El Sol Naciente del amanecer de aquel 2 de septiembre no sería uno más. Se vería oscurecido por el inminente colapso del Imperio Japonés producido por los años de desgaste de un sanguinario conflicto armado con China, el reciente avance armado de las tropas soviéticas sobre el Lejano Oriente y las profundas secuelas de dos bombas atómicas que atosigaron a la dirigencia nipona a tomar la decisión final.
Como corolario de estos sucesos y tras la aceptación de la derrota definitiva, el Imperio Japonés se vio obligado a firmar su capitulación poniendo fin a la Segunda Guerra Mundial.
Aquella mañana, a bordo del acorazado USS Missouri y frente a la presencia de los representantes de las potencias vencedoras aliadas, el diplomático Mamoru Shigemitsu, entonces Ministro de Asuntos Exteriores del Imperio Japonés, fue el primer representante del país vencido en firmar la rendición incondicional.
Continuaron el resto de los delegados japoneses y, tras su paso, llegó el turno del bando occidental. El Comandante en Jefe de los Aliados, general estadounidense Douglas MacArthur, tomó la iniciativa y rubricó en primer lugar el acuerdo. Sin mayores prefacios, lo prosiguieron los representantes de las demás delegaciones aliadas.
La crónica de este evento trascendental para la historia de la humanidad, se rememora año tras año desde entonces. Las portadas de los principales medios de información del mundo occidental hablan de los desafíos y hazañas llevadas a cabo por EE.UU o el Reino Unido contra las naciones del Eje Berlín-Roma-Tokio y, sobre todo, contra la titánica lucha para detener el avance alemán.
Sin embargo, poco se ha hablado o conoce acerca del desarrollo del conflicto más allá del frente occidental. Y, en este sentido, el esfuerzo de guerra del frente oriental (contenido por el ejército soviético) y del frente chino, fueron determinantes para la victoria final.
Paradójicamente tanto la URSS como China, centros de poder que serían identificados con posterioridad como antagonistas para la cosmovisión occidental, se encontraban del bando aliado en aquel entonces.
Ambos frentes fueron los más sangrientos de la contienda. Los soviéticos tuvieron un costo de alrededor de 27 millones de vidas, mientras que los chinos sufrieron la pérdida de casi 22 millones de personas, es decir, una cifra que supera casi en 30 veces a las bajas norteamericanas.
El inmenso costo chino no resultó una contribución menor para el desarrollo del conflicto. De hecho, el enorme costo de vidas significó que la mayor parte del ejército del Imperio Japonés (alrededor del 65%) y sus Estados colaboradores de Asia, se encontraran empeñados en el teatro de operaciones del frente chino y no pudieran concentrar sus tropas y esfuerzos bélicos en otros escenarios, como el del Sudeste Asiático contra el Reino Unido o el del Pacífico contra EE.UU.
Como sostiene el especialista español Rubén Villamor: “uno de cada cuatro soldados movilizados por el Eje combatió en China, otros dos en Rusia y el restante en diversos frentes: Europa Occidental, África, Italia, Balcanes, Oceanía y Oriente Medio”.
El frente chino fue el segundo más cruento, violento y devastador del conflicto. Las atrocidades cometidas por los japoneses fueron calificadas en muchas ocasiones como genocidio, debido a sus prácticas violentas sin precedentes tales como fusilamientos masivos, ejecución de torturas, establecimiento de campos de concentración, realización de experimentos médicos o migraciones arbitrarias de población de forma sistémica y programada.
Asimismo, como resultado de las 23 campañas, 1.117 batallas y 38.931 combates menores que se produjeron entre los años 1937 y 1945, casi la totalidad de las ciudades chinas fueron destruidas o devastadas, y se generó un inmenso sufrimiento por el constante desabastecimiento de suministros básicos para la población.
Estos son sólo algunos datos que permiten entrever y reflexionar acerca del importante papel de China, tanto para el desarrollo y desenlace de la segunda conflagración mundial, como para las nuevas dinámicas de relacionamiento y posicionamientos que se aproximaban en aquel panorama geopolítico mundial.
Hoy, a 80 años de la conclusión de la Segunda Guerra Mundial, se siguen (re)descubriendo ciertos pasajes -para muchos- desconocidos que fueron, son y serán por siempre parte importante del epílogo de la peor catástrofe de la humanidad y del prólogo del incipiente nuevo orden bipolar.
Martín Rafael López
Integrante
Centro de Estudios Chinos
IRI-UNLP