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Percolación y guerra mundial africana: la crisis del Congo

Percolación y guerra mundial africana: la crisis del Congo

César Niño[1]

Los últimos meses han evidenciado un peligroso proceso de percolación en África, particularmente en la República Democrática del Congo (RDC). Este fenómeno, análogo al concepto físico de filtración de líquidos a través de estructuras porosas hasta su colapso, describe cómo el crimen organizado y el terrorismo, impulsados por actores estatales y no estatales, están erosionando las frágiles estructuras regionales. La toma de ciudades como Goma y Bukavu por parte del grupo Movimiento 23 de Marzo (M23), respaldado por Ruanda, ilustra una crisis compleja que amenaza con desencadenar una guerra mundial africana.

La Percolación del Peligro: Ruanda y el M23

El régimen de Paul Kagame en Ruanda ha desplegado operaciones militares híbridas contra la RDC, utilizando al M23 como proxy. Este grupo, conformado principalmente por tutsis, ha asumido el control administrativo y militar de territorios clave, incluyendo aeropuertos y zonas ricas en recursos minerales. Según informes de la ONU, Ruanda no solo patrocina al M23, sino que participa activamente en la extracción ilegal de recursos y en la perpetuación de violencia sistemática, especialmente contra mujeres y menores.

La situación en la RDC refleja un Estado fantasma: aunque mantiene sus fronteras formales, su institucionalidad es débil y está capturada por más de 100 grupos armados,el 96% de los cuales operan cerca de la frontera con Ruanda. Estos grupos no solo controlan territorios, sino que también administran justicia, seguridad y economía local, dinamizando redes políticas y criminales. La esperanza de vida de 58 años y la incapacidad del ejército congoleño para garantizar la seguridad nacional agravan este escenario.

Dimensiones del conflicto: de lo local a lo global

El conflicto en la RDC es el más sangriento del siglo XXI, con cifras de muertos que superan las de Ucrania, Irak, Siria y Gaza. Sin embargo, la atención internacional es limitada. Las potencias globales, absortas en crisis internas, han mostrado indiferencia, mientras que los esfuerzos regionales, como las cumbres de paz organizadas por Angola y Kenia, han sido ineficaces. La misión de la ONU en el Congo (MONUSCO) y la intervención de la Comunidad de Desarrollo de África Austral no han logrado avances estratégicos.

La paradoja humanitaria es cruel: en Goma, el suministro de sangre en hospitales se agota mientras las calles se tiñen de violencia. El M23 ha manipulado treguas humanitarias, revocándolas al día siguiente, y Ruanda justifica su intervención bajo el pretexto de proteger a los tutsis y combatir a las FDLR, grupo hutu que opera en la RDC. Esta narrativa oculta un objetivo estratégico: controlar los recursos naturales del Congo, esenciales para aplicaciones militares y económicas.

Hacia una Guerra Mundial Africana

El conflicto en la RDC no es un evento aislado, sino una pieza de un escenario mayor. La riqueza mineral del país, denominada el & quot;Silicon Valley de los grupos armados no estatales&quot;, atrae a actores extrarregionales que financian la inestabilidad. La percolación del peligro, impulsada por regímenes autocráticos como el de Kagame, amenaza con desintegrar el orden regional y desencadenar un conflicto continental.

Las estructuras globales, ya frágiles y propensas al colapso, replican este fenómeno en África. La falta de respuestas diplomáticas tangibles y la indiferencia de las cancillerías internacionales sugieren que el mundo aún no reconoce la magnitud de esta crisis.

Como advierten análisis recientes, nos enfrentamos a una guerra mundial africana, pero el mundo aún no lo sabe.

Conclusión

La percolación del peligro en la RDC y la creciente influencia de actores criminales respaldados por estados como Ruanda ilustran la fragilidad del sistema internacional. Este conflicto, con dimensiones humanitarias, económicas y geopolíticas, exige una respuesta coordinada y urgente. De lo contrario, África podría enfrentar una desintegración regional cuyas consecuencias trascenderían sus fronteras, recordándonos que, en un mundo interconectado, la estabilidad de un continente es esencial para la paz global.

[1] Profesor asociado de Estudios Políticos y Globales, Universidad de La Salle (Colombia)