Revista de Relaciones Internacionales Nro. 13

Verdad y Reconciliación en la Transición a la

Democracia en Sudáfrica*

 

Kader Asmal**

 

*Conferencia sobre "Verdad y Reconciliación en la Transición a la Democracia en Sudáfrica", patrocinada por la Academia Diplomática y la Fundación Chile XXI, el lunes 29 de septiembre de 1997, en la Academia Diplomática "Andrés Bello", Santiago, Chile.

**Profesor , Miembro del Parlamento, Ministro de Aguas y Recursos Forestales del Gobierno de Sudáfrica

Me siento inmensamente honrado y muy emocionado con vuestra invitación a dictar una Conferencia acerca del proceso de verdad y reconciliación en el que estamos empeñados en Sudáfrica. El drama de aquellos quienes sufrieron terribles violaciones de los derechos humanos en Chile bajo la dictadura militar, fue un drama que, al igual que el de los sudafricanos bajo el apartheid, suscitó la solidaridad de todos los pueblos del mundo; como nosotros, ustedes tuvieron que luchar desesperadamente para llegar a la mejor forma de abordar los errores del pasado, mientras tanto se delineaban cursos de acción hacia un futuro democrático en el que se respetaran los derechos humanos.

Personalmente, pasé casi treinta años viviendo en calidad de exiliado político sudafricano en Irlanda. Encontré una afinidad natural con los refugiados chilenos que encontraron un hogar temporal en ese mismo país.

Actualmente, la rueda ha dado un giro. En ambos de nuestros países, ahora contamos con gobiernos que han sobrevivido a los primeros pocos y difíciles años de libertad y democracia. Es necesario celebrar en nuestros dos países, los logros de los pasados pocos años. Hemos hecho extraordinarios adelantos. Constituye un privilegio poco común el ser parte de los cambios; es maravilloso tener la oportunidad de desempeñar un rol al dar lugar a otros cambios, que son necesarios para intensificar y asegurar nuestras democracias.

Ustedes, tal vez tienen la ventaja de poder mirar hacia un pasado democrático, y han hecho grandes avances en los pasados pocos años en lo que respecta al desarrollo económico.

Nosotros, en Sudáfrica, estamos en una etapa más temprana del proceso. Estamos comprometidos en la importante tarea de reconstruirnos a nosotros mismos como una nación, después de casi medio siglo bajo un régimen que estuvo dedicado a dividir el país en dirección a sostenidas líneas de segregación racial. Es una tarea, que es a la vez más y menos fácil que la tarea que enfrentó Chile al concluir el reciente período bajo la dictadura militar; más fácil porque los chilenos nunca dudaron de que eran miembros de una nación, menos fácil porque el conflicto entre miembros de una familia es siempre más amargo y divisorio que aquel entre personas que son extrañas entre si.

Y extraños entre sí, es lo que llegó a ser el pueblo de Sudáfrica, bajo el apartheid. El Gran apartheid, la totalidad del espantoso plan para separar el país a lo largo de líneas de segregación racial, para erradicar a los negros de las denominadas zonas blancas hacia remotos lugares rurales, nunca se implementó completamente, pero, sin duda tuvo éxito al fortalecer las divisiones raciales, así como al crear nuevas.

 

Cuando los largos años de resistencia al apartheid finalmente rindieron frutos, los líderes se envalentonaron en forma muy vigorosa, por ambos lados, con el objeto de vencer el legado de décadas de temor y enajenación y adoptar las primeras medidas hacia la confianza mutua. Fue un brote de fe, y tuvo éxito.

Sin embargo, al inicio del proceso, a comienzos de la década de los 90, esa confianza estuvo frecuentemente bajo amenaza. Fue socavada por fuerzas desconocidas, las que el Congreso Nacional Africano, mi movimiento, creyó que estaban fuertemente inspiradas por los remanentes de una tercera fuerza devastadora de la era del apartheid; estos elementos causaron estragos en trenes repletos, que transportaban a los trabajadores desde los centros urbanos a las fábricas, con ataques armados indiscriminados de gran violencia sobre inocentes viajeros laborales cotidianos. La violencia irrumpió misteriosamente en Sebokeng y en otros lugares. Amargas luchas sin tregua estuvieron en boga entre los trabajadores migrantes en las hospederías y en los lugares de los residentes permanentes de los centros urbanos.

El régimen del apartheid negó prontamente la existencia de una "tercera fuerza", que estaba tratando de desestabilizar el país. Sin embargo, para nosotros en el movimiento por la liberación, estaba claro que existían poderosos elementos en el trabajo, resueltos a interrumpir el proceso. Estábamos muy conscientes del poder de los militares y de la resistencia armada de la extrema derecha. Nosotros pensábamos, que ellos se estaban jugando una última carta desesperada.

La actitud de los tiempos osciló entre el optimismo en que las negociaciones se estaban llevando bien, y la furia y el terror en casos tales como el asesinato de Chris Hani. Este venerado líder fue muerto de un tiro por asesinos de la derecha, quienes a su vez irónicamente fueron capturados cuando su automóvil fue identificado por una mujer sudafricana blanca.

En medio de estas presiones y tensiones surgió gradualmente la idea de la Comisión Verdad y Reconciliación. No obstante, se presentaron dificultades por superar. El gobierno de aquel tiempo, del Partido Nacional, deseaba una amnistía general para todos los delitos políticos, como parte de la conciliación. Ellos instaron a que se publicaran los nombres de los amnistiados, pero ninguna otra información referente a los delitos que ellos habían cometido.

Nosotros, en el Congreso Nacional Africano, rechazamos aceptar esto. Aquellos que habían sufrido violaciones a los derechos humanos, aquellos que habían perdido a miembros de su familia en la lucha en circunstancias obscuras, necesitaban desesperadamente averiguar lo que realmente había acontecido, así como también necesitaban saberlo las familias de los "desaparecidos" en Chile. Y aquellos quienes sufrieron torturas y crueles vejámenes necesitaban carearse con sus perseguidores antes de que ellos pudieran pensar en el perdón.

La mayoría de nosotros, concordábamos en una cosa, sin embargo: los juicios, en los tiempos inciertos de la transición, no fueron una respuesta.

Muchos de nosotros en ese tiempo de los mayores conflictos en la década de los 80 hicimos una vigorosa campaña por los juicios de los criminales del apartheid. Sostuvimos que aquellos quienes cometieron asesinato y quienes torturaron a sus víctimas, al igual que aquellos que ordenaron tales crímenes, fueran acusados formalmente y se les hiciera padecer la condena por sus actos; también nosotros esperamos que la amenaza de dicha acción en el futuro pudiera actuar como un freno y disuadir la creciente dependencia del régimen del terror como un medio de retener el poder.

Sin embargo, como sucedió con ustedes en Chile, no hubo ningún triunfo revolucionario. Tampoco hubo derrota militar con respecto a aquellos responsables del terror. En cambio, cuando el ANC (Congreso Nacional Africano) y otras entidades dejaron de estar prohibidas en 1990, nosotros mismos nos encontramos en una situación inmensamente frágil, en que a pesar de no tener poder; al mismo tiempo éramos responsables del futuro desarrollo de nuestro país.

Para enjuiciar a aquellos que estaban bajo sospecha de ser finalmente responsables de violaciones a los derechos humanos, según nuestra opinión, se habría comprometido la transición en sí misma. No podíamos darnos el lujo de atacar a aquellos con quienes estábamos negociando. Las expectativas de instituir un Gobierno de Unidad Nacional tal como a la larga se acordó, habrían disminuido mucho. Las nuevas libertades políticas que precisamente habíamos conseguido, la esperanza de establecer una sociedad nueva y abierta, en donde se respetaran verdaderamente los derechos humanos, todo eso habría estado bajo amenaza. Pero enjuiciar a aquellos quienes efectivamente cometieron actos de tortura y asesinatos y no a aquellos que los fomentaron u ordenaron llevarlos a cabo, habría sido totalmente injusto. Las tropas constituyeron el modelo de sus superiores.

Y de esta forma, dolorosamente y tras mucho debate, se forjó la idea de una Comisión de Verdad. Fuimos afortunados de que pudiéramos beneficiarnos de lo que había sucedido antes en otros países, tales como en Chile y Argentina.

Vuestro Presidente Aylwin, al decidir acerca de su propia línea de acción, advirtió que era necesario equilibrar la virtud de la justicia con la virtud de la prudencia. La experiencia de otros países, él dijo, demostró que la estabilidad del sistema democrático es la mejor garantía contra futuras violaciones a los derechos humanos, más que el ejercicio del castigo por violaciones pasadas. Su compatriota, José Zalaquett, que visitó Sudáfrica, también fue una voz influyente. Y aquí yo debo rendir homenaje a su idóneo y respetado Embajador ante mi país, Excmo. Sr. Jorge Heine, quien desempeñó un papel de incalculable valor a través de su amistad con muchos de los principales involucrados en la formación de nuestra Comisión y su orientación y estímulo a ellos.

En 1994, después de las elecciones generales, el Gobierno Sudafricano de Unidad Nacional asumió el poder. Demoró un año en establecer la Comisión de Verdad y Reconciliación, a la cual dio un mandato más amplio del que tuvo vuestra Comisión. Vuestra Comisión investigó las desapariciones, las muertes y los casos de tortura con resultado de muerte; la nuestra fue ordenada para investigar todos los casos de violaciones graves a los derechos humanos. Pero, como en Chile, la nuestra no es simplemente una comisión de verdad; también tiene un propósito más amplio, promover la reconciliación en nuestro maltratado país.

Nosotros, a partir del movimiento de liberación reconocemos que tenemos un deber solemne para ayudar en esta tarea. La mayoría en nuestro país sufrió crueles indignidades, fue sometida a una educación inferior, y fue reprimida atrozmente cuando trató de protestar. No obstante, a pesar de esto, o incluso a causa de ello, sacó fuerzas para ganar distancia, tratar y reconciliar a todas las partes en el conflicto. Esta no es sola apariencia que dimos a esta proposición, sino una sincera dedicación.

Puede ser verídico que los oprimidos en todas partes tienen una mayor generosidad hacia sus ex opresores que la que tienen los opresores hacia ellos. Al mismo tiempo nosotros no podemos proporcionar amparo a grupos recalcitrantes, que se sienten resentidos por la pérdida de sus privilegios y no aceptan el nuevo orden democrático. Ellos platican sobre el "racismo inverso" cuando el Gobierno intenta rectificar los errores del pasado y crean un clima en que los extremistas todavía ocasionalmente emprenden ataques racistas.

Necesitamos hacer todo intento posible por asegurar que ese pueblo comprenda que se hacen nuevas demandas a la sociedad sudafricana. De este modo, incluso si ellos no aprueban las medidas hacia acciones o intentos positivos para el retorno al país de aquellos que fueron alejados a la fuerza, al menos debieran aceptar el orden constitucional, que ahora rige en nuestro país.

Parte de la tarea de la Comisión Verdad y Reconciliación es hasta ahora contar la historia del apartheid en una forma tal, en que todos los involucrados puedan reconocer su propio pasado, mientras al mismo tiempo reconozcan la parte desempeñada por otros. La historia de los pueblos divididos del país, a quienes el apartheid arrancó de raíz, debe ahora ser restaurada para que se transforme en un instrumento unificador y no en uno divisorio.

No corresponde a la Comisión Verdad y Reconciliación juzgar a los autores de las violaciones de derechos humanos bajo el mismo prisma que lo hace una corte de justicia. La Comisión Verdad y Reconciliación examina las declaraciones de aquellos quienes han sufrido violaciones a los derechos humanos y escucha los testimonios de los autores; sin embargo, juzga los hechos, no al autor de los actos.

No obstante, nadie que haya asistido a una sesión de la Comisión puede dejar de apreciar el impacto de este acto de juzgamiento. Aquellos quienes anteriormente se pavonearon en el centro del estrado, ante una audiencia que estaba, si no aprobando o siendo complaciente, a la sazón intimidada, ahora han hecho remover su audiencia sustentadora. Ellos enfrentan a aquellos quienes anteriormente fueron sus víctimas y quienes comparecieron sin ningún poder para hacerles daño, pero que ahora los interrogan en iguales términos.

Esta imparcialidad de la Comisión es una de las principales diferencias de la mayor parte de las Comisiones anteriores, incluyendo la vuestra. Ha tenido un impacto extraordinario. Sus sesiones son publicadas en la prensa y repetidas en la televisión, no sólo en programas semanales especiales, sino muchísimas veces en las noticias. Como resultado, la llamada mayoría silenciosa de votantes blancos, quienes votaron para que el Partido Nacional llegara al poder en forma permanente como lo mejor en medio siglo, ya no puede pretender ser ignorante de lo que estaba sucediendo. También informa a aquellos que eran demasiado jóvenes para entender en la época, pero que necesitan conocer los hechos acerca del pasado de su país.

Constituye una real diferencia para quienes lucharon por la justicia someter sus acciones y sus errores a la rigurosa mirada pública escrutadora. En el proceso, cada cual es algo humillado, y el consenso es simplemente, "nunca más".

Actualmente, pueden encontrarse pocos que admitan haber respaldado el apartheid en el pasado. El ex Presidente F.W. de Klerk, algo tardíamente, pidió disculpas por los errores del sistema. Sin embargo, él se rehusa a aceptar la responsabilidad y continúa afirmando que no sabía nada con respecto a las graves violaciones de los derechos humanos ocurridas. Esto contrasta fuertemente con las dos investigaciones hechas por el ANC (Congreso Nacional Africano) en los primeros años de la década de los 90, para indagar sobre violaciones dentro de sus propias filas, las que concluyeron que dichas violaciones habían tenido lugar y llevaron a una presentación de disculpas y a la toma de responsabilidad colectiva por parte de los líderes del Congreso Nacional Africano.

Es desilusionante que aquellos quienes gobernaron el país bajo el apartheid, no hayan asumido ninguna responsabilidad colectiva. Debo confesar que yo no soy un testigo imparcial de los hechos. He sido miembro del Congreso Nacional Africano durante décadas. Luché con energía en el escenario internacional para terminar con el apartheid. Cuando regresé a mi país desde el exilio, participé en aquellas acciones que culminaron con la creación de nuestra Comisión de Verdad y Reconciliación. Y sin duda como miembro del Gobierno de mi país, siento el deber de defender ese Gobierno y sus acciones.

No creo que uno pudiera ser imparcial en la batalla entre el bien y el mal. La lucha contra el apartheid fue humanitaria e inspirada por nobles ideales de antirracismo, sin discriminación de sexo y de unidad. Por otra parte, el apartheid fue un sistema funesto que merece ser condenado. No tenia más legitimidad que la de vuestra propia dictadura militar, para aquellos quienes votaron para que asumiera el poder, eran una pequeña minoría definida por el color de su piel. Los que se resistieron al apartheid, y como último recurso empuñaron las armas para derrotar a sus opresores y lograr la libertad, estuvieron dirigiendo una guerra justa.

Muchos comentaristas en mi país intentan comparar los errores cometidos por el Congreso Nacional Africano con los errores cometidos por el régimen del apartheid. Sin embargo, la escala de los errores del Estado era tan enormemente mayor, que en mi opinión, no existe simplemente ninguna comparación. El poderío de la máquina militar del apartheid pesaba lejos más que los recursos del movimiento por la liberación. Estos asuntos tendrán que ser abordados por la Comisión Verdad y Reconciliación. Ya ha estado haciendo grandes esfuerzos por analizar minuciosamente el pasado y sacar aquellas lecciones que impidan una repetición de las violaciones de los derechos humanos en el futuro. Debemos reconocer aquí el apoyo de numerosos gobiernos que han ayudado a proporcionar el respaldo económico y técnico, que ha hecho posible que la Comisión Verdad y Reconciliación cubra un campo mucho más amplio de lo que han podido hacerlo en otras partes, distintas entidades similares. Chile, como lo expresara anteriormente, ha desempeñado un rol único al inspirar y orientar el proceso de encontrar la verdad en Sudáfrica.

Se han estimulado ya, importantes debates sobre el rol de la prensa, el poder judicial, los negocios y muchas otras áreas. En algunos casos la Comisión ha sostenido audiencias a las que ha invitado a representantes de los organismos interesados. Se ha desafiado a las instituciones para reexaminar su entendimiento sobre su propio rol. Ha sido aclaratorio, por ejemplo, leer los informes de prensa de las actuaciones de la Comisión Verdad y Reconciliación, en donde la recopilación de los editores de la prensa (blanca) ha sido directamente discutida por la recopilación de los periodistas (principalmente negros). Nuestra Comisión Verdad y Reconciliación ha sido llamada a investigar estos asuntos en forma más amplia porque debemos eliminar el sentimiento de superioridad de razas, el que está profundamente arraigado en los beneficiarios del apartheid. Esto no es simplemente lo que necesitamos para descubrir los horrores y las brutalidades, la desestabilización deliberada de las regiones, el enfrentamiento de hermano contra hermano, hermana contra hermana, de los obscuros servicios secretos, de archivos escondidos, de arrestos sin causa y detenciones sin un juicio. Ustedes están dolorosamente conscientes de todas estas cosas.

Necesitamos de este examen en profundidad, en la fuerza penetrante de las doctrinas racistas, de manera que las personas puedan saber en qué medida fueron manipuladas; por ejemplo, cómo estas doctrinas pervirtieron negocios, muchos de los cuales se nutrieron de ésas con avidez; o cómo, mediante sociedades secretas, el proceso de educación fue alterado en un instrumento para distorsionar las percepciones de generaciones de nuestra juventud.

Naturalmente estas sesiones no pueden por sí mismas resolver los problemas que han sido heredados del pasado apartheid. No obstante el hecho de que un ojo escéptico se haya centrado en instituciones que podrían haber pensado ellas mismas por sobre o más allá de la crítica, debe ser enormemente valioso. Y la escala y amplitud del debate ha sido sorprendente.

En un sentido podrá ser casi grandioso. Sólo recientemente en septiembre, la Comisión pidió nuevamente una prórroga de su período de vigencia, el que fue otorgado, y uno puede darse cuenta que el esfuerzo por digerir la inmensa cantidad de material y testimonios acumulados, no puede cumplirse fácilmente en el corto tiempo asignado.

No obstante, el trabajo de la Comisión no puede quedar abierto indefinidamente. Nosotros tratamos siempre de no profundizar mucho en antiguas heridas, aun cuando haya sido necesario inicialmente reabrir aquellas heridas y examinarlas minuciosamente con el fin de liberarlas de toda infIuencia negativa. En este etapa, quedan todavía por considerar miles de solicitudes de amnistía. Ellos no pueden ejecutarlas a la ligera o en forma descuidada.

Por otra parte, sería un error esperar que la Comisión pueda pronunciarse autoritariamente en cada caso que se le ha presentado, o que pueda llegar a conclusiones absolutas y definitivas sobre cada detalle.

Muchos de los casos llegados a la Comisión continuarán presentando problemas en el futuro y llamarán la atención no sólo del Gobierno, sino de los órganos pertinentes de la sociedad civil. Las audiencias de la Comisión han sido notables por la entereza y falta de rencor de parte de las víctimas de violaciones a los derechos humanos. No hemos visto demandas de venganza o compensación que algunos podrían haber esperado.

Es verdad que ha habido cierta crítica al hecho de que no habrá juicios para aquellos autores de violaciones a los derechos humanos, a quienes se les otorgó amnistía; ningún castigo para sus sórdidos crímenes. Esta es una diferencia importante con el proceso en Chile, en que la Comisión no otorgó amnistía, sino traspasó sus informes a los tribunales, donde consideraron qué enjuiciamientos podían o debieran resultar. Unas pocas, solamente unas muy pocas, de las familias de participantes asesinados en la lucha por la liberación, se han opuesto a la falta de enjuiciamientos; y algunas organizaciones internacionales han expresado preocupación en lo que ellos consideran como ausencia de justicia en esto. Sin embargo, la justicia no se alcanza necesariamente recurriendo a los tribunales, en especial en un sistema de tribunales, heredados de los días del apartheid. Tampoco es la justicia un simple asunto de castigo de aquellos involucrados.

También es necesario señalar que los juicios, no hacen que la verdad sea revelada en forma automática. En Sudáfrica es la Comisión Verdad y Reconciliación la que ha logrado en notable medida, hacer que los autores de crímenes comparezcan ante ella y declaren con respecto a lo que hicieron. Como académica norteamericana, Priscilla B. Hayner, expresó, en una conferencia en Washington, en marzo de 1997, que el proceso sudafricano es "indudablemente, la primera vez en alguna parte del mundo que nosotros hemos visto este número de autores de ambos lados del conflicto; y en niveles superiores, públicamente y en detalle admiten sus abusos del pasado. En conjunto con las actuales audiencias de las víctimas, esta oleada constante de revelación, pena y disculpas ocasionales está teniendo un tremendo impacto en la sociedad y está cambiando fundamentalmente la forma en que el país entiende su historia".

Este ha sido uno de los grandes éxitos de la Comisión. No obstante, el hecho de que la amnistía sea probablemente concedida a muchos de los autores, significa que las víctimas de las violaciones de los derechos humanos, los sobrevivientes como podría llamárseles mejor, tienen una mayor exigencia de reparaciones por sus padecimientos. Esto también lo ha estado considerando un comité de la Comisión, y se han presentado proposiciones preliminares. La confianza general de esas proposiciones será familiar para ustedes en Chile, a partir de la experiencia de vuestra propia Comisión: la compensación financiera, ayuda educacional, asistencia médica, recompensa simbólica en la forma de monumentos.

En nuestro país, sin embargo, las víctimas de violaciones a los derechos humanos, no son sólo aquellas que estuvieron detenidas sin juicio, torturadas o asesinadas. Son también aquellas que fueron sacadas a la fuerza de los hogares que habían construido o de las tierras que cultivaban; los hijos que fueron condenados a una educación inferior con la intención de prepararles para un rol de subordinados a la minoría blanca gobernante; los prósperos empresarios a quienes se les prohibió por ley expandir sus negocios; los deportistas quienes fueron segregados unos de otros, de acuerdo al color de su piel; y así sucesivamente en cada área del país y en cada aspecto de la vida.

Cientos de miles de sudafricanos fueron estigmatizados como inferiores, simplemente sobre la base del color de su piel, y como resultado de ello, fueron privados de oportunidades, e incluso, hasta el punto culmine de la opresión, del derecho a ser llamados ciudadanos sudafricanos. Este fue realmente un crimen en contra de la humanidad.

Para invertir los efectos de tal crimen, se requiere de un enorme esfuerzo de parte de todos los sudafricanos. La acción correctiva –una remoción de los Afrikaans regstellends aksie y una frase más esclarecedora que la acción positiva americana– es vital en nuestro país. Sin embargo, esto demanda una profundidad de entendimiento que todavía no se ha alcanzado.

Aquellos que colaboraron con el apartheid, quienes sacaron provecho de sus privilegios, quienes hicieron la vista gorda a su crueldad fundamental, ahora deben reconocer sus errores y aceptar la necesidad de que el actual gobierno corrija los errores del pasado. Esto no constituye una "discriminación inversa". Es un elemento esencial el revocar el cruel legado del pasado. El proceso de construcción de la nación en que estamos empeñados, fracasará si no satisfacemos las justas aspiraciones de los anteriormente más desposeídos para dar prioridad a la provisión de las necesidades básicas, tales como agua, electricidad, educación, vivienda y atención médica. Los beneficiarios del apartheid, sean receptores pasivos de privilegio o activos adherentes del sistema, deben unirse a la generosidad de los sobrevivientes del apartheid y a la ausencia de demandas por reivindicaciones, con una generosidad de su parte y una disposición favorable para sacrificar aprovechamientos del pasado.

La Comisión Verdad y Reconciliación está desempeñando un papel vital al promover dicho entendimiento. En un sentido, el trabajo de la Comisión es un inmenso viaje de descubrimientos, un salto dentro de un vasto océano de incertidumbre, el que hemos emprendido sin ninguna certeza de que logremos nuestra meta; pero sabemos que si no hacemos el intento, perjudicaremos seriamente todo el esfuerzo por alcanzar la creación de una nueva sociedad libre de terrores y conflictos del pasado. El proceso de reconstrucción, como ustedes saben, no es fácil. La transición desde la dictadura a la democracia, desde la opresión a la libertad, puede parecer a veces frustrantemente lenta. Más aún, es esencial construir sobre cimientos sólidos y asegurarse de que las raíces del apartheid y de nuestra anterior sociedad opresora están efectivamente erradicadas. Esta es una tarea enormemente excitante y desafiante. Es una tarea en la que contamos con el privilegio de recibir el apoyo y estímulo de países tales como el vuestro, de los intelectuales como lo son ustedes, y damos una buena acogida a la continua crítica y opiniones.

Me asombro constantemente del progreso que ha tenido lugar desde 1994 y deseo, en conclusión, compartir con ustedes el creciente espíritu de optimismo en el futuro. No estamos atemorizados por las tareas que nos quedan por cumplir. Por el contrario, estamos inspirados por la generosidad de espíritu de aquellos quienes fueron tan cruentamente perseguidos en el pasado. Seguimos asombrados de su buena voluntad para aceptar a todas las personas de nuestro país como compañeros en la reconstrucción de Sudáfrica.

Estamos hoy, en Sudáfrica, en un período crucial en nuestro desarrollo cuando en las palabras del poeta irlandés Seamus Heaney, "esperanza e Historia riman". Y en las palabras del Laureado Nobel Nadine Gorimer: "Verdad no es siempre belleza, pero la pasión por ella sí lo es".

Pienso, que nuestra Comisión Verdad y Reconciliación está desempeñando un rol vital en la redacción de una parte épica de nuestro viaje hacia el futuro. Vuestra experiencia en Chile está unida a nuestra esperanza.