Revista de Relaciones Internacionales Nro. 14

Centenario del establecimiento de las relaciones diplomáticas entre Argentina y Japón

 

El Tratado de Amistad, Comercio y Navegación celebrado entre la República Argentina y el Imperio de Japón el 3 de febrero de 1898, constituye tal vez el instrumento liminar del establecimiento de relaciones formales entre ambos países. Sin perjuicio de ello, la propia celebración del Tratado permanece prácticamente ajena a las principales narraciones de los textos de historia en ambos países, lo cual puede brindarnos un fuerte indicio del lugar que ha ocupado para ambos países el nacimiento, así como la propia evolución de la relación bilateral.

Una de las principales características del proceso de modernización del Japón del siglo pasado puede encontrarse en el estímulo directo que le impusieron sus relaciones exteriores. La Restauración Imperial del siglo XIX liderada por el Emperador Meiji sentó las bases para la modernización del Japón, poniendo fin a su largo aislacionismo internacional, y dando inicio a la apertura del país al mundo. El educador japonés de la época Meiji, Fukuzawa Yukichi, creía fervientemente que Japón tenía mucho que aprender de Occidente. Fukuzawa encabezó los grupos de estudiosos japoneses que se abocaron a la tarea de analizar las formas de organización políticas, sociales y económicas de Occidente, de interpretar sus manifestaciones artísticas, en fin, de comprender la cultura de ese mundo percibido por el Japón como un misterio, a la vez atractivo y amenazante.

La apertura japonesa del siglo pasado encuentra también su fundamento en la desintegración de su régimen feudal. El sistema político del Tokugawa Bafuku, que se prolongó por más de tres siglos, se había concentrado en restringir todo tipo de contacto con elementos foráneos. Sin embargo, hacia fines del siglo XVIII, Rusia procuró el establecimiento de relaciones comerciales con Japón desde el norte, al tiempo que desde el sur presionaban los ingleses que habían arribado a Asia Oriental con demandas por la profundización del comercio. Los japoneses comenzaron a mostrarse excesivamente sensibilizados por el desarrollo de estos eventos externos, en particular la subyugación China a manos de las fuerzas inglesas en la Guerras del Opio, y el envío de una flota mixta anglo-francesa a Cantón para abrir sus mercados por la fuerza.

En 1853 ocurrió el primer llamado de atención en territorio japonés, con el arribo a la Bahía de Edo del Comodoro Matthew Perry al mando de sus "Naves Negras", reclamando el establecimiento de relaciones diplomáticas y comerciales con Japón. Una nueva incursión del Comodoro Perry trajo aparejada la celebración del primer Tratado de Amistad de los Estados Unidos con el Shogunato de Tokugawa. No fue éste el único acto de presión sobre Japón, ya que el primer Cónsul Americano en Japón, el Sr. Townsend Harris, negoció y obtuvo la apertura de puertos para el abastecimiento de naves, y arrancó del debilitado Shogun un tratado comercial en el año 1857. Cabe resaltar que ambos eventos ocurrieron bajo expresa amenaza de apelación a la fuerza. Las sucesivas manifestaciones de debilitamiento del poder del Shogunato de Tokugawa, contribuyeron también a crear un creciente clima de inestabilidad interna, que se tradujo en la reverencia popular hacia la restitución del poder imperial, a la que equívocamente se identificaba con la eventual repulsión de la presión externa.

En consecuencia, podemos destacar que no fue el impulso modernizador de Meiji la única fuerza motriz de la inserción japonesa en el mundo. No resulta aventurado, entonces, afirmar que la apertura es a la vez consecuencia de las fuertes restricciones a las que se vio sometido Japón al momento de la desintegración del régimen feudal de Tokugawa.

Por su parte, la Argentina de fines del siglo XIX, se caracterizaba por la consolidación de su régimen político conservador, la orientación de su política exterior hacia Europa Occidental, y la concentración de sus relaciones comerciales con el Reino Unido. Argentina se había organizado política e institucionalmente bajo un régimen democrático liberal a partir de 1853, luego de más de tres décadas de contiendas internas que sucedieron a la guerra por la independencia. Su sistema económico se basaba en la producción de materias primas de origen agropecuario, que eran transadas en los mercados internacionales, principalmente en Europa, y su sistema político de fin de siglo se identificaba con el régimen denominado del Unicato, que a pesar de encontrarse fuertemente enraizado, comenzaba a ser cuestionado por un movimiento cívico-político de carácter revolucionario que cuestionaba su legitimidad.

La emergencia de un movimiento intelectual, fuertemente influenciado por el pensamiento europeo de la época, otorgaba a los intelectuales argentinos una visión del mundo sesgada hacia el Viejo Continente, que se traducía en su relacionamiento externo. A pesar de sus esfuerzos por profundizar su inserción internacional, las posiciones argentinas en materia de política exterior eran interpretadas como una clara indicación de la suficiencia que se atribuía a sus clases dirigentes. En tal contexto se enmarca el tratamiento en el Congreso Nacional de los instrumentos que formalizaban el inicio de una relación de amistad, comercio y navegación con el imperio japonés, relación que se encontraba completamente ajeno a las prioridades nacionales como se vio reflejado en el debate.

El Tratado celebrado entre Argentina y Japón se inscribe entre los primeros casos de reconocimiento de la igualdad soberana de este último, ya que elimina la imposición de condiciones y los principios de extraterritorialidad, que habían caracterizado a los convenios con Estados Unidos y con los países Europeos que le precedieron. El representante japonés en los Estados Unidos, Ministro Toru Hoshi, en sus primeros contactos con la delegación argentina, remarcó el especial interés de su país en la celebración de un tratado en línea con los suscriptos con otros países latinoamericanos, como México, Perú, Brasil y Chile. El Tratado fue celebrado el 3 de febrero de 1898 en la ciudad de Washington, y ratificado por ambos países en 1901. El Tratado se concentra en el establecimiento de relaciones de amistad, libertad de comercio y navegación entre ambas naciones y entre sus súbditos, el reconocimiento recíproco de los derechos a los nacionales en cada país, y de los mismos beneficios concedidos a los países europeos y a los Estados Unidos para los productos y las empresas de ambos países.

En un breve análisis retrospectivo, podemos afirmar que la relación bilateral no ha avanzado sustancialmente. Al momento de la celebración del tratado la relación con Japón era visualizada desde la Argentina como "irrelevante", en especial por la gran distancia geográfica y cultural que separaba a ambos países. Sin perjuicio de ello, ambos países han tenido gestos políticos significativos, en particular la recordada cesión de la Argentina al Japón de las acorazados "Rivadavia" y "Moreno" (Kasuga y Nisshin, como fueran respectivamente bautizados en idioma japonés) ocurrida en 1904, que se destaca en todos los textos que conmemoran la relación bilateral por el valor simbólico que Japón le otorga a la participación de esos buques en la Guerra Ruso-Japonesa.

 

Pablo Martín Pinto

Coordinador del departamento de Asia y el Pacífico del IRI