Guerra de Kosovo: historia, nacionalismo y el nuevo orden internacional

 

 

El nuevo orden mundial y el fin de Yugoslavia

 

El Nuevo Orden Mundial tuvo al principio una visión optimista, representada por la de Fukuyama quien señala: "No hay lucha o conflicto sobre grandes temas y, por ende, no hay necesidad de generales ni estadistas; lo que queda es primariamente actividad económica." 23

La era poshistórica en la que pretende embarcarnos este pensador americano es una etapa "sin conflicto". Siguiendo la receta trazada por la dialéctica hegeliana (tesis, antítesis y síntesis) establece una evolución que recorre como tesis el liberalismo decimonónico, y como antítesis los enfrentamientos con el "bolchevismo y el fascismo, y finalmente con un marxismo puesto al día" hasta llegar como síntesis al supuesto triunfo del liberalismo occidental que imperaría en el Nuevo Orden Mundial.24

Para este autor no existiría una tensión entre el desarrollo de la democracia y del capitalismo. Es necesario tener en cuenta lo que señala Castoriadis:

... no podemos olvidar que no hay libertad política sin igualdad política y que ésta es imposible cuando desigualdades gigantescas de poder económico, traducido directamente en poder político, existen y se acentúan.

Llegando a la conclusión de que si bien la utopía marxiana es "incoherente" no por ello hay que terminar aceptando:

... el poder omnímodo del dinero ni creer en la `racionalidad' de una economía que nada tiene que ver con un verdadero mercado y que se va pareciendo cada vez más a un casino planetario.25

Es decir, que a pesar de que la democracia de masas y el capitalismo se han desarrollado conjuntamente, esto no significa que no existan tensiones entre ambos ni que la primera sea el producto y legitimador de la segunda, y sobre todo si la primera tiene la capacidad de recoger los conflictos sociales y transformarlos.26

Tras el fin de la historia de Fukuyama el mundo queda divido en dos:

... partes históricas y poshistóricas. Cada parte jugará con reglas completamente diferentes; la economía dominará la última, mientras que medidas tradicionales de poder militar reinarán en la primera.27

Esta caracterización pone al mercado mundial como eje de la racionalidad de los tiempos; pero si, como sostiene Castoriadis, éste cada vez se parece más a un casino (un lugar donde prima el azar más que la racionalidad) las alternativas políticas, filosóficas, históricas no desaparecerían del mundo sino que se recrearían constantemente.28

Para finalizar el tema sobre "el fin de la historia" nos parece sugerente lo que dice Baudrillard sobre ello:

No nos liberaremos de lo peor, es decir que la Historia no tendrá fin, puesto que los restos, todos los restos – la Iglesia, el comunismo, la democracia, las etnias, los conflictos, las ideologías –, son indefinidamente reciclables. Lo fantástico es que nada de lo que se creía recuperado por la historia ha desaparecido realmente, todo está allí, dispuesto a resurgir, todas las formas arcaicas, anacrónicas, intactas e intemporales, como los virus en lo más hondo de un cuerpo. La historia sólo se ha desprendido del tiempo cíclico para caer en el orden de lo reciclable.29

No habrá fin de la historia, ésta es reciclada. Y posiblemente esta situación hace necesario el espíritu de la crítica marxista "que aparece hoy más indispensable que nunca" aunque sea reciclada o espectralizada para enfrentar al discurso hegemónico, ya que:

... Si un discurso del tipo del de Fukuyama desempeña eficazmente el papel de interferencia y de denegación doblemente doliente que se espera de él... : por una parte, acredita una lógica del acontecimiento empírico que necesita cuando se trata de constatar la derrota final de los Estados llamados marxistas y todo lo que bloquea el acceso a la Tierra Prometida de los liberalismos económico y político, pero, por otra parte en nombre del ideal transhistórico y natural desacredita esa misma lógica del acontecimiento llamado empírico...30

En todo caso esta nueva situación crea nuevas ilaciones, no proyectables, dada su diversidad en este espacio no lineal. Y por eso, el recurso de la poética permite abandonar el lenguaje de las grandes certezas de la modernidad y lo reemplaza por grandes preguntas de la posmodernidad.

Por otro lado, la forma en que culminó la Guerra Fría también tuvo influencia en todo el globo. Al romperse la lógica del anterior orden (bipolar, de la Guerra Fría) el nuevo se convierte en:

... una especie de contaminación recíproca entre ambos bloques antaño protegidos uno de otro por la existencia del Muro. Tras la victoria aparente de Occidental resulta por el contrario manifestó que la iniciativa estrategia ha partido del Este, no ya en esta ocasión por agresión sino por desagregación, por una especie de autoliquidación ofensiva que coge a todo Occidente por sorpresa.31

Todos estos factores ayudaron a que recientemente hayan aparecido visiones menos optimistas; y que una pregunta implícita ¿qué es lo que ha cambiado desde el pomposo lanzamiento del Nuevo Orden Internacional en esta instancia, que el autor no duda en definir como de caos? Analiza varios aspectos como por ejemplo, la geopolítica. Sobre su interpretación dice que:

... el mundo presenta el aspecto de un gran caos: por un lado, la multiplicación de uniones económicas regionales; por otro, renacimientos de nacionalismos, asedios de integrismos, Estados divididos, minorías reclamando su independencia.32

El aprovechamiento político por la extrema derecha le abre los caminos a un fuerte cuestionamiento de los principios ilustrados de tolerancia y respeto. Esta situación no es nueva, y en el caso estudiado se agudiza por la forma de entender a la nación. Esto es algo que desde muchos sectores intelectuales progresistas se venía denunciando.

Siguiendo la lógica de la geopolítica, el autor observa que el "enemigo" que en la Guerra Fría estaba perfectamente definido, no importando desde qué bando se denunciaba, actúa hoy:

...como un monstruo de mil caras que puede tomar a veces la apariencia de la bomba demográfica, de la droga, de la mafia, de la proliferación nuclear, del fanatismo étnico, del SIDA, del virus de Ébola, del crimen organizado, del integrismo islámico, del efecto invernadero, de la desertificación, de las grandes migraciones, etc. Todas amenazas sin fronteras y de amplitud planetaria que se propagan sobre el conjunto de la tierra y que no se lo puede combatir con las clásicas armas de guerra.33

La variedad y multiplicidad de los problemas muestran la fragilidad de las fronteras, y a la ineficacia de los métodos de análisis se le suman la de las armas para enfrentarlos.

Pero la multiplicidad no impide a Occidente ver al enemigo, al Otro como un fanático, un fundamentalista, y serlo a su vez el mismo, como señala Baudrillard:

Sin embargo, es admirable que tratemos a los árabes, los musulmanes de integristas con la misma repulsión que tratamos a algún racista ahora que vivimos en una sociedad típicamente integrista aunque [/] simultáneamente en vía de desintegración. No practicamos el integrismo fundamentalista, practicamos el integrismo democrático, blando, sutil y vergonzoso del consenso...

Denuncia al otro exactamente de la misma forma, como el Mal Absoluto. La diferencia entre los dos integrismos (hard y soft) es que el nuestro (el soft) tiene todos los medios para destruir al otro y no se priva de ello. Como por azar, es siempre el fundamentalismo del ilusionismo que oprime y destruye al otro, el cual no puede sino desafiarlo simbólicamente.34

Occidente constituye un centro del poder mundial, según Ignacio Ramonetr, formado por Europa Occidental, América del Norte y Japón siendo éstos:

... una tríada de poder donde se concentran a la vez el más grande desahogo financiero, los principales conglomerados industriales y lo esencial de la innovación tecnológica. Esta tríada domina el mundo como ningún imperio lo hizo antes." 35

Como vemos, los factores económicos son los determinantes, motivo por el cual los parámetros para medir a las nuevas potencias son distintos a los anteriores, puesto que:

... en el mundo contemporáneo la preponderancia de un imperio no se mide más por el dominio geográfico. Además de los formidables atributos militares resulta esencialmente de la supremacía por el control de los recursos económicos, los flujos financieros, las innovaciones tecnológicas, los intercambios comerciales, las extensiones y las proyecciones (materiales e inmateriales) en todos los órdenes."36

De los países de la tríada "nadie domina más la tierra, sus océanos y su espacio cercano como los Estados Unidos." Esta dominación también se sustenta en una "economía brillante" y por eso "Norteamérica retoma sus pretensiones de querer regentear la política internacional."37 Una prueba de ello es que:

Ninguna potencia en el momento actual puede rivalizar con Norteamérica u oponerse a sus ofensivas económicas. ¿Es ésta una razón para imponer al mundo su ley? 38

En este marco la OTAN redefine sus concepciones estratégicas poniendo el "acento en el tratamiento de conflictos regionales y la utilización de nuevas armas furtivas de alta precisión."39 El objetivo de los norteamericanos es "instalarse en los territorios que son abandonados por las otras potencias."40

Más allá de las razones morales del argumento, su poder ¿es igual que las potencias de otrora? Seguramente no, poniendo de manifiesto la pregunta ¿es también la debilidad de los europeos? Estos se mantienen impotentes ante los problemas de su propio continente; una muestra de ello es "la tragedia yugoslava [que] ha permitido medir su pequeñez política pero también sus paralizantes contradicciones." 41

Nuestro mundo lejos del espejismo neoliberal y posthistórico "se volvió más complejo y más peligroso." Pero por la aplicación de recetas económicas orquestadas desde las usinas del pensamiento único pueden desestabilizar los procesos de democratización (Europa de Este, ex URSS, América Latina) para no mencionar las regiones excluídas de este proceso (el mundo islámico, el sudeste asiático y el Africa Subsahariana).