Instituciones Económicas y del Comercio Internacional

 

 

Capítulo 2
Sistemas monetarios internacionales

 

Por Griselda Cavalieri y Lorena Bamonte

Miembros del Departamento de Relaciones Económicas Internacionales del IRI

 

Todo Sistema Monetario Internacional (SMI) refiere al marco de reglas, regulaciones y convenciones que gobiernan las relaciones financieras entre los países. El SMI asume diversas formas, dependiendo de la manera en que se organiza la conducta financiera externa de las naciones. Todos los sistemas monetarios internacionales tienen características comunes y se diferencian solamente en ciertos aspectos. Para clasificarlos, se utilizan diferentes criterios alternativos, dentro de los cuales los más importantes son el papel de las tasas de cambio y la naturaleza de los activos de reserva.

La función principal de un SMI es permitir que los procesos económicos fundamentales de producción y distribución operan lo más suave y eficientemente posible, logrando así la maximización de la producción y el empleo mundial total y una distribución deseable del bienestar económico entre las naciones, así como entre los diferentes grupos dentro de cada nación.

En economía, para comprender el desarrollo real de un sistema monetario internacional, se utilizan tres pruebas: ajuste, liquidez y confianza.

La importancia del problema del ajuste se debe a que cada política implica costos económicos. Si el ajuste es inevitable, el papel del sistema monetario internacional debe ser el de permitir que los países escojan aquellas políticas que minimicen los costos generales del ajuste y que se distribuya ese mínimo costo de manera equitativa entre todos los países. La liquidez se relaciona con el volumen de las reservas monetarias internacionales brutas; un buen SMI debe lograr la existencia de una oferta adecuada de las reservas. El volumen óptimo de las reservas es el que asegura la combinación más eficiente entre financiamiento y ajuste. La confianza necesaria para el funcionamiento armónico del SMI se refiere a la voluntad de los poseedores de activos de reserva para continuar manteniéndolos. Cuando se intenta cambiar un activo por otro en respuesta al descontento producido por la composición de las carteras, se genera una crisis de confianza. Por lo tanto, un buen SMI debe contar con salvaguardias contra la ocurrencia de éste tipo de crisis o al menos tener la capacidad de poder sortearlas satisfactoriamente.

 

Evolución Histórica

*1870-1914.

La utilización del patrón oro, que surgió durante la década de 1870 y duró hasta el estallido de la primera guerra mundial en 1914, se basó en un conjunto de ideas sobre la política macroeconómica internacional que defieren de aquellas que han formado la base de los acuerdos monetarios internacionales en la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo, la importancia de éste período se debe a que las posteriores tentativas de reformar el sistema monetario internacional, sobre la base de tipos de cambio fijo, pueden considerarse como el intento de construir un sistema monetario basado en la fortaleza del patrón oro y tratando de evitar sus debilidades.

El patrón oro se originó en el uso de monedas de oro como medio de cambio, unidad de cuenta y depósito de valor. A pesar de que el oro había sido usado para éstos propósitos desde tiempos antiguos, el patrón oro, como institución legal, tiene su origen en 1819, cuando el Parlamento británico aprueba la Resumption Act.(acta de reanudación). Esta ley toma su nombre de la exigencia de que el Banco de Inglaterra reanudara su práctica, que se había visto interrumpida luego del estallido de las guerras napoleónicas entre 1793 y 1815, de cambiar papel moneda por oro a un tipo de cambio fijo. La Resumption Act fué el primer paso hacia un verdadero patón oro, porque logró abolir a través de su implementación, las restricciones mantenidas durante largo tiempo sobre la exportación de monedas de oro y lingotes desde Inglaterra hacia el resto del mundo.

En los últimos años del siglo XIX, Alemania, Japón y otros países también adoptaron el patrón oro. Por su parte los Estados Unidos efectivizaron su unión al patrón oro en 1879 cuando fijaron al oro los «billetes de banco» emitidos durante la guerra civil, más tarde la ley del patrón-oro de 1900 institucionalizó los vínculos entre el dólar y el oro.

Durante éste período, Inglaterra fué el líder económico mundial, era la nación industrial por excelencia; siendo una gran importadora de alimentos y materias primas, se convirtió en la mayor exportadora de bienes manufacturados y además, de convertirse en la última fuente de capital en el corto plazo y el largo plazo. Habiendo implementado el patrón-oro medio siglo antes que otros países industrializados de su época lo hicieran, logró que la libra esterlina se identificara con el oro y fuera libremente aceptada y ampliamente utilizada. Por ello Londres se convirtió en el centro del sistema financiero internacional. Gran parte del comercio mundial era financiado con libras esterlinas, y como consecuencia, se mantenían en Londres sustanciales saldos en libras lo que permitían que el Reino Unido actuara como prestamista de última instancia en tiempos de crisis bancaria.

Con el sistema de patrón-oro, los países debían fijar el valor de sus monedas en términos de oro,así, cualquier déficit o superávit de la balanza de pagos debía ser compensado transfiriendo oro. La oferta monetaria, por lo tanto quedaba determinada por el comportamiento de los mercados, especialmente el mercado externo. La primera responsabilidad de un Banco Central era preservar la paridad oficial entre su moneda y el oro, para cumplir con éste objetivo, el Banco Central debía mantener un determinado stock de reservas en oro. Así, el equilibrio externo no era visto como un objetivo a lograr en su cuenta corriente, sino como una situación en la cual, el Banco Central no ganara ni perdiera oro, lo que era más importante, a una tasa demasiado rápida, de ésta manera se intentaban evitar las bruscas fluctuaciones en la balanza de pagos.

Con el estallido de la Primera Guerra Mundial, la era dorada del patrón-oro llegó a su fin. Las naciones en conflicto suspendieron la convertibilidad de sus monedas al oro y decretaron un embargo sobre las exportaciones; con el fin de proteger sus reservas financiaron sus masivos gastos militares imprimiendo dinero, lo cual aumentó las presiones inflacionarias. Esta situación se vió agravada porque se redujeron bruscamente, por causa de la guerra, la fuerza de trabajo y la capacidad productiva, dando como resultado un fuerte aumento en las ofertas monetarias y en los niveles de precios.

En el mercado de cambio extranjero todavía se podía comerciar con un papel moneda con respaldo en oro, pero los precios ya no estaban fijos sino que eran determinados por las condiciones de la oferta y la demanda, lo que dió lugar a un regimen de tasas de cambio puramente flotantes.

 

Sistema de patrón del cambio oro

Después de la Primera Guerra Mundial, los valores de las monedas fluctuaron violentamente, sin embargo, éste regimen de fluctuación era considerado por la mayoría de las naciones como un arreglo temporal, que conduciría a restaurar el patrón-oro clásico. Pero el oro todavía estaba valuado a la paridad previa a la guerra y dado que la mayoría de los países habían sufrido rápidas inflaciones de precios, se presentó naturalmente una gran escasez de oro.

En 1922, el comité financiero de la Conferencia de Génova, intenta superara ésta situación y recomienda la adopción en el mundo de un patrón-oro de cambio. Los países intervinientes, entre los que se encontraban Inglaterra, Francia, Italia y Japón, acordaron la vuelta al patrón-oro y a la cooperación entre los bancos centrales para alcanzar los objetivos internos y externos. Este patrón-oro de cambio establecía que los principales centros financieros mantuvieran la convertibilidad de sus monedas al «cambio oro», o sea, podían mantener como reservas las monedas de los países grandes, cuyas reservas internacionales consistían únicamente en oro, de ésta manera se lograba economizar el uso del metal.

En 1919, los Estados Unidos volvieron al patrón-oro; en 1925, Inglaterra restableció la convertibilidad de su moneda al oro a una paridad igual a la de antes de la guerra y eliminó todas las restricciones a la exportación de oro. Así, los demás países restablecieron su convertibilidad a las paridades preguerra, dando nacimiento al patrón de cambio-oro. Pero ésta situación no duró demasiado, en 1931 Inglaterra tuvo que suspender una vez más su convertibilidad debido al agotamiento de sus reservas, Estados Unidos hizo lo propio en 1933 pero reanudó su convertibilidad en 1934. Debido al fracaso del patrón-oro de cambio y a las contínuas depreciaciones competitivas, producidas por algunos países con la esperanza de conservar el oro y cambiar la demanda mundial hacia sus productos, el mundo quedó literalmente dividido en tres principales bloques: por un lado el bloque de la libra esterlina, que estaba organizado alrededor de Inglaterra; por otro lado, el bloque de dólar, donde su principal exponente eran los Estados Unidos; y por último, estaba el bloque del oro, que se organizaba alrededor de Francia. Además, Alemania y los países de Europa del Este, abandonaron la convertibilidad al oro e impusieron controles de cambio.

Comenzaba de ésta manera un período donde predominaba la competencia y la hostilidad. Se llevaron a cabo durante la Gran Depresión, «políticas de empobrecimiento del vecino», consistentes en depresiones contínuas de la moneda y políticas arancelarias que benefician al país que las practicaba en la medida en que empeoraban las condiciones económicas de los otros país, lo que llevaba a éstos a tomar serias represalias. Durante éste período (1931 a 1935), se llegó al punto más bajo en la cooperación internacional. En 1936 Inglaterra, Francia y Los Estados Unidos, en un intento por restablecer ésta cooperación, firman el Acuerdo Tripartito, el cual permitía que Francia pudiera devaluar su Franco, que por ese entonces se encontraba sobrevaluado, sin represalia alguna.

Pero a partir de acá cualquier intento de reforma monetaria internacional significativa debió ser dejada de lado, ya que todos los acuerdos fueron abruptamente interrumpidos por el comienzo de la Segunda Guerra Mundial.

Por lo tanto, podría decirse que el intento de encontrar un nuevo orden monetario internacional, producido entre las dos guerras fracasó por dos razones principales: 1) porque la anhelada «era dorada» del patrón-oro clásico fué en realidad un mito, ya que la prosperidad observada por la mayoría de los países durante éste período se debió a la estabilidad mundial y a la marcada cooperación internacional, más que a las bondades del patrón-oro y 2) porque la economía mundial había experimentado cambios muy significativos debido a la primera guerra mundial y a la gran depresión. Las paridades de la preguerra no eran las adecuadas, ya que la mayoría de los países habían pasado por períodos inflacionarios muy diversos, lo que provocó que sus monedas quedaran subvaluadas o sobrevaluadas.

Así, a raíz de una fuerte depresión los países, o una gran parte de ellos, se vieron obligados a optar entre el equilibrio interno (pleno empleo y estabilidad de precios) y el equilibrio externo (nivel en la balanza por cuenta corriente, ni tan negativo, ni tan positivo) y encontraron en la ruptura comercial con el resto del mundo, el medio para lograrlo, sin medir el alto impacto que para la economía global significaba ésto.

Se vieron a finales de los años treinta, algunos indicios de un apoyo a la cooperación económica internacional, con la creencia, de que el libre comercio internacional, colocaría en una mejor situación a cada uno de los países.

 

Bretton Woods

Fué, así, como impulsados por ésta revisión de lo que fué y de lo que pudo ser, surgío el Acuerdo de Bretton Woods, New Hampshire (Estados Unidos). En éste lugar, los representantes de cuarenta y cuatro gobiernos, decidieron la creación del Fondo Monetario Internacional (F.M.I.).

En éste sistema de Bretton Woods, llamado también «sistema de tasa de cambio ajustable «, el dólar se fijó al oro a una paridad fija (1), y los Estados Unidos, solventaban la compra y venta de cantidades ilimitadas de oro a la tasa oficial.

A cada país diferente de los Estados Unidos, se le requería:

1) Declarar el valor de la paridad de su moneda en términos de oro o de dólar de los Estados Unidos y

2) Defender la paridad declarada en el mercado de cambio extranjero mediante la compra o venta de dólares.

Por lo tanto, el sistema creado en Bretton Woods, sostenía unos tipos de cambio fijos, con respecto al dólar, las monedas de los países miembros se mantenían estables y con respecto al oro, un precio invariable del dólar en oro (35 dólares la onza).

El mecanismo descripto implica un sistema de patrón de cambio-oro, en donde la principal moneda de reserva es el «oro».

Los creadores del Fondo Monetario Internacional, buscaban en éste sistema de cambio fijo, el impulso necesario para el crecimiento del comercio internacional, por lo cual en sus estatutos, el F.M.I.1, daba facilidades de tipo financieras a los países deficitarios. Si bien ellos buscaban, evitar lo sucedido entre las dos guerras mundiales, e intentaban darle a la integración económica, cierta mezcla de disciplina y flexibilidad, no eran tan absolutos, en cuanto a la paridad, pues permitían ajustes en el tipo de cambio, en condiciones de «desequilibrio fundamental».

 

Características del Sistema de Bretton Woods

En cuanto a las características, que el F.M.I. trataba de impulsar, de la obligación de que los tipos de cambio fueran fijos con respecto al dólar, se vislumbra una de ellas, «la disciplina». Disciplina, envuelta en la situación, que hacia que si un banco central, desarrollaba una política monetaria expansiva (aumentaba su cantidad de dinero), perdería sus reservas internacionales. Osea aquellas reservas (inventarios de monedas extranjeras), que debía mantener para subsanar cualquier deficiencia entre la oferta y la demanda de cambio extranjero a la tasa fijada.

En cuanto a la restante característica, ósea la flexibilidad, se denota en ciertos aspectos a que refiere a los primeros acuerdos del F.M.I., más directamente en la disposición a prestar divisas a sus miembros, cuando estuvieran en déficit, y aquellos en los cuales se haya visto afectado «el empleo», por algún tipo de ajuste monetario o fiscal. Estos recursos del F.M.I. para prestar, se forman con los aportes de los países miembros. Otra pauta de la flexibilidad, era lo llamado «Paridades Ajustables», y se daba, en situaciones de «desequilibrio fundamental», o sea en aquellos países que sufrían variaciones internacionales negativas, constantemente, en la demanda de sus productos, podían cambiarse (devaluar o revaluar) los tipos de cambio. Esta flexibilidad, estaba prohibida al dólar de los Estados Unidos.

Propugnado por el F.M.I., el uso de monedas nacionales en el comercio internacional, hizo que el comercio multilateral fuera más eficiente. Esto estaba promovido, desde el espíritu de los artículos del acuerdo, que impulsaban a los países a tener monedas «convertibles». Monedas que pudieran ser usadas en transacciones internacionales libremente, por ciudadanos de cualquier país, la falta de ello provocaría que ciudadanos de ciertos países, se mostraran reticentes a vender productos a otros ciudadanos de otro país a cambio de moneda de éstos últimos, no convertibles.

Gran Bretaña, intentó la convertibilidad en 1947, sin éxito debido a las significativas bajas de reservas internacionales que tuvo que soportar. Recién a finales de 1958, se reinstauró en la mayoría de los países europeos, «la covertibilidad» y en 1964 lo hizo Japón; mientras Alemania permitió, en 1958, la convertibilidad de parte de sus movimientos de capitales. En cuanto a Estados Unidos, su moneda fué tempranamente «convertible», y además por su lugar dentro del Sistema Bretton Woods, ocupó el escenario de la posguerra mundial, y por su libre convertibilidad, y por ser la moneda de una economía fuerte en relación a la economía de Europa y Japón totalmente debilitadas, el «dólar» en muy poco tiempo, se transformó en «moneda internacional» (medio de cambio universal, unidad de cuenta y depósito de valor).

 

Crisis del Sistema de Tipo de Cambio Fijos del Sistema de Bretton Woods

A medida que el Sistema Bretton Woods, fué puesto en práctica por la mayoría de los países, empezó a mostrar fracturas en uno de los objetivos más importantes, la convergencia de los equilibrios interno y externo.

Durante la primera década del Sistema de Bretton Woods, la reconstrucción de la guerra llevo a muchos países, a ver a sus equilibrios externos inalcanzables. En ésta etapa, se presencia el fenómeno llamado «escasez de dólares», debido a que éstos países deficitarios, no podían conseguir suficiente cantidad de dólares para solventar las compras a los Estados Unidos.

Se presenta, en ese momento, un determinado mecanismo que puede explicar los acontecimientos que después se sucedieron. Cada país deficitario, en un contexto global de movimientos de capital muy restringido, veían imposibilitado pedir préstamo de divisas. Por lo tanto éstos desequilibrios eran financiados por movimientos de reservas nacionales y préstamos del gobierno nacional, y debido a la baja de las reservas, a los bancos centrales se les presentaba cada vez más difícil mantener el tipo de cambio fijo.

Debido a ello, los países estaban muy atentos a las condiciones financieras del exterior, pues veían en peligro constantemente sus reservas, y no podían mantener el tipo de cambio fijo. Esta gran dependencia de lo que pasaba en el mercado internacional, mostraba que un aumento repentino del tipo de interés internacional, hacía que un Banco Central de un país vendiera activos nacionales y así lograr subir su tipo de interés para estabilizar sus reservas internacionales.

La convertibilidad, no pudo lograr la integración financiera internacional, pero al mismo tiempo, existían prácticas comerciales que permitían eludir las barreras oficiales a los movimientos de capital privado. Esta movilidad de capitales, era cada vez más importante, y los déficits y superávit, cada vez más significativos.

Países en situación de «desequilibrio fundamental», eran considerados maduros para devaluar su moneda (autoridad de un país reduce el valor de su moneda con respecto a la monedas extranjeras), y la idea de devaluación, podía llevar a una crisis de balanza de pagos.

De ésta manera, con la idea de devaluación o revaluación instalada, cualquier país que tenía en su poder monedas del país que devaluaba, se veía incomodo con esa tenencia de reservas y cambiaba a otras monedas. Del mismo modo, a los países con grandes superávit en su cuenta corriente, el resto del mundo los veía como inminentes revaluadores de sus monedas, y por consiguiente, se veían sobrepasados por las reservas nacionales, por vender su moneda en el mercado de divisas, para evitar, por la gran demanda, el alza de su moneda.

Por todo lo mencionado hasta el momento, durante los años sesenta y comienzo de los setenta, se presenciaron crisis de balanza de pagos, cada más habituales, hasta que un hecho sobresaliente desató una época de especulación, y fué el récord en el déficit de la balanza comercial de Inglaterra, a principios de 1964, hasta noviembre de 1967, cuando la moneda británica fué devaluada. Casos similares se dieron en Francia que devaluó su moneda, y Alemania revaluó la suya.

Podemos encontrar, por consiguiente, en éstas crisis especulativas, el principio del colapso de los tipos de cambio fijo del Sistema Bretton Woods, a comienzos de 1973. Como así, también, colocar a la política monetaria de los Estados Unidos de los fines de los setenta, como contribuyente en éste derrumbamiento, pues, Estados Unidos, con su política fiscal expansiva, provocó la necesidad de devaluar el dólar y los miedos de que ello ocurriera, causaron movimientos especulativos de capitales alejándose del dólar y de ésa manera aumentaron las ofertas de monedas de los países extranjeros.

Debido a todas éstas situaciones, se empezó de a poco al alejamiento de los países industrializados del dólar.

A principios de 1973, cuando se producía el derrumbe del Sistema Bretton Woods, aquellos países industrializados que se alejaron del dólar, adoptaron tipos de cambio flotantes ósea que el valor de la moneda era determinado libremente en el mercado de divisas, sin intervención del Banco Central. Si bien, una primera intención, fue hacer, del uso del tipo de cambio flotante una medida temporaria, debido a la situación que se vivía, éste tipo de cambio se mantuvo, como una salida a esa divergencia entre el equilibrio interno y externo, que se producía en razón de los acuerdos de Bretton Woods.

En cuanto al tipo de cambio flotante, los que estaban a favor de ésta modalidad, sostenían que la utilización de éste tipo de cambio daba autonomía de la política monetaria, simetría y mostraba a los tipos de cambio como estabilizadores automáticos.

En cuanto al tipo de cambio flotante, los que estaban a favor de ésta modalidad, sostenían que la utilización de éste tipo de cambio daba autonomía de la política monetaria, simetría y mostraba a los tipos de cambio como estabilizadores automáticos.

En cuanto, al argumento de la autonomía de las políticas monetarias, bajo el sistema de tipo de cambio Bretton Woods, la mayoría de los países no tenían posibilidades de usar las políticas monetarias para conseguir el equilibrio interno y externo.

Cuando el tipo de cambio fijo transitaba por sus últimos años, los bancos centrales impusieron restricciones cada vez más fuertes sobre los pagos internacionales, con el fín de tener bajo control su oferta monetaria, llevando, además a distorsionar el comercio internacional.

En cuanto a la simetría, el abandono del sistema de Bretton Woods, eliminaría aquellas asimetrías, que causaron tantos inconvenientes internacionales en los años sesenta y los comienzos de los setenta.

Aquellas asimetrías correspondían a que debido a que los países fijaban sus tipos de cambio al dólar, entonces necesitaban mantener dólares en reserva para llevar a cabo ésto. Por lo tanto, al no tener ésta necesidad, cada uno de los países tendría la posibilidad de manejar sus propias condiciones monetarias. A su vez los Estados Unidos, subsanado éste mismo inconveniente, no se vería imposibilitado a variar su tipo de cambio, hecho que se logró en 1971, con sistema de tipo de cambio fijo, después de largas negociaciones multilaterales. De ésta manera, tendríamos determinados simétricamente todos los tipos de cambio de todos los países por el mercado de divisas. Se debe destacar que el tema de la asimetría, no fué en su momento señalado en contra de los tipos de cambio fijo en general, sino de aquellos que cayeron en los primeros años setenta.

Sobre el tercer aspecto a favor de los tipo de cambio flotantes, se argumentaba que el rápido ajuste de los tipos de cambio que eran fijados por el mercado, y no por decisiones gubernamentales, favorecía a los países que ante un cambio en la demanda agregada (la suma del consumo más la inversión, que son determinados por distintos niveles de renta), podían mantener su equilibrio interno y externo.

El comportamiento de los tipos de cambio flotantes entre las dos guerras mundiales, hizo que cierto sector pusiera en duda su continuidad, basado ésto en argumentos tales como:

1. La disciplina: pues éstos críticos sostenían que los tipos de cambio flotantes conducirían más al libertinaje que a la libertad, ya que los países podían utilizar políticas superexpansivas debido a su falta de preocupación por la pérdida de reservas internacionales.

2. La especulación desestabilizadora y las perturbaciones monetarias: en éste tema juega un rol importante la expectativa, pues los operadores de los mercados de divisas al ver depreciarse su moneda, pueden venderla llevados por las expectativas de una creciente depreciación, a su vez que ésta conducta puede ser adoptada por otros operadores con respecto a ésa misma moneda, por lo tanto la esperada depreciación se llevará a cabo, y a largo plazo los países encontrarse en un círculo vicioso de depreciación. Mientras tanto los defensores de los tipos de cambio flotantes, sostenían que el comportamiento desestabilizador podía existir también, bajo sistema de tipo de cambio fijo.

3. Los prejuicios al comercio internacional y a la inversión: éstos opositores sostenían que la fluctuación de las monedas aumenta la incertidumbre de los importadores y de los exportadores con respecto a los precios a pagar y a cobrar respectivamente, en el futuro, por lo tanto ésto haría más costoso entrar y permanecer en el comercio internacional, y ésto llevaría a reducir dicho comercio.

4. La descoordinación de las políticas económicas: los defensores del sistema Bretton Woods, pensaban que a raíz de la libertad que tenían los países para modificar sus tipos de cambio, podía volver a suceder que los países practicaran políticas macroeconómicas solo a su conveniencia, perjudicando a los demás.

5. La ilusión de una mayor autonomía: los críticos sostenían que con la flotación de los tipos de cambio, en la mayoría de las veces, los bancos centrales deberían intervenir en los mercados de divisas aunque no tuvieran una obligación formal, todo ésto debido a los importantes efectos macroeconómicos.

En la actualidad, tras más de diez años de convivencia con tipos de cambio flotantes, la experiencia parece mostrarnos que los argumentos a favor de los mismos superan los argumentos en contra, ésto siempre y cuando se apliquen correctas políticas económicas nacionales

Los países en desarrollo, en los años cincuenta y sesenta relacionaban sus monedas a las de los principales países industrializados. A comienzos de los años setenta, éstos países industrializados adoptaron tipos de cambio flexibles. A medida que éstos países desarrollados fueron haciéndose partidarios de los tipos de cambio flotante, el problema mayor se les presentó a los países en desarrollo, que seguían de cerca a los primeros. Esto tuvo un primer colapso en los precios del petróleo en 1973, y otra vez en 1982, cuando tuvo su inicio "la crisis de la deuda".

Hoy, hay cada vez más pruebas de que los países en desarrollo, aún con estructuras económicamente muy diversas, pueden desarrollar y sostener sistemas de tipo de cambio flotante, encontrándose la clave de éstos resultados en contar con el sostén de políticas monetarias y fiscales moderadas para garantizar la estabilidad macroeconómica. Por lo tanto, la creciente preocupación por las subas y bajas de las divisas, pueden tener su origen en la confusión acerca de lo que debe ser el sistema monetario internacional.

Esta preocupación, por las bajas y subas tan abruptas y adireccionadas de los tipos de cambio, llevaron a que algunos países volvieran a los tipos de cambio fijo, como en cierta medida lo hizo el Sistema Monetario Europeo (SME), pero después de ésto, algunos países como Inglaterra e Italia tuvieron que irse del sistema, mientras otros, como fué el caso de España y Portugal, tuvieron que devaluar su moneda. La experiencia nos muestra que tratar de mantener un tipo de cambio antieconómico, puede hacer que uno de los países involucrado pierda las riendas de su política económica, siendo éste el caso de Francia, que estaba atado al marco alemán y a las tasas de interés alemanas.

Como lo muestran todos éstos años de flotación de tipos de cambio,determinados los mismos a través del mercado, sus movimientos hacia arriba y hacia abajo, aparentemente no conducirían a una situación problemática, tal como una caída precipitada de la moneda, mayor inflación y reducción de la producción, teniendo en cuenta la determinante condición que destacan los adeptos a la flotación, que es el apoyo de prudentes políticas fiscales y monetarias internas.

 

Mercado de Capitales

Sistema Financiero.

El mercado internacional de capitales es el mercado en el cual los residentes de diferentes países intercambian activos, y sus principales participantes son los bancos comerciales, las grandes empresas, las instituciones financieras no bancarias (como las compañías de seguros y los fondos de pensiones), los bancos centrales y otras instituciones públicas. El mercado de divisas, es uno de sus principales componentes, y es ahí donde el sistema bancario ocupa un papel primordial. Los bancos se ubican en el centro del mercado internacional de divisas y muchos operan internacionalmente, haciendo funcionar el sistema de pagos internacionales, como así también llevando a cabo una variada gama de actividades financieras.

Una de las modalidades a destacar de la industria bancaria de éstos años es su globalización, pues los bancos al expandirse en su propio país se han lanzado hacia los centros financieros internacionales. Debido a ésto en algunos países en desarrollo, sus autoridades financieras emprendieron políticas de diversificación institucional, al aumentar el número de intermediarios; legalizando intermediarios de los mercados informales, fortaleciendo los mercados de valores y dinero, y tratando de darle un nuevo papel a la banca de desarrollo. Tenemos también en éste momento, un fuerte proceso de apertura financiera para propiciar el aceleramiento de ésta diversificación institucional.

En cuanto al sistema financiero en éste nuevo contexto mundial tan diversificado, se trata de tener en cuenta la dimensión del sistema financiero, o sea la cantidad de bancos en el mercado, y ver según los países si la distribución es regionalizada, y de ser así el grado de regionalización, según la experiencia de los últimos años en nuestro país, la participación de los bancos regionales ha disminuido paulatinamente. Támbien es necesario tener en cuenta en un análisis de la Banca Comercial no solo la cantidad de bancos, sino la calidad y tipos de bancos que se encuentren en el sistema.

La globalización y la diversificación financiera, hacen poner la atención en la eficiencia, en los tipos de integración de procesos entre los distintos bancos, siendo un tema a tener en cuenta las políticas de fusiones entre bancos, y la posición que deben tomar los bancos en el mercado actual, un mercado con mayor cantidad de intermediarios, con menor nivel de activos en manos de los bancos y con clientes demandando mayor variedad de negocios.

Deteniéndonos en el plano internacional de las operaciones bancarias, se destaca lo dificultoso que resulta regularlas, y datos del pasado muestran las rápidas repercusiones que tuvieron en los mercados financieros internacionales las quiebras de ciertos bancos. Ese el caso de la crisis bancaria de 1974, que originó la creación del Comité de Basilea, con el fin de mejorar la cooperación entre las autoridades bancarias. Este Comité buscó pautas para reforzar la cooperación internacional, basada en un mayor control y calidad en supervisión bancaria. Esta autoridad elabora recomendaciones respetadas por los países que regulan sus sistemas financieros de acuerdo con normas y reglamentaciones adaptadas a los principios mundiales de ésta, siendo nuestro país uno de aquellos.

 

La inversion extranjera directa (IED)

En el sistema de cuentas nacionales de un país, los movimientos internacionales de capital se encuentran registrados dentro de la Cuenta de Capital de la Balanza de Pagos. Esta cuenta, que incluye todas las transacciones internacionales de activos, se subdivide según la metodología propuesta por el FMI en tres partidas principales: Inversión Extranjera Directa; Inversiones de Cartera; y Otros Capitales.

El concepto de Inversión Extranjera Directa (IED) refiere a la inversión que realiza un residente extranjero con el objeto de obtener una participación significativa en el manejo de una empresa localizada en el país donde se realiza la inversión. La participación mínima en la propiedad requerida para que una inversión sea considerada directa oscila entre el 10% y el 25% según los distintos criterios existentes. Las IED se caracterizan por tener un horizonte de mediano a largo plazo y pueden tomar distintas formas tales como aportes frescos de capital, reinversiones de utilidades y remesas entre las filiales o subsidiarias y la casa matriz 1. Además de ser este tipo de inversiones una corriente financiera, constituyen una corriente de activos y de formas de producción que están asociadas con el funcionamiento de las empresas transnacionales. En tal sentido, las mismas introducen en los países receptores conocimientos adicionales, estrategias de management y formación de capital humano a través de la capacitación de la mano de obra.

Cuando la inversión extranjera no logra ejercer una influencia significativa en el control de una empresa, se está en presencia de una inversión de cartera. Este tipo de inversiones son más volátiles que la IED ya que su horizonte es de mediano a corto plazo. Otro tipo de capitales que merecen una distinción especial son los comunmente denominados «hot money» (dinero caliente), es decir aquellos que buscan rendimientos rápidos principalmente en instrumentos de gran liquidez y en altas tasas de interés. Estos capitales, debido a que son a muy corto plazo y que varían muy rápidamente ante pequeñas variaciones en las condiciones macroeconómicas, pueden crear situaciones indeseadas en los países receptores.

Las diferencias entre las IED y las inversiones de cartera son muy significativas con respecto a los determinantes y a su regularidad. Cuando las empresas transnacionales deciden instrumentar programas de IED, elaboran estrategias de largo plazo considerando la ubicación y las ventajas que ofrecen los países receptores y estableciendo con ellos una obligación duradera, aunque ciertas operaciones financieras que se derivan de este tipo de inversiones pueden ser inestables. Por lo expuesto, puede concluirse que esta forma de transferencia de recursos son menos vulnerables a la fluctuaciones financieras temporarias, en tanto y un cuanto no se vean afectadas las principales variables de la economía en el largo plazo. Por otra parte, las IED representan una de las principales variables que confirman los procesos de globalización e integración que experimenta la economía mundial, a diferencia de las inversiones de cartera que por su mayor grado de volatilidad implican graves desequilibrios en las economías receptoras, principalmente en aquellos casos en los que su financiamiento depende considerablemente de este tipo de inversiones.

 

Evolución de la IED

En el transcurso de los últimos decenios, la actitud de los países, principalmente la de los países en vías de desarrollo, con respecto a la inversión ha variado considerablemente. En la década del setenta, muchos países en desarrollo desalentaban la entrada de capitales aduciendo que mediante este tipo de inversiones las empresas extranjeras lograban obtener una «renta económica», es decir, un exceso de ganancias a expensas de la economía local. Sin embargo, durante las dos últimas décadas la IED ha sido una de las variables más dinámicas de la economía internacional.

De 1980 a 1992 los flujos de inversión se orientaron principalmente hacia los países desarrollados, los cuales han sido históricamente los mayores proveedores y receptores de la IED. En los últimos años las tres potencias, EEUU., Europa Occidental y Japón, aportaron el 98% de los flujos totales (25%, 61% y 12% respectivamente). Entre 1989 y 1990 Japón se convirtió en el principal proveedor más grande de capital productivo, desplazando al Reino Unido y a los EEUU. quienes eran los líderes históricamente. Recién a partir de 1991 EEUU. recupera el primer lugar, quedando el país oriental en el segundo. Esto demuestra que si bien EEUU. es aún el principal país de origen de la IED, su posición decrece aceleradamente, además, los flujos transpacíficos encabezados por Japón se apoderaron del predominio que históricamente tenían los flujos transatlánticos entre EEUU. y Europa.

Con respecto a los países receptores de IED, las principales regiones son América Latina y especialmente Asia Oriental, las cuales acumulan cuatro quintas partes del volumen de este tipo de inversiones destinado al mundo en desarrollo. En particular los países asiáticos del Pacífico son los que han atraido mayores flujos de inversión, ya que a fines de los años ochenta absorvieron casi la mitad de los recursos de inversión productiva dedicados a las naciones en desarrollo. En el caso de América Latina, la crisis de la deuda declarada en agosto de 1982 provocó la exclusión de esta región del gran dinamismo que entonces experimentaba el sistema financiero internacional y además, interrumpió el suministro de capitales privados externos que hasta ese entonces habían llegado a la región muy abruptamente. Consecuentemente, se produjo una reversión de la tendencia histórica de América Latina que contaba con el 50% de la ID que era destinada a los países en desarrollo; el flujo de capitales hacia la región pasó del 49% al 37% en la primera y segunda mitad de la década del ochenta, mientras que las naciones del sur y sudeste asiático vieron incrementarse sus flujos de capital pasando del 37% al 50% a partir de 1986.

Dadas las continuas corrientes de recursos hacia la banca acreedora, especialmente en concepto de pago de intereses, y a la menor afluencia de préstamos generados por la incertidumbre, se produjo un proceso de contracción acelerada de la demanda interna con el fin de obtener saldos exportables que constituyan una fuente alternativa de financiamiento, lo que condicionó el crecimiento de la región e influenció negativamente a los inversionistas extranjeros, quienes previeron la continuidad de la crisis en el futuro y tomaron decisiones que afectaron a estos países con respecto al flujo de divisas, remesas de utilidades y de capitales. Esta situación hizo que muchos países se vieran obligados a reducir las restricciones que imponían a la IED y a modificar sus políticas con el fin de atraerlas. Consecuentemente, la banca transnacional propició la implementación de programas de conversión de deuda externa en capital, considerando la situación particular en que se encontraba cada país. A través de este mecanismo se lograba disminuir los compromisos contraídos, estimular los nuevos proyectos de inversión que incentiven el proceso de crecimiento y la creación del ámbito adecuado para fomentar el regreso del capital. El desarrollo de estos programas se destacó principalmente en México, Brasil, Argentina y Chile. Entre 1985 y 1990 el flujo de IED mediante la implementación de este mecanismo representó en Chile el 74,6% de las corrientes financieras recibidas; en Brasil el 54,7% y en México el 31,4%. Los resultados generaron expectativas favorables para la reanudación de la IED a la región. Luego de la crisis financiera, la evolución de los mercados de capitales volvió a resultar atractiva para el capital extranjero, especialmente en países tales como Argentina, Brasil, Chile, Colombia y México. En este proceso contribuyó la eliminación de las restricciones a la participación extranjera, así como los controles de cambio, lo cual favoreció el crecimiento de las inversiones en acciones, llegando en determinados casos a convertirse en IED.

A partir de 1990 se registró una gran afluencia de capitales que alcanzaron una cifra récord de 62.000 millones de dólares anuales, en promedio, en 1992-1993, equivalentes al 4,9% del PBI regional en tal período, participación que resulta superior al récord histórico promedio del 4,5% correspondiente al período 1877-1981. Este aumento vertiginoso dio como resultado que por primera vez desde 1981, la transferencia neta de flujos financieros cambiara de tendencia y se tornara positiva.

México, Argentina y Chile son los países que han experimentado notables aumentos en los flujos de capitales. En el caso de México, entre 1983 y 1990 las corrientes netas de capital fueron del orden de los 800 millones de dólares, mientras que en el lapso de 1992-1994 alcanzó los 25.200 millones de dólares, significando más del 8% del PBI. El ingreso de corrientes netas de capital promedio anual en Argentina rondaba entre 1977-1991 los 1.500 millones de dólares, mientras que entre 1992-1994 osciló alrededor de los 10.600 millones de dólares. Por otro lado, el caso chileno presentó una evolución más moderada, debido principalmente a la continuidad de las reformas llevadas a cabo, donde la magnitud del capital no advirtió abruptos incrementos.

En este período se produjo también un cambio en la composición de las corrientes de IED dirigidas hacia América Latina y una diversificación de las mismas. En tal sentido, el flujo de IED se duplicó entre 1977-1981 y 1991-1992, en tanto que las inversiones de cartera surgieron como nueva fuente de financiamiento, pasando de una participación cero en el primer período al 9,9% promedio anual del flujo neto en el segundo. Entre 1993 y 1994 la influencia de estas últimas fue evidente, al igual que la de los bono, mientras que la contribución de los préstamos de los bancos comerciales cayeron del 66,7% al 10,4% al,finalizar 1992.

Las principales causas del retorno masivo de los flujos hacia América Latina se deben a factores exógenos y endógenos. Entre los factores exógenos se destacan el acelerado crecimiento y la globalización de los mercados mundiales de capitales, la caída de las tasas de interés de corto plazo en EEUU. y otros países industrializados y la prolongada recesión económica en esa nación. Entre los endógenos se pueden destacar dos tipos de situaciones que con frecuencia han atraído grandes corrientes de capitales. Por un lado se encuentran las relacionadas con cambios en las políticas económicas internas, que incluyen cambios estructurales con el fin de mejorar la productividad o reducciones en el déficit del sector público para lograr una mayor estabilidad macroeconómica y promover una depreciación real. Por otro lado, se encuentran las políticas encaminadas a restringir el crédito interno o a aumentar las tasas de interés reglamentadas, sin que se efectúen los ajustes fiscales correspondientes. En tal sentido, cuando los tipos de cambio son fijos o cuando sólo se permite que oscilen dentro de una banda nominal establecida, las corrientes de capital resultan atraídas por las altas tasas de interés internas 4. Además, a estos factores suelen sumarse los denominados «efectos de amplificación», los cuales son muy difíciles de identificar pero se supone que reflejan las modas que adoptan los mercados financieros o las reacciones exageradas de esos mercados ante nuevas informaciones.

En el caso de América Latina, las reformas económicas emprendidas a partir de 1982 fueron las que contribuyeron al retorno de capitales a la región. Tales reformas incluyeron la privatización de empresas estatales, la participación de inversionistas extranjeros en sectores que históricamente habían sido ocupados solamente por agentes económicos nacionales y la liberación progresiva de sectores económicos de gran relevancia estratégica para el capital extranjero, como el sector financiero. Otro factor que facilitó el regreso de capitales fue la renegociación de la deuda externa a través del Plan Brady y otros convenios con el Club de París, la banca mundial y los gobiernos acreedores, lo que contribuyó a aumentar la credibilidad acerca de las reformas económicas llevadas a cabo.

 

Efectos.

Con mucha frecuencia, principalmente en los países en desarrollo, se ha argumentado que una elevada participación de la inversión extranjera en determinados sectores del país receptor puede conducir a un debilitamiento de las empresas locales, al desarrollo de estructuras oligopólicas y a reducir el bienestar de la población. Pero el impacto interno de la IED depende principalmente de la orientación de la economía receptora. Si la economía está cerrada al comercio internacional, las empresas extranjeras tendrán un fuete incentivo apara aumentar su participación en el mercado local, comprando las empresas de sus competidores. Si la economía está abierta al comercio internacional, la participación de la IED no tendrá mayor impacto, sino por el contrario, es posible que las empresas extranjeras estimulen la capacidad empresarial del país receptor a través de la competencia.

En cuanto a las consecuencias de los movimientos de capitales, hay que distinguir si se tratan de corto o de largo plazo, ya que el riesgo que involucra cada tipo de capital es muy distinto. Si el país depende de capitales de corto plazo, esto puede convertirse en una situación muy riesgosa, debido a que estos capitales pueden irse tan rápido como llegaron como consecuencia de variaciones en las tasa de interés, ocasionando serios perjuicios al país receptor. Por otra parte, las entradas de capitales de largo plazo entre las que se incluyen las IED, debido a sus características particulares, cuentan con el potencial para lograr expandir la capacidad productiva de los países en donde se radican.

Además de considerarse la regularidad de los capitales y las características de la economía receptora, deben tenerse en cuenta las causas por las cuales se produce el ingreso de esos capitales. Cuando el ingreso de capitales se produce debido a que predominan los cambios en las condiciones externas, se produce una tendencia a hacer bajar las tasas de interés, pero al mismo tiempo existen grandes posibilidades de que las corrientes se inviertan cuando las condiciones externas varíen. Cuando predominan los cambios en las políticas económicas internas de carácter estructural, los efectos son similares a los anteriores, con la diferencia de que en lugar de ser causa posible de inestabilidad, este tipo de corriente de capitales puede llegar a promover el equilibrio y la sostenibilidad. Cuando predominan las políticas encaminadas a restringir el crédito interno, el efecto que producen es aumentar las reservas oficiales, obstruyendo los esfuerzos para reducir el aumento del dinero circulante y la inflación, no produciendo efectos visibles en las inversiones, el, crecimiento y en la cuenta corriente. Además, dado que esto se produce en una situación de escasez de dinero, políticas financieras liberales y un tipo de cambio fijo suele ser insostenible, aumentando los riesgos de que las condiciones iniciales se inviertan.

En la actualidad, tanto los países en desarrollo como en los que resurgen las economías de mercado, no sólo han dejado de poner trabas a las inversiones sino que también compiten entre sí para atraer a los inversionistas extranjeros. En tal sentido, el Servicio de Asesoría sobre Inversión Extranjera (FIAS) que depende del Grupo del Banco Mundial, proporciona asesoramiento a más de 40 gobiernos, incluso a aquellos que con anterioridad tuvieron economías de planificación centralizada, sobre las medidas que deben adoptar para crear condiciones favorables para la IED productiva. Algunas de las recomendaciones más importantes se relacionan con la Selección de las propuestas de inversión; Incentivos para las inversiones; Transferencias de dividendos y remesas; Fomento de las inversiones 5.

Selección de las propuestas de inversión:- Se deberá permitir la entrada sin restricciones de inversiones extranjeras en general, el número de inversiones cuya aprobación estará sujeta a examen deberá circunscribirse a una corta «lista negativa». Deberían permitirse todas las inversiones en las actividades no comprendidas en dicha lista, sin necesidad de examen o aprobación. La lista negativa podría incluir, por ejemplo, las industrias relacionadas con la defensa nacional o las industrias sumamente protegidas. Por supuesto, estos proyectos deberán estar sujetos a la legislación de cada país.

Incentivos para las inversiones:- Se deberán definir claramente los tipos de inversiones que merecerán incentivos, y estos concederse automáticamente para reducir al mínimo el margen de discreción o de negociación. Esta clase de incentivos se utilizan en forma temporal en aquellos países donde las condiciones para las inversiones no son las ideales. Estos deberán estar vinculados directamente al tipo de actividad que se desea fomentar, como podría ser el caso de las exportaciones o la creación de empleos, y no deberán concederse por el mero hecho de la inversión en sí.

- Al concederse los incentivos se debería evitar favorecer a los inversionistas extranjeros frente a los nacionales. En condiciones ideales, la política oficial no deberá discriminar en contra de las empresas nacionales ni de las extranjeras.

- Se deben evitar las exoneraciones temporales de impuestos. No se deberían eliminar la totalidad de los impuestos para atraer a empresas serias, ya que éstas prefieren que haya una tasa impositiva estable y razonable, que les permita hacer planes financieros a largo plazo, en lugar de recibir una tregua seguida de tasas elevadas e inciertas.

Transferencias de dividendos y remesas:- No deberá haber restricciones para transferir al extranjero dividendos, capital, regalías, honorarios y reembolsos de los préstamos internacionales. Los inversionistas, al aportar capital a los mercados incipientes, deben tener la seguridad de que podrán llevarse las utilidades a su país. Sólo se debería exigir que cumplan con los requisitos de notificación, con el fin de que los gobiernos puedan llevar cuenta de los movimientos de capital.

- No deben imponerse restricciones al acceso de los inversionistas extranjeros a las divisas. Una menor posibilidad de acceso a las divisas representará un freno para los inversionistas extranjeros, sobre todo los que tienen intención de vender en el país productos que podrían ser escasos.

Fomento de las inversiones:- No se deben realizar esfuerzos costosos para la promoción de las inversiones, hasta que las condiciones en el país sean satisfactorias. Cuando en panorama comercial continúa sujeto a grandes limitaciones o incertidumbre, antes de iniciar campañas internacionales para atraer nuevos inversionistas, todo organismo de promoción de las inversiones deberá establecer primero una «función de servicio» a nivel nacional destinada a ayudar a los inversionistas extranjeros que deciden radicarse en el país por iniciativa propia.

- Deberá establecerse una organización dedicada al fomento de las inversiones que mantenga estrechos vínculos con el sector privado local y se dedique principalmente a brindar apoyo a los inversionistas, y no a la selección de los mismos. Una buena solución sería la creación de un organismo semigubernamental que tenga una junta directiva mixta, pública y privada.

La adopción de una o todas estas recomendaciones no bastará para garantizar una afluencia considerable de inversiones extranjera directas a menos que las condiciones comerciales sean en general satisfactorias y que las políticas oficiales sean razonablemente estables. Por otro lado, las comunicaciones informales y las actitudes de los inversionistas establecidos son las que más estimulan o frenan la inversión extranjera. En tal sentido, uno de los estímulos más importantes para que otras empresas inviertan en un país extranjero, es el «efecto de aglomeración», es decir, la existencia de empresas extranjeras y nacionales ya establecidas y de la infraestructura necesaria.

 

Bibliografía

Miltíades Chacholiades: Economía Internacional. Editado por McGraw Hill, edición española 1990

R. Freench - Davis: Economía Internacional. Editado por el Fondo de Cultura Económica, Mejico 1980

Charles Kindleberguer: Economía Internacional. Editado por Aguilar 6ta edición 1989.