Las dimensiones espaciales
de la globalización
a) La percepción
del espacio.
De
lo dicho hasta aquí resulta claro que los procesos de globalización van unidos
a un cambio en la percepción del espacio.
De manera implícita o explícita los análisis
en ciencias sociales poseen una cierta comprensión de qué es el espacio.6
Por lo general esa percepción del espacio
va unida a pensarlo en una relación inmediata con el medio físico o territorio.
Esta es la tradición no solamente de las corrientes geopolíticas basadas en
el determinismo geográfico, sino también en la sociología, la ciencia política
y la teoría del estado.
En esta última en especial, la unidad de organización
política centralizada va unida siempre a un sustrato físico que es dominado
y organizado desde el poder; ya sea como uno de los elementos del estado o
como elemento fundamental, el territorio entendido como continuidad física
delimitada entre fronteras está siempre presente.
Las
ciencias sociales han vinculado siempre sus objetos de estudio a un determinado
sustrato físico, “unidad geográfica elemental”; consciente o inconscientemente
han sido ciencias territoriales construyendo una mediación privilegiada entre
cultura y medio físico como paradigma predominante.
Sin
embargo, esta percepción espacial parece estar siendo conmovida por los procesos
de la globalización, obligándonos a repensar la forma en que percibimos el
espacio.
Este no es una categoría abstracta. Las categorías
de pensamiento tiempo y espacio están basadas en el fondo social que las constituye;
envuelven y son permeables a las ideologías y concepciones del mundo.
Frente a los cambios que rearticulan las relaciones
entre los hombres no se trata de hablar del vaciamiento o fin de la geografía
sino de entender que clase de espacialidad implican dichos cambios.7
b)
Los espacios plurales de la globalización.
Jacques
Levy, pone de manifiesto la dificultad de comprender las tendencias del mundo
venidero desde un punto de vista unitario.8
Los especialistas en relaciones internacionales,
los economistas y los antropólogos construyen marcos teóricos en base a sus
ejes temáticos (potencia, riqueza, culturas); y solamente en forma accesoria
recurren a disciplinas diversas. Cada
uno de esos paradigmas ilumina una porción de los procesos en marcha: la dominación
geopolítica existe, la economía mundo existe, las diferencias culturales existen.
A
partir de esta comprobación el desafío consiste en mostrar cómo coexisten estos
procesos en la realidad.
Para eso Levy recurre a un cuarto modelo resultante
de los tres mencionados, el de la sociedad-mundo que permite un análisis unificado
en lo positivo y en lo negativo.
En
lo negativo, porque el mundo no es, al menos por ahora, mas que un conglomerado
de sociedades, donde se observan procesos desordenados y heterogéneos de construcción
de elementos de sociedad sólo en ciertos aspectos y a ritmos diferentes.
En
lo positivo, porque existen tendencias que indicarían las crecientes interacciones
sociales entre los hombres, grupos e instituciones del planeta y la constitución
de una sociedad-mundo como horizonte histórico probable que permite comprender
todos los elementos dispersos que van en esa dirección y que no encajan en
los otros esquemas explicativos.
Para
poner en comunicación estos distintos puntos de vista, hace falta otro de
carácter transversal capaz de cortarlos a todos: el espacio.
La
dimensión espacial, corresponde a una realidad universal, la lucha de los
hombres contra la distancia; esta siempre presente en los fenómenos sociales
sin pretender agotar su riqueza.
Permite
al mismo tiempo acercarse a la distancia como divisora de las sociedades entre
sí y como principio de organización de su vida interior.9
Seguir
las percepciones y configuraciones espaciales nos da pistas para comprender
el mundo.
c)
Cuatro modelos espaciales para entender el mundo.
Corresponden
a cuatro maneras en que los grupos humanos de diferentes lugares entran en
relación entre sí.
Implican
una cierta manera de percibir la dimensión espacial.
Integran la realidad mundial al mismo tiempo.
Cada uno ofrece una perspectiva diversa para
mirar el mundo.
Los cuatro en conjunto constituyen un intento
para comprender la complejidad global.
El mundo como conjunto de mundos.
Este ha sido tradicionalmente el enfoque de
la antropología: un mundo hecho de grupos humanos que por lo general se ignoran,
se encuentran al azar y no imaginan ninguna comunicación entre sí.
No
es necesario reconocer la calidad de humanos a quienes no son miembros del
grupo. La distancia entre las sociedades sino geográfica, al menos culturalmente,
es infinita.
Pese a las apariencias, esta situación no
ha desaparecido.
Corresponden a esta dimensión las llamadas
“áreas culturales” definidas a escala mundial según criterios religiosos o
lingüísticos, y también a escalas mas restringidas todos los particularismos
comunitarios que dificultan, pese a la globalización de los transportes y
las comunicaciones, el intercambio con el exterior.
Basta
pensar en la tendencia a la retribalización en varias regiones del África
subsahariana, los integrismos religiosos, los movimientos xenófobos en Estados
Unidos o en Europa, los separatismos nacionalistas; las identidades holísticas
fundadas sobre mitos del origen, religiosos, biológicos, territoriales.
La afirmación de estas identidades no necesariamente
es agresiva, pero cuando lo es generalmente se debe a crisis económicas y
sociales, la percepción de una amenaza exterior como la modernización económica
o interior como la laicización de la identidad.
La antropología ha hecho grandes aportes para
lograr una conciencia de la diferencia y de la cultura “otra”; libre de prejuicios
evolucionistas o etnocéntricos en un mundo singular pero culturalmente plural.
Sin embargo, en el mundo de la posguerra fría,
muchos cientistas sociales analizan las regiones culturales como portadoras
de “ethos” antagónicos, y la posibilidad de que los conflictos del siglo venidero
se planteen a partir de las diferencias entre “áreas culturales”.
Samuel P. Huntington10 es el principal pero no el único profeta de la “guerra
de las civilizaciones” que ve al mundo dividido fundamentalmente en espacios
de influencia de culturas diversas: la occidental, la confuciana, la islámica,
la hinduista, la eslava-ortodoxa, la latinoamericana.
Una
cultura se define por medio de elementos comunes: idioma, historia, religión,
costumbres, instituciones, la autocomprensión subjetiva de las personas comprendidas,
etc.Para
Huntington entre esas culturas hay un alto potencial de conflicto por distintas
razones:
1) Las diferencias entre culturas son no solo verdaderas,
sino fundamentales en el sentido que involucran distintas visiones del mundo
y de la vida, y además tienen generalmente profundas raíces históricas.
2) En un mundo mas pequeño e interactivo, se produce
un contacto entre culturas cada vez mas estrecho, las migraciones son cada
vez mas frecuentes, y por tanto las diferencias culturales tienden a potenciarse.
3) Los procesos modernizadores y el cambio social desvinculan
a los seres humanos de sus modelos de identidad tradicionales, y ello potenciará
las reacciones integristas en contra de la modernización.
4) La creciente identidad y conciencia cultural será
exacerbada por el papel de Occidente que aparece como la cultura hegemónica,
rodeada de culturas enemigas.
5) Las identidades culturales, como lo prueba el resurgimiento
del Islam, son mas resistentes al cambio que las económicas y las sociales.
6) Estos procesos culturales serán potenciados por el
regionalismo económico.
El concepto de cultura o civilización que
utiliza es tan extenso que cualquier cosa puede caber en el: abarca unidades
geográficas (Occidente), religiosas (Islam, Confucianismo), étnicas (Eslavismo).
Cualquier unidad humana puede ser una cultura, hasta la fracción integrista
talibán en la guerra civil afgana.
Huntington vaticina que de haber una futura
guerra mundial ella será una guerra entre áreas culturales donde es muy probable
que se produzca un alineamiento en contra de la cultura occidental.
Las civilizaciones extra occidentales tienen
irremediablemente tres alternativas: encapsular su propia cultura para evitar
la occidentalización; rendirse frente a su superioridad, o utilizar selectivamente
la tecnología occidental, pero sin modernizarse.
Sobre bases conceptuales bastante endebles,
Huntington divide el globo en áreas civilizatorias con visiones de la vida
incompatibles a mediano y largo plazo, pero cuyos límites son mas o menos
imprecisos; con vastas zonas de superposición entre culturas y movimientos
migratorios que expresan potenciales focos de tensión y conflicto.
Nociones tales como diálogo entre culturas,
pluralismo o hibridación cultural aparecen en última instancia excluidas del
análisis. La causa de los conflictos esta en las diferencias culturales y
la paz solo podrá surgir del triunfo definitivo de Occidente.
En vez de asumir el legado “occidental” del
pluralismo y la coexistencia pacífica de las diferencias, contradictoriamente
postula la imposibilidad de esa coexistencia cultural.
Sin
embargo, sin caer en los simplismos del análisis de Huntington es necesario
reconocer frente a visiones economicistas o tecnocráticas de la globalización,
la importancia y la complejidad del tema cultural e identitario.
En un mundo donde “todo lo que es sólido se
desvanece en el aire”, las demandas de identidad y de sentido cobran una importancia
vital.
El mundo como campo de fuerzas.
Es
el modelo geopolítico, usado frecuentemente para analizar las relaciones internacionales
en clave “realpolitik”. Su protagonista fundamental es el estado nación.
El estado nace como la conjunción de un orden
político centralizado sobre una determinada extensión territorial.
“Territorio”
al principio designaba a la zona que rodeaba a una ciudad y que estaba bajo
su jurisdicción. Nunca se aplicó a todo el Imperio Romano o a la cristiandad
medieval que tenían pretensiones de universalidad. Durante la Edad Media prácticamente
desaparece a favor de los vínculos personales de dominación. Pero con el estado
moderno la idea de territorio toma un nuevo sentido.11
Tema
remanido de la cienciac política y la teoría del estado en la modernidad esa
conjunción de orden político y territorio se expresa en la doctrina jurídico-política
de la soberanía con su manifestación interior y exterior.
En lo interior como el dominio sobre el territorio
y la población en él asentada. En lo exterior a través del “ius gentium”,
derecho internacional tejido sobre la base de acuerdos, concesiones, competencias
o lucha abierta entre entidades soberanas.
El orden interior se manifiesta en una organización
creciente del territorio y una consecuente complejización de la administración.
Al mismo tiempo la soberanía se va cualificando,
creando nuevas mediaciones entre estado soberano y súbditos que legitiman
su dominio: el carácter nacional espiritualiza la soberanía y el carácter
democrático sustenta la idea de una relación simbiótica entre estado y pueblo.
Estas cualificaciones que perfeccionan el
concepto de soberanía, se van dando a partir de una continuidad histórica
progresiva que lleva a su máxima expresión el proceso antropológico de sedentarización
de las hordas, hasta el punto donde se configura dentro del espacio territorial
del estado el tiempo global de la vida social.12
El estado
centra la vida e identidad de las personas en la intersección del eje espacial
(definiendo un afuera y un adentro, lo nacional y lo extranjero, lo propio
y lo extraño); y el eje temporal (construyendo una historia del “ser nacional”,
unas “luchas compartidas” construidas muchas veces en forma mítica o ideológica,
y hacia el futuro un “destino nacional”, una “potencia”).13
De
esta manera el estado nación aparece: a) como una segunda naturaleza en tanto
que estado territorial, b) fetichizado como una esencia o un espíritu en tanto
que “ser nacional”; y no como lo que en realidad es: un producto histórico
cultural de una relación de fuerzas sancionada.
En el plano exterior de la soberanía, la lógica
geopolítica involucra al conjunto de procesos cuyo reto es la existencia y
la integridad territorial de los estados.
Dicha lógica produce estructuralmente violencia
porque cada estado, real o virtual, tiende a aumentar su poder conservando
o aumentando su territorio, la reserva de recursos, hombres y riquezas potenciales,
lo que implica oponerse a sus vecinos y neutralizar en ellos esas mismas pretensiones.
El
espacio de las armas juega un papel estructurante, pero el mismo no puede
reducirse a una configuración técnica de las fuerzas de destrucción, ya que
depende de algo previo constituido por el grado de desarrollo de sus fuerzas
productivas.Cada estado nación
trata de afirmar su punto de vista, y como lo muestran los atlas de geopolítica
cada una posee su propia visión del mundo y su enfoque del espacio de las
otras, sin que haya una medida común del planeta. Hay percepciones espaciales
en pugna.
Un
mismo lugar puede cambiar de significación según sea la utilización material
o simbólica que se espere de él y la coyuntura histórica. Así las Islas Malvinas
pueden ser una importante reserva petrolera y pesquera desde la perspectiva
estratégica inglesa o un símbolo de identidad nacional desde la perspectiva
argentina.
Este
modelo clásico de las relaciones internacionales y la geopolítica basado en
las interrelaciones de entidades soberanas esta cuestionado en la medida en
que su principal protagonista, el estado nación, es desafiado por los procesos
globalizadores en sus principales atributos soberanos:
El monopolio del uso de la fuerza legítima
y la creación de normas en el continuo espacial de su territorio. La unificación
del mercado interno por medio de una moneda también nacional y la articulación
de su espacio teritorial por medio de la comunicación: idioma, sistema educativo,
un cuadro ceremonial y simbólico del poder estatal: símbolos y rituales patrios,
etc.
Con
el apogeo del estado nacional soberano estos tres aspectos estaban circunscriptos
a un proceso absoluto de territorialización que marcaba una relación de correspondencia
entre orden político y espacio.
Pero en la actualidad esa relación entre orden
y territorio está siendo desestructurada y reestructurada al compás de la
globalización.
El
orden político estatal tiene hoy que analizarse en relación con una espacialidad
fragmentada y combinada a niveles supranacionales (globales) y subnacionales
(regionales, locales).
El estado nacional es hoy atravesado por la
desterritorialización de cosas, ideas y gente y por lo tanto la sintonía entre
orden y territorio está sufriendo interferencias.
El mundo como
red jerarquizada.
Este modelo es pensable a partir de conceptos
como “Economía -mundo” o “Sistema mundial” desarrollados por Braudel y Wallerstein
quienes combinan la mirada histórica y geográfica en base a la unidad dialéctica
de los momentos económico y político en el despliegue del capitalismo.
La
historia es considerada como una sucesión y coexistencia de sistemas económicos
mundiales (economías-mundo), cada uno con su propia configuración espacial. 14
Dicha
historia puede ser leída a través de la ascensión de distintos centros, (en
un principio ciudades, luego estados nacionales).
A
través de este despliegue y ampliación de la economía-mundo capitalista que
nace en Europa Occidental hace cinco siglos, comienza un proceso de unificación
y de inclusión en un sistema de intercambio mundial de una parte esencial
de las producciones humanas de forma tal que las nociones de economía-mundo
capitalista y sistema mundial tienden a converger.
Según
Fernand Braudel una economía-mundo puede definirse como una triple realidad:
Ocupa un espacio geográfico determinado15, posee siempre un centro16, y su espacio se perfila siempre en zonas sucesivas:
centro-semiperiferia-periferia. 17
Para
Immanuel Wallerstein puede hablarse de un sistema-mundo: “Un sistema mundial
es un sistema social... que posee límites, estructuras, grupos, miembros,
reglas de legitimación, y coherencia. Su vida resulta de las fuerzas conflictivas
que lo mantienen unido por tensión y lo desgarran en la medida en que cada
uno de los grupos busca eternamente remodelarlo para su beneficio.”18
En esta perspectiva la mayor parte de las
entidades descriptas como sistemas sociales -tribus, comunidades, naciones-estado-,
no son de hecho sistemas totales sino parciales.
Los
únicos sistemas sociales reales son, por una parte las economías relativamente
pequeñas, altamente autónomas, de subsistencia, que no formen parte de ningún
sistema que exija tributo regular; y por otra parte los sistemas mundiales
que pueden ser imperios-mundo o en el caso peculiar del desarrollo histórico
del capitalismo, economia-mundo.19
La economía-mundo se configura espacialmente
como una red de procesos productivos intervinculados y movidos por la maximización
de la acumulación de capital. Sus dimensiones y límites cambian constantemente,
ya que son función del estado de la tecnología, de las comunicaciones y los
transportes.
Lo
que distingue al sistema mundial moderno de situaciones anteriores es que
en su seno un modo de producción; el capitalismo, ha extendido sus relaciones
sociales por todo el globo terráqueo.20
En este sistema existe una división extensiva
del trabajo construida no solamente en base a criterios funcionales, sino
también geográficos, que tienen que ver con los distintos contextos de rentabilidad
del capital. La gama de tareas económicas no está distribuida uniformemente
a lo largo y lo ancho del sistema mundial.
La
organización social del trabajo magnifica y legitima la capacidad de ciertos
grupos dentro del sistema de explotar el trabajo de otros, llevándose una
parte mayor del excedente.
¿Porque
esta expansión de la economía-mundo capitalista se extiende horizontalmente
a todo el mundo hasta formar un sistema mundial mientras que al mismo tiempo
desde el ángulo político aparece fragmentada en una superestructura de múltiples
estados-nación?
En
un imperio-mundo la estructura política unitaria es básicamente coextensiva
de las relaciones económicas y tiende a ligar la cultura con la ocupación
territorial. (Pax romana y romanización).
En
la economía-mundo la estructura política es básicamente incongruente en su
extensión con las relaciones económicas, tiende a ligar la cultura con una
localización espacial, en ella el primer punto de presión política accesible
a los grupos es la estructura local (nacional) del Estado.
La
homogeneización cultural tiende a servir los intereses de los grupos clave,
y las presiones se ensamblan para crear identidades cultural-nacionales. 21
Como dijimos, este modelo define posiciones
centrales (actualmente constituidos por América del Norte, Europa Occidental,
Japón), y periferias vinculadas entre sí por flujos asimétricos que mantienen
la separación (periferias explotadas), la aumentan (periferias desamparadas
o abandonadas), o la reducen (periferias integradas o anexadas).
De
forma tal que en la visión de Wallerstein dentro del sistema mundial se forman
economías-mundo regionales al interior de las cuales se reproduce la relación
centro- periferia. (Unión Europea-Europa del Este, Estados Unidos-América,
Japón-SE asiático, etc.)
Pero
esta división no es tajante, los flujos de inversión, comercio y producción
entre estas regiones se interpenetran (especialmente entre Estados Unidos,
Japón, el SE asiático, y la Unión. Europea.) y los contornos están esbozados
pero no consolidados.
Para
Wallerstein la noción de soberanía solamente implica en forma creciente una
“autonomía formal” con limitaciones reales que pasan por la interdependencia,
relaciones de fuerza y el creciente poder de las multinacionales.
En
ese marco, existe hegemonía de un estado en la economía-mundo cuando sus mercancías
son producidas tan eficientemente que se vuelven ampliamente competitivas
incluso en otros estados centrales; y en el sistema interestatal cuando hay
una potencia en posición geopolítica de imponer una concatenación estable
de la distribución social del poder.22
La posición central esta dada por las ventajas
que se obtienen del intercambio y que se traducen en desarrollo económico,
de forma tal que el espacio se configura a partir de las posiciones centrales.
Frente
al optimismo de las ideologías desarrollistas que impregnan la “geocultura
mundial”, esa meta es lograda solamente por muy pocos estados; el proceso
de acumulación del capital se produce en forma desigual entre las clases sociales
y también espacialmente.
En
el despliegue del “capitalismo histórico” se produce una polarización socioeconómica
y demográfica, de tal forma que el desarrollo de una parte de la economía
-mundo necesita e implica el subdesarrollo de otras partes.
Estos
procesos de globalización que Braudel y Wallerstein han tematizado datan entonces
de por lo menos 5 siglos, de ahí la utilización por parte de estos autores
de ondas históricas largas como por ej, los ciclos económicos de Kondratieff
y los ciclos políticos hegemónicos de auge y caída de las potencias.23
Las crisis económicas y políticas que se producen
en los momentos de transición entre las fases ascendentes y descendentes de
los ciclos de acumulación de capital y hegemonía política son al mismo tiempo
procesos de depuración y relanzamiento de la acumulación (en base a nuevos
desarrollos de las fuerzas productivas y a nuevas cadenas de mercancías clave);
y de recomposición hegemónica.
Sin
embargo, en contra de esta perspectiva de larga duración, la mayor parte de
los estudios sobre globalización tienen como horizonte histórico los cambios
producidos en la economía mundial en las últimas dos o tres décadas.
Las
tendencias de largo plazo, subterráneas, inherentes a la naturaleza del capitalismo
desde sus orígenes se han acelerado, explicitado y tomado nuevas formas en
ese lapso, y el mundo ha tomado nota de las mismas; de ahí la moda teórica
de la globalización que sin embargo no siempre llega a comprender esas tendencias
y se agota en visiones cortoplacistas, optimistas, superficiales y acríticas.
La
comprensión actual de la globalización está marcada por procesos que se venían
insinuando desde mediados de la década del sesenta y que hacen eclosión con
la crisis de 1973.
En
ese momento comienza claramente un proceso de cambio y recomposición del modo
de producción y acumulación del capital que aún no ha terminado.24
Las relaciones de producción reorganizadas
(post-fordismo), combinan la automatización flexible computarizada, la organización
del trabajo en círculos de autocontrol de calidad, descentralización funcional
y espacial de los proceso productivos, flujo contínuo de información y circulación
física entre las distintas esferas del ciclo productivo, dese-conomías de
escala y series reprogramables.25
Esta recomposición redefine la jerarquía de
las ramas productivas en beneficio de la informática y las comunicaciones,
extendiendo su influencia a todos los ámbitos de la vida social, y produciendo
la obsolescencia de grandes masas de capital fijo, los conocimientos y calificaciones
laborales.
También
relanza un nuevo ciclo de competencia internacional que impone a los países
la necesidad de incorporar las nuevas tecnologías para no quedar excluidos
del mercado mundial.
Sobre
la base de esos soportes técnicos y or-ganizacionales, se viene dando un proceso
de profundización cuantitativa y cualitativa de la internacionalización de
la economía: el mercado mundial crece mas rápido que el producto mundial desde
hace cuatro décadas, se produce la unificación de los mercados financieros
internacionales y nacionales en un circuito único de movilidad del capital,
se forman bloques económicos regionales y se producen intentos (hasta ahora
de éxito dudoso), de coordinación de las políticas económicas de las grandes
potencias capitalistas a través del Grupo de los 8 (G-7 + Rusia).26
La percepción espacial de esta economía mundo
está muy lejos de la lógica territorial de los estados, se trata mas bien
de una red jerarquizada, hecha de puntos igualmente accesibles mediante los
transportes y las comunicaciones modernas, donde el desafío no es ocupar espacios
sino activar puntos o crear otros nuevos.
La
desterritorialidad es la lógica que rige la economía mundo.
A
través de los distintos nodos de la red el capital fluye buscando su valorización
y se transforma en distintas “encarnaciones”:
En
un extremo el capital arraigado físicamente a un territorio se transforma
en edificios y maquinarias, en el otro extremo como capital financiero fluye
de un punto a otro de la red del mercado global buscando la máxima rentabilidad;
en el medio aparece como flujos de comercio de mercancias y bienes.27
Una
de las características de lo que ha dado en llamarse globalización financiera
es la rotación constante en los mercados financieros de una masa volátil de
capitales especulativos por cuyo arraigo y transformación en inversiones productivas
compiten los distintos estados.
Pero
al mismo tiempo, este mercado global definido como espacio de circulación
y valorización del capital no es tan abstracto y arbitrario como podrían hacerlo
pensar la velocidad y la gran magnitud de los flujos financieros.
Estos
no se despliegan al azar y aún los especulativos están sometidos a los cursos,
móviles pero poderosos, que les imponen la distribución de los factores de
producción y los contextos que rigen la rentabilidad del capital en términos
de relaciones de fuerza capital-trabajo.
Este
desarrollo no depende solamente de una dinámica global, sino también de una
dinámica endógena: el modo de regulación de la acumulación de capital tiene
particularidades específicas en cada formación económico-social que nunca
pueden ser totalmente uniformizadas.
La
universalidad del sistema se compatibiliza con los modelos 1 (el mundo como
conjunto de mundos) y 2 (el mundo como campo de fuerzas), es decir que las
formas institucionales, los procedimientos, las costumbres que el capital
global encuentra en su itinerario por los diferentes espacios culturales y
estatales modelan diversos estilos de acumulación, de arraigo productivo,
de sincretismo o de conflicto y desintegración social.
Esta
dialéctica entre estructura del sistema capitalista mundial y las formas concretas
que la valorización del capital en cada formación, puede definirse como un
específico “modo de regulación” de las relaciones económicas que toma distintas
configuraciones y características según los espacios estatales, aunque a primera
vista puedan parecer uniformes.28
Si
bien es cierto que ya casi no existen economías nacionales cerradas, sigue
habiendo estrategias diversas (a nivel nacional o regional) de interacción
e integración al concierto económico global. 29
De forma
tal que la economía-mundo lejos de ser un espacio homogéneo, estaría matizada
por diferentes estilos de funcionamiento económico. Lo que desmiente la simplificadora
idea de que globalización es igual a apertura económica.
El
actor protagónico de este espacio económico global es la empresa. Lo global
es también una forma de organización de la empresa y de entretejerse con el
espacio-mundo con su correspondiente modelo de gestión en red.30
Alrededor de ella se construyen una religión
y una cultura.
Una
religión empresaria que rinde tributo a esa entidad inmaterial, abstracta,
universo simbólico de flujos de comunicación: La Empresa.
Una
cultura: el campo de las ciencias de la gestión y dirección empresarial que
apunta a ser considerado como un modelo cultural universal, pasando de la
gestión de la empresa a la gestión de las relaciones sociales, influyendo
en la gestión pública, la política (el auge del márketing político como modalidad
de acción permanente de los partidos) y la propia institución estatal.31
Para
Gilles Deleuze estos cambios estarían señalando la emergencia de una nueva
forma de control social que sustituye a la sociedad disciplinaria de Foucault.
Los
espacios de vigilancia y control fundados en el encierro y la regimentación:
cárcel, hospital, fábrica, escuela, familia, son sustituidas por las “formas
ultrarrápidas de control al aire libre, que sustituyen a las antiguas disciplinas
que operaban en el tiempo de un sistema cerrado”.32
La
institución paradigmática de esta sociedad es la empresa moderna: “el servicio
de ventas se ha convertido en el centro o “alma” de la empresa. Nos hemos
enterado que las empresas tienen alma, cosa que es, sin duda, la noticia mas
terrorífica del mundo. El márketing es el instrumento del nuevo control social
y forma la nueva raza impúdica de nuestros dueños... el hombre ya no es el
hombre encerrado, sino el hombre endeudado... las masas se han convertido
en muestra, datos, mercado o bancos.”33
La
ideología hegemónica del mercado ha construido los nuevos dispositivos de
poder a través de los cuales propagarse al conjunto del planeta. Ellos son
la cultura gerencial y el márketing.
La
empresa global se ha transformado en el demiurgo de la historia, tejiendo
la trama de la red del mercado mundial, sostenida por una pléyade de accionistas
y tecnócratas anónimos, destilando una cultura de la producción, el consumo,
la técnica y la comunicación hechas a su imagen y semejanza.
El mundo como
sociedad.
Es
la combinación lograda a escala mundial de los tres modelos, y algo más.
La
creciente conciencia del globalismo nos lleva a interrogarnos sobre los procesos
que patentizan nuestra pertenencia común a un mismo mundo y a una misma humanidad.
Existen
una serie de fuerzas, interconexiones y riesgos globales por encima
o a través del sistema interestatal de creciente importancia y complejidad
que conforman la fisonomía de una sociedad mundial de rasgos todavía inciertos.
La
mas notoria y prácticamente coetánea al surgimiento del sistema interestatal
moderno; la economía mundo devenida en sistema mundial capitalista, ha sido
descripta en el punto anterior.
Una
segunda manifestación radica en el crecimiento del número y la importancia
de organizaciones internacionales que se han establecido con el fin
de dirigir áreas de las relaciones y actividades transnacionales.
En
1939 existían aproximadamente 80 organizaciones intergubernamentales, en 1980
estas habían pasado a ser mas de 600, mientras que en el mismo lapso las ONG’s
pasaron de 730 a 6000.34
Con
esta proliferación institucional se ha complejizado el proceso de toma de
decisiones de la política mundial.
Dentro
de este entramado de organismos internacionales cabe distinguir aquéllas cuya
principal función es técnica: como la Unión Postal Universal, Unión Internacional
de Telecomunicaciones, Organización Meteorológica Mundial que proporcionan
una extensión de los servicios y capacidades de los estados -nación individualmente
tomados.
En
el otro extremo se encuentran organizaciones que toman o intentan tomar o
influir y/o interferir en las decisiones políticas de los estados, tales como
las Naciones Unidas, y sus agencias tales como UNESCO, el Banco Mundial, el
FMI, y numerosas fuerzas políticas como las ONG’s, las iglesias, etc.; que
actúan como verdaderos grupos de presión o factores de poder sobre estas instituciones
y los estados. 35
En las
organizaciones internacionales la distribución de la capacidad de toma de
decisiones y de influencia es despareja, sin pretender entrar en un análisis
pormenorizado que escapa a los objetivos del presente trabajo, podríamos muy
simplificadoramente contrastar la relativa falta de reflejos e indecisión
de las Naciones Unidas para definir políticas y actuar frente a casos críticos
como los que se dieron o se dan en el África subsahariana (Zaire, Somalia)
y la ex Yugoslavia.
La
ONU por primera vez aparece desbordada, no posee todos los medios necesarios
(autonomía de decisión, medios financieros y de coerción). Pero este hecho
no sólo habla de sus límites sino también de crecientes expectativas depositadas
sobre ella por un escenario mundial mas exigente y activo.
Incluso
podría pensarse luego de la experiencia de la Guerra del Golfo de 1990, que
una vez superada la inoperancia del Consejo de Seguridad durante la Guerra
Fría (por el veto mutuo de las superpotencias), cuando sus cinco miembros
se ponen de acuerdo existe un germen del monopolio de la coacción internacional.
Sin
embargo, en el nuevo esquema postguerra fría, el andamiaje institucional de
la ONU puede devenir una eficaz cobertura legitimadora de los intereses de
los Estados Unidos como potencia hegemónica.
Este
papel dubitativo de las Naciones Unidas contrasta con la eficacia y efectividad
del FMI que expresando la ideología económica hegemónica, legitimada como
un saber técnico, posee la capacidad de presión que le otorga su influencia
sobre el flujo de créditos internacionales para presionar, controlar e imponer
las políticas económicas de los estados.
Bajo
el chantaje de no recibir préstamos y de quedar fuera de los circuitos de
inversión y comercio internacional, los estados reducen el gasto público,
devalúan su moneda, recortan los programas sociales, desrregulan sus mercados.
El
FMI tiene una capacidad enorme de sobredeterminar las situaciones políticas
nacionales: fomentar deslegitimación e inestabilidad política y social, hiperactividad
de los aparatos represivos estatales. Es la fuerza coactiva de la globalización
económica y su función consiste en preparar los contextos adecuados para la
valorización del capital.
Finalmente,
no podemos dejar de mencionar la Unión Europea., en tanto conforma un tipo
de organización supranacional formada por la cesión voluntaria de los estados
miembros de distintos aspectos de su soberanía. En este caso cualquier noción
de la soberanía como un poder público indivisible, ilimitado, exclusivo, y
perpetuo de un estado individual ya no da cuenta de la realidad.
Paralelamente
al desarrollo de las organizaciones internacionales, el derecho internacional
busca encuadrar a individuos, gobiernos y ONG’s en nuevos sistemas de regulación
jurídica.
Constituye
un vasto cuerpo siempre cambiante de normas y cuasi-normas que establecen
las bases para la coexistencia y cooperación en el orden internacional.
Los
poderes y limitaciones, los derechos y deberes, han sido reconocidos en un
derecho internacional que si bien no está respaldado por una coacción internacional,
tiene sin embargo capacidad de influencia creciente.
El
derecho internacional tradicional ha sostenido como principio fundamental
la idea de una coexistencia de estados soberanos y una normatividad que surge
única y exclusivamente de las relaciones entre estados.
La
complejización y densificación actual de la trama internacional cuestiona
tanto los sujetos, como el ámbito y las fuentes del derecho internacional,
de forma tal que estamos en presencia de una dialéctica de final abierto entre
el modelo relacional clásico y un nuevo principio organizativo alternativo:
basado en un derecho cosmopolita y una estructuración institucional.36
Sin
embargo, este derecho aparece todavía como algo abstracto y ambiguo, tensionado
entre las tendencias universalistas y las buenas intenciones y su otra cara:
resumen oficial y expresión sancionada de las relaciones de fuerza económicas
y políticas en el sistema mundial.
En
tercer lugar, no se puede obviar en un análisis del nivel global a los bloques
de poder estratégico-militar y las superpotencias.
Estos
restringen las capacidades de los estados individualmente tomados para adoptar
decisiones en materia de política exterior o de intereses estratégicos, optar
entre tecnologías militares alternativas y controlar sistemas armamentísticos
situados en su propio territorio.
Afectan
tanto a los estados exteriores a los bloques de poder, como a los estados
miembros que ven restringida su soberanía y deben negociar y renegociar diversos
aspectos de la misma.37
Finalmente,
los medios de comunicación y las modernas tecnologías de la información atraviesan
las fronteras formando una comunicación-mundo.
Antes
el conocimiento de lo que sucedía afuera de las fronteras salvo en caso de
guerra, era privilegio de una minoría.
Sin
embargo, con la globalización el espacio común tejido a través de las fronteras
estatales se ha densificado de tal forma que ha transformado en obsoletos
los obstáculos a la circulación de la información y la comunicación que la
soberanía estatal suponía.
La
comunicación-mundo, término acuñado por Armand Mattelart38 en forma
analógica al de economía-mundo de Braudel, consiste en un proceso de extensión
de las redes técnicas de información y comunicación sobre la superficie del
planeta que se inicia en el siglo XIX.
La
historia de esta comunicación internacional transcurre en el triángulo que
producen la guerra, el progreso y las culturas.
Y
se configura actualmente en la hibridación de las lógicas mercantiles de las
empresas de la industria de la videocultura, y un espacio público sensibilizado
frente a los riesgos y problemas de la sociedad global.
Históricamente
el avance de las tecnologías de la comunicación surge como apoyo logístico
de la guerra, en la que el manejo de la información, la propaganda y contrapropaganda
y la acción psicológica se tornan estratégicas.
Las
guerras demuestran como los flujos de comunicación están sujetos a una dialéctica
entre información y desinformación. Luego de la experiencia de Vietnam, los
poderes hegemónicos y especialmente los Estados Unidos, tomaron debida nota
de la necesidad de administrar un régimen de la información.
La
Guerra del Golfo de 1990 será el recordatorio de que la desinformación y la
guerra psicológica distan mucho de haber desaparecido aún en la era de la
comunicación ubicua y transfronteriza.
Al
mismo tiempo que la guerra cambia gracias al desarrollo de las fuerzas destructivas,
la línea de separación entre propaganda e información se hace mas tenue y
difícil de distinguir.
La
comunicación ha servido también como parámetro y medida del progreso: los
medios de comunicación y transporte han sido fundamentales en este aspecto,
desde el siglo XIX el ferrocarril y el telégrafo han jugado su protagonismo
en la estructuración y ocupación de espacios.
Luego
de la segunda guerra mundial, durante las décadas del 50 y el 60 las teorías
de la modernización resaltaron el papel de la extensión de los medios y redes
de comunicación en las naciones subdesarrolladas e inspiraron visiones optimistas
como las de la “Aldea global” de McLuhan y la “Sociedad tecnotrónica” de Brzezinski;
que desplazaban el papel de la comunicación de medio a cemento o base de la
sociedad.
Pero
estas visiones optimistas y lineales del protagonismo de la comunicación como
agente de cambio en el desarrollo entraron en crisis ante las evidencias de
la desigualdad mundial en el manejo de la información39 y la
emergencia de una pluralidad de culturas que buscan hacerse oír frente a la
visión del mundo de los dueños de la tecnología.
En
la actualidad el debate surgido en la década de los ‘70 y que apuntaba al
corazón de estas desigualdades a través de la búsqueda de un Nuevo Orden Informativo
Internacional (correlato del Nuevo Orden Económico Internacional), quedó borroneado
tras la marea neoliberal hegemónica en la geocultura mundial de los ‘80 y
‘90.
Sin
embargo, en medio de la oleada del integrismo de mercado, queda en pie la
cuestión del diálogo entre culturas como tercer lado del triángulo de la comunicación-mundo.
Un
balance del desarrollo de los “mass media” muestra el paralelo con los demás
sectores industriales: estandarización de sus productos, sean mensajes culturales,
informativos o de entretenimiento; racionalización comercial en la distribución
y el consumo; tendencia a la concentración y expansión transnacional.
La
información se ha convertido en el mercado mundial en una mercancía clave.
Las industrias de la comunicación, la información y el entretenimiento están
totalmente subsumidas a la lógica de la acumulación de capital siendo en la
actualidad uno de sus sectores mas dinámicos.
Esta
relación entre el par mercancía-dinero (en tanto equivalente general de las
mercancias) y comunicación no es nueva.
El
dinero es desde siempre, pero en especial desde la entronización del capitalismo,
un medio de comunicación por excelencia, dado su carácter móvil, transfronterizo.
Como
Marx demostró en su análisis del fetichismo de la mercancía, el dinero es
un medio por el cuál las relaciones sociales entre hombres concretos (al mismo
tiempo que se hacen abstractas y se extienden lateralmente), aparecen distorsionadas
como relaciones entre cosas.
Profundizando
esta perspectiva, Habermas señala el papel del dinero (y del poder) en tanto
medio de comunicación deslinguistizado, que opera como nexo funcional de las
relaciones sociales por encima y mas allá de los agentes, actuando como factor
de coagulación del sistema económico globalizado a escalas cada vez mas abstractas,
pero al mismo tiempo mas influyentes respecto a la vida cotidiana.40
Georges Balandier, desde un enfoque antropológico,
ha señalado como el dinero expresa la esencia de las sociedades de la información,
que son al mismo tiempo sociedades del cambismo generalizado, en las que casi
todo puede traducirse en términos de mercancía;41
La lógica
mercantil se expresa en ese cambismo generalizado por el cuál la industria
de los medios audiovisuales globaliza el formato y los tiempos del video-clip;
donde información, entretenimiento, política, historia, cultura aparecen mezclados
en un pastiche que circula y es consumido en todo el mundo. Se configura la
“sociedad del espectáculo”.
¿Existen
en ese marco posibilidades para el despliegue de una opinión pública mundial,
de un espacio crítico, horizontal, generado espontáneamente desde abajo?
Lejos
de cualquier análisis ingenuo, las posibilidades de decodificación crítica
y de formación de un espacio público, tienen en su contra la desinformación,
la estructura de la industria de la información y la comunicación, el difícil
acceso a la visibilidad que solamente otorgan medios de comunicación cu ya
propiedad se concentra cada vez en menos “grupos” multimedia transnacionales;
y fundamentalmente la mediación espectacular de los mismos entre la realidad
y sus imágenes.
El
balance sobre la mediatización de la cultura a escala global, incipiente y
abonado por múltiples diagnósticos contrapuestos, puede sintetizarse en una
palabra: ambiguedad.
La
video cultura responde a una lógica mercantil de acumulación de capital: pero
justamente por ello no puede evitar darle visibilidad a todos los acontecimientos
que suceden a lo largo y ancho de la superficie del globo, en tanto merezcan
ser transformados en imágenes, en espectáculo, y por lo tanto en audiencia
y rentabilidad.
Los
medios son prisioneros del acontecimiento fungible en imágenes.
Incluso
las resistencias e impugnaciones son mostradas en forma espectacular a través
de la pantalla en tiempo real instantáneo en todo el mundo.
Y
por eso cada vez más las resistencias e impugnaciones se organizan teniendo
en cuenta su impacto y reproductibilidad mediática, es decir, el código espectacular.42
La
videocultura es ideológica, no solamente o principalmente por los mensajes
que transmite, sino porque ella estructura: modaliza y modeliza cualquier
mensaje. Se debe entender por ideología, en este caso, determinada disposición
“a priori” del espacio, del tiempo y de los signos.43
A través de ese tamiz espectacular el mundo
alcanza visibilidad sobre sí mismo e incluso se forma una cierta conciencia
sobre las aristas mas conflictivas de los procesos de la globalización., en
temas tales como medio ambiente, derechos humanos, que son potenciados por
actores del escenario global como son las ONG’s, las comunidades locales,
etc.
Pero
en si misma la globalización de los flujos de imágenes no tiene ninguna virtud
liberadora o democratizadora; solamente la puede adquirir si los colectivos
afectados no se limitan a un papel de espectadores del mundo y sus grandes
desequilibrios económicos, sociales y ambientales.
Paralelamente
al desarrollo de estas fuerzas y conexiones, existen problemas y riesgos
globales que reclaman una respuesta del mismo tenor, y fuera de la lógica
de la máxima ganancia o de la razón de estado:
La
marginalidad de crecientes porciones del planeta respecto a los flujos de
comercio e inversión y a los frutos del crecimiento.
El
desempleo estructural.
La
degradación del medio ambiente. Las radiaciones nucleares y las emisiones
de CO2
no suelen respetar fronteras ni mercados.
El
riesgo de una ruptura del tabú nuclear o de una filtración de esa u otras
fuerzas destructivas a grupos religiosos, regionales, mafiosos, étnicos, etc.
La
brecha demográfica entre las regiones marginadas y las industrializadas y
los flujos migratorios de la fuerza de trabajo de las primeras a las segundas.
El
narcotráfico y las mafias que se entronizan dentro y entre los espacios estatales.
El
SIDA representa un fenómeno derivado de una configuración planetaria de los
modos de vida, y que está interfiriendo con la dinámica demográfica mundial.
El
riesgo de un uso de la tecnología que se vuelve en contra de la humanidad:
el miedo a la manipulación genética, o al almacenamiento y utilización centralizada
de datos relativos a las personas, etc.
Sin
embargo, estos problemas globales son de una escala y una magnitud tal que
se han transformado en problemas estructurales sin responsables morales ni
políticos identificables y sancionables, y que tienden a escapar a la capacidad
tanto de las instituciones internacionales como de los estados nacionales,
fomentando una sociología del riesgo global.44
Estos
ítems en la agenda del riesgo global aparecen como procesos sin sujeto.45
Creemos que éste y no otro es el rasgo
que define centralmente la emergencia de una sociedad global: una serie de
riesgos y problemas globales coagulados muy por encima de las instituciones
políticas estatales y de los sujetos afectados por los mismos.
Existe
un desnivel de escala entre los problemas globales que no se resuelven a partir
de la racionalidad instrumental del mercado y de la razón de estado y las
posibilidades prácticas de resolverlos de las instituciones internacionales
y los estados.
Resulta
paradójico que al mismo tiempo que se festeja en los ámbitos académicos de
las ciencias sociales la irrupción de la “tercera ola de democratización”;
la democracia y la política entendidas en un sentido práctico y normativo,
como participación de los colectivos en las decisiones que afectan su vida
cotidiana, quedan confinadas en la escala nacional y desniveladas de los problemas
globales.
El
desarrollo incipiente y contradictorio de las organizaciones y el derecho
internacional no constituye tampoco todavía un “poder compensador” y mucho
menos una solución a estos riesgos de escala global.
En
síntesis, el globo ha dejado de ser una metáfora; su superficie,
lejos de conformar un espacio ordenado y cuadriculado como lo sugiere la división
política del sistema interestatal aparece surcada por cicatrices, líneas de
exclusión y de inclusión, redes de valorización de capital y de intercambio
de mercancía, información y entretenimiento cada vez mas densas.
Imaginemos
una esfera que contiene en forma contradictoria en su superficie las configuraciones
espaciales de los modelos 1, 2, 3.
Una
esfera en donde pintamos sucesivamente: un conjunto de puntos que simbolizan
culturas aisladas (modelo 1); luego y encima figuras geométricas con forma
de rectángulo, triángulo o cuadrado, que representan los estados claramente
delimitados que encierran entre sus trazos (fronteras) el continuo espacial
de su territorio (modelo 2); y finalmente, trazamos una serie de líneas horizontales,
verticales, en diagonal; unidas por distintos puntos sobre toda la esfera,
simbolizando las redes de la economía -mundo y de la comunicación -mundo (modelo
3).
La
esfera así pintada resulta ser mas que la suma de los modelos. Simboliza la
unidad contradictoria del mundo.
Configura
un sistema pero a condición de reconocer su carácter abierto, contingente,
contradictorio; tensionado por lógicas creativas y destructivas, centrípetas
y centrífugas, donde a las fluctuaciones cíclicas de la acumulación del capital
global y del auge y decadencia de la hegemonía se superponen tendencias seculares
y de más largo plazo.
Esas
tendencias son: la agregación humana en formaciones cada vez mas complejas
y de mayor escala, como el desarrollo gradual desde el modelo 1 hacia el 4
lo sugiere; y la contradicción entre la creciente socialización global y la
débil institucionalidad y normatividad globales.