Revista de Relaciones Internacionales Nro. 9 

 

El Factor Estratégico

en la Cuestión Malvinas

Rosendo Fraga*

 

 

 

La presencia británica en Malvinas desde las primeras décadas del siglo XIX, ha tenido lugar por diversas razones, entre ellas, la significación estratégica de las islas.

Cuando en 1833 Gran Bretaña ocupó el archipiélago, no existía el Canal de Panamá. Es decir, que el estrecho de Magallanes era la única ruta de comunicación Atlántico-Pacífico en momentos que la vía marítima era el medio exclusivo de comunicación y transporte a nivel mundial.

Esta ocupación tiene lugar, además, en una época en la que el Reino Unido desarrollaba una intensa política colonial -al igual que varias potencias europeas- que daba especial prioridad a la ocupación de puntos estratégicos para asegurar el tráfico marítimo.

Cabe recordar también que durante las dos guerras mundiales tuvieron lugar batallas navales en el Atlántico Sur en las que las Malvinas jugaron un papel militar. En la Primera Guerra Mundial, buques británicos abastecidos desde Malvinas se enfrentaron a buques alemanes y los derrotaron, mientras que al comenzar la Segunda Guerra tuvo lugar la llamada "Batalla del Río de la Plata", en la cual naves británicas reabastecidas en Malvinas hundieron el acorazado de bolsillo alemán Graf Spee.

Pese a la relativa distención internacional posterior a la Caída del Muro y pese a la pérdida de interés estratégico de las Malvinas en el nuevo contexto, la presencia militar británica en las islas continuará por lo menos en el corto y mediano plazo.

En 1990, Gran Bretaña reestructuró su dispositividad militar, buscando reducirlo y modernizarlo. Entonces tenía ocho bases militares fuera de las islas y se determinó que para el año 2000 quedasen sólo dos, una de ellas la de Malvinas.

Es así como se ha realizado el repliegue de las fuerzas militares británicas en Alemania y Gibraltar y ha comenzado en Hong Kong, pero no está previsto un proceso análogo en Malvinas.

Pese a ello, la prioridad militar de las islas ha ido disminuyendo al avanzar la década del noventa. En 1994 se produjo un interesante debate en el Reino Unido al reclamar la Armada (Royal Navy) que se suspendiera el programa de reducción de buques iniciado en 1990 y previsto hasta el año 2000.

Uno de los argumentos presentados por los defensores de la Flota fue que, de continuar la reducción de buques prevista, a partir de 1995 la Armada británica perdería la capacidad para recuperar las islas en un eventual conflicto, como sucediera en 1982.

Pese a ello, el gobierno británico decidió continuar con su programa de reducción naval, aún asumiendo que ello implicaba que no podría volver a repetirse una "task force" como la de 1982.

Esto confirma que, a pesar de la decisión de mantener la base militar británica en Malvinas -la que al terminar el siglo será una de las dos únicas que tendrá el Reino Unido fuera de las islas británicas-, la importancia estratégico militar de las mismas ha ido disminuyendo.

En ello también ha influido sin lugar a dudas la política de distención desarrollada por la Argentina, así como la reducción del gasto militar y el redimensionamiento de las fuerzas Armadas, lo que sin lugar a dudas ha reducido los riesgos del conflicto desde la perspectiva británica.

En este marco estratégico, tiene lugar el acuerdo argentino-británico sobre la explotación petrolífera. La evaluación de este acuerdo requiere asumir que el Reino Unido iba a iniciar unilateralmente el llamado a licitación para la exploración en octubre de 1995, aunque no hubiera acuerdo con la Argentina.

Sin este acuerdo, seguramente la licitación habría sido menos exitosa al presentarse menor cantidad de empresas. Pero igualmente hubiera habido oferentes. Una situación de este tipo habría significado un grave revés diplomático para la Argentina, que se hubiera mostrado impotente frente al hecho, además de implicar un importante retroceso en la recomposición de relaciones con Gran Bretaña.

Son estas circunstancias las que convierten al acuerdo en un logro razonable para la Argentina, sin que ello implique pretender transformarlo en un gran éxito diplomático argentino.

Y es un acuerdo razonable para los intereses argentinos dadas las circunstancias, en momentos que las islas han disminuido su importancia estratégica y que la relación argentino-británica en torno a Malvinas comienza a tener mayor significación económica.