Tengo en mis manos el mensaje del Papa Francisco, preparado con ocasión de la LVIII Jornada Mundial de la Paz, celebrada el 1 de enero de 2025. Se trata de un documento esencial para entender su legado, así como los desafíos que deberá enfrentar el nuevo papado, en medio de una geopolítica global marcada por los conflictos armados, la polarización política y la crisis del multilateralismo. También se trata de un documento relevante para entender el pensamiento del primer Papa del denominado Sur Global, definido por una administración de corte reformista.
Las posiciones internacionales del Papa Francisco lo llevaron a adoptar posturas claras respecto del diálogo Norte-Sur, abogando por un sistema internacional más justo y solidario, con una voz más fuerte de las regiones calificadas tradicionalmente como periféricas. Por ejemplo, durante su Pontificado incrementó la presencia de cardenales provenientes de África, Asia y América Latina, al mismo tiempo que adoptaba posturas profundamente críticas hacia los países desarrollados, respecto del fenómeno migratorio y los refugiados, ante lo que catalogó como la “globalización de la indiferencia”. Durante su administración Francisco realizaría cinco visitas a África, visitando Kenia, República Centroafricana y Uganda, entre otros. En una de ellas lanzó la significativa frase “dejen de asfixiar a África…África no es una mina que explotar, ni una tierra que saquear”, denunciando lo que llamó “nuevas formas de colonialismo”.
En este contexto, me parece relevante destacar el párrafo 4 del documento de la Jornada Mundial de la Paz 2025, donde Francisco planteó, con una amplia mirada sobre los desafíos que debe enfrentar la comunidad internacional, que:
“Cada uno de nosotros debe sentirse responsable de algún modo por la devastación a la que está sometida nuestra casa común, empezando por esas acciones que, aunque sólo sea indirectamente, alimentan los conflictos que están azotando la humanidad. Así se fomentan y entrelazan desafíos sistémicos, distintos pero interconectados, que asolan nuestro planeta. Me refiero, en particular, a las disparidades de todo tipo, al trato deshumano que se da a las personas migrantes, a la degradación ambiental, a la confusión generada culpablemente por la desinformación, al rechazo de toda forma de diálogo, a las grandes inversiones en la industria militar”.
Un especial tratamiento tiene el tema de la deuda externa, una preocupación que ya desde la década del setenta ha cobrado relevancia para el mundo en desarrollo, ya sea en el ámbito multilateral o bilateral, como fue el debate respecto de la formación de un Nuevo Orden Económico Internacional, en el seno de las Naciones Unidas. Al analizar este asunto, el Pontífice fue claro en adoptar las posturas del llamado Sur Global , tal como se desprende del siguiente extracto del párrafo 7 del señalado documento:
“No me canso de repetir que la deuda externa se ha convertido en un instrumento de control, a través del cual algunos gobiernos e instituciones financieras privadas de los países más ricos no tienen escrúpulos de explotar de manera indiscriminada los recursos humanos y naturales de los países más pobres, a fin de satisfacer las exigencias de los propios mercados”.
Junto con lo anterior, Francisco retoma el llamamiento de Juan Pablo II, realizado con ocasión del Jubileo del año 2000, respecto de evaluar “una notable reducción, si no en una total condonación, de la deuda internacional, que grava sobre el destino de muchas naciones”.
Como es posible evidenciar, el Papa Francisco adoptó una postura clara de impulso al diálogo Norte-Sur, pero con una preferencia por el mundo en desarrollo, desde el cual provenía. En coherencia con esos lineamientos, también fue un innovador en impulsar la preocupación por el cambio climático, no sólo en el seno de la iglesia, sino en la comunidad internacional en su conjunto, dedicándole la encíclica “Laudato Si‘ Sobre el cuidado de la Casa Común”, documento en el cual hace un llamado urgente para actuar ante las cada vez más recurrentes e intensas consecuencias de las catástrofes ambientales, como efecto del calentamiento global, para lo cual exhortó a la comunidad internacional a cambiar los modos de vida, consumo y producción, de manera de hacerlos coherentes con el resguardo de la naturaleza.
Tales posturas en torno al sistema internacional iban de la mano de una serie de posicionamientos morales que causarían escozor en los sectores más conservadores al interior y exterior de la iglesia -por ejemplo, respecto de los migrantes, la pena de muerte y el diálogo con la comunidad LGBTI- con los cuales entró en franco conflicto en un mundo marcado por la radicalización política, el auge de la derecha radical y el declive del multilateralismo. Tampoco hay que olvidar que en el año 2015 el Vaticano reconoció al Estado Palestino y, en sus últimos días, fue un fuerte crítico del ataque israelí sobre Gaza y un adversario de muchas de las políticas impuestas por Donald Trump. Sin duda, se trata de perspectivas que están marcando la discusión para la elección de un nuevo Papa, donde se dilucida si seguir el camino reformista de Bergoglio, abandonarlo en pro de posturas más conservadoras, o bien, seguir una posición ecléctica que asegure la continuidad de parte de su legado.
Sea cual sea el resultado, el legado del Papa Francisco trascenderá en el mundo, como un líder que buscó en todo momento promover una paz duradera, sobre la base de un cambio estructural y cultural sustentado, a su vez, en la solidaridad, el diálogo interreligioso y la cooperación internacional. Es de esperar que la senda de Francisco sea seguida por su sucesor, en momentos especialmente apremiantes para un mundo definido por los conflictos geopolíticos, la competencia entre las grandes potencias y la guerra comercial. Sin dudas, estamos frente a una encrucijada histórica que requiere que, en tanto actor internacional, el Vaticano se constituya como un aporte relevante para la gobernanza global y para un diálogo constructivo entre el Norte y el Sur.
Jorge Riquelme
Integrante
Departamento de Seguridad Internacional y Defensa
IRI-UNLP