Revista de Relaciones Internacionales Nro. 15 OEA

 

La Organización de Estados Americanos en las puertas del Siglo XXI: un momento decisivo en la evolución del multilateralismo regional

Los orígenes de la Organización de Estados Americanos (OEA) se remontan a la última década del siglo XIX cuando, a iniciativas de los Estados Unidos, se reunió la Primera Conferencia Internacional Americana. Entre el 2 de octubre de 1889 y el 19 de abril de 1890, los representantes de dieciocho repúblicas americanas debatieron sin éxito en Washington DC sobre la posibilidad de crear una unión aduanera, sin embargo acordaron firmar un acuerdo estableciendo la Unión Internacional de Repúblicas Americanas. Durante sus primeros veinte años de vida la nueva Unión implementó sus actividades a través de una Oficina Comercial con sede en Washington cuya tarea consistía en recolectar y difundir estadísticas comerciales entre los países miembros.

Con la llegada del nuevo siglo el sistema interamericano debió "aggiornar" su estructura institucional a las nuevas realidades en el campo de la política y el derecho internacional. Consecuentemente, su Oficina Comercial fue reemplazada por la Unión Panamericana que se diferenciaba de la anterior por tener responsabilidades más amplias.

Desde una perspectiva política el sistema interamericano llevó impreso, desde su inicio, el signo de la asimetrías de poder entre Estados Unidos y el resto de los estados del hemisferio. Con el paso del tiempo y a medida que este país comenzó el transito de su condición de potencia regional a potencia global las asimetrías se harían cada vez más evidente, y el sistema se conformaría de acuerdo a las principales necesidades estratégicas de Washington.

Con la llegada de la administración Roosevelt en 1933 se instala en el Ejecutivo estadounidense la idea de la inevitabilidad de un nuevo conflicto de características mundiales en el corto plazo del cual Estados Unidos no podría sustraerse, en tanto este le permitiría surgir como el líder del mundo occidental. En este contexto, el Presidente Roosevelt muestra una preocupación temprana por América Latina basada en la necesidad de contar con la colaboración de la región cuando la guerra estallara. Para ello se imponía ajustar la política hacia los estados ubicados al sur del Río Grande cambiando la intervención militar por la cooperación. Consecuentemente la delegación norteamericana anunció en la Conferencia Panamericana realizada en Montevideo en 1933 el nacimiento de la "Política del Buen Vecino".

La formulación de esta política se constituye en la antesala de esquemas que se harán cada vez más precisos durante la Segunda Guerra y que apuntaban a que América Latina actuase como una región homogénea capaz de generar una política sistemática y coherente frente a los asuntos mundiales en forma coincidente con los intereses de Washington.

La concepción de Roosevelt llevada a la práctica partía de la idea de la existencia de dos Américas culturalmente diferente (la ibérica y la sajona, específicamente, Estados Unidos). Desde su perspectiva estas diferencias culturales constituían un impedimento para la unidad hemisférica, motivo por el cual creyó conveniente reemplazar esa separación con un vínculo institucional que permitiese una ligazón jurídica, política, económica y de seguridad. En el marco de la política del Buen Vecino trabajó en esa dirección y su meta se cumpliría con posterioridad a su muerte. En septiembre de 1947 se firmó el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca y en marzo de 1948 se institucionalizó el llamado sistema interamericano a través de la Carta de Bogotá que lo remodela y crea la Organización de Estados Americanos.

De conformidad a la Carta de 1948, la Unión Internacional de las Repúblicas Americanas se transformó en la Organización de Estados Americanos y la Unión Panamericana en su Secretaría General. La Conferencia Internacional Americana cambió su nombre por el Conferencia Panamericana y a partir de 1970 comenzó a conocerse como la Asamblea General de la OEA.

A lo largo de la Guerra Fría la OEA funcionó bajo los parámetros de la lógica Este- Oeste, pero en un marco de consenso definido por lo envergadura del poder norteamericano y los valores que guiaban las acciones externas del Departamento de Estado.

Con posterioridad a la Segunda Guerra Estados Unidos sustentó su liderazgo sobre una base de poder sólida que demostraba su supremacía estratégico- militar, económica y política a la vez que logró fijar el grupo de valores comunes a ser defendidos por la comunidad occidental de naciones. Esto es, los valores defendidos durante la guerra y establecidos como ejes centrales del orden de posguerra eran "libertarios". La participación de Estados Unidos en la guerra había permitido el triunfo sobre el fascismo y el nacional socialismo. Posteriormente, su misión, "su destino manifiesto" consistía en defender al mundo del comunismo y en lo posible distribuir la forma de gobierno democrático-liberal, a imagen y semejanza del sistema norteamericano, a la mayor parte del planeta.

Es en este escenario de conjugación entre poder y defensa de la libertad donde Estados Unidos tuvo la capacidad para proveer incentivos para la cooperación internacional y, en función de ello, establecer los criterios sobre los cuales se organiza el orden de guerra fría. La cooperación distribuyendo bienes comunes (inversión directa, bienes, ideología, seguridad y armamentos) se hacía en su mayoría a través de instituciones (Naciones Unidas, Organización de Estados Americanos, organismos multilaterales de crédito, alianzas defensivas, entre otros) mostrando un claro liderazgo en el contexto global y regional. Cuando por algún motivo no pudo utilizar estas vía recurrió a la unilateralidad, pero siempre bajo la bandera de defender al mundo libre de la amenaza totalitaria. Este marco conceptual explica claramente el acompañamiento que Estados Unidos recibió por parte de los estados americanos (no siempre todos) en sus políticas de seguridad aplicada sobre Guatemala en 1954, Cuba en 1962 y República Dominicana en 1965. Es, en palabras de Augusto Varas, la etapa en que las relaciones hemisféricas se rigieron bajo el "Paradigma de Control Hegemónico".

A lo largo de los setenta, con posterioridad al fuerte proceso de descolonización en África, Asia y el Caribe, el llamado "Tercer Mundo" fue desplazando de los primeros lugares entre sus objetivos políticos la defensa de los valores libertarios en pos de la defensa de los valores igualitarios. El eje Norte- Sur aparece en el escenario internacional, el Movimiento de No Alineados reclama un Nuevo Orden Económico Internacional, las asociaciones de productores al estilo de la OPEP desafían a las grandes potencias y los estados en vía de desarrollado desempeñan un rol protagónico en la Asamblea General de Naciones Unidas. Sin embargo, la OEA no parece recibir el impacto de estos cambios y los países de la región continúa actuando con los criterios establecidos en los años 50, iniciándose un lento proceso de agonía fundado en múltiples causas (Doctrina de Seguridad Nacional, golpes de estado apoyados por Estados Unidos, pérdida de interés de Washington por las instancias multilaterales) que de una u otra forma siempre estaban ligadas al rol de Estados Unidos en la Organización. A pesar de este contexto negativo corresponde destacar el rol desempeñado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y la Corte Interamericana de Derechos Humanos para la observancia y protección de los Derechos Humanos en la región durante los setenta.

Con la llegada de los años ochenta la OEA enfrentará su crisis más profunda. En este período queda claramente planteado que tanto el TIAR como la OEA resultaban incapaces de aportar soluciones a los problemas más graves que enfrentó América Latina en ese período: la Guerra de Malvinas, el Conflicto Centroamericano y la crisis de la deuda y tampoco podía limitar, o intentar limitar, las intervenciones norteamericanas como lo demostraron los casos de Granada y Panamá. Quedaba claro que aquella creciente percepción de que el sistema interamericano de seguridad brindaba seguridad a Estados Unidos e inseguridad al resto de los estados del hemisferio era, entonces, una realidad que pocos podían discutir. Además, como afirma Jerome Slater a lo largo de los años estas acciones tuvieron como consecuencia que "Estados Unidos legitimizó sus políticas unilaterales a costa de deslegitimizar la OEA y el concepto de seguridad colectiva".

Fue en este vacío, tanto de legitimidad como de operatividad, que comenzaron a surgir otras instancias de cooperación intra-latinoamericanas conocidas como procesos de concertación política y económica. Contadora, el Grupo de Apoyo a Contadora, el Consenso de Cartagena, Esquipulas y el Grupo de Río son la muestra de esta tendencia que se inicia en 1983 y se proyecta a través de la década.

En los noventa, en forma paralela a la llegada del orden de pos-Guerra Fría, aparecieron un conjunto de propuestas y decisiones políticas acordadas a nivel hemisférico que habilitaron, una vez más, la posibilidad de relegitimizar políticamente a la OEA atendiendo los nuevos temas de la agenda externa de la región y adecuando la Organización a las actuales necesidades. En este sentido, 1990 mostró dos eventos muy significativos. Uno, fue la supervisión eficaz de las elecciones en Nicaragua y del correspondiente proceso de reubicación de los contras. Un segundo hito fue la Iniciativa para las Américas, anunciada por el Presidente Bush, que pareció inaugurar una nueva época en la que el énfasis anterior de la política de Washington hacia la región en temas de seguridad, sería reemplazado por el comercio y la inversión. Esta Iniciativa fue bien recibida por los gobiernos latinoamericanos en tanto ponía de manifiesto el renacer de una política regional después de varios años de políticas globales por parte de Estados Unidos y, además, privilegiaba temas de agenda económica que coincidían con los intereses latinoamericanos de ese momento. Fue una época de fuerte optimismo que, incluso, llegó a ser identificada con el nacimiento de una modalidad diferente en el vínculo de Estados Unidos con América Latina regida por un nuevo Paradigma: el de la "Cooperación Asociativa" . Dentro de este marco se produce otro hecho auspicioso como fue la incorporación de Canadá a la OEA y el compromiso activo que este país tomó con la Organización a través de su aporte presupuestario y la calidad de sus propuestas.

Esta tendencia positiva continuo en 1991 con la Declaración de Santiago, donde la XXI Asamblea General de la Organización, aprobó el "Compromiso colectivo con la democracia y con la renovación del sistema interamericano" el cual incluye la resolución 1080, llamada Democracia Representativa, de características inéditas al consagrar un mecanismo automático en resguardo de la democracia. Un años después, la Asamblea General Extraordinaria de la OEA adoptó el Protocolo de Washington, a través del cual se agrega un artículo al capítulo tres de la Carta donde se habilita la suspensión de un estado miembro en caso que este interrumpa su gobierno democrático.

Desde el punto de vista operativo la OEA fue congruente con este compromiso participando activamente ante los golpes de estado, los llamados auto-golpes y las amenaza de golpe. Puso en práctica la resolución 1080 o inició el proceso para su puesta en práctica ante los amenazas de interrupción del orden democrático. Los casos de Haití, Venezuela, Perú, Guatemala y Paraguay son una muestra de dicha participación, independientemente del fuerte debate, aún hoy existente, sobre cómo encontrar un punto de equilibrio entre el principio de no intervención y el llamado deber de ingerencia.

Otro aspecto positivo se centra en los cambios que se están implementando a nivel institucional y organizativo, a los fines de modernizar la Organización. En este sentido, el documento "Una nueva visión de la OEA"10  elaborado por el Secretario General, César Gaviria, muestra un clara propuesta de articulación entre la agenda externa actual de la región y la agenda prioritaria de la OEA11  a la vez que consolida el vínculo entre la Organización y las decisiones adoptadas por los Jefes de Estado y de Gobierno reunidos en la Cumbre de las Américas en Miami en 1994. Esta tendencia también se hizo evidente en al marco de la segunda cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno realizada en Santiago de Chile en abril de 1998.12 

Los logros alcanzados no alcanzan, sin embargo, para despejar el camino hacia un multilateralismo regional sólido y capaz de resolver los graves y diversos problemas que enfrentan los estados americanos. La euforia vivida hasta mediados de la década comienza a opacarse ante dificultades de difícil resolución y la aparición de temas de agenda donde las posiciones entre algunos gobiernos de la región y los Estados Unidos son divergentes.13 

En el área de seguridad hemisférica aparecen más sombras que luces: no se logró -y podríamos decir que ni se intentó- modificar la arquitectura institucional de la defensa hemisférica en tanto la Junta Interamericana de Defensa y el Colegio Interamericano de Defensa no muestran cambios sustanciales ni han definido con mayor claridad su relación con la OEA; no se trabajó en dirección de replantear el TIAR; las Cumbres de Ministros de Defensa -hecho de por sí muy positivo- no han planteado cuál será su vínculo con la OEA y, finalmente, los diversos tipos de relaciones cívico- militares existente en distintos países de la región así como la ausencia de criterios comunes en cuanto al rol a asignar a las Fuerzas Armadas en el orden de pos-Guerra Fría continúan presentes en el escenario americano.

Otro espacio conflictivo aparece en torno al tema del narcotráfico. Aquí se debate fuertemente en torno a la política de "certificación" implementada unilateralmente por los Estados Unidos sobre el resto del continente. Ya se ha demostrado que la multilateralidad y el consenso sobre las políticas a aplicar son la única vía posible para enfrentar este tipo de amenaza. La OEA, específicamente la Comisión Interamericana de Control sobre el Abuso de Drogas, enfrenta el desafío de diseñar y ejecutar una política multilateral que vaya más allá de los aspectos no coercitivos ligados al problema de droga (prevención, distribución de información, investigaciones sobre droga, etc). Esto es, como afirma Shifter, asumir funciones más amplias como monitorear la conformidad de los gobiernos hemisféricos con metas mutuamente acordadas, coordinando el soporte técnico con varios países y aportando técnicas sobre las estrategias de coacción y otros temas que ellos planteasen. A pesar de que hay una mayor cantidad de obstáculos para tal empresa (el más importante es la desconfianza mutua) este puede ofrecer un acercamiento más viable y efectivo a los dilemas del comercio de la droga que el unilateralismo.

Finalmente, otro tema ligado a la defensa es la decisión del gobierno de los Estados Unidos de levantar la prohibición de venta de armas. Esta ha despertado la reacción de algunas importantes figuras regionales con el ex Presidente de Costa Rica y Premio Novel de la Paz, Oscar Arias, e instaló la discusión sobre qué tipo de marco hay que establecer en la región para regular la compra y venta de armas.

En el área de defensa de la democracia también aparecieron algunas dudas. El entusiasmo entre los gobiernos del hemisferio frente a las oportunidades que ofrece la resolución 1080 parecen haber disminuido. En este sentido llaman la atención que frente al "golpe constitucionalista" desarrollado por el Congreso de Ecuador en febrero de 1997, los miembros de la OEA hayan considerado que este era un hecho puramente interno y que asumieran una actitud similar en Lima, Perú, cuando el país atravesó una crisis constitucional en el sector judicial pocos días antes que la Asamblea General de la OEA se reuniera en esa ciudad en junio de 1997.

En estos momentos muchos países de la región se ven afectados por una precariedad económica que fomenta fuertes cuestionamientos en torno al modelo económico y produce efectos sobre los sistemas políticos. En este marco están apareciendo en algunos países-Paraguay, Venezuela, Perú, Bolivia- reclamos sobre un nuevo paradigma político que se parece más a los antiguos nacionalismos militares que conoció nuestra región que a los gobiernos de período transición y consolidación democrática. Ante esta multiplicidad de problemas el sistema interamericano ha demostrado una interesante capacidad de adaptación en primera mitad de la década, pero el camino a recorrer es aún muy largo y difícil. En este sentido el éxito de la OEA dependerá, como en cualquier instancia multilateral, del grado de compromiso de los gobiernos y de su convicción sobre la posibilidad de trabajar conjuntamente por un futuro mejor.

 

Lic. Anabella Busso

Profesora de Relaciones Internacionales. - Secretaria Académica de la Facultad de Ciencias Políticas y RR.II. de la Universidad Nacional de Rosario

 

 

 

 1.Estos antecedentes per-miten calificar a la OEA como el organismo internacional regional más an-tiguo del mundo.

 2. Los estados que participaron de esta reunión fueron: Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Chile, Ecuador, El Salvador, Estados Unidos de América, Guatemala, Haití, Honduras, México, Nicaragua, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela.

 3. Para un análisis de las principales tendencias de la política exterior de Estados Unidos hacia nuestra región ver MAIRA, Luis, La evolución de la política norteamericana hacia América Latina, Te-mas de política exterior Latinoamericana. El caso Uruguayo, GEL, Buenos Aires, 1986.

 

 4. VARAS, Augusto, «De la Coerción a la asociación. Hacia un nuevo pa-radigma de cooperación hemisférica», Cono Sur, vol IX, N? 4, Chile, septiembre-octubre 1991.

 

 5.FROHMANN, Alicia, "Cooperación política e integración latinoamericana en los '90", Relaciones Internacionales y militares, FLACSO-Chile, 1996.

 6.Para este tema ver BU-SSO, Anabella, «Los Esta-dos Unidos frente al MERCOSUR», en La Transición hacia el Mercado Común del Sur, Cuadernos de Política Exterior Argentina, Serie Docencia Nº 20, CERIR, Rosario, diciembre 1992, P. 33.

 7. VARAS, Augusto, «La Cooperación Asociativa y las Relaciones Hemisfé-ricas», Cono Sur, vol. IX, N? 5, Chile, septiembre-octubre de 1990.

 8.El párrafo dispositivo primero de la misma resuelve "... instruir al Secretario General que solicite la convocación inmediata del Consejo Permanente en caso de que se produzcan hechos que ocasionen una interrupción abrupta o irregular del proceso político institucional democrático o del legítimo ejercido del poder por un gobierno democrático electo en cualquiera de los estados-miembro para, en el marco de la Carta examinar la situación, decidir y convocar una reunión ad hoc de ministros de Relaciones exteriores, o un período extraordinario de sesiones de la Asamblea General, todo ello dentro de un plazo de diez días". PATIÑO MAYER, Hernán, La defensa colectiva de la democracia en América, Archivos del Presente, Año 2, Nº 8, Buenos Aires, Argentina, abril-mayo-junio 1997.

 9.La versión actualizada de la Carta de la Organización de Estados Americanos aparece en la página que la Organización posee en Internet (www.oae.org). 

10.Documento de trabajo presentado por el Dr. César Gaviria al Consejo Permanente en día 6 de abril de 1995.

11.La agenda prioritaria de la OEA incluye los siguientes puntos:
* Fortalecimiento, defensa y consolidación de la democracia representativa como forma de gobierno en el Hemisferio;
* Adopción de programas de cooperación para erradicar la pobreza crítica y promover la justicia social;
* Promoción de la observación y defensa de los derechos humanos;
* Promoción de la liberalización del comercio y la expansión del conocimiento científico y tecnológico en el Continente;
* Prevención y combate al consumo, producción y tráfico ilícitos de estupefacientes y sustancias psicotrópicas;
* Adopción de estrategias de acción colectiva para la preservación del medio ambiente y el mejoramiento de la calidad de vida;
* Promoción de la integración regional a través de la cooperación técnica y la transferencia de tecnologías adecuadas y ecológicamente solventes para asegurar un proceso de desarrollo sostenible;
* Intensificación del intercambio cultural, educativo, científico y tecnológico como instrumentos de integración regional con vistas a lograr el desarrollo integral de la región. Esta enumeración fue tomada del documento "La Organización de Estados Americanos y sus Programas en la República Argentina. 1995", elaborado por la Representación de la Secretaría General de la Organización de Estados Americanos en la República Argentina, Buenos Aires, 1995.

 12.Para conocer las funciones otorgadas a la OEA por ambas cumbres presidenciales ver Cumbre de las Américas, Declaración de Principios, Miami, Florida, Estados Unidos, 9-11 de diciembre de 1994, reproducida por ALADI, Sec/di/601, 12 de diciembre de 1994 y Cumbre de las Américas: Declaración de Principios y Plan de Acción, Santiago de Chile, abril de 1998.

 13.Para la identificación de los principales pro-blemas que enfrenta el multilateralismo en la segunda mitad de los '90 he seguido el trabajo de Michael SHIFTER, The Challenge of Multilate-ralism: intervention and aid in the Americas, The Brown Journal of World Affairs, Volume IV, Issue 2, Washington, Summer/Fall 1997 y la conferencia "Las cuestiones militares en el orden internacional", dictada por el mismo autor en el "Programa Cono Sur. Entrenamiento en política de Defensa para Civiles", organizado por la Universidad Di Tella y la Fundación Ford, Buenos Aires, noviembre de 1998.