La democracia consensual bajo sospecha: El caso de Malasia.
Un rápido análisis a través de la evolución política de Malasia revela que no cumple con la mayoría de las condiciones de la democracia consensual.
Quiero analizar brevemente este punto para intentar luego delinear algunas reflexiones tanto sobre el estado teórico de la democracia consensual como modelo heurístico válido, así como también sobre las posibles enseñanzas que dicho modelo expresa para el futuro político de Malasia. En primer lugar, Malasia no cumple con la "dispersión del poder" ya que el mismo se encuentra fuertemente centralizado en un doble sentido: el Ejecutivo centraliza el poder de las instituciones (con alguna participación del Legislativo), y Kuala Lumpur centraliza el poder territorial. En cuanto al bicameralismo existe en el Parlamento malasio pero dista mucho de ser realmente efectivo. Finalmente, Malasia no cuenta con representación de las minorías y aunque el Yang di Pertuan Agong puede nombrar miembros del Senado en función de un criterio de representación de las minorías, eso no es suficiente en la medida en que el sistema electoral obstaculice la institucionalización y efectividad de dicha provisión constitucional.
En cuanto a la "distribución del poder" Malasia cuenta con un sistema multipartidista que en realidad, a partir de la Alianza/BN se ha convertido en una suerte de sistema dominante o hegemónico, según el tono con que se califique el accionar de UMNO; con una oposición consentida en cuanto que la posibilidad de que forme gobierno es sistemáticamente evitada. También la multidimensionalidad del sistema partidista es reducida generalmente al cleavage étnico, que es quien tiñe todos los demás puntos de división política, social y económica del país. Y por último, la representación proporcional ha sido rechazada por las razones ya explicadas.
En cuanto a la "delegación del poder" la Constitución establece al federalismo como principio regulador de la relación entre el gobierno federal y los Estados, pero en la práctica Kuala Lumpur ha ejercido un control muy centralizado tanto en el proceso político como en la asignación de los recursos económicos.
El "límite formal al poder" es asegurado por una Constitución escrita y el poder de veto de las minorías sobre los temas considerados esenciales para las mismas. Este último elemento en Malasia no existe, y el primero ha sido desvirtuado a partir de la continua mayoría de dos tercios de BN (UMNO) en el Parlamento y del ejercicio concreto de esa mayoría para reformar en repetidas ocasiones la Constitución (el caso de la Comisión Electoral es paradigmático). Además, la mayoría de dos tercios es asegurada a través de las políticas de co-optación y los recursos del Estado, junto a un sistema electoral abiertamente favorable a las intenciones de UMNO.
En cuanto al "corporativismo", UMNO ha desarrollado en los últimos años una serie de conexiones con el mundo económico que podría entenderse como corporativa en cuanto que los grupos en cuestión se incorporan en el proceso de la toma de decisiones de políticas y programas de gobierno. El problema es que estas empresas pertenecen directa o indirectamente a los partidos en la coalición de gobierno (UMNO principalmente y en menor medida MCA-MIC). En otras palabras, corporativismo en Malasia ha significado "dinero político" y "corrupción", más que inclusión y concertación, como pretendían Lijphart y Crepaz.
Por último, la "participación en el poder". Malasia cuenta con una coalición de gobierno amplia que busca incorporar a todos los sectores importantes de la política y la sociedad en su estructura, ya que no en el poder en sentido estricto. Esta es la única condición que Malasia cumple claramente del esquema de democracia consensual original.
Si se toman los tres elementos resaltados anteriormente para evaluar a la democracia consensual, se puede observar que Malasia responde de la siguiente manera:
Sistema de partidos y sistema electoral
Malasia, al no contar con una ley electoral de proporcionalidad permite una distorsión de los resultados eleccionarios que podría presentar un riesgo en el manejo político de la diversidad cultural. Pero además de esto, el problema principal es que no existe la noción de responsabilidad democrática. El gobierno repite y la sociedad parece creer o aceptar que el mandato de las urnas es suficiente. Cosa que es simplemente falsa en primer lugar, y que además es discutible a la luz del sistema electoral vigente.
El Orden Institucional formal
El federalismo no es más que un instrumento político utilizado por UMNO para asegurarse de que ninguno de los Estados pueda desarrollar una política abiertamente contraria a sus ideales de dominio malayo. Para ello utiliza el enorme poder de la Alianza/BN como articulador de demandas políticas desde el sistema de partidos, y los recursos del Estado (financieros, programas de desarrollo, licencias...) desde su posición de partido (coalición) en el poder. Del mismo modo, el parlamentarismo es limitado por un Ejecutivo en expansión tanto en sus funciones como en su estilo de imponer objetivos y tácticas.
Elites y representatividad
Este es quizás el elemento clave para entender el sistema político malasio y (como ya anticipara) para entender el esquema conceptual de la democracia consensual. En este sentido, Malasia enfrenta y sufre quizás una inconsistencia propia del modelo teórico, que es la siguiente: la imposición del doble equilibrio entre demandas representadas y flexibilidad negociadora. Tal como lo implica el Directorio de von Vorys, el peligro que se produce es la disociación entre los acuerdos secretamente negociados y la capacidad de generación de apoyo y lealtad por parte de las comunidades involucradas.
En este punto creo que es importante agregar algunos comentarios adicionales al modelo de democracia consensual para mejor entender cuál es la cuestión en juego. Primero habría dos contradicciones aparentes en el esquema consensual: por un lado se fomenta la participación en el poder como un elemento de articulación política básico, lo cual parecería indicar que todos los sectores importantes de la sociedad deberían formar parte del gobierno, o al menos ejercer una cuota relativa de poder político. Esto parecería contrariar nociones tales como oposición democrática o alternancia en el poder, como dos elementos centrales en el proceso de consolidación democrática. E inversamente, crearía una falta de canales de expresión y participación política alarmante en el sistema: cualquier crisis institucional ("pretorianismo") involucraría necesariamente toda la estructura, ya que el sistema no contaría con esferas de contención alternativas, como una sólida división funcional de las instituciones, una extensa red de asociaciones civiles y voluntarias, y demás cuerpos independientes que actúan en la sociedad.
Por otro lado, el peligro de cristalización de los acuerdos negociados entre las élites y su no adaptación dinámica a lo largo de la historia, con la consecuencia ya anunciada de una eventual desafección y deslealtad políticas de grandes sectores de la población. Esto provocaría, como es obvio, una fuerte inestabilidad política en el sistema.
Ambas contradicciones pueden ser superadas si se acepta una concepción dinámica de la democracia consensual, en función de la cultura política que la subyace. Es decir, en un primer momento los principales actores involucrados deben aprender (aceptar) a "jugar bajo las reglas del juego consensual"; luego, a medida que dichas reglas son aplicadas, necesariamente el suelo cultural sobre el que actúan se modifica. Tal es la importancia de los cambios, que éstos conducen a un segundo momento en el que las élites deben continuar profundizando dicho proceso y fomentar al mismo tiempo el aprendizaje de las comunidades por ellas representadas. Esto significa que, por ejemplo, nuevas reglas serán creadas y/o viejas reglas ya aceptadas, expandidas, tomando forma de pactos, acuerdos formales/informales, o instituciones.
Los acuerdos que en un principio fueron secretos son progresivamente aceptados por los grupos representados en un proceso de interacción recíproca entre las comunidades y las élites. Claro que las etapas son tremendamente difíciles y nada garantiza que la marcha sea suave y sin retrocesos. No obstante, una vez iniciado el camino, cuanto más se avanza, menos probable es que se detenga. En la medida en que la democracia consensual "históricamente entendida" se apoya en un concepto socializante de cultura política democrática y ciudadanía multicultural, se produce un círculo virtuoso de evolución política donde las élites aprenden de los valores que refleja la sociedad, y ésta se inspira en la dirección y confianza que le brinda aquélla.
Volviendo al caso malasio, creo que potencialmente Malasia reunía las condiciones necesarias para recorrer este camino cuando logra su independencia en 1957. Sin embargo, la falta de concreción de dichas condiciones básicas tanto institucionales como políticas provocó la existencia de una serie de obstáculos mayores a la ya de por sí difícil misión de construir la democracia consensual en una sociedad culturalmente heterogénea.
Así, Malasia nació como una incipiente democracia consensual (1957-1969), que fue truncada en 1969 por el estallido de violencia racial ya comentado. Lo que quiero resaltar es que no fue casual semejante crisis en el sistema político ya que de alguna forma expresaba esta contradicción entre un intento de acomodación política y un marco político-institucional no del todo adecuado para el mismo. En consecuencia, el sistema político funcionaba "arrastrando" importantes cuestiones sin resolver (sin posible solución, dado el estado de cosas).
En 1969-1971 Malasia decidió avanzar en algunos aspectos, pero no en otros: adoptó en forma definitiva una lengua nacional, estandarizó la política de educación nacional (aunque faltarían muchas medidas aún para completar la obra), e implementó la NEP. Pero no resolvió otros, como el sistema electoral y de partidos. La evolución política aún parecía no ser la apropiada para semejante cambio. Nuevamente el proceso se repite, donde el sistema político se queda a medio camino entre la concertación y el conflicto debido a los propios elementos centrífugos y centrípetos que expresa desde su estructura (institucional) y su dinámica (relación entre las élites, entre las élites y las comunidades, y entre las comunidades). Y 1987 estuvo muy cerca de transformarse en otro estallido similar al de 1969, esta vez desde dentro del poder (UMNO).
A partir de 1971 Malasia ha desarrollado entonces una suerte de democracia "à la Malaysia", tal como la denominara Tun Razak. La condición de ajustarse al suelo cultural local fue justificativo para el uso (y abuso) de medidas claramente restrictivas del ejercicio de los derechos y libertades democráticas. Es el "autoritarismo suave" de Means o la quasi-democracia de Zakaria. Y según mi interpretación, aceptando estos calificativos, es la traba para el pleno desenvolvimiento de la democracia consensual entendida en forma dinámica a través de la historia. El problema conceptual de las medidas en discusión (ISA y demás...) es que no solucionan nada, sólo congelan el estado de cosas, por así decirlo. Se argumenta que ese congelamiento se produce en nombre de la estabilidad social y política y que sin él, la violencia sería incontenible. Es probable que en ciertas circunstancias históricas dicho argumento haya sido válido y necesario, pero el riesgo potencial que estas medidas implican y el uso real que se le ha dado provocan una carga similar, sino mayor, de razones para esperar violencia política como respuesta. En otras palabras, no se avanza bajo ningún aspecto en la construcción de la democracia, o de actitudes y/o instituciones favorables a ella.
En una línea similar, el profundo estudio de Case sobre el actuar acomodativo de las élites en la política de Malasia desde incluso antes de Merdeka, defiende la idea de que dicho elemento fue notoriamente importante para asegurar la estabilidad política necesaria para que Malasia fuera un proyecto de país real y no un simple recuerdo luego de extensas luchas a muerte entre las comunidades. Las élites evitaron esto y lograron construir, de acuerdo a Case, un régimen político cuya apertura democrática osciló en función de crisis económicas y desafíos al propio funcionamiento de acomodación inter-élites.
En términos generales comparto el análisis de Case, sin embargo, creo que es necesario primero distinguir que no necesariamente la estabilidad política es incompatible con la democracia, y si lo es, entonces se presenta una situación que debe ser superada, es decir, habría que descubrir la forma de evitar semejante conflicto (ya que no es de ningún modo un conflicto normativo). Segundo, como consecuencia de lo anterior, avanzar a partir de ese diagnóstico y preguntarse cuál es la forma para profundizar el esquema de cooperación que las élites han iniciado; cuáles son los canales posibles para incorporar en ese juego participativo a las comunidades mismas, decidiendo sus estilos de vida, compartiendo tradiciones diversas y respetando el disenso o la mera diferencia de las personas que comparten su país. Tal como vengo defendiendo en este trabajo.
Malasia desde su independencia ha avanzado a través de estas etapas a partir de negociaciones y redefiniciones del macro-acuerdo original conocido como "bargaining", por el que se aceptaron los principios de la Constitución en 1957. Es evidente que tarde o temprano deberá enfrentar una nueva estructura de dicho acuerdo basada en los valores democráticos, que no respondan a ninguna comunidad en forma exclusiva y que exprese el equilibrio necesario entre la esfera de preeminencia malaya en el sistema político y las demandas e intereses legítimos de las demás comunidades.
Por todo esto, creo que durante la década de 1990 Malasia ha buscado, quizás sin saberlo, una respuesta cada vez más urgente a estas contradicciones sistémicas. Apoyada en algunos de los frutos de la NEP y ayudada por el enorme proceso de modernización gestado bajo el gobierno de Mahathir (1981-1999), quien irónicamente parecería no querer aceptar el signo de los tiempos. La idea de que el pueblo malasio está aprendiendo qué es lo que significa la democracia consensual se apoya en el clima actual que vive el país, donde los reclamos de garantías de libertades políticas y derechos democráticos son cada vez más aceptados y abiertamente exigidos.
Resta saber si la inquietud política actual de Malasia, provocada a partir de la expulsión del Vice Primer Ministro Dr. Anwar Ibrahim a mediados de 1998 y el impulso que el movimiento Reformasi ha recibido en consecuencia, demuestran ser más de lo que el sistema político puede soportar. Estos sucesos pueden desencadenar una crisis (de hecho ya lo han hecho), y pueden exigir cambios mayores en las instituciones políticas y en la forma misma en que es entendida y practicada la democracia. Y estos hechos señalan tanto a uno como a otro lado, es decir, tanto Reformasi/Ibrahim como Mahathir tienen diferentes posibles respuestas entre sus manos. En el pasado, Mahathir optó por una clausura parcial del régimen durante la crisis de 1987; aún no es claro cuáles son sus intenciones actuales. Y en cuanto al movimiento Reformasi tampoco es claro cuál sería el programa de gobierno que impulsaría, si es que tiene alguno.
Lo que es cierto es que Malasia debe celebrar elecciones durante el año 2000, y quizás ese sea el año en que la democracia consensual logre imponerse definitivamente en el sistema político malasio de una vez por todas y comience a desarrollar en la realidad diaria de personas tremendamente diferentes conceptos claves como el de "identidad nacional" bajo las obligaciones impuestas por una cultura política democrática (o lo que es lo mismo, por una serie de relaciones democráticas entre las diferentes subculturas) y por la idea estructurante de ciudadanía multicultural.
Este es el gran desafío político, presente y futuro, de Malasia que reclama soluciones urgentes en muchos casos, especialmente cuando lo que está en juego es la propia definición social y cultural de las personas, ¿qué más representa la exigencia china de enviar a sus hijos a escuelas en las que se les enseñe las tradiciones de su propia cultura, a través de su propio lenguaje? ¿O, en nombre de qué principio político es posible negar a los malayos el respeto a las enseñanzas del Quran? Ambos tienen razón, y no se trata de negar las reivindicaciones particulares, sino de explorar a través del diálogo, la tolerancia y el compromiso los espacios políticos adecuados para acomodar las diferencias, de momento que se reconoce la pertenencia común a un mismo territorio.
El desafío es encontrar la manera en que los simples vecinos se conviertan en con-nacionales. Puede parecer un juego engañoso de palabras, y en cierto modo lo es, tal como la política en Malasia.