Revista de Relaciones Internacionales Nro. 3
ALEMANIA Y EUROPA.
Por Herbert Limmer
A lo largo de varios años y hasta 1989 hubo gente en Alemania que asumían una postura poco critica hacia los regímenes comunistas de Alemania del Este de Europa meridional y del este. Hasta llegaron a hablar de valores comunes de los socialistas. Magro favor le hicieron a la libertad, a la democracia y a los derechos humanos; dejando, además, muy mal parada a la democracia liberal y social. Desde luego que fue sólo una minoría con influencia política. Hoy día ya nadie quiere identificarse con estos puntos de vista. Cuando en 1988 el presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, le exigió a Gorbachov que si realmente aspiraba a la distensión debía derribar el muro, esta exigencia fue criticada, considerada provocativa y cuando menos ingenua.
Hasta 1989 la mayoría de los alemanes parecía dispuesta a cualquier esfuerzo para recuperar la unidad nacional y superar con la división de Alemania la división de Europa. Hoy la mayoría ya no parece estar dispuesta a tantos sacrificios. Los peligros que en su momento implicaban la división y la amenaza de la agresión comunista hoy ya no existe. Por qué entonces y para qué hacer tantos esfuerzos?.
Se preguntaran ustedes por qué señalo todo esto?
Porque a mi criterio hoy día, tanto en Europa Oriental como en Europa Occidental se percibe algo así como una actitud desleal con el pasado, con el propio pasado de unos, y por otro lado se manifestó que casi todos se equivocaron. Incluso aquellos que siempre establecieron una clara diferencia entre libertad y falta de libertad, que lucharon por la libertad y que debieron aceptar que se los calificara de "guerreros fríos".
Pero también lo señalo porque actualmente me llama la atención la falta de disposición y de voluntad de hacer los esfuerzos necesarios para superar los daños del pasado y reducir los riesgos del futuro. Un hecho que dificulta superar los problemas que enfrenta y enfrentará Alemania.
El objetivo prioritario, durante más de cuarenta años, de la política exterior alemana la unidad nacional, se logró en apenas unos meses durante el año 1990. Son muchos los que pensaron y siguen pensando que la unificación se concretó con demasiado apuro. No obstante se equivocan.
Hoy sabemos que en realidad se trató de la oportunidad histórica de superar la división y que de no haber ocurrido en el transcurso del año 1990 lo más probable es que por mucho tiempo la unificación hubiera sido un objetivo inalcanzable. A partir de 1991 ni Gorbachov ni un sucesor habrían tenido en Moscú el poder para aprobar la unificación alemana en condiciones que no impliquen un debilitamiento de la alianza defensiva occidental. Sólo el hecho de que la Alemania unida quedara integrada a la OTAN motivo el, apoyo de los Estados Unidos en favor del procedimiento alemán de unificación, determinando asimismo la aprobación de otros gobiernos como en particular los de París y Londres.
Nosotros no podíamos suponer que el hecho de haber superado la separación de Europa y logrando la unificación de Alemania solo seria evaluado en forma positiva por la totalidad de los países europeos. Incluso entre naciones amigas y socios de alianza la política de intereses nacionales sigue existiendo. Precisamente por ello no solo era de interés para Alemania sino también y muy especialmente era importante, para la futura evolución de Europa que la unificación recibiera cuanto antes el apoyo de las 35 naciones que participaron de las Conferencias de Seguridad y Cooperación Europea (CSCE), es decir, de todas las naciones de Europa Occidental y Oriental como así también de Estados Unidos y Canadá.
Alemania asumió múltiples compromisos con el contexto de la Unificación. La mayoría de estos legados políticos eran totalmente compatibles con la política practicada desde siempre por la República Federal de Alemania. Se trata del compromiso de reducir las fuerzas armadas a 370.000 efectivos, que equivale a la reducción global de aproximadamente 45%, de confirmar la renuncia a las armas ABQ y de comprometerse a la no proliferación de las armas nucleares. Si bien estos compromisos son totalmente aceptables para Alemania, también los vemos como una contribución alemana a las negociaciones europeas e internacionales sobre desarme y control de armamento que -como pensamos- debería también motivar a otros países a prestar su contribución.
Uno de los motivos fundamentales que movieron a la Unión Soviética ha hacer importantes concesiones en relación con la unificación fue, naturalmente, su gran interés en obtener ayuda material del Oeste. Para Alemania esto significa rendimiento material en gran escala. Se trata de pagos relacionados con el retiro de tropas soviéticas y de créditos en el marco de la cooperación económica. Es, sin duda, un precio muy alto. Debemos verlo como el precio político pagado por la unificación de Alemania y por la anulación de los derechos políticos y militares de la Unión Soviética en Alemania y en Europa Central. Pero pensamos que estos aportes significaran también un apoyo para la estabilización del desarrollo político y económico de los Estados sucesores de la Unión Soviética. Tanto Rusia como los demás estados que surgieron con posterioridad a la disolución de la Unión Soviética esperan que continúe la ayuda, particularmente de los países occidentales. Estos hasta ahora asumieron una actitud de gran reserva. Alemania en cambio llegó al límite de su potencial de rendimiento. Es por ello que apelamos a la buena voluntad de los demás países para que en interés propio refuercen su ayuda contribuyendo así a la estabilidad y a la democrática evolución económica de Europa Oriental.
Debo señalar en este contexto que en el interín todos hemos llegado a la conclusión que las reformas reales y básicas son la condición previa de la ayuda efectiva. Lamentablemente hasta ahora no se vieron mayores reformas básicas en los Estados sucesores de la Unión Soviética. Esto motivo que los países occidentales acordaran, por el momento, concentrar su ayuda a los tres siguientes puntos: ayuda humanitaria a través del envío de alimentos, ayuda técnica para la reforma económica o administrativa y ayuda para la modernización y mayor seguridad de las plantas nucleares.
La política exterior alemana depende fundamentalmente del futuro orden europeo y mundial. Alemania quiere participar con su política exterior en la estructuración de este nuevo orden.
Entretanto muchos prefieren hablar de un nuevo "desorden mundial" con clara referencia a la experiencia bélica del Golfo, a la crítica evolución po-lítica y económica de los nuevos estados que surgieron con posterioridad a la disolución del imperio soviético y a la guerra civil yugoslava. Un pronóstico bas-tante frecuente hoy día es que a pesar de la ayuda prestada habrá una ines-tabilidad política programada de estos territorios para los próximos decenios.
Existe hoy consenso general en el sentido que el orden mundial bipolar esta superado. El interés de Estados Unidos de conseguir la cooperación de Rusia para evitar la proliferación de armas nucleares o un cambio dramático del rumbo en Moscú no modificaran este concepto. Las potencias europeas recibieron el fin del sistema bipolar con satisfacción, más aun porque durante mucho tiempo consideraron insatisfactorio que en cuestiones claves de la política mundial concerniente a sus propios intereses solo interpretaban roles secundarios.
Esto fue particularmente evidente en las negociaciones de control de armamento de los años setenta y ochenta en que se discutió la seguridad europea sin que los europeos participaran de las negociaciones. Ni la buena disposición ni los esfuerzos de los Estados Unidos por efectuar consultas pormenorizadas lograron atenuar este hecho.
Por motivos similares no puede ser deseable para los europeos y para muchos otros países un rol demasiado dominante de los Estados Unidos en un mundo unipolar - una Pax Americana -. Evidentemente tampoco para los Estados Unidos, dado que no creen estar en condiciones de asumir los costos financieros y políticos que esto implicaría. El conflicto del Golfo es, a mi criterio y contrariamente al concepto ampliamente difundido, un claro ejemplo contra la así llamada Pax Americana. Cabe recordar que desde un principio los norteamericanos consideraron como irrenunciable el mayoritario apoyo de otros países tanto política como materialmente.
De acuerdo con el criterio generalizado podría sugerirse que en lugar del sistema bipolar se implemente el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, debidamente capacitado, o el Grupo de los Siete Países Industriales más importantes. Las amenazas de paz hoy día parecen surgir de los conflictos regionales. Precisamente ante el crecimiento del particularisimo nacionalista el concepto de un "Global Governance" se ofrece como muy atractivo. El fraccionamiento en pequeñas unidades nacionales debe ser atajado y compensado por sistemas regionales de integración y además por un mecanismo mundial de seguridad.
Después de la actuación conjunta del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en la guerra del Golfo, que por primera vez -al margen de la decisión casual de la guerra de Corea- respondió a su función de mantener la paz, creció el interés de un fortalecimiento de las Naciones Unidas. Claro que para esto es indispensable que tanto la Unión Soviética como la China continúen mostrando mas interés en la solución de conflictos que en la propia posición ante una u otra parte en conflicto. Pero esto en modo alguno es seguro y relativiza considerablemente al Consejo de Seguridad como directorio de un Nuevo Orden Mundial y con referencia a la Asamblea General de las Naciones Unidas, son muchos también los que no quieren confiar la decisión sobre la paz y la seguridad a este gremio de 160 miembros dado que allí las democracias siguen siendo minoría, al menos las que a nuestro criterio se denominan democracias.
Nosotros creemos que la función de afianzamiento de la paz solo le cabe a las democracias porque en razón de su estructura interna están prácticamente incapacitadas para agredir. De manera que la representación igual de un futuro Orden Mundial sería, desde nuestro punto de vista, una Pax Democrática Internacional, es decir, una organización de todas las democracias, una sociedad de valores como base y garantía de la paz, de la seguridad y del progreso económico social. Esto es factible si se parte de la base que si bien en nuestro mundo actual las democracias son minoría, su potencial político y económico es dominante.
A través de la historia reciente queda claramente demostrado que las democracias no generan guerras. Sí en cambio generan guerra aquellos gobiernos que no están apuntalados por una legitimación democrática. Sólo es factible lograr que estos gobiernos desistan en sus aventuras bélicas a través de una efectiva y creíble disuasión. Desde 1948 hasta 1988 Europa Occidental fue preservada de la pérdida de libertad y paz por medio de la disuasión creíble. En la región del golfo no hubo tal disuasión. Teniendo en cuenta, además, la acumulación de potencial de conflicto, la guerra estaba prácticamente programada.
Sólo una constelación favorable en el Consejo de Seguridad y la importante intervención de algunos países del mundo occidental impidieron que el ataque iraquí a Kuwait fuera exitoso y de esta manera para Saddam Hussein y eventuales imitadores una invitación para continuar con este tipo de ataques.
No obstante se hace necesario destacar que este éxito, enmarcado en el derecho internacional, de modo alguno es una garantía para el futuro. Las estructuras de seguridad siguen siendo insuficientes a nivel mundial. No se puede esperar que los Estados Unidos intervengan y asuman la mayor parte de la responsabilidad. No responde a la realidad y tampoco es una solución para ninguna de las partes.
Con sus aliados y amigos de Europa y de América del Norte, Alemania discute actualmente la forma de asegurar la libertad, la democracia y la evolución socio-económica de la región. Se reconoce en estas discusiones que la interdependencia a nivel mundial debe ser tomada en cuenta ahora más que nunca, de tal manera que cada orden europeo y atlántico-europeo adquiere importancia decisiva para la paz y la libertad del mundo.
Después de haber recuperado su unidad, Alemania -como Estado plenamente soberano- debe participar de las acciones internacionales que aseguren la paz, incluso las de carácter militar.
Nuestros socios y las Naciones Unidas ya no aceptan la consabida "abstención" fundamentada en nuestro pasado, en la división y la falta de total soberanía. El gobierno lo sabe y trata de atenuar la resistencia de la oposición política y de vastos sectores de la población.
A mi criterio esto es sólo una cuestión de tiempo. En este mismo contexto también habrá una respuesta la cuestión del escaño alemán en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en el marco de un cambio general de estructuras de este gremio.
En el contexto de la seguridad nacional para Alemania, la Alianza del Atlántico, la Conferencia de Seguridad y Cooperación Europea son, cada una, no obstante la diversidad de su importancia, estructuras irrenunciables.
La OTAN: Hoy día más que nunca la OTAN es el foro decisivo de asesoramiento y determinación en lo concerniente a medidas políticas, asegurando los valores comunes que son la democracia, los derechos humanos, y el estado de derecho. De tal manera, existe amplio consenso de que la OTAN deberá adaptarse a los cambios que se produjeron en la situación mundial. No obstante sigue teniendo vigencia la finalidad tradicional de la alianza que es la defensa militar de libertad y seguridad para todos sus miembros, acorde con los principios de la Carta de las Naciones Unidas.
La guerra del Golfo demostró que la cooperación militar en el marco de la OTAN y la infraestructura creada por la misma significaron una considerable ayuda para los países de la Alianza que participaron de este conflicto. La crisis del Golfo puso de relieve que los socios de la OTAN deben estar preparados a enfrentarse con situaciones imprevisibles que repercuten en forma directa o indirecta sobre la seguridad de sus miembros.
Se habló de la función de seguridad que indirectamente esperan de la OTAN los países de europa meridional y del este. Para estos -naturalmente también para nosotros y otros países de Europa Occidental- las armas soviéticas, aún en manos de Rusia, siguen siendo una amenaza. Una amenaza en manos de una nueva dictadura que no se puede descartar como alternativa negativa del futuro próximo. Otra forma de amenaza es que las armas pueden ser comercializadas y así caer en manos de veleidosos potentados de la talla de Sadam Hussein o Kadafi.
La Conferencia de Seguridad y Cooperación de Europa, surgida del Proceso de Helsinki, cuyos 35 miembros abarcan a todos los europeos, incluyendo a la Unión Soviética, a los Estados Unidos y a Canadá, adquirió particular importancia a raíz de los cambios que se produjeron en Europa. Alemania pertenece a los países que ven en el Acta final de Helsinki el marco apropiado para crear medidas e instituciones que creen confianza y garanticen seguridad. En la reunión cumbre de la CSCE, en noviembre de 1990 en París, se determinó la carta para una nueva Europa. En junio de 1991 se reunieron por primera vez en Berlín los ministros de relaciones exteriores en calidad de consejo de la CSCE al que la Carta asigna el rol del foro central para la realización de consultas políticas en forma regular. Se espera de este foro de 35 miembros un significativo aporte a la creación de estructuras de seguridad cooperativa. La más reciente discusión trata de establecer en que medida la OTAN pondrá tropas a disposición de la CSCE en caso de necesidad. No obstante, ni Alemania ni la mayoría de los países de europa occidental creen que en un futuro cercano la CSCE pueda hacer prescindible la Alianza del Atlántico.
Al margen de la OTAN y la CSCE le cabe a la Comunidad Europea un papel relevante en el futuro orden conjunto de Europa. La Comunidad Europea es un importante elemento estabilizador, teniendo en cuenta que desempeñará un rol decisivo para el saneamiento económico de las nuevas democracias de Europa Meridional y del este y de esta manera para su estabilidad. Buscamos caminos para acentuar este rol de Europa. Así vemos las iniciativas para conseguir una más estrecha y más eficiente cooperación europea de defensa, la reactivación de la Unión de Europa Occidental (WEU) o la creación de un eurocuerpo franco-alemán. Nosotros apoyamos todas estas iniciativas, pero bien entendido siempre en su función de fortalecer y no debilitar a la OTAN, que a nuestro entender ahora y en el futuro previsible es decisiva para la seguridad de Alemania y de Europa.
Es muy común hoy día ver una contradicción, o por lo menos un conflicto de objetivos entre la progresiva integración de la actual Comunidad Europea y la apertura ante nuevos estados. Lo cierto es a mi modo de ver, que ambas cosas deben ocurrir en forma simultánea. El plan que en 1991 fue estructurado en Maastricht sobre nuevos pasos de integración, particularmente el de una moneda común con un banco central europeo, nuevos pasos para armonizar impuestos y subsidios y la utilización del sistema de mayoría calificada para decisiones, son medidas políticamente necesarias para evitar retrocesos.
El gobierno alemán apoya decididamente la continuidad de la integración europea. Una mayor integración que también implique y exija la renuncia a derechos de soberanía necesariamente limitará roles especiales de países socios. Alemania desea realmente esta evolución y está dispuesta a renunciar a derechos de soberanía y a ingresar su potencial a una Europa unida. No busca una posición de privilegio pero sí de igualdad de derechos. Claro que la igualdad de derechos implica que todos, también Francia y el Reino Unido no insistan en un rol de privilegio y se abstengan de efectuar condicionamientos de soberanía incompatibles con una verdadera integración.
Estamos convencidos que la total participación inglesa en la sucesiva integración europea es importante tanto para el Reino Unido como para Europa. Nuestro temor es que la falta de disposición de integración en Inglaterra aumente los reparos de tipo nacionalista en Francia y que esto a su vez tenga repercusiones negativas similares en Alemania.
Y ahora la nueva tarea de la comunidad.
La inclusión de los países neutrales y de las nuevas democracias del este europeo en la Comunidad Europea es un problema económico que al mismo tiempo está inseparablemente ligado a la visión de una unión política de europea. Desde el punto de vista económico no existen problemas en cuanto a la incorporación de países como Austria, Suiza, Noruega, Suecia y Finlandia a la Comunidad Europea. Ellos tienen un estado de evolución comparable a los países representativos de Europa meridional. Es decir que su capacidad económica de producción supera ampliamente a la de algunos países miembro del sur de Europa.
La situación de los países que pertenecieron al bloque del Este es substancialmente distinta. Necesitan ayuda y cooperación, pero también necesitan la perspectiva de la asociación con la Comunidad Europea y con el tiempo la perspectiva de plena pertenencia como socio de la misma. Necesitan esto como perspectiva tentadora para lograr las reformas económicas y políticas. El potencial productivo y la productividad de estos países están aun tan alejados de los parámetros de Europa Occidental que una relación más estrecha con la Comunidad Europea sin transición, indefectiblemente llevará al colapso de la economía. Comparativamente Checoslovaquia y Hungría se encuentran en mejor situación y en cierto modo lo mismo vale para Polonia, los países bálticos, Croacia y Eslovenia.
Volviendo a Alemania.
En la Alemania unida estamos viendo ahora cuan difícil es para una económica que se fue arruinando durante decenios, volver a la economía de mercado, volver a ser productiva y competitiva. El régimen comunista careció totalmente de responsabilidad y visión de futuro. Su legado es una infraestructura caduca, totalmente deficiente y una situación ambiental absolutamente catastrófica sólo podrán ser subsanadas a un costo extremadamente alto en un período de varios años.
La productividad de la económica de Alemania Oriental alcanza como máximo un 30% de la productividad de Alemania Occidental. La calidad de sus productos muy rara vez alcanza los niveles internacionales. Esto tuvo como consecuencia que desde que rige la convertibilidad a marcos alemanes los productos de Alemania Oriental no se venden en ningún país del Este o del Oeste, al punto que ni siquiera se venden a la población del lugar.
El producto social bruto de Alemania Oriental, que en el momento de la reunificación se estimen un 10% del producto social bruto de Alemania Occidental (con 21% de la población total, hoy se ubica alrededor de solo 7%. La desocupación es además extremadamente alta.
Cabe señalar asimismo que tanto el gasto público como privado de Alemania Oriental es ampliamente financiado con transferencias provenientes de Alemania Occidental; transferencias que a su vez provienen de presupuestos públicos de la República Federal de Alemania y en 1991 superaron los 100 mil millones de dólares. Teniendo en cuenta los 16 millones de habitantes de Alemania Oriental, esta transferencia financiera significa per cápita una suma superior al ingreso per cápita en la Argentina donde el PBI llega a los 140 mil millones para una población de 32 a 33 millones de habitantes. Para cubrir estos montos el estado mayormente debe recurrir a la utilización de créditos, es decir debe endeudarse fuertemente. Se estima que de esta manera el endeudamiento estatal alemán aumentará del 40% del producto interno bruto registrado en 1990 al 55% en 1995.
La reestructuración de Alemania del Este resulta ser más difícil y lenta de lo que se estimó en un principio. La causas simplemente es el conflicto entre el efectivo rendimiento económico y las obligaciones sociales asumidas en el momento de la unificación. Dicho de otra manera esto significa que la productividad sigue siendo muy reducida (aproximadamente un 30% de la occidental) en tanto que, por razones políticas, fueron aumentados excesivamente los sueldos y las jubilaciones.
Esto dificulta las inversiones e incrementa la desocupación y tiende a demorar la recuperación. No obstante, todos parten de la base que tarde o temprano Alemania logrará la efectiva integración a través de una amplia adaptación de la situación socio económica.
Recién cuando se logre la total integración de Alemania Occidental y Oriental mi país estará en condiciones de aprovechar todo su potencial. Aunque estimo que este proceso demandará unos diez años, Alemania con el tiempo asumirá una mayor responsabilidad. Lamentablemente la idea de que Alemania asuma un rol de mayor peso ya está creando inquietud en algunos círculos de Europa Occidental. Para contrarrestar estos reparos aparentemente no basta con señalar los 40 años de ejemplar evolución democrática y las relaciones externas altamente cooperativas, como tampoco el hecho que en Alemania, la propia historia es analizada en forma muy crítica hay disposición para aprender de los errores cometidos más que en cualquier otro país. Yo lo veo así.
A veces me parece que se intentan crear preocupaciones contra una Alemania "demasiado fuerte". Como solución sólo veo la perspectiva de que con el tiempo la misma política alemana se encargue de borrarlas. Por lo demás, quedó demostrado, a través de los sondeos de opinión en los países vecinos, que los pueblos en su mayoría consideran una Alemania fuerte y solidez económica como requisito muy favorable sino indispensable de la evolución europea y de su propio bienestar. Creo que recelos serios, si los hay, existen mas con los políticos y los medios de comunicación que con los pueblos. Y todo tiene su aspecto positivo: Las preocupaciones actuales con respecto a los problemas y a las señales de debilidad de Alemania podrían contribuir a superar preocupaciones y recelos por una Alemania demasiado fuerte.
Para finalizar me referiré brevemente a la situación política interna de Alemania. Los triunfos electorales de algunos partidos externos y las hostilidades hacia los extranjeros tuvieron gran repercusión en el exterior. Ambos están relacionados entre sí. Debo señalar, a modo de aclaración, que los extranjeros residentes en Alemania exceden el 7% de la población total. Debo señalar también que Alemania en modo alguno es hostil hacia los extranjeros. No lo es en cuanto a los numerosos extranjeros integrados y trabajadores. Lo que provoca críticas y es motivo de preocupación para muchos alemanes es que a Alemania, que actualmente enfrenta grandes problemas económicos y sociales por la reunificación, están llegando más refugiados y supuestos asilados que a todos los países de Europea occidental juntos. Esta enorme afluencia se debe a la política extremadamente liberal con las personas que solicitan asilo y al nivel comparativamente alto de las prestaciones sociales que se les brinda en forma inmediata. Idéntica situación se vuelve a presentar actualmente con los refugiados procedentes de Yugoslavia y particularmente de Bosnia. Hasta el momento Alemania recibió a 280.000 refugiados de estas regiones. Es decir, mucho más que todos los demás países de Europa juntos.
Gran parte del pueblo alemán critica a sus gobernantes por no encontrar soluciones a este problema. También los critica porque los costos de la unificación resultaron ser considerablemente más altos de lo estimado en un principio. La oposición trata de aprovechar este descontento popular. Parece a veces que la tarea de la unificación no es suficientemente entendida como desafío común de todos, inclusive de los empresarios y los gremios.
Desgraciadamente en Alemania las disposición de privación y renuncia en beneficio de un objetivo nacional parece bastante remota. Las exigencias de mejoras salariales es decir, de los ingresos netos, proclamadas por los sindicatos, son difícilmente justificables ante la actual situación financiera y monetaria. Por otra parte el gobierno es criticado por no haber tenido el coraje de exigir en forma clara y transparente los esfuerzos y sacrificios necesarios y de dar buenos ejemplos.
La población sigue estos acontecimientos con preocupación. En tres recientes elecciones provinciales, entre el 6 y el 11% reaccionaron con votos de protesta en contra de los partidos establecidos y en favor de los partidos de orientación de extrema derecha. En la izquierda se observa el mismo fenómeno.
Estas reacciones son inquietantes pero no justifican una dramatización. Los votos de los partidos de orientación extrema que ya observamos en otras oportunidades en Alemania posteriormente siempre se redujeron a porcentajes poco relevantes, sobre todo en comicios políticamente decisivos como los nacionales.
No tengo dudas que las actuales turbulencias de la política interna alemana también pasarán. Aunque como alemán debo admitir que me gustaría ver, en este momento, una política más definida y un liderazgo político mas fuerte. Pero en modo alguno veo que se justifiquen preocupaciones en cuanto a la estabilidad democrática y económica y a la continuidad de una política exterior equilibrada, moderada y cooperativa.