa de Europa. Las flotas pesqueras del planeta han estado creciendo a ritmo sostenido. El número de buques se ha incrementado en un 100% en los pasados 20 años y alcanza hoy una cifra de 1.200.000 navíos.

Y viene aquí el dato trágicamente paradójico, que nos muestra cuan insensato es todo este proceder. La FAO estima que las flotas pesqueras del mundo reciben de los distintos gobiernos subsidios anuales del orden de los 54.000 millones de dólares, y aún así su viabilidad económico es cuestionable. Claro está que buena parte del ingreso pesquero debe destinarse al pago de deudas.

Como el progreso tecnológico no se detiene, las naves pesqueras son cada día más eficientes depredadoras. En marzo pasado, un buque pesquero de la Columbia Británica alcanzó su cuota anual de 770 toneladas una sola sesión pesquera de ocho minutos.

Las naciones en vías de desarrollo detentan la soberanía de nueves décimas partes de las aguas ribereñas, y no se preocupan mayormente por proteger su riqueza marítima. Todo lo contrario. Por ejemplo, Senegal ha convenido aceptar una depredación masiva de sus costas por naves europeas, poniendo en graves apuros a sus propios pescadores, que enfrentan así una desleal competencia. Algo similar les sucede a los pescadores del sur de la India: un sólo buque europeo o japonés recoge 200 toneladas por salida, el equivalente a lo que obtienen 1500 barcos pesqueros tradicionales. Pero, claro está, los países subdesarrollados ingresan 10.000 millones de dólares anuales en este concepto, que es más que lo que reciben por sus exportaciones de té o de caucho.

La concomitante destrucción del ecosistema ocasiona anualmente la muerte de cientos de miles de delfines, tortugas márinas y pájaros en el Pacífico, pero, a quien importa esto?

Mientras tanto, en el edificio de la ONU en Nueva York, diplomáticos de las distintas naciones están tratando de llegar a un acuerdo sobre cuotas para cada especie océanica, que aminore algo esta precipitada carrera hacia el abismo. Hay muchos interes contrapuestos en juego, que no carecen de legitimidad. Por ejemplo, de la flota gallega (10.000 naves) dependen 400.000 puestos de trabajo.

Voces oscurantistas alientan la idea absurda de que la solución es acabar con la Ciencia moderna y volver rápidamente a la "feliz" prehistoria (vida media del "homo sapiens: 20 años). Claro, en tal vuelta perecería rápidamente el 95 por ciento de la humanidad... El problema es político, no científico. Hay suficiente conocimiento acumulado como para resolver el drama de los mares del mundo. Lo que parece no haber es voluntad política de utilizarlo...

Foco de acción inmediata deben ser las conversaciones de Nueva York, orientadas a intentar un ordenamiento racional de la explotación oceánica. Parece llegado el momento de considerar como "especies protegidas", o en riesgo de extinción, a muchas de las que son hoy objeto de irracional captura. Convocando a expertos de todo el mundo, debiera diseñarse un esquema de explotación racional cuyo cumplimiento la ONU tendría que garantizar. A tales efectos, una especie de "cascos azules del mar", conformados con las Armadas de los países miembros, podrían realizar la tarea más importante que jamás haya sido acometido por marinos profesionales: garantizar la continuidad de la vida en, y en base al, Océano.