Revista de Relaciones Internacionales Nro. 4

LA TESIS DE MAESTRIA Y EL CAMBIO ACELERADO

EN LA SITUACION INTERNACIONAL

Por Eduardo Thenon

La mayor parte de los trabajos de tesis de maestría proyectados por los estudiantes graduados del Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de La Plata, durante los años 88 y 89 estaba dedicada abordar el estudio de las cuestiones dominantes de la hora, es decir, se trataba de analizar los cambios en la U.R.S.S., las posibilidades de la unificación Alemana, así como el asunto internacional que más nos concernía por entonces: la "asociación particular" de la Argentina con Italia. La dinámica propia de los procesos en curso resultó mucha más enérgica que el esfuerzo estudiantil de los tesistas; los planteos previos a la efectiva realización de las investigaciones propuestas quedaban desactualizados antes de que los trabajos académicos comenzaran a encontrar el camino de su formulación científica. El efecto práctico de los cambios fluidos en el contexto internacional sobre las expectativas intelectuales de los cursantes de maestrías fue que en aquellos años muchos proyectos de tesis -algunos de ellos notables- quedaron para nunca... Tengo noticias sobre acontecimientos similares en otros ámbitos académicos, diplomáticos y de la defensa.

En mi condición de metodólogo solía por aquellos días recomendar a los estudiantes graduados que se privaran de abordar temas grandiosos so pena de terminar produciendo artículos dominicales; ahora les diría que si conciben grandes visiones panorámicas acerca de la realidad internacional de nuestros días, aprovechen el tiempo disponible para construir con ellas el marco teórico necesario para sus proyectos de investigación. Una vez compuesto y delimitado el marco teórico-metodológico concerniente al proyecto de tesis deberán programar el desarrollo del trabajo tomando en cuenta el límite cronológico que la velocidad de cambio en la situación internacional exige considerar. El costo de no prever la vigencia acotada del problema sometido a estudio puede llegar al extremo de que los hechos de la realidad internacional den la respuesta antes que el tesista haya terminado su trabajo. Estos pequeños dramas de la vida universitaria reflejan una vez más el consabido tópico de la aceleración de la historia. Si se acepta que el perfil de los postgrados académicos en estudios internacionales orienta las carreras de los jóvenes profesionales hacia funciones de análisis y asesoramiento, cabe entonces preguntarse: ¿Cómo podrán asesorar sobre el rumbo probable de los acontecimientos sobre las tendencias predominantes en el escenario mundial y sobre todo cómo se atreverán a sugerir cursos de acción en relación con fenómenos cuyo ritmo de desarrollo no da prácticamente tiempo a pensar?. Por cierto, existen técnicas para la toma de decisiones en tiempo real, pero ¿cuál será entonces la función del intelectual -del experto, si se quiere evitar el uso de rótulos devaluados?, es decir, ¿deberá quedar reducida la función del especialista en relaciones internacionales al análisis de cuestiones mediatas, al diseño de instrumentos conceptuales o bien a la mera producción de explicaciones post-factum?.

Muchos de los cursantes tienen aspiraciones de mayor protagonismo y si bien es cierto que se cuidan de relevar sus expectativas de rol, es muy natural y sano que aspiran a intervenir, tarde o temprano entre los actores de la vida internacional.

En este breve artículo intentaré dar una respuesta tentativa a los interrogantes planteados sobre la base de tres referencias concurrentes; una de ellas viene precisamente del testimonio de un gran diplomático de la historia del siglo XX, otra - no puedo evitarlo - proviene del campo de la epistemología y la tercera surgirá de un somero análisis del tema candente de nuestro tiempo: la caída de "muros". Será bueno comenzar por este último aspecto, ya que los otros dos serán puestos en relación con el tema básico del artículo.

Las comillas empleadas arriba sugieren, obviamente la condición no siempre tangible de los llamados muros; existen "muros" muy efectivos construidos sin un gramo de concreto ni de alambre de púas; podemos hablar de "muros" económicos y diplomáticos, como el que se halla instalado alrededor de Cuba desde hace más de treinta años; también podemos - y debemos - hablar de "muros" raciales como los de Sudáfrica y como los que aprisionan gente en todo tipo de "reservaciones", "asentamientos", "campamentos de refugiados" y otras cárceles más o menos disimuladas. Uno de estos muros está cerca de nosotros y nos concierne especialmente ¿qué otra cosa sino un muro es la "zona de exclusión" establecida por el Reino Unido de Gran Bretaña en derredor de las Islas Malvinas?

Entre los muros virtuales hay algunos que amenazan con adquirir consistencia material; tal el caso del extenso foso histórico-cultural que separa México de los Estados Unidos, el cual parece encaminado a tomar mayor relación con los alambres de púas -a pesar de los tratados comerciales o gracias a ellos- bajo la excusa del control de la migración masiva y cuasi clandestina de los mexicanos.

Este caso de muro virtual en tránsito a muro real requiere especial atención, es extremadamente interesante y no habrá que asombrarse cuando dé mucho que hablar; se trata del tramo mayor de un "muro" levantado por efecto de siglos de desconocimiento mutuo entre el mundo llamado latino y el complejo geográfico-cultural inscripto bajo el rótulo de mudo anglosajón. La toponimia española del sur de los Estados Unidos, sabia y dignamente conservada, parece favorecer cierto reflujo de la historia: un muro muy antiguo cruje ahora bajo la presión de pueblos fugitivos de la fatalidad.

(En un mundo capaz de generar el concepto ecológico de espacio compartido bajo responsabilidad común no queda en pie la chance de que algún pueblo acepte pasivamente el papel de rehén demográfico...). Por otra parte, subsisten en el interior de los Estados nacionales toda clase de barreras odiosas, representadas por diferencias sociales exacerbadas, en ciertos casos, hasta el límite de la configuración de castas de nuevo tipo. Todas estas líneas divisorias levantadas entre sí por los humanos y por las organizaciones de poder que estos crean y recrean, pueden ser consideradas como "muros" y como tales puede esperarse de ellos que a su debido tiempo habrán de caer; el mérito predictivo consistiría en la capacidad de anticipación acerca del turno de la caída de unos y el surgimiento de otros. Con solo echar un vistazo a la realidad internacional contemporánea se ve enseguida que abundan los buenos temas para hacer tesis brillantes; pero es claro que habrá que elegir sagazmente y luego habrá que trabajar rápidamente. Para quienes se animen, quedan todavía algunos desafíos grandes. En efecto, llegamos finalmente al punto más curioso de este primer tramo de los tres que componen este breve escrito; el caso es que, además de los innumerables muros virtuales, subsisten unos cuantos muros reales, importantes y significativos construidos con piedra o con concreto, vigilados con cámaras ocultas. Llama la atención la persistencia material, con efectos políticos concretos, de ciertas ciudadelas amuralladas mediante recursos técnicos antiguos o modernos, tales como el edificio bien llamado Pentágono (sobre ideas del ingeniero militar Leonardo da Vinci). Casos similares quedan representados por el Kremlin y otros.

No faltara quién sostenga la condición solo aparente de tales fortalezas y podrá argüirse que algunas de estas ciudadelas permanecen abiertas al público, que diariamente se realizan "visitas guiadas"; pero conocemos bien el carácter simbólico de esta micropolítica de puertas abiertas y sabemos también que la tenencia de estas unidades defendibles hace la diferencia entre le ejercicio del poder y la exclusión del poder.

La gran pregunta parece ser ahora ¿qué ha de pasar con estos muros en la era de la caída de los muros?.

Ciertos saberes son capaces de describir, otros alcanzan a explicar, pero corresponde al más acabado nivel científico la posibilidad de predecir. Explicación y predicción comparten dentro de ciertos límites, la misma estructura lógica. La clave está en la posibilidad de dar con el marco teórico adecuado. Aquí aparece la referencia epistemológica con la que había amenazado en el introito de este pequeño artículo: un epistemólogo argentino afirma que en ciencias, el hecho de ser pragmático resulta poco práctico, y que para ser práctico lo mejor es contar con una buena teoría... la gracia pertenece a Mario Bunge, y parece atinada. Así para animarse a predecir habrá que contar ante todo con una buena base empírica metodológica, es decir, un conjunto adecuado de teorías presupuestas. Pero ¿qué tipo corpus teórico será aquel que nos permita anticipar hechos de tamaña importancia con algún margen de acierto? Para intentar una respuesta convendrá recordar conceptos debidos a un gran diplomático inglés situado en un punto clave durante la Segunda Guerra Mundial. Sir Samuel Hoare, que de él se trata, dice en su libro testimonial "Misión en España", que en plena guerra, Alemania contaba con varios servicios de información: así, mediante el cruce de la información disponible formaba la base de la inteligencia sobre la que basaba el proceso de toma de decisiones. El sistema, dice Hoare - quién antes de embajador en España durante la guerra, había sido ya Canciller británico y Alto Comisionado en la India - era lento y complicado. Gran Bretaña, en cambio -cuenta Hoare - conducía sus acciones de guerra basándose en otros métodos y en muy distintos principios: el Reino Unido tenía su servicio de informaciones, por supuesto, pero la alta conducción basaba sus decisiones en dos fuentes primordiales: su conocimiento de la idiosincrasia del enemigo, por una parte, y su conocimiento de la historia, por la otra. En suma , basaban su accionar bélico en un modelo de la realidad conformado por dos corpus orgánicos de conocimiento.

De más está decir que ganaron la guerra, pero eso es cognoscitivamente irrelevante, porque, según Tito Livio: eventus stultorum magister est...

¿Cuál es entonces mi respuesta a los interrogantes planteados?

Simplemente, se trata de poner énfasis en la necesidad de una captación doble y simultánea: habrá que ser capaz de entender claramente los factores condicionantes de cada momento en particular, al tiempo que habrá que ser suficientemente y informado formado como para identificar las cuasi-constantes históricas y culturales involucradas en el proceso sometido a estudio. En la metodología bien entendida no hay recetas; con esto desilusiono habitualmente a quienes acuden a un curso de metodología esperando que les digan cómo se hace una buena investigación. No hay ninguna receta, definitivamente. Pero hay cierta actitud favorable basada en una disposición intrínseca: se halla en situación de percibir los signos indicadores de una realidad desconocida aquel que sea capaz de desestimar parte de lo que tiene atesorado como conocimiento confiable.