Revista de Relaciones Internacionales Nro. 9

 

Se despliega en el mundo la cuarta

onda larga de la historia del capitalismo

Jorge Castro*

 

 

 

En este momento del capitalismo industrializado coinciden dos ciclos: uno de corto plazo, de carácter expansivo, que se manifiesta que en Europa ha vuelto a crecer tras experimentar la recesión más grave desde la Segunda Guerra Mundial, y en que Estados Unidos crece en forma sistemática desde hace cuatro años, habiendo alcanzado en 1994 un crecimiento del 4% del Producto (se trata de un PBI de seis trillones de dólares, que medido en términos de capacidad de compra supera los 7.800 trillones de dólares).

El segundo ciclo es una "onda larga" del capitalismo, que fue revelado por los shocks petroleros de la década del 70, y que como demuestra la historia del capitalismo, puede durar entre 50 y 65 años. Y está provocada -esta onda larga de alcance mundial- por la absorción y despliegue de la revolución tecnológica de la microelectrónica. Ha comenzado a desplegarse a escala mundial la era de la información.

Empieza a ahora a mostrar toda su potencialidad a escala global, y como sucede siempre desde su guerra civil del siglo pasado, nuevamente de los EE.UU. van un paso adelante en el ciclo mundial del capitalismo.

El principal impulso para terminar el ciclo recesivo de corto plazo en Europa -que le ha permitido a Alemania crecer en 1994 un 3% y arrasar al resto de la Unión Europea-, significativamente proviene del aumento sustancial de las exportaciones, antes que del consumo interno. Y las exportaciones europeas -que son el motor que saca a Europa de estos cuatro años de recesión tan profunda- son, sobre todo, exportaciones que se dirigen a los países en vías de desarrollo: en primer lugar a Asia (y sobre todo a China), también a América Latina y a Estados Unidos. El dato más significativo en los Estados Unidos es que sus exportaciones crecen a un ritmo tres veces superior al aumento de su Producto: un 12% anual. Y también están dirigidas fundamentalmente al Asia no-japonesa: China, India, Indonesia, y América Latina. En cambio, las exportaciones norteamericanas a Europa y Japón crecen sólo al 2% de su PBI.

La razón de este aumento de las exportaciones -tanto europeas como norteamericanas- y es que el Asia no-japonesa y América Latina se han transformado, en ese orden, en "las nuevas locomotoras de la economía mundial". Y aportar algunos datos como ejemplo.

Con 1.200 millones de habitantes, China dobló su ingreso real per cápita en sólo 10 años. El cálculo del Banco Mundial es el siguiente: si China crece a una tasa de 6 a 7 puntos anuales -que es 2 a 3 puntos menos en que los últimos 10 años: una estimación conservadora-, en el año 2020 la población china (que en ese momento sumarían 1.250 millones de habitantes) va a tener un ingreso real per cápita de U$$ 13.000 anuales (en términos de capacidad de compra: PPP), lo que significa aproximadamente lo mismo que tienen hoy los españoles.

China, India e Indonesia (1.2000 millones, 900 y 190 millones de habitantes, respectivamente): si crecen a una tasa de 2 a 3 puntos menor de lo que han crecido en los últimos 10 años, en el año 2010 estos tres países tendrían un total de 700 millones de personas con un ingreso per cápita igual al de la España actual. O sea que dentro de 15 años, en el Asia no-japonesa va a aparecer una población con una capacidad de compra igual a la de la España actual, pero cuya población sumada es superior a la suma de la población de EE.UU., la Unión Europea y Japón.

En este momento, el total de personas cuya capacidad de compra es similar a la de España suma (en los tres países: China, India e Indonesia) unos 100 millones. El 60% de las exportaciones de los países en desarrollo son productos industriales, mientras que en 1950 era sólo el 5%. Lo que esto significa es que se revierte la ruptura advertida por Peter Drucker en su clásico artículo de "Foreing Affairs", cuando señal" que el rasgo central de la economía en la década del 80 que fue, mientras EE.UU. y luego Europa y Japón tuvieron el ciclo de expansión más extenso en tiempos de paz desde que se llevan estadísticas (8 años en los EE.UU.), los precios de las materias primas de los países que las exportan cayeron a los niveles más bajos desde la década del 30.

Ahora, esta ruptura advertida por Peter Drucker se revierte. La razón de esta revisión es que los países en desarrollo se han transformado en exportadores de productos industriales. No sólo hay desacople estructural entre ambas economías sino que se produce una notoria y creciente convergencia. Y la razón es la industrialización acelerada de los países en desarrollo por la rapidez de la transferencia tecnológica. Y además, fundamentalmente, por el aumento sustancial de las inversiones extranjeras directas. Que no expresan otra cosa que la forma de acción de los nuevos protagonistas de la economía mundial: las empresas globales. Ellos son los protagonistas centrales del fenómeno probablemente más significativo del capitalismo mundializado en la década final del siglo: haber alcanzado la fase de la producción transnacional. O en otros términos: que la globalización adquiere un carácter productivo.

Como consecuencia, surge un nuevo mapa de la economía mundial. Que deja atrás el predominio prácticamente exclusivo que tenía la tirada que compone EE.UU., la Unión Europea y Japón. Y aparecen nuevos protagonistas. En primer lugar los países del Asia y luego los de América Latina.

En 1990 las inversiones extranjeras directas (que es la forma de manifestarse de las empresas mundiales) en los países en desarrollo sumaron U$$ 31.000 millones, según el "World Investments Report" de las Naciones Unidas. Del total global de las inversiones extranjeras directas en 1990, el 87% se realiza entre los países de "la tirada". En 1993 (y se acelera la tendencia en 1994/95) las inversiones extranjeras directas en los países en desarrollo sumaron U$$ 80.000 millones. El 40% del total global de las inversiones se desarrolló fuera del marco de los países de la tirada, o sea, orientada hacia los países en desarrollo. Hay una redistribución del poder mundial, en términos económicos.

El crecimiento del Asia no japonesa adquiere así un carácter sostenido. Ya no es el resultado de una situación coyuntural. La razón es que detrás de ese crecimiento existe un fenómeno de transferencia masiva de tecnología, de los países avanzados hacia las naciones en desarrollo, a través de las multinacionales o empresas mundiales.

El Banco Asiático de Desarrollo estima que el Asia no-japonesa va a gastar un trillón de dólares en el año 2000 ( de aquí a cinco años), sobre todo en energía, telecomunicaciones y transporte. La revista "Businessweek", en el informe especial que dedicó al tema, dice que esta estimación es "muy conservadora", y estima que esa cifra treparía a un trillón novecientos mil millones de dólares.

La razón del aumento del gasto de estos países en infraestructura no es sólo el crecimiento económico de la región. También se funda en una decisión estratégica: la certidumbre de que su actual ventaja comparativa (mano de obra abundante y bajos salarios) se dispara rápidamente ante la revolución tecnológica en los países avanzados, que torna cada vez más irrelevante o secundario el factor trabajo en la ecuación productiva.

El 80% de las exportaciones chinas consta de productos manufacturados. Por supuesto, todavía los primeros son los textiles, pero ya los segundos y los terceros son bienes de capital y electrónica. Las empresas de capital extranjero que han invertido en China, ya exportan el 37% del total de las exportaciones de ese país. Y a fines de este año, según estimaciones del Banco Asiático de Desarrollo, ese porcentaje superará el 50%.

Lo que puede señalarse, como conclusión provisoria, es que hay una segunda oleada de integración del sistema capitalista. La historia de la economía mundial capitalista observa períodos de integración y desintegración, resultado de la constante interacción que tienen tres actores o elementos: las empresas, los mercados y los estados. Lo que muestra la última década del siglo es que hay una segunda oleada de integración del sistema, de igual significado que el circulo virtuoso de rápido crecimiento económico de la primera fase de globalización que se extendió entre 1870 y 1913, interrumpida por la Primera Guerra Mundial.

Esta segunda oleada tiene, sin embargo, diferencias fundamentales con aquella. No se limita a Europa y América. Esta vez abarca a la totalidad del planeta, con la excepción de Africa sub-sahariana, y tiene su eje en Asia, sobre todo en China. Otra diferencia fundamental es que ahora hay un cambio cualitativo en materia de integración productiva: en el centro de la escena capitalista ha emergido un sistema transnacional integrado de producción: es un cambio sistemático, y sus protagonistas son las firmas mundiales.

Las empresas mundiales o globales suman una 37.000. Tienen unas 206.000 empresas afiliadas, producen un tercio de la producción mundial, ocupando sólo el 3% del total de la mano de obra industrial del mundo. Sus ventas han triplicado desde la década del '60 y duplican su producto cada seis años.

La posición de vanguardia entre estas 37.000 empresas la ocupan, como era previsible, las de alta tecnología (informática y electrónica). Porque el núcleo de la revolución tecnológica que esta atrás de este fenómeno de globalización, es precisamente la absorción y despliegue de la revolución de la microelectrónica por la totalidad de la estructura productiva.

Estas empresas mundiales actúan a través de las inversiones extranjeras directas, cuyo stock mundial era de U$$ 68.000 millones, en 1993 supera los dos trillones de dólares.

Como es obvio, la infraestructura de este fenómeno es la revolución de las comunicaciones y de los transportes. Es una "red de redes" de alcance global, que reproduce en el plano internacional el grado de integración productiva que logró el capitalismo antes en el plano nacional. Y la cabeza de este fenómeno es nuevamente la economía norteamericana.

El dato fundamental de la economía norteamericana es que crece por motivos estructurales. Hay un fenomenal salto de productividad en la economía norteamericana. EE.UU. creció 4 puntos del Producto en 1994, con un Producto de 7 trillones ochocientos doce mil millones de dólares de capacidad de compra. Lo decisivo es que la productividad crece a una tasa anual promedio de 2,6 desde 1991. Por lo que ha ocurrido en el último trimestre de 1993 (y se repitió en 1994) es una explosión de productividad: el aumento de la productividad norteamericana (medida en el último trimestre del '93) fue de 5,4.

Este salto de productividad, sumado a la globalización acelerada de la economía norteamericana, explica como EE.UU. puede crecer de la forma en que lo está haciendo, por cuarto año consecutivo y con tasas del 4%, teniendo al mismo tiempo un nivel de inflación que es el más bajo de los últimos 20 años: en 1994, fue de 2,7%. Y conviene agregar que la productividad de EE.UU. es probablemente mucho mayor de lo que indican las estadísticas. Porque todavía no se sabe como medir los servicios, que constituyen los 2/3 de su economía, y hay un cambio fenomenal en su productividad, precisamente en los últimos 4 a 5 años.

Se puede afirmar que la balanza comercial de los EE.UU., en contra de lo que dicen todos los lugares comunes, está equilibrada. El comercio de servicio de los EE.UU. es ampliamente superavitario. Y equivale a 2/3 del déficit de mercancías. Incluso se puede señalar que el comercio de mercaderías tiene un carácter cada vez más estructural: son transacciones dentro del mismo sistema intraindustrial. Se despliega en el mundo la cuarta onda larga de la historia del capitalismo. Schumpeter comprendió que el capitalismo era "un mecanismo de acumulación de vocación mundial, que crece a impulsos de su propia energía interna, y cuya característica central es el crecimiento autoinducido por la absorción y el despliegue de sucesivas revoluciones tecnológicas que se transfieren a la totalidad de la estructura productiva". Se desarrolla a través de ciclos cortos y largos: estos últimos son las "ondas largas" que duran entre 50 y 65 años. Hasta ahora hemos asistido a tres de ellas. La primera de las cuales se desarrolló entre 1783 y 1842 que tuvo como eje la absorción y despliegue de la revolución tecnológica de la máquina de vapor y la hiladora mecánica, conocida como "revolución industrial".

La segunda tuvo lugar entre 1843 y 1847, cuando lo que se conocía desde el punto de vista tecnológico se transformó en estructura productiva. Fue la edad del ferrocarril, el acero y los barcos de vapor. La tercera se desarrollo entre 1897 y 1970, y desplegó los automóviles, la química, la electricidad, y su insumo básico fue el petróleo.

La cuarta onda larga es la actual: la era de la información, la revolución de la microelectrónica a escala mundial. Es en este contexto que la Argentina volvió a crecer en los últimos cuatro años y ha fortalecido su sistema político y económico. La hiperinflación de 1989/90 ha cambiado la cultura cívica argentina y, además, hemos afrontado y salido adelante de la más grave crisis financiera de la posguerra fría, demostrando que el país no se desagregaba sino que, por el contrario, convergían sus esfuerzos y la voluntad de salir adelante. Es en este contexto que puede pensarse el futuro del país en los próximos años.