El Tratado de Maastricht

 

CONSIDERACIONES POLITICAS.

 

1- LA UNION POLITICA Y LA DEFENSA.

Las conclusiones adoptadas en Maastricht constituyen la base de una verdadera unión política europea que en adelante se apoyará en la aplicación de una política exterior y de seguridad común (PESC), cuyos objetivos principales son:

-defensa de los valores comunes, de los intereses fundamentales y de la independencia de la Unión,

-fortalecimiento de la seguridad,

-mantenimiento de la paz y de la seguridad internacionales,

-fomento de la cooperación internacional,

-desarrollo y consolidación de la democracia y del estado de derecho, respeto de los derechos humanos y de las libertades fundamentales.

El Tratado de Maastricht establece una unión que "tiene su fundamento en las Comunidades Europeas complementadas con las políticas y formas de cooperación establecidas por el Tratado"(art.A). De este modo tendrán que coexistir en el mismo conjunto institucional los procedimientos comunitarios y los procedimientos estatales del siguiente modo:

- El Consejo de Europa sigue siendo la autoridad suprema que establece por consenso las orientaciones generales de la política exterior, pero teniendo en cuenta el principio de las acciones comunes que comprometan a los Doce. Estas acciones comunes podrán ser objetos de normas de aplicación adoptadas por mayoría cualificada.

- La política exterior y de seguridad podrá desembocar, a largo plazo, en una "defensa común". Este concepto representa un esfuerzo en el deseo de progresar por el camino de una unión completa, incluida la dimensión estratégica y militar.

- Al pedir a la Unión Europea Occidental (UEO) que elabore y ponga en práctica las decisiones y acciones de la unión que tengan repercusiones en el ámbito de la defensa, los Doce establecen un puente que los vincula a la única organización netamente europea competente en materia de defensa.

Para los más optimistas, la unión de los Doce irá afirmando progresivamente su profundización económica, monetaria y política. Según el cronograma establecido, durante 1993 y 1994 deberá instrumentarse la entrada en vigor del Espacio Económico Europeo (con sus modificaciones pertinentes), mientras se inician las negociaciones con vistas a la primera ampliación de la Comunidad con Austria, Suecia y Finlandia. En 1995, y con arreglo al Tratado de Maastricht. La nueva Comisión investida por el Parlamento surgido de las elecciones europeas de junio de 1994, entrará en funciones por un período de cinco años. En 1996 la unión iniciará la revisión de los tratados sobre la base del proyecto de constitución europea elaborado por el Parlamento Europeo. Para el año 2000 se preve un sistema federal basado en un ejecutivo europeo y en un parlamento bicameral en el que una de las cámaras representaría a los pueblos y la otra a los Estados. Dicho sistema federal incluiría la fusión de la Unión Europea con la Unión Europea Occidental cuyo tratado expira en 1998

Por otro lado, los llamados "acuerdos europeos", firmados en 1991 con Polonia, Checoslovaquia y Hungría, deberían tender a reforzarse progresivamente, abriendo perspectivas para una segunda oleada de ampliación de la Comunidad. Se espera también que la Unión Europea afirme su identidad política dentro de la CSCE y de la Alianza Atlántica, y estreche sus lazos norte-sur tanto a través de los convenios de Lomé como en el marco de los convenios de los organismos muitilaterales (ONU, UNCTAD).

Sin embargo, todavía se plantean numerosas preguntas y dudas respecto de las modalidades de la cooperación política diplomática y militar a la que se han comprometido los Estados miembros de la Unión, que se han puesto en evidencia en los encontrados puntos de vista surgidos en torno al papel de la Comunidad frente al conflicto de Bosnia.

 

2 - LA EUROPA DE LOS CIUDADANOS.

Europa de los pueblos o Europa de los mercaderes...

El "europeo" no es solamente un consumidor o un actor de la vida económica y social. Es ya un ciudadano de la Unión. Desde la entrada en vigor del Tratado de Roma, los legisladores europeos han quendo dar un contenido a las disposiciones que favorecen la libre circulación de los asalariados y la libre prestación de servicios, así como la libertad de establecimiento de las profesiones liberales. Para un ciudadano de un Estado miembro que busca empleo en la Comunidad, no se admitirá restricción alguna vinculada a la nacionalidad. Asimismo, el art. 51 del Tratado de la CEE garantiza el acceso a las prestaciones sociales y a la formación profesional, las ventajas fiscales y sociales. Las profesiones liberales han sido objeto de una reglamentación que armoniza, a través de distintas directivas, las condiciones de acceso a las actividades reglamentadas.

El primer derecho del ciudadano europeo consiste pues en poder circular, trabajar y residir en la Comunidad. Tres directivas de 1990 amplían el derecho de residencia a los estudiantes, a los jubilados y a las personas que no ejercen actividades alguna, y el Tratado de Maastricht confiere un carácter solamente a ese derecho en el capítulo que dedica a la ciudadanía.

La Europa de los ciudadanos, objeto de un informe en 1985 a petición del Consejo Europeo de Fontainebleu, da un salto cualitativo en Maastricht con la decisión de conceder el derecho al voto y a la eligibilidad, en las elecciones municipales y en las elecciones europeas, a todo ciudadano de la Unión que no posea la ciudadanía del Estado miembro en que resida. Tal derecho, cuyas disposiciones deberán adoptarse hasta 1994, ha dado lugar a determinadas discusiones sobre la identidad y la soberanía nacionales. La Europa de los ciudadanos es ya una realidad tangible que prefigura a la Europa política pero la ciudadanía europea esta todavía en sus inicios.

La Europa cultural, a su vez, debe adaptar su ritmo al de la Europa económica, y contribuir a la formación de una conciencia común (sobre la que Maastricht ejercerá un efecto psicológico decisivo). Esta Europa contará con símbolos de identificación común tales como:

- un pasaporte europeo,

- un himno ("Himno de la alegría" de L.V.Beethoven),

- una bandera (un círculo de doce estrellas doradas sobre fondo azul).

Por último digamos que la Europa democrática deberá profundizar la representatividad de sus mecanismos, incrementando el papel del Parlamento mediante un mayor compromiso de los ciudadanos, a través de las asociaciones y de las formaciones políticas y mediante la creación de verdaderos partidos europeos.

 

3- ALGUNAS OPINIONES ACERCA DE LAS PERSPECTIVAS DEL NUEVO ESTADO EUROPEO.

Las consecuencias políticas y económicas de una futura Unión Europea cristalizadas en el Tratado de Maastricht, han despertado en los círculos intelectuales y en la opinión pública europea los más sorprendentes y dispares fantasmas y entusiasmos. El problema de la identidad de cada pueblo frente al posible desarrollo de una cultura demasiado homogénea, la pérdida de soberanía de los Estados en favor de unos intereses comunitarios, el desarrollo de una Europa "tecnoburocratizada", o el temor de una Alemania poderosa convertida en el centro de gravedad de Europa, son algunos de los interrogantes vigentes ante la posibilidad de una integración continental.

Aquellos que dependen la Unión apuntan, con razon, que los Estados nacionales se han vuelto ineficaces frente a problemas vitales como los de una economía cada vez más transnacionalizada, el desarrolo de una civilización tecnoindustrial de gran complejidad, la desintegración del mundo rural milenario, la ecología, la droga y la lucha contra la mafia. El pensador francés Edgar Morin explica que "el debilitamiento de la soberanía absoluta del estado-nación sigue su curso inexorable, el cual es deseable si lleva a formas asociativas y no a un sometimiento a las megapotencias".

El proceso de integración europea, arduamente trabajado desde hace mas de 30 años, se prepara a entrar en su fase final antes del año 2000 en un contexto histórico de profundas transformaciones políticas. La caída del comunismo y del muro de Berlín han significado una victoria relativa del modelo occidental capitalista, lo que a su vez ha provocado la disolución de la URSS y del bloque soviético con graves implicancias e incertidumbre acerca del futuro político de esa región. Los etnocentrismos están cobrando las formas de un nacionalismo exacerbado tanto en la Europa del Este, como en la Alemania unificada (como se ha visto en las violentas reacciones de los jóvenes xenófobos, y desocupados neo-nazis de Rostock y otras ciudades, en contra a de inmigrantes del Tercer Mundo).

Por otro lado, ante el fin de la guerra fría, la década del 90 muestra ya la emergencia de un nuevo tipo guerra las guerras económicas, con tres claros contendientes relativamente iguales: Japón, los Estados Unidos y la CEE, centrada en su país más poderoso, Alemania. Según el analista Internacional Lester Tnurow "lo que era una época de competencia por espacios durante la última mitad del siglo XX, se convertirá en una era de competencia cabeza a cabeza en la primera mitad del siglo XXI. La competencia por los espacios implicaba que todos ganaban. Todos tenían un lugar donde podían destacarse, nadie se veía expulsado de la actividad empresaria. La competencia cabeza a cabeza implica que unos ganan y otros pierden. No todos tendrán las siete industrias fundamentales. Algunos ganarán, otros perderan".

Sin duda que una competencia vigorosa que reemplace a las guerras militares activará el crecimiento económico. "El juego económico que será jugado durante el siglo XXI tendrá tantos elementos de cooperación como de competencia". afirma Thurow. Por lo que sera necesario "fabricar una locomotora macroeconómica cooperativa para impedir los ciclos que son inherentes al capitalismo" .

La consolidación de una Europa unida sin embargo, no debería consagrarse exclusivamente al poder económico. "Lo que se puede esperar de Europa depende de un despertar de la vida democrática, una toma de conciencia de los gigantescos problemas que se plantean hoy, la formación de un proyecto civilizador renovado", dice Morin. La idea misma de la Unión fue desde su concepción una idea de paz, de solidaridad y de apertura que tiene un origen cutural, humanista y universal.

No obstante, otros intelectuales como el escritor alemán Günter Grass son más pesimistas y opinan que "la idea de la unión lleva a un amurallamiento interno, con el peligro de que esto produce una mentalidad de encierro". El autor además acusa que "la clase política vive alejada de la realidad", y que "Europa sólo podrá sobrevivir si permanece abierta". Estas advertencias coinciden con las que hizo hace varias décadas Thomas Mann y que siguen presentes en muchas conciencias europeas: "hace falta una Alemania europea, no una Europa alemana". El historiador Jacques Le Goff está de acuerdo con la unión pero dice que "algo que hace muy frágil lo que se está construyendo, es que no hay pasión, que Europa no se ha convertido en un ideal para la mayoría de los europeos. Igual que hay que desembarazarse de las ideologías, hay que conservar ideales. Y Europa no los tiene. Tampoco tiene fantasía. Una construcción política necesita una fantasía".

Frente a los procesos de desintegración producidos en Yugoslavia y la ex URSS. La asociación de integración política y económica de las regiones parece resultar la única resistencia posible. Asociación que exigirá una constitución confederada que progresivamente se transforme en una federación de estados con igualdad de derechos y responsabilidades compartidas.

Pero, ¿qué forma de estado se esta consolidando con el Tratado de Maastricht para una real Unión Europea?, ¿qué significación política tiene esta transformación?.

Según el profesor y periodista Mariano Grondona "cuando acontece un cambio en la forma del estado, muere y nace una era. Esto es lo que esta pasando en éstos días en toda Europa, del Atlántico a los Urales. Los postulados de Maastricht estarían anunciando la superación del estado-nación en favor de una confederación donde sus ciudadanos mantienen una lealtad indirecta de pertenencia a una nación. Los miembros directos son los estados-naciones, ellos son sus ciudadanos. Ellos tienen la libertad de entrar o salir del estado que los engloba".

Esta forma de estado elude la inestabilidad e inconsistencia de las alianzas internacionales y la disciplina estricta de las fronteras del estado-nación. La flexibilidad de la Confederación es ilimitada y la soberanía sufre un cambio porque cada estado se convierte en miembro de una conjunción de estados.

Para Umberto Eco, es la novedad del proyecto europeo, el hecho de que no se apoye sobre ningún precedente histórico, lo que deja perplejos a los ciudadanos de Europa. Agrega que "no hay nada comparable con lo que se plantea un equlibrio de polaridades independientes, una confederación de polaridades independientes". "La idea de una Europa que se construye con independencias nacionales, ejércitos nacionales, lenguas nacionales, culturas nacionales, es un hecho nuevo. Aunque sea difícil imaginar cómo van a encontrar esas polaridades puntos de encuentro unitarios".

Frente al umbral de un nuevo siglo, un mundo cada vez más interdependiente y complejo "requiere la cooperación global si se quiere que sea habitable para todos", afirma Thurow. Inmersa en una realidad de profundas desigualdades de desarrollo económico y social, Europa no puede adoptar una aptitud egocéntrica y cerrada que a largo plazo provoque su propia destrucción. En ese sentido, según el analista alemán Egon Bahr, las dificultades asociadas con la unificación "bajo ninguna circunstancia han de ser explotadas para demorar la ampliación de la Comunidad. Si llegara a ocurrir esto, Europa occidental terminaría por aumentar la amenaza contra sí misma, amenaza que crecerá en el Este si a sus gentes se les niega el camino (y su propia orientación) hacia Europa occidental". La solidaridad debe ser el principio asociativo motor del viejo continente en relación con todo el planeta.

 

4- EL ARGUMENTO DE EUROPA.

Los acontecimientos políticos y económicos que hacen a la integración europea, se desarrollan de una manera vertiginosa. En consecuencia resulta difícil encontrar análisis actualizados de dicha evolución en los que apoyar nuestro trabajo, más allá de informaciones y notas periodísticas. Es por eso que, tomando en cuenta su relevancia dentro de las presentes consideraciones, hemos basado este punto en extractos de los artículos de Mariano Grondona que aparecen consignados en la bibliografía, en especial "El argumento de Europa" y "La hegemonía alemana".

Grondona comienza su análisis diciendo que desde el año 490 antes de Cristo, en el que los griegos rechazaron a los persas en la batalla de Maratón, el destino de Europa fue dramático, porque unida de un lado frente al bárbaro persa, mongol o turco nunca dejó de pelearse del otro consigo misma a través de la variedad de sus ciudades y naciones. No bien vencieron a los persas espartanos y atenienses se desgarraron en las guerras del Peloponeso. Franceses y españoles, ingleses y alemanes, batallarían más tarde contra el mundo y entre sí.

Sin embargo el autor distingue tres momentos en los que ese destino pareció ser superado por Europa:

1) El primero de ellos fue la asimilacion de los pueblos germanicos dentro de los límites del Imperio Romano. Cuando el signo de la unidad europea ya no fue el Imperio Romano sino el Sacro Imperio Romano-germánico, Europa ya no resultó solamente grecolatina, sino, además, sajona a partir de Carlomagno.

2) El segundo de estos momentos se dió en el siglo XIX, después de las guerras napoleónicas, cuando la diplomacia británica consiguió armar la mesa del directorio europeo, a la que también se sentaban Austria, Prusia, Francia y Rusia y a partir de ese equilibrio interno pudo asegurar la irradiación del mundo europeo a las cclonias y ex colonias de Asia, Africa y América. Desde la caída de Napoleón en 1815 hasta la Primera Guerra Mundial en 1914. Europa resolvió su antiguo dilema entre la irradiación externa y las querellas internas mediante ese complejo sistema de alianzas que fue la Santa Alianza. Pero a partir de 1914 resurgió con furia el viejo intento de recrear el Imperio Romano o, más precisamente el Sacro Impeno Romano-germánico mediante la fuerza. Esta vez el intento no fue austríaco y español (Carlos V) ni francés (Luis XIV), sino alemán. Una vez unificada Alemania, Bismarck se propuso en segunda instancia unir a Europa mediante la fuerza. El resultado final fue lo que hoy los historiadores empiezan a juzgar como las guerras civiles de 1914-1918 y de 1933-1945 entre los europeos que, como los enfrentamientos fratricidas de espartanienses y atenienses en el Peloponeso, los pusieron a merced de una dominación externa. Pero esta vez no fue la Macedonia de Filipo y Alejandro la potencia extra europea que le quitó a Europa el papel principal de la historia, sino el binomio de países de dimensión continental cuya lucha por el dominio de Europa y el mundo había pronosticado Tocqueville en 1834: los Estados Unidos y la hoy desaparecida Unión Soviética.

3) Entre las ruinas de la Segunda Guerra Mundial, estadístas como Monne Schumann, Adenauer y De Gaulle concibieron entonces lo que terminaría por convertirse en el tercer momento estelar del argumento europeo los Tratados que llevaron a crear el Mercado Común Europeo, tenían un objetivo y dos instrumentos que trascendían largamente el marco económico. El objetivo era reponer a Europa en el centro de la historia. Si el Siglo XX presenció el desplazamiento de Europa por culpa de sus querellas intestinas, el siglo XXI debería verla otra vez, como el siglo XIX, al timón del mundo. Para ello los padres fundadores de la Europa unida imaginaron dos herramientas de trabajo. Por la primera, el Mercado Común ligaría en tal forma la industria y la economía de los países miembros que una nueva guerra entre los alemanes y los franceses, como las de 1914 o 1939, sería materialmente imposible: ¿Cómo pelearnos si necesito tus repuestos para mis aviones de combate y tú los míos para tus tanques de guerra?.

La segunda herramienta para la construcción del tercer momento de unión europea fue la clave de bóveda del nuevo edificio: el secreto del Mercado Común consistió en canalizar la energía desbordante de los alemanes por la vía pacífica de la competencia económica. Al incorporar la savia germana al árbol europeo, cuando los bárbaros destruyeron Roma encandilándose al mismo tiempo con ella, Europa se amplia decisivamente. Quince siglos más tarde el Mercado Común Europeo nació como el intento de sublimar la hybris o desmesura germánica, en el marco ordenado de la integración económica.

De Roma en adelante la acumulación de Europa se produjo en el interior de un solo sistema mundial: el de la guerra fría. La guerra fría aseguraba la condición misma por la cual países como Francia o el Reino Unido se animaban en dirección de Europa: la limitación estricta del poderío alemán. La Alemania que se integraba con Francia, el Reino Unido y los demás era media Alemania: sin el Este, sin Berlín, sin Prusia oriental que había quedado dentro de la Polonia comunista. La división de Alemania aseguraba, además, que ella no podría extender hacia el Este su influencia tradicional. Si bien la presencia comercial alemana se hacia sentir en los países del Este que en la Segunda Guerra Mundial habían sido sus aliados (Hungría, Checoslovaquia, Rumania) o sus dominados(Polonia, la misma Unión Soviética), el hecho de que estos países estuviesen bajo la férula del comunismo oponía una barrera a la expansión germana. Esta barrera ha caído. Como consecuencia, la Alemania con la cual se integraban los demás países de la CE ya no es medio país puesto frente a un muro en Berlín y en el Este, es un país entero, formidable, no solo más grande y rico de cada uno de sus socios actuales sino también capaz de llamar a la CE a una serie de países con los cuales posee innegables afinidades culturales, como Austria y Suiza, o hacia los cuales siempre extendió una influencia predominante como Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Ucrania, hasta la misma Rusia.

Antes de Maastricht, Francia y el Reino Unido podián compensar el dinamismo económico de Alemania, limitada por la guerra fría, con su dinamismo político. Media Alemania equivalía a una Francia, a un Reino Unido. Después de Maastricht, seguir avanzando hacia una Europa Unida y total será reconocer que, en su centro, Alemania manda. Los líderes de Francia e Inglaterra reflejan dudas. Por un lado desean avanzar en la integración porque el inmenso mercado europeo asegura a sus pueblos un creciente nivel de vida. Por el otro, no desean que la integración incluya, de ahora en adelante el liderazgo alemán. Además, otro motivo central del nacimiento y profundización de la Comunidad fue la presencia amenazadora de la Unión Soviética y la penetración del marxismo en la política europea. Desaparecidos esos fantasmas y a la luz de las dificultades de la integración, muchos se preguntan si Maastricht no fue demasiado lejos en el intento de profundizar la unidad.

Para el primer ministro HelmutKohl, en cambio, no hay contradicciones. A más integración, Alemania obtendrá al mismo tiempo más beneficios económicos y mas influencias. Fue así como, antes de Maastricht, Kohl propuso un amplio abanico de medidas integradoras: 1) Darle poder real al Parlamento Europeo elegido directamente por el pueblo europeo. 2) Dar la bienvenida gradual a los países de habla germánica o bajo influencia germánica que quieran entrar en la CE. 3) Establecer una única moneda y un único banco central, precisamente en el momento en el que el marco reinaba en Europa. 4) Modelar una política exterior común ante crisis tales como el martirio de Croacia y Eslovenia, que son otras dos naciones de tradiciones progermánicas a las que Alemania quiere salvar de las garras de Servia contra la voluntad de Francia, cuya meta ha sido preservar a Yugoslavia para frenar la expansión alemana. 5) Ampliar todavía más la unión europea en dirección de políticas comunes sobre dos temas graves: la expansión del narcotráfico y la inmigración de trabajadores no europeos, que suscita por toda Europa brotes racistas.

El argumento central de Kohl es que la unificación de Europa lejos de inaugurar la hegemonía de Alemania, seria la mejor manera de moderarla, al someterla a instituciones y leyes continentales. Cuando se piensa en su énfasis en la moneda y en el banco central común, por otra parte, es imposible no acordarse que la gravitación de Prusia sobre el resto de Alemania, que culminaría con la unión forjada por Bismarck en 1870, comenzó precisamente con un mercado y una moneda comunes, la zona del Zoliverein, algunas décadas antes. De otro lado, también es verdad que Prusia, después de liberar a los alemanes en dirección de la unión, termino siendo contenida en una Alemania mayor.

¿ Será Alemania a Europa lo que Prusia fue a Alemania?

Hay que tener en cuenta, según analizamos en nuestras consideraciones económicas que las perspectivas alemanas para esta año (recesión, huelgas y decrecimiento), no son muy alentadoras Sin embargo, estos hechos no deben ser interpretados como un debilitamiento aludida energía alemana, sino como consecuencia del ímpetu con que se encaro la unificación, elevando las tasas inflación a niveles autodestructivos.

Nadie duda, por otro lado, que ese mismo ímpetu la ayudará a salir de esa situación. Si logra definir una Europa centrada en Alemán Kohl habrá conseguido con el marco lo que Hitler no logró con los tanques. Después de la Segunda Guerra Mundial, el resto de Europa utiliza la inmensa energía germana en el campo económico con un desafío y un estímulo a su propia productividad. La Europa de los Doce consistió, por largo tiempo, en una asociación para competir entre Alemania, cuya vocación competitiva le viene de adentro, y once naciones que no tienen más remedio que competir porque está Alemania equilibrio se mantenía, empero, por la división y la limitación geopolítica del gigante alemán.

De un lado está la Europa humanista que ama quizás con exceso la buena vida. El sol de Italia y España, los vinos Francés y hasta el té británico, también cerveza bávara y el chocolate austriaco conforman un ideal de equilibrio entre esfuerzo y el goce. Un ideal finalmente romano. Del otro lado ruge el alma germánica. El problema de Europa ha sido siempre como canalizar esta inmensa energía fáustica. La creación del Mercado Común Europeo fue la última y más sofisticada versión de esa estrategia. Librados a mismos, los italianos, para tomar un ejemplo, quedan anonadados por el sol soñando en placeres a la mano en la Piazza Navona. Pero guardan el tesoro inagotable del talento. Italia simboliza en Europa arquetipo del soñador talentoso.

La furia germánica consiste, por su parte, en el amor ilimitado por lo perfecto. Liberada a si misma produce la bitzkrieg de las invasiones blindadas. Domesticada en diques, caídas y turbinas, moviliza al resto. La competitividad extrema de la industria alemana obligo a Italia, por ejemplo, a buscar con prisa en la bolsa de sus antiguos talentos, desde entonces la Italia de Rafael redescubrió el diseño. En este marco puede también interpretarse la ola de moralidad que recorre ese país a partir del operativo "Manos Limpias". La interdependencia de los países comunitarios y la necesidad de cumplir con los rigurosos criterios económicos fijados en Maastricht, ejercieron una fuerte presión para el saneamiento del sistema económico y político de las "tangentes".

Obligadas por el alto rendimiento del marco, Italia y Gran Bretaña enfrentan el duro ajuste monetario y fiscal que estaban demorando, mientras Francia duda a la hora de consumar la unión. Como vimos en nuestro análisis de la teoría del Public Choice, aparece entonces como un problema la necesaria coordinación de las políticas fiscales de los Estados miembros y su consecuente influencia en los niveles de influencia en los distintos niveles de consumo. El problema consiste en si los habitantes de los países "gastadores" están dispuestos (si consideran un bien) a limitar su consumo actual en procura del crecimiento. En ese sentido Grondona concluye que la búsqueda de una alianza entre el bello equilibrio que tiende, sin embargo, a ser estático y la desmesura que irrumpe y duele, pero crea y explora, es el argumento íntimo de Europa.

 

5- EL "NO" DANES DEL PRIMER REFERENDUM Y SU MENSAJE AL MERCOSUR.

El resultado del referéndum danés del 2 de junio de 1992 provocó un estremecimiento político en la Comunidad Europea.

Una interpretación generalizada señalo que al firmar el acta de Maastricht, los gobernantes se alejaron de la realidad. Creyeron que las aprobaciones nacionales serían fáciles. No fue así, y entonces, se comenzó a temer por las ratificaciones faltantes, que podrían mostrar otras realidades no bien auscultadas.

Mientras desde Bruselas se llamaba a decir si a "la Europa de los ciudadanos", en Dinamarca los slogans se oponían a "la Europa de los comerciantes y burócratas".

Las consecuencias económicas de la respuesta de la pequeña nación danesa ya han sido analizadas cuando vimos la crisis del SME. Las consecuencias políticas pueden sintetizarse de la siguiente manera:

1- El debilitamiento del presidente de la comisión, Jacques Delors, cerebro y conductor de la integración. Su reelección por dos años más, que hasta ese momento nadie ponía en duda, se produjo en medio de un debate político y declaraciones de enmienda del funcionario.

2- El reconocimiento de que la integración debe fortalecer el principio de subsidiaridad, de manera tal que se evite concentrar en los organismos comunitarios y particularmente en la Comisión, las funciones que los estados puedan cumplir con más eficacia. El término federalismo, que tanto irrita a los británicos, desapareció de la retórica comunitaria.

3- El fortalecimiento de los ampliadores de la Comunidad, mediante la incorporación mas rápida de Austria, los países nórdicos y Suiza (que luego la rechazaría), y en una segunda etapa, de otras naciones de Europa central.

4- Gran Bretaña, aislada y reticente en el momento de las grandes decisiones, gano terreno y obtuvo un mayor protagonismo.

El economista Alberto de las Carreras afirma en un artículo que si bien la vieja sabiduría europea supo sortear el impacto, se pueden sacar conclusiones en relación a los profundos compromisos en materia económica y comercial que han ratificado los cuatro países del Mercosur. En el tiempo que nos separa de enero de 1995 se eliminarán las tarifas aduaneras restantes entre dichos estados y los regímenes de excepción, se establecerá una tarifa externa homogénea, se armonizarán asimetrías existentes y se adoptarán legislaciones comunes en ciertas áreas que se consideran criticas. Se confirma pues, un cronograma acelerado de integración. Según de las Carreras, una cuestión central, y sin duda la más importante, es la gran asimetría macroeconómica existente entre Brasil y las restantes naciones. Una manifestación muy concreta en este sentido es la evolución del tipo de cambio. Tomando la paridad entre el cruzeiro y el peso de 1988 y dándole valor 100 se advierte que en 1989 subía a 169,7 para descender a 137,6 en 1990. Fueron estos últimos, dos períodos de expansión de las exportaciones argentinas a Brasil en 1991 el índice bajó a 76,1 y en el primer trimestre de 1992, a 65,6. Va de suyo que ahora la corriente comercial tiene sentido contrario, a punto tal que la Argentina se ha convertido en el segundo mercado para los productos brasileños.

Estas cifras están mostrando u enorme grado de asimetría global bajo el cual quedan ocultas las relaciones reales de competitividad entre las dos naciones. En este contexto es muy difícil saber si las corrientes comerciales obedecen a razones de mayor eficiencia o a la asimetría aludida. Un criterio clave que la Comunidad Europea ha tenido siempre presente en sus 35 años de vida es que la armonización es previa a cada progreso de la integración.

La idea de que Brasil va a resolver sus problemas es en general compartida lo que no se sabe es cuándo, porque la crisis del país vecino es política y muy profunda. Se desconoce, pues, el tiempo que demandará recomponer el poder político que permita desarrollar un programa de estabilidad.

Las naciones latinoamericanas han desarrollado esfuerzos de integración durante tres décadas. La ALALC, plasmada en 1960, vivió dos, sin lograr exito. La ALADI consumió la década del ochenta con escaso resultado hasta el surgimiento del Mercosur. El exito de este nuevo proyecto, basado en principios y voluntades mucho más sólidos, deberá ser preservado por todos los medios.

Es fácil reconocer que el caso Maastricht es muy diferente al del Mercosur de modo que las experiencias no son comparables, aún cuando se sabe que exitosa la integración europea ha sido espejo de la nuestra. Lo que en cambio parece comparable, es el riesgo de alejarse de la realidad. Por eso es conveniente reflexionar sobre la conveniencia de un ritmo de integración prudente, que tome en cuenta la magnitud de los obstáculos existentes en el Mercosur. Observar en el corto plazo la evolución brasileña y aplicar en todo caso mecanismos de amortiguación es una receta muy recomendable. "Vamos despacio, que estamos apurados" es, para de las Carreras, el mensaje de la experiencia europea.

 

7- CONSECUENCIAS DEL "NI" FRANCES.

El martes 22 de septiembre de 1992, a cuarenta y ocho horas del "Ni" francés al Tratado de Maastricht, el Consejo de Ministros de Relaciones Exteriores de los Doce se reunió en la sede de las Naciones Unidas, en Nueva York, para evaluar la situación. Nadie se hacia ilusiones. Si bien el "Ni" a Maastricht ganó por el 51 por ciento contra el 49 por ciento por el "No", los ministros desarrollaron sus deliberaciones sobre la base de una ley no escrita de la democracia según la cual la estricta mitad más uno de los votos, puede servir cuando se elige un alcalde, un diputado, y hasta un presidente, pero no alcanza para elegir un sistema. Para dar un paso constitucional gigantesco como la ratificación de Maastricht, se necesita algo más parecido a un consenso nacional, que el magro 51 por ciento. No es realista aprobar una nueva Constitución si la mitad del país se ha puesto en contra.

Como consecuencia del "Ni" francés, los ministros europeos reunidos en Nueva York aceptaron a regañadientes que Maastricht ya no seria ratificado ese año, como estaba previsto. Al prever el salto cualitativo que significa Maastricht, de una comunidad de naciones a un estado europeo confederal, ¿no se han adelantado demasiado los dirigentes a los ciudadanos? ¿No han querido forzar la voluntad popular antes de tiempo, llevando a los ciudadanos a plantarse frente a los dirigentes?

En Nueva York, el ministro británico de Relaciones Exteriores, Douglas Hurd, manifestó que "las autoridades de la Comunidad Europea han perdido contacto con los ciudadanos". Lo cual abre la verdadera cuestión: ¿quién manda en Europa, la eurocracia o la democracia?

Jacques Delors, presidente de la comisión Europea, sacó la siguiente conclusión del "51-49" francés: 'La unión europea tendrá que ser un proceso más y más democrático o, simplemente dejará de ser". Lo cual resulta paradójico si se piensa que Delors es, justamente, la cabeza de la llamada eurocracia, o burocracia europea, con sede en Bruselas.

Para Mariano Grondona (en algunos de cuyos artículos nos basamos en este punto), la interpretación dominante es que el "No" danés del primer referéndum y el "Ni" francés han dado una bofetada a la eurocracia de Bruselas. Mientras los gobiernos nacionales europeos conservan cierta primacia de los parlamentarios y de los ministros electos por el pueblo, de la partidocracia más dependiente del voto popular, sobre la burocracia menos dependiente de él, en el nivel europeo las cosas se dan a la inversa: allí, predomina la eurocracia. El "Ni" francés es un llamado al fortalecimiento de la subsidiaridad y al equilibrio del trípode partidocracia - burocracia - democracia. Los partidos deberán tomar las decisiones cotidianas, evitando que crezca demasiado la burocracia, cuya función será la dar a la Comunidad seriedad y comunidad, constituyéndose en la garantía de la integración.

 

8- LA CUMBRE DE EDIMBURGO Y EL "SI" DE DINAMARCA.

Los días 11 y 12 de diciembre de 1992 los jefes de Estado de la CE se reunieron en la ciudad de Edimburgo a fin de descubrir una serie de puntos cruciales para el futuro de la unión. Entre las principales resoluciones a las que se llegó están las siguientes:

1 ) La excepción a Dinamarca de estipulaciones clave del Tratado de Maastricht. Dinamarca logró que se le concedieran flexibilidades similares a las que ya tiene el Reino Unido respecto a la adhesión a la moneda única, la ciudadanía común, la subsidiaridad y la defensa.

2)Se firmó un convenio sobre subsidiaridad coincidente asimismo con las pretensiones de Dinamarca, más cercana a la propuesta británica. Como vimos, el artículo 3B define la subsidiaridad de esta manera: sólo se justifica la intervención comunitaria si esta es más eficaz que la nacional, medible por dos criterios alternativos, o por la dimensión o por los efectos de la acción contemplada. La relatividad de estos criterios lleva a los británicos a decir que lo que puede hace, un Estado, no tiene porque hacerlo la CE (y de paso intentar limitar los poderes de la Comisión), mientras los países más partidarios de una federación (Francia, Italia y España) proponen el cambio, o que la subsidiaridad únicamente significa tomar decisiones en el nivel adecuado y según las circunstancias.

3) Los dirigentes se pusieron de acuerdo para aumentar el financiamiento de la CE y con ello los fondos de cohesión, esto es los fondos de financiamiento de programas de desarrollo regionales para aquellos miembros que tengan una renta per cápita inferior al 90% de la media comunitaria (Grecia: 53%, Portugal: 55%, Irlanda: 67% y España: 70%). Los recursos propios de la Comunidad aumentaran al 1,27% del PBI total de la CE para 1999, del actual 1.2%, siguiendo los lineamientos del paquete Delors ll. Este acuerdo no fue conseguido fácilmente, sino luego de una enconada disputa entre Felipe Gonzalez (aún se negaba a considerar el problema danés sino había más ayuda comunitaria de los ricos a los pobres) y John Major ( que rechazaba a aumentar el presupuesto de la CE). Finalmente, Helmut Kohl retiró su inicial apoyo al Reino Unido. haciendo triunfar la posición española y abriendo también las puertas a la solución del problema danés. Kohl logró así el apoyo de España a la aprobación del aumento de sus eurodiputados, que tras la unificación pasarán de 518 a 567 en 1994 (obligando también a aumentar la participación de otros países europeos como Francia).

4) La presidencia danesa de la CE, en el primer semestre de 1993, podrá encarar sin pérdida de tiempo (superados sus propios problemas), la admisión de los países de la AELC (salvo Suiza) a la CE.

En cuanto a los temas pendientes quedaron sin resolver el acuerdo para lograr una política exterior común (especialmente en relación a una posible intervención en el conflicto de los Balcanes) y las discrepancias relativas a la interminable Ronda Uruguay de GATT. En relación a este último tema recordemos que el fracaso de las negociaciones europeo norteamericanas, llevo al gobierno de Bush a establecer, a principios de noviembre de 1992 un arancel en un 200% superior al habitual para la importación de vinos blancos y aceites de cocina europeos, en respuesta a la negativa de los franceses a rebajar los subsidios agrícolas y permitir la penetración de productos norteamericanos de exportación. La medida que generó reacciones en Europa, hizo temer una guerra comercial y llevó a reunirse nuevamente a los representantes de los Estados Unidos y de la Comisión de la CE. El 20 de noviembre se llegó a un pacto por el que los Estados Unidos retiraban su proyecto de elevación de aranceles, mientras la CE se comprometía a limitar en un 15% la producción de semillas oleaginosas y un 21% las exportaciones agrícolas subencionadas, lo que a la postre significaría un ahorro considerable en el presupuesto comunitario cuyo 70% va a parar a esas subvenciones. Francia rechazó "categóricamente" el acuerdo, y un veto suyo al pacto (con el apoyo de España e Italia) parece difícil, pero no imposible. La cumbre de Edimburgo no pudo terminar con este problema que sigue sin resolverse.

El convenio aprobado en Edimburgo, favorable como dijimos a Dinamarca, resultó la clave para que en el segundo referéndum del 19 de mayo, los daneses decidieran darle el sí al Tratado con el 56,8% a favor y el 43,2% en contra. De esta forma, con una alta participación (86%, la más alta de todas las consultas populares en Europa), y no sin protestas ni disturbios, habría terminado el ciclo de consultas populares sobre la unión política europea, a menos que los euroescépticos obliguen al gobierno británico a llamar a un referéndum, algo improbable.

No obstante, este último referéndum no ha sido el desafío final para la unión europea. Ahora le espera hacer caminar el mercado único (incluyendo los problemas para la circulación de las personas), la conclusión de la Ronda Uruguay del GATT y mantener la credibilidad del SME. Faltan aún también las ratificaciones de Gran Bretaña, como dijimos, y, paradójicamente, la de Alemania, donde la Corte Constitucional deberá decidir si el Tratado es compatible con la Carta Magna de posguerra. A esto hay que sumarle las elecciones para nuevos diputados del Parlamento Europeo, a mediados de 1994. Y la más próxima presidencia belga de la Comunidad, que con sus iniciativas para "reducir un poco la transparencia" (adelantó que prohibirá la televisación de las cumbres ministeriales) y lanzarse a un "rápido federalismo" promete dejar en la nada los logros de su predecesora danesa, lo que no sólo causa estupor en Dinamarca sino también en Gran Bretaña y en Irlanda.

Sin embargo, tanto el conjunto de acuerdos alcanzados en Edimburgo (luego de un comienzo con perspectivas poco promisorias), como el resultado del ultimo referéndum danés, constituyen pasos positivos, luego de un período de dificultades e incertidumbres, que ayudan a mirar con mayor optimismo el futuro de la Unión.

 

9- EL DESEMPLEO.

"El espectro de la desocupación pone en peligro los logros sociales de la Comunidad, comenzando por la seguridad social y su financiación. El desempleo es la raíz de muchos de los males de nuestras sociedades." La frase pertenece a Jacques Delors, y refleja la intranquilidad que el fenómeno esta provocando en los dirigentes de la Comunidad. En los doce países comunitarios hay actualmente 17,4 millones de desocupados, esto es el 10,3% de la población económicamente activa, una cifra enorme que no hizo otra cosa que aumentar entre 1990 y fines del año pasado. Cualquiera de estas cifras es muy superior a la de Estados Unidos (6.5%) y sobre todo a la de Japón (2,2%).

Los mayores aumentos de las tasas de desempleo entre 1991 y fines del año pasado se produjeron en Francia, Alemania, Gran Bretaña y España. El más alto índice se registra en Irlanda (16,6%), luego se escalonan España (15,5%), Italia (11,5%), Grecia (10,3%), Dinamarca (10,2%), Francia (9,8%), y Gran Bretaña (9,7%).

Por otro lado, el problema no se agota en si mismo sino que lleva asociados fenómenos como el aumento de la delincuencia, el deterioro del medio ambiente y el desarrollo de la xenofobia, Charles Pasqua, ministro del Interior francés, ha dicho al respecto, recientemente, que "nuestro objetivo dada la gravedad de la situación económica es pasar a una inmigración cero.

El desempleo se ha convertido actualmente en un problema estructural ineludible a los países desarrollados, entre ellos los de la CE, y en tanto tal hemos incluido su descripción en estas consideraciones políticas, en lugar de hacerlo en las económicas. Sus causas deben rastrearse en un cúmulo de factores entre los que se encuentran la creciente automatización del trabajo, las políticas de ajuste y la recesión. El año pasado, se decía que las altas tasas de interés de Alemania eran las que desalentaban la inversión y el consumo, y que el alto costo del dinero en Europa retrasaba la recuperación y la creación de trabajos. Pero cuando este año cayeron las tasas, sin una respuesta de mayor empleo inmediata, se tomó conciencia de que lo que no funcionaba era algo mas profundo. La pregunta que se hacen los analistas no es ya cuándo volverá ha haber trabajo, sino si este no se habrá perdido para siempre como resultado de las nuevas tecnologías, del aumento de la movilidad de la producción y de la productividad de las empresas, y del costo relativamente alto de emplear gente en Europa Occidental. Para reducir estos costos, algunas empresas optan por levantar sus actuales plantas y trasladarlas a países o regiones donde los salarios son mas bajos, tal como vimos al analizar los problemas de la economía alemana. El costo de los salarios en Alemania, el más alto de Europa, es ahora casi un 34% mas elevado que en Japón y un 50% más alto que en los Estados Unidos. Los economistas calculan que la carga total de impuestos, seguridad social y beneficios médicos, representan el 41% de la producción total de mercaderías y servicios en Europa comparación de un 30% en Japón y Estados Unidos. Esto lleva a que las empresas piensen dos veces antes de instalar plantas en Europa. De hecho el crecimiento del número de empleos en Europa provino principalmente del sector público, pero siendo que la mayoría de los países enfrentan serios déficits presupuestaríos y tienen una alta carga impositiva, es improbable que siga creciendo la cantidad de empleos públicos.

Los elementos centrales de la sociedad de la Europa occidental de posguerra (seguridad laboral y social, y beneficios médicos) son reexaminados. Pero hay algo más. Para facilitar la instalación de una planta en las afueras de Glasgow, los trabajadores escoceses ofrecieron renunciar al derecho de huelga y aceptaron la congelación de sus salarios. La situación planteada causa preocupación si se tiene en cuenta que Gran Bretaña quedó exenta del capítulo social del Tratado, que hace referencia a las condiciones de empleo y a los derechos y beneficios de los trabajadores. Ahora los otros once socios comunitarios han comenzado a pensar si no cometieron un error al permitir que Major se saliera con la suya y si el Tratado, imaginado como el motor de la unidad económica, no los llevará en dirección contraria a la prevista.

El Tratado procura extender la prosperidad hasta los rincones menos favorecidos del continente, sin embargo, el incremento más acentuado de la desocupación corresponde a las zonas meridionales de España y de Italia (en cuya región norte la tasa es inferior al 5%, pero trepa al 30% en algunas zonas deprimidas del sur).

En general se coincide en que, una vez que el desempleo alcanza a ciertos niveles, es muy difícil hacerlo bajar. Como las respuestas al fenómeno varían enormemente de un país a otro, no debe extrañar que los países de la Comunidad estén buscando distintas soluciones. Algunos gobiernos están incentivando los trabajos de infraestructura, otros las obras públicas, y otros prefieren crear fondos estatales para facilitar la creación de lugares de trabajo. La búsqueda de nuevas orientaciones comunes respecto a este tema, incluso una necesaria reducción de las tasas de interés a corto plazo, y en general de medios para solucionar la recesión, será el objetivo de la Cumbre de Copenhague, a partir del próximo 20 de junio, con la que terminará la presidencia de turno de Dinamarca en el Consejo.

Sin embargo, hay algo seguro, la información y el conocimiento serán vitales dentro de ese marco de soluciones. Una de las respuestas al desempleo podrá ser la de aumentar la productividad de los trabajos del sector de los servicios capacitando al empleado a través de la educación que le permita aprovechar la tecnología actual. Al respecto será preciso reemplazar los beneficios de desempleo por programas de capacitación que permitan a los trabajadores comprender la velocidad del cambio tecnológico, aportándoles nuevas habilidades. Además de una capacitación enérgica y ambiciosa muchos analistas perciben la necesidad de agilizar las relaciones entre empleadores y gremios en Europa, de manera de reducir los costos mutuos de negociación.

Dentro de un panorama complejo y de difícil manejo, las posibilidades que surgen de los avances tecnológicos y la cualidad de independencia que caracteriza a esas nuevas formas productivas constituyen promesas de un futuro mejor. El aumento de la productividad aumentará la riqueza de un país y de sus habitantes. La teoría dice que el desarrollo de los bienes de capital permitirá reducir los costos y los precios. La reducción de costos y precios hará que aumenten las ganancias y el ingreso real de los trabajadores. Tanto los empresarios como los trabajadores podrán entonces comprar más bienes y servicios. La demanda de bienes y servicios aumentará y por lo tanto se crearán más puestos de trabajo.

Tanto en la Comunidad como en el resto del mundo el tránsito hacia ese objetivo no será fácil y estará lleno de complicaciones.

Es de esperar que los aceitados mecanismos de negociación europeos, en el ámbito de las disposiciones de Maastricht, ayuden a encontrar el camino para lograrlo.