Revista de Relaciones Internacionales Nro. 11

La Globalización

 

 

Juan Archibaldo Lanús*

 

* Embajador de la República Argentina en Francia 1 Parte del Capítulo VII Libro "Un mundo sin orillas - Estado, Nación y Globalización"

A lo largo de la historia el ser humano ha padecido o aprovechado las situaciones imprevistas o sorpresivas que se le presentaron pero en casi todos los casos ha sabido adaptarse a ellas. Con la fuerza de una onda expansiva, lenta pero implacable, una serie de fenómenos convergentes que llamamos "globalización" están socavando la arquitectura del estado-nación y la organización de las sociedades regidas por su autoridad política. No cabe duda de que el ser humano sabrá adaptarse, controlar y aprovechar este fenómeno pero su dimensión y efectos sociales y políticos no pueden aún evaluarse. Los hechos no se anticiparon y la realidad de las mutaciones que ha provocado no ha podido empezar a conceptualizar, sino cuando ya el fenómeno había aparecido. Fueron las grandes escuelas de los EE.UU., como las Universidades de Harvard, Stanford o Columbia, donde se acuñó el término "global" como sinónimo de "mundialización" que es el que se usa en francés. Surge del análisis microeconómico a nivel empresario que fue el foco de atención de consultores en estrategia y comercialización, como el japonés Kenichi Ohame, Director de la oficina de Mc Kinsey and Co., y el norteamericano Michael Porter.1

Hubo, sin duda, épocas anteriores de globalización pues no fue otra la realidad de gran parte del mundo durante los cincuenta años que precedieron a la Primera Guerra Mundial. La época de los imperios coloniales en Africa y Asia; los masivos movimientos de inversiones y de migraciones; el gran comercio internacional de manufacturas y materias primas; la expansión competitiva de los gigantes oligopolios productivos que caracteriza el gran crecimiento de la economía mundial de aquella época, conformaron una verdadera globalización. Por qué no considerar también que hubo globalización, aún cuando limitada en su geografía, dentro del sistema de relaciones que creó España con sus colonias de América y que tuvo vigencia durante casi trescientos años.

Estimo que lo que diferencia el proceso de globalización, que se inicia a fines del siglo XX, de sus experiencias anteriores, es que mientras estas tuvieron el carácter de constituir un fenómeno macroeconómico regulado o querido por los Estados, la experiencia actual está constituida por fenómenos microeconómicos transnacionales que a los Estados no pueden fácilmente controlar o sólo pueden facilitar y acompañar con su propia acción. La globalización está impulsada por fuerzas autónomas y privadas alimentadas por la imaginación y el deseo de lucro. La desregulación de los mercados, sobre todo financieros, marca el inicio de la expansión de este fenómeno. Su apoyo logístico es la revolución introducida por las computadoras y la nueva tecnología de comunicación y de transporte. Que se ha difundido por el mundo entero, utilizables a todos los niveles de las sociedades nacionales. Uno de los efectos más importantes de la inovación tecnológica ha sido el de crear, como lo afirma Brezinski, una "intimidad social" a escala global que supera al tiempo y la distancia.2

Intangible por sus medios, la comunicación no reconoce el monopolio del poder ni las jerarquías económicas.

"La globalización se refiere a la multiplicidad de vínculos e interconexiones entre los estados y sociedades que conforman el presente sistema mundial. Describe el proceso por el cual "acontecimientos, decisiones y actividades en una parte del mundo tienen consecuencias significativas para individuos y comunidades en cualquier parte distante del globo"..., "... implica una intensificación de los niveles de interacción, interconexión o interdependencia entre estados y sociedades que constituyen la comunidad mundial."3

Este fenómeno de globalización, cualquiera sea la definición que se le asigne, está sustentado en el flujo masivo de informaciones disponibles para muchos millones de seres humanos que podría alterar las bases del lenguaje y trasnformar al mundo en una gran Torre de Babel donde la comunicación sólo será posible a través de una máquina. Si bien no es el caso explorar hipótesis sobre eventuales riesgos de un sistema que recién se inaugura, es evidente que este proceso ha despertado no pocas inquietudes y resistencias políticas, económicas y culturales. No cabe duda que constituye una amenaza y desafío para la cohesión social.

El fenómeno de globalización, tal como se presenta habitualmente, está impulsado y alimentado por una serie de factores que profundizan su alcance social y expanden su horizonte geográfico. Su naturaleza innovadora para el actual sistema internacional está dada en términos de tiempo y cantidad.

En menos tiempo, más cantidad. Hay quienes piensan que la expansión del capitalismo mundialista, que supera las unidades económicas de los estados nacionales, ha creado una cultura de "bazar" y de "centro comercial mundializado"(global shoping mall) que responde a una cultura de objetos homogéneos y un imaginario colectivo dominado por arquetipos globales que podrían provocar una verdadera escisión a nivel de las sociedades nacionales.4

No pretendo analizar las abrumadoras hipótesis sobre el futuro, sino más bien exponer lo que a mi juicio son factores que impulsan esa fuerza expansiva de lo que llamamos globalización. Esos factores y fenómenos empíricos que han generado invalidan muchos de los presupuestos que han inspirado el pensamiento clásico o heterodoxo sobre el funcionamiento de la economía internacional a la vez que han erosionado, como ya lo afirmé, las premisas sobre las que se asienta el actual sistema internacional. Sus efectos inciden en la cultura, en la organización de la producción y en el comportamiento macroeconómico de las economías nacionales. Estos factores (los principales) son la reciente innovación tecnológica, la mundialización de las finanzas, el crecimiento exponencial de las inversiones extranjeras directas, la liberalización del comercio y la desregulación. describiré brevemente estos fenómenos.

El primer soporte es sin duda tecnológico por la importancia decisiva que este factor tiene para la globalización. Tal como la producción industrial había sido impulsada por la máquina de vapor y el barco de hierro, la nueva revolución productiva ha sido posible gracias a la difusión de las minicomputadoras y la inteligencia artificial. Fax, línea óptica, satélite, numerización, constituyen algunos de los nuevos descubrimientos que han acelerado la comunicación que ya posibilitó el teléfono y el cable desde fines del siglo pasado. Pero lo más sorprendente de las nuevas tecnologías es la enorme reducción del precio que pagan los usuarios por su uso. En 1950 el costo de una comunicación de 10 minutos entre EE.UU. y Gran Bretaña era de 210 u$s. En 1992 se había reducido a 10 u$s. La revolución tecnológica no está limitada a Paris o Londres pues, por ejemplo la China que sólo tenía 4 millones de teléfonos en 1980, hoy posee 20 millones y tendrá quizas cinco veces más al finalizar el siglo XX. Más de 120 satélites para la comunicación emiten imágenes de televisión a todos los lugares de la tierra. EEUU exportan más de 120 mil horas anuales de programas de T.V. y el comercio mundial de estos porductos está creciendo el 15% al año.5

El INTERNET ha conformado una red mundial (World Wide Network) que ya en 1995 contaba con más de 20 millones de usuarios y cuyo abono mensual oscila entre 10 y 50 dólares. Este sistema les permite intercambiar informaciones y mensajes que ocupan un lugar indetectable en las líneas telefónicas a través del cual viajan. La novedad de la numerización -especie de ADN de la información- ha permitido codificar y descodificar cualquier dato en una secuencia de 0 y 1. Como dice Nicholas Negroponte, usando una analogía, se han transformado "átomos" en "electrones". Por muy poco costo cualquier individuo puede conectarse con una red y recibir textos, imágenes, sonidos y hasta el mismo espacio (realidad virtual) en "bytes".6 El "byte" es el nuevo universo de la cultura planetaria.

Otro factor que impulsa el proceso que comentamos es la "mundialización de las finanzas". Este fenómeno se produce gracias a la desregulación, la desintermediación y la descompartimentación de los mercados financieros nacionales. Si bien las finanzas habían conquistado excepcionalmente un espacio mundial con anterioridad a la Primera Guerra Mundial, lo que caracteriza la actual situación es la medida de su influencia sobre los países y la autonomía de sus movimientos. Según las estimaciones más recientes, las transacciones de cambio que tienen lugar por día en el mundo ascienden a 1,2 billones de dólares (1,2 trillon de u$s en inglés) de los cuales los arbitrajes monetarios y la especulación representan las cuatro quintas partes, es decir, el monto de los movimientos financieros anuales es aproximadamente cien veces más que el total del comercio mundial. La génesis de este proceso debe situarse en la creación del mercado "offshore" del eurodólar en la década de los años sesenta y en el colapso del sistema de Bretton Woods.

Después de su creación, en 1961, una de las primeras medidas de la OCDE fue trabajar en la preparación de un código de liberalización de operaciones corrientes invisibles y otro para los movimientos de capital. A partir de 1968 los códigos cubren todos los movimientos de capitales, comprendiendo las operaciones sobre los mercados monetarios y actividades financieras a corto plazo. Charles Oman, analista del Centro de Desarrollo de la OCDE, experto en mundialización y competitividad, dice que la globalización de los mercados financieros y la desregulación financiera "son las causas principales del debilitamiento de las políticas económicas nacionales respecto a los otros gobiernos, pero especialmente frente al mercado global".7 Este fenómeno ha debilitado la capacidad de los bancos centrales de administrar las tasas de cambio así como la posibilidad de hacer efectiva la autonomía monetaria y la política fiscal de los gobiernos. Los estados ven erosionarse la base de imposición de los impuestos a las ganancias, y los sistemas fiscales reposan cada vez más en el trabajo y el consumo.

La autoridad monetaria soberana de los estados ha quedado en parte secuestrada por "agentes privados". En un informe sobre la economía mundial realizado por la revista "The Economist" se afirma que los mercados financieros se han transformado en "jueces" de las políticas económicas nacionales.8 Los ciudadanos no serán castigados o premiados por sus conductas en un espacio nacional sino por el uso que hagan de su carta de crédito. No conocen al juez, ni saben dónde está, pero su veredicto lo aceptarán todas las demás compañías de crédito en el mundo.

"El nuevo mercado financiero mundial no es un lugar que pueda encontrarse en el mapa, sino que está ubicado en 200.000 pantallas electrónicas que se encuentran en oficinas dispersas en el mundo y ligadas entre sí".9

Otra de las novedades de ese mercado emancipado de control político es su imaginativa capacidad para crear nuevos "productos" financieros cuyos nombres escapan a la comprensión de los más avisados especialistas: "Revolving Underwriting Facilities" (facilidades de emisión), "Multiple Option Facilities" (Facilidades a opción múltiple), "Fixed Rate Agreements (Contratos con fijación de tasas de interés), swaps, opciones, y muchas otras operaciones a las que se les han dado nombres laterales para designar operaciones complejas, a veces ficticias, que permiten comprar activos sin dinero o apostar sin riesgo. Este universo ha transformado el dinero líquido en activo y viceversa, de modo tal que en algunos casos se puede tener sumas invertidas a través de un agente y, al mismo tiempo, girar para pagos al contado contra dicho capital.10

La "desintermediación" permite a los usuarios utilizar los servicios de esta red de agentes, esparcidos en todo el mundo sin recurrir a las instituciones financieras tradicionales. Por otra parte la liberalización de las transaciones con el extranjero, la apertura de los mercados mobiliarios y de las Bolsas, los operadores extranjeros que han autorizado casi todos los países, han suprimido los controles, aún meramente informativos, sobre los movimientos financieros transfronterizos. Según el Banco Mundial el tráfico de acciones bursátiles en todas las fronteras pasó de 120 mil millones de dólares en 1980 a 1,4 billones en 1990.

La mundialización de las finanzas expone a los gobiernos a las mareas de un gran océano cuyo flujo y reflujo no está regido por las previsibles circunvalaciones de la luna sino por las percepciones subjetivas de miles de agentes privados que se han constituído en administradores de una parte creciente del ahorro mundial. Fondos de pensiones, Agentes Financieros y Administradores de fortunas, deciden dónde llevar sus depósitos, cuándo realizar sus inversiones y hasta cuándo mantener en una plaza sus inversiones bursátiles. En fin, juzgan el riesgo monetario y político de sus colocaciones con la única lealtad que el deseo de preservar los capitales de sus clientes les exige. Los inversores institucionales administran las dos quintas partes del ahorro de las familias en EE.UU. en 1995, el doble que en 1980. Estas instituciones administraban activos que en 1980 representaban el 59% del Producto Bruto Interno de ese país mientras que en 1993 la masa de inversiones que manejaban era equivalente al 126% de ese Producto Bruto Interno.11 Esta situación, que tiene características semejantes en casi todo el mundo, ha llevado a los gobiernos a competir en un mercado que se mide por los logros en la desregulación, la tasa de interés y las garantías a los inversores que en gran parte ya no son nacionales o extranjeros, sino que actúan en ese espacio global accesible tanto a la gran empresa como al pequeño ahorrista, sin distinción de nacionalidad.

Otro de los factores que impulsan la globalización es el aumento exponencial de las inversiones extranjeras en el mundo. Ha quedado atrás la época en que las inversiones en América Central de la United Fruit provocaban la animadversión de los nacionalistas que sentían ultrajada su idependencia nacional y de los conflictos políticos que generaron por ejemplo la nacionalización del petróleo explotado por compañías extranjeras en México. Ha sido superada esa historia de desencuentros y pasiones nacionales que desde mediados del siglo pasado fueron recurrentes en Africa, Asia y América Latina (sobre todo en este continente donde la experiencia cubana ha dejado marcas que aún no se han borrado). Luego del fracaso de las iniciativas por regular sus movimientos con códigos de conducta que tuvieron lugar en el seno de las Naciones Unidas, se ha creado una atmósfera política generalizada de signo inverso que se manifiesta sobre todo a partir de mediados de la década del ochenta. Todos los países compiten por atraer inversiones extranjeras.

El flujo internacional de inversiones extranjeras directas que siguió un ritmo de crecimiento similar al producto bruto y al comercio hasta la década del setenta, tiene un impulso exponencial durante la década del ochenta. Entre 1980 y 1988 las inversiones extranjeras directas realizadas en el interior de la Tríada (EE.UU., Europa Occidental, Japón) pasaron de 142 a 410 mil millones de dólares. En 1980 la Tríada poseía el 30% del stock mundial de inversiones y en 1988 el 39%. Las inversiones directas dirigidas al conjunto de países en desarrollo pasaron de un promedio anual de 13 mil millones de dólares en 1980-1985 a 51 mil millones en 1992 y 80 mil millones en 1993. Se estima que en 1994 había 37.000 empresas matrices con 200.000 filiales distribuídas por todo el mundo.

La desregulación de las economías, al establecer condiciones más favorables para los inversores extranjeros, y la liberalización del comercio ha estimulado esta tendencia positiva para el crecimiento y el empleo en los países en desarrollo. La División de Inversiones y Corporaciones Transnacionales de la UNCTAD estima que las filiales extranjeras radicadas en los países en desarrollo emplean 17 millones de personas.12

El enorme aumento del stock de inversiones extranjeras directas en el mundo que genera aproximadamente el 8% del producto mundial, sustenta una red de interconexiones que estimula el comercio mundial del cual un tercio son transacciones intrafirmas.

La red mundial de corporaciones transnacionales -las primeras cincuenta por el monto de sus activos pertenecen a la Tríada- definen estrategias globales que impulsan la globalización diseminando tecnología, capacitación y, lo que es más importante, consolidan una cultura de trabajo y conocimientos aptos para operar en el mercado internacional con independencia de la localización de las filiales. Un estudio de la OCDE afirma enfáticamente que las inversiones extranjeras directas son uno de los elementos claves de la mundialización de la economía que ha tenido lugar en los últimos años.13

El tercer factor que impulsa la globalización es el proceso de liberalización del comercio que ha tenido lugar en parte como consecuencia de las sucesivas negociaciones que se llevaron a cabo dentro del ámbito del GATT. Las sucesivas reducciones tarifarias han expandido el comercio a un ritmo que es superior al del crecimiento del Producto Bruto Mundial.

Entre 1950 y 1992 el Producto Bruto Mundial se ha multiplicado un poco más de cinco veces, mientras que el comercio mundial ha aumentado 15 veces.

Finalmente cabe destacar el papel cumplido por la desregulación que se refiere al abandono paulatino de prácticas estatales de intervencionismo regulador en las actividades e intercambios económicos internos.

En el seno de la OCDE se fomentó e impulsó el paso del estado intervencionista que fue la regla general en la postguerra a esquemas de políticas que respetaron el mercado a través de la desregulación y la privatización de empresas y servicios. Si bien este proceso aún no está concluído pues la participación estatal continúa siendo importante en algunas economías desarrolladas, la desregulación se ha constituído en un objetivo político generalizado. Los países en desarrollo han emprendido profundas reformas económicas cuya meta es crear condiciones para limitar las intervenciones en el libre juego de las fuerzas del mercado. El proceso comenzó en los EE.UU. bajo la administración Carter, y en Chile luego del derrocamiento de Allende, continuando en la década del ochenta en Gran Bretaña bajo la inspiración de la Primer Ministro Margareth Thatcher.

Cuando la teoría económica pareció incapaz de interpretar las causas de la "stagflation" en la década del setenta se pensó, tantó en EE.UU. como en Europa, que los mercados se encargarían de hacer funcionar mejor la economía. Fue un gran consenso entre los sectores gubernamentales y privados quienes buscaron estimular la competición como medio de superar la ineficiencia del voluntarismo de los gobiernos. La desregulación tampoco puede desvincularse de los problemas de la visible baja de productividad que sufrían algunas grandes industrias hacia mediados de la década del setenta (el fenómeno ya era perceptible en EE.UU. a fines de la década del sesenta).

La Comunidad Europea definió su mercado común como una vasta política de desregulación en todos los sectores. La acción del Banco Mundial y el FMI ha sido decisiva en la promoción de la aceptación de una política cuyo propósito fue abolir el prestigio político de las ideologías estatistas y todas sus tradiciones. Este cambio trascendental ha consistido en pasar de una economía cerrada, en su versión socialista o de "estatismo industrialista", a otra cuyo rasgo es la apertura y la competencia a través del mercado. Después de la Segunda Guerra Mundial las economías de los países eran, salvo excepciones, básicamente cerradas. En 1960 sólo el 20% de la población mundial vivía en países con economías abiertas. En 1993 esta población, viviendo en economías abiertas, sube al 50%. Cuando Rusia y China abran sus economías, el 87% de la población mundial vivirá en economías abiertas.14

Hay países que tuvieron siempre una economía abierta: por ejemplo, Malasia, Singapur, Tailandia y Chipre. Hay varios que empiezan el proceso de reformas y apertura antes de la década del ochenta: Italia (1959), Grecia (1960), Portugal (1960), Taiwan (1963), Australia (1964), Corea (1968), Indonesia (1970), Chile (1976), Botwana (1979). En la década del ochenta encontramos un gran pelotón: Bolivia (1985), Costa Rica (1986), Jamaica (1988), Filipinas (1988), Paraguay (1989), Ghana (1985), Turquía (1989), etc. Uruguay (1990), Argentina (1991), India (1994), Brasil (1991), Colombia (1991), Sudáfrica (1991) y un gran número de países con diferentes tradiciones de intervencionismo estatal fueron adoptando políticas de desregulación y apertura. Se ha formado a nivel mundial un espacio creciente con condiciones favorables para la expansión de una intrincada red de interconexiones y vínculos que pueden establecerse a todos los niveles de las sociedades nacionales.

La globalización no es solamente la liberalización de los intercambios y vínculos entre estados nacionales como ocurrió durante los cincuenta años que precedieron la Primera Guerra Mundial; es un fenómeno de naturaleza diferente porque cuenta con el apoyo de una tecnología novedosísima que ha permitido vencer el espacio, acortar el tiempo y ampliar enormemente el mercado de usuarios en un nuevo universo que es planetario. Se está construyendo una interdependencia transnacional donde los individuos pueden participar al igual que los estados y las grandes empresas, donde la preferencia es no responder más a criterios constreñidos por fronteras políticas nacionales.

Este espacio creciente de carácter global va a afectar profundamente no sólo al estado y sus políticas económicas nacionales sino la cultura de las comunidades y países. Nuevos valores de relacionamiento, nuevos lenguajes para comunicarse, una más amplia gama de libertades para elegir y desechar. Quizá la globalización ha entrado sigilosa por la puerta menos visible del reino, como un hada con la varita, para romper el encantamiento del Rey adulado por el poder y dar paso a los "gnomos" que jugarán incansables en un mundo de ficción.

 

1Kenichi Ohame "Triad Power: The Coming Shape of Global Competition" The Free Press. New York 1985 y "The Borderless World". Collins. Londres 1990. Michael Porter "The Competitive Advantages of Nations" The Free Press. New York 1990 y "Competition in Global Industries" Harvard Business School Press. 1986

 

2 Z. Brezinski, op.cit.

3 A. G. Mac grew and P. G. Lewis "Global politics: globalisation and the Nation State" The Policy Press. Cambridge, 1992.

4R.J. Barnett and J. Cavanagh "Global Dreams". Simon and Schuster, New York, 1994. A. Valladao "Le XXIeme siecle sera american". La Decouverte. Paris 1993, J. Nasbitt "Global Paradox", William Morrow, 1994

 

5 R. Parker "The Myth of global News" New Perspective Quarterly. vol. 11 n°1, 1994.

6 Nicholas Negroponte "L´Homme Numérique", Ed. Laffont. Paris. 1995.

 

7 Charles Oman (1995) "Globalisation and Regiona-lisation (Policy Brief). Development Center OCDE. 1995.

8 The Economist 7 de octubre de 1995.

9 Walter Wriston según ha sido citado por John H. Dunning (1994) op.cit.

10 François Chesnais. "La mondialisation du Capital". Syros. Paris, 1994.

 

11 The Economist. 7 de octubre de 1995

 

12 World Investments report 1994. Division on Transnational Corporations and Investments, UNCTAD, Ginebra

13 L´Interdependance Mondiale. Centre de Devélopment de la OCDE, 1995.

 

14 Jeffrey D. Sachs and Andrew Warner "Economic Reform and the Process of Global Integration" Brooking Papers on Economic Activity.vol I. 1995.