" La necesidad del multilateralismo"*
Por
Kofi Annan**
*
Discurso pronunciado por el Secretario General ante el Consejo Argentino de
Relaciones Internacionales Buenos Aires el día 16 de julio de 1998
** Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas
Excelentísimos
Señores y Señoras,
Damas y
Caballeros,
Muchas
gracias por las amables y generosas palabras de presentación. Tengo el honor de
dirigir a esta distinguida audiencia en el vigésimo aniversario de esta gran
institución. Durante los últimos dos decenios, el Consejo ha informado e
instruido a los argentinos sobre la importancia que vuestra nación reviste para
el mundo y sobre la importancia del mundo para nuestra nación.
Hago
hincapié en esta función particular porque entiendo que la creciente
interdependencia entre los Estados-naciones es la tendencia que define nuestra
época. La forma en que la Argentina y la comunidad internacional reaccionen
frente a esta tendencia determinará el éxito de nuestros proyectos más
importantes, ya sea en pro de la paz, del desarrollo o de los derechos humanos.
La
Argentina ya se ha establecido como miembro modelo de las Naciones Unidas, que
sirve a la causa de la paz con una dedicación casi sin paralelo en las
operaciones de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas. En mi calidad de
ex miembro de estos cuerpos de mantenimiento de la paz, siempre he sentido una
profunda gratitud personal hacia vuestra nación, que ha ofrecido los servicios
de tantos hombres y mujeres de uniforme para cumplir la tarea más sagrada de
las Naciones Unidas, es decir, la prevención de conflictos armados.
En el año
del quincuagésimo aniversario de las Naciones Unidas, celebramos también el
cuadragésimo aniversario de la actuación del primer soldado argentino como
observador militar de las Naciones Unidas. Deseo, por lo tanto, rendir homenaje
a los 11 soldados argentinos de las Naciones Unidas que ofrendaron sus vidas
por la causa de la paz y a los muchos que prestan servicios en la actualidad.
La
Argentina asumió esta noble función aun cuando se encontraba en medio de
transformaciones extraordinarias, tanto en el país como en el continente. Tras
haber logrado la paz en la región y haber consolidado el régimen civil y
democrático de gobierno en el país, vuestra nación se proyecta hacia el
exterior con una visión mundial, prestando asistencia para el desarrollo, el
mejoramiento de la paz y la promoción de los valores de los derechos humanos
que, como todos sabemos, deben llegar a ser una realidad para toda la
humanidad.
Los
últimos dos decenios también han sido testigos de los que quizá hayan sido los
cambios más rápidos en la estructura del sistema internacional que se hayan
producido en este siglo. La terminación del sistema de bipolaridad ha dado
lugar a una multipolaridad con potencias y Estados que avanzan sus intereses
cada vez mediante la cooperación en lugar de la competencia.
Sin
embargo, hay todavía quienes creen que los intereses nacionales se pueden
promover mejor fuera del campo de la cooperación internacional. Hay quienes
sostienen que la seguridad nacional se ve amenazada, y no realzada, por la
seguridad colectiva. Hay también quienes dicen que los problemas de los otros
no son sus propios problemas y que pueden prosperar aún mientras sus vecinos
sufren.
Y hay por
último quienes sostienen que la posición de una nación en el mundo se mide en
función del tamaño o la naturaleza de sus armas y no por sus capacidad para
llevar la paz a sus vecinos y lograr la prosperidad de sus pueblos.
La
Argentina y la América Latina han dado una firme respuesta a todos estos
desafíos a la cooperación internacional. Ustedes han demostrado que la opción
entre la seguridad nacional y la seguridad colectiva es una opción falsa; que
los intereses de los pueblos se pueden defender en los contextos regional y
mundial; que los problemas de otros serán en algún momento problemas propios si
no se los enfrenta en forma colectiva; y que el verdadero valor de una nación
en el mundo puede también medirse en función de las armas que rechaza, y no de
las que acumula.
Señoras y
Señores, deseo destacar hoy tres esferas críticas de la misión de paz y
seguridad de las Naciones Unidas en las que el liderazgo de la Argentina nos
ayuda a hacer frente a las amenazas del mañana
Durante
toda la participación activa y sostenida de vuestra nación en las actividades
de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas, han demostrado ustedes las
ventajas de prevenir los conflictos cercanos a vuestras fronteras resolviendo
los que se producen más lejos. ¿Y por qué es esto así? Porque hemos comprendido
que la respuesta decisiva de la comunidad internacional a las amenazas a la paz
y seguridad pueden prevenir una escalada peligrosa de los conflictos armados y
disuadir a los que podrían amenazar la paz en el futuro, quienes quiera que
sea. Porque hemos comprendido que la supresión temprana de un conflicto
previene las desestabilizadoras corrientes de armas y refugiados a los países
vecinos.
En la
esfera de la asistencia humanitaria, la iniciativa de los "cascos
blancos" de la Argentina hace hincapié en la necesidad de crear un cuerpo
que esté preparado para prestar asistencia rápida cuando se producen desastres.
Desde los Balcanes hasta el Sudán, desde Afganistán hasta el África occidental,
el mundo se enfrenta hoy a emergencias humanitarias que parecen ser cada vez
más horrendas.
Las
guerras y los desastres naturales, que a veces se presentan en una combinación
terrible, causan enormes pérdidas de vida, sufrimientos tremendos y grandes
perturbaciones en los individuos y los grupos. Nunca ha sido más imperiosa la
necesidad de prestar una asistencia humanitaria eficaz. Al reconocer que la
asistencia humanitaria no puede existir en el vacío, ya que también en esta
esfera entran en juego aspectos políticos, resulta claro que un cuerpo de
"cascos blancos" puede proporcionar la fiabilidad y el
profesionalismo que se necesita.
En la
esfera del desarme, vuestro continente tiene un sobresaliente historial de
disciplina y moderación ejemplares, basados en la comprensión de que para
vuestros pueblos, y también para todos los demás pueblos, la prioridad es el
desarrollo económico y la seguridad humana, atributos que jamás podrán
proporcionar las armas, de cualquier tipo que sean y en cualquier cantidad que
se posean.
Para la
humanidad no hay, por supuesto, peligro más grande que una carrera de
armamentos nucleares. Durante el mes transcurrido desde que los Gobiernos de la
India y el Pakistán adoptaron la lamentable decisión de realizar ensayos de
armas nucleares, me he referido con frecuencia al excelente ejemplo dado por
América Latina. El Tratado de Tlatelolco es un plan maestro de sabiduría y previsión.
Ha proporcionado a los pueblos de vuestro continente no un equilibrio del
terror y sino un equilibrio de paz. Argentina también ha adherido al Tratado de
No-Proliferación de Armas Nucleares y firmó el Tratado de Prohibición Completa
de los Ensayos Nucleares. Hago votos porque otros reconozcan la sabiduría de
vuestra decisión y sigan vuestro ejemplo.
Ya se
trate de los conflictos étnicos en África y Europa, del desarme en Iraq o de la
amenaza de confrontación nuclear en el Asia meridional, sabemos que la
seguridad debe lograse en forma colectiva.
Si en la
región de los Balcanes la cuestión de Kosovo no se resuelve pacíficamente, las
tensiones podrían desbordar varias fronteras y crear inestabilidad, y hasta
guerra, en otras partes. Si en el Iraq no se permite a la UNSCOM terminar su
misión, la región del Golfo seguirá estando amenazada por un conflicto. Si en
el Asia meridional no se actúa de inmediato para aplicar medidas de creación de
confianza, grandes poblaciones podrían verse amenazadas por una guerra.
En otras
palabras, la seguridad colectiva no es sólo un lema o una expresión ingenua de
fe en los intereses mutuos; se trata de la condición esencial para la seguridad
nacional. Esto no quiere decir que los intereses nacionales desaparecerán, o
que se mezclarán con los intereses colectivos. Tampoco quiere decir que las
disputas no pueden resolverse, cuando sea posible, en forma bilateral. Sólo
quiere decir que en la gran mayoría de los casos, los Estados-nación tienen
mayores posibilidades de éxito si enfrentan estos retos de consuno.
Esto
quiere decir que cuando las Naciones Unidas deciden intervenir para suprimir
una amenaza a la paz o prevenir la iniciación de un conflicto, como en Bosnia o
en Guatemala o en Chipre, son ustedes, el pueblo de la Argentina, quienes se
suman a los pueblos de naciones como Dinamarca o el Canadá; son ustedes quienes
intervienen a favor de la paz.
La
intervención suele entenderse como un acto que sólo pueden realizar alianzas o
ejércitos, a menudo con ayuda de armas, y a veces hasta sin la aprobación de la
comunidad internacional. Creo, sin embargo, que debemos considerar a la
intervención en términos más amplios, para enseñar a nuestros hijos que la
intervención es algo que hasta una sola persona puede hacer, por ejemplo,
cuando se interviene para aliviar el sufrimiento o calmar el dolor.
Para
concluir , permítaseme sugerir que si la intervención se define en estos
términos, no hay ninguna alternativa, política o moral, a la participación de
todas las naciones en la consecución del progreso mundial de cualquier forma
que esté a su alcance: mediante la asistencia para el desarrollo, el
mantenimiento de la paz, la defensa de los derechos humanos o la ayuda
humanitaria.
Uno de los
ciudadanos de América más ilustres que ha prestado servicios en las Naciones
Unidas, el Dr. Ralph Bunche, al recibir el Premio Nobel de la Paz en 1950 dijo
que "las Naciones Unidas existen no sólo para preservar la paz sino
también para promover el cambio, incluidos el cambio radical, sin conmociones
violentas". La Argentina, que ha logrado este objetivo para su propia
nación, está ahora ayudando a otros a realizar ese cambio.
De esta
forma, la Argentina está asumiendo una posición y una función en el mundo que merecerá
respeto y la admiración de las generaciones presentes y futuras.
Muchas
gracias.