En este momento estás viendo 14 de julio de 1789: toma de La Bastilla

14 de julio de 1789: toma de La Bastilla

Corría el verano septentrional de 1789 cuando un 14 de julio, en las inmediaciones orientales de París, una antigua fortaleza medieval caía en manos de un grupo de jóvenes revolucionarios. Se trataba de “La Bastilla”, prisión predilecta del despotismo y emblema indiscutible del absolutismo en el país galo.

La toma del edificio, que había sido construido durante la Guerra de los Cien Años en el siglo XIV, supuso
simbólicamente el fin del Antiguo Régimen y marcó el punto inicial de la Revolución Francesa.
A pesar de que en julio de 1789 la Bastilla sólo custodiaba a siete prisioneros (a cuatro falsificadores, a un enfermo mental, a un noble condenado por incesto y a un cómplice del intento de asesinato del rey emérito Luis XV), la fortaleza había sido durante años la cárcel de innumerables víctimas de la arbitrariedad monárquica. Así, pese a que el valor simbólico fue mayor al de la relevancia política, el acontecimiento produjo un eco de desconcierto en toda Europa y marcó un hito romántico en la historia de las revoluciones.
A la propagación del pensamiento ilustrado y de los ideales liberales, y a los antecedentes revolucionarios de Inglaterra y de Estados Unidos, entre las causas de la Revolución se suman -también y principalmente- los problemas económicos del Estado francés. En particular, una serie de malas cosechas en 1786 que habían quebrado el tesoro nacional y que habían extendido por todo el territorio el drama social y el malestar político.
De ese modo, y tras una serie de intentos fallidos de conciliar con las clases nobiliarias, el rey Luis XVI convocó en 1788 a los Estados Generales, un cuerpo que databa del Medioevo y que era citado cuando una emergencia nacional lo ameritaba.
Ante el llamado, los representantes de los distintos estamentos (clero, nobleza y pueblo llano) elaboraron sus peticiones en una serie de documentos conocidos como los “cuaderno de quejas”. En ellos, ya se solicitaba la destrucción de la Bastilla, centenario bastión de piedra con un alto coste de mantenimiento y cuyo uso militar ya no se justificaba.
Los hechos anteriores a la semana del l4 de julio condujeron al asedio de la fortaleza medieval. La destitución de Jacques Necker, ministro de Finanzas que tuvo un papel protagónico en la convocatoria de los Estados Generales, causó un gran descontento entre los ciudadanos del Tercer Estado (quienes no pertenecían ni al alto clero ni a la nobleza). Previamente, en el denominado “Juramento del juego de la pelota”, estos se habían comprometido a no separarse hasta dotar a Francia de una Constitución. En consecuencia, miles de franceses bajo el mando de Camille Desmoulins decidieron salir a las calles.
El día 14, la muchedumbre invadió en primer lugar el Hôtel des Invalides, lugar del que extrajeron numerosas cantidades de armas. Una vez provistos, las delegaciones partieron a la Bastilla cerca del mediodía para apoderarse de la pólvora y de las municiones allí almacenadas. Ya por fuera de los muros de la fortaleza, se inició una serie de fuegos cruzados entre los asaltantes y las fuerzas de Bernard-René Jordan
de Launay, el alcalde de la prisión monárquica. Por la tarde, luego de que los enfrentamientos dejaran un saldo de cerca de 100 víctimas mortales, la defensa de la Bastilla capituló. Los parisinos tomaron la fortaleza hacia las 17:30, se apropiaron de las armas del lugar y liberaron a los siete prisioneros encarcelados.
La guarnición de la Bastilla fue apresada y llevada por los revolucionarios al Ayuntamiento de París. En el trayecto, Jordan de Launay fue apuñalado y decapitado, y su cabeza fue clavada en una pica para ser exhibida por las calles. Igual suerte corrió Jacques de Flesselles, último preboste de los mercaderes de París (jefe de Gobierno de la capital francesa durante el Antiguo Régimen). El saldo total de víctimas
mortales durante la sangrienta jornada del asalto a la Bastilla fue de 98 entre las milicias parisinas, y de 7 entre los defensores de la fortaleza.
El comienzo de una nueva etapa política en Francia ya estaba signado. En los siguientes años, la convulsión, la violencia, el terror y los ensayos liberales marcaron el escenario galo ante los expectantes y temerosos ojos de una Europa absolutista. A partir de aquel hecho, nada volvería a ser como antes en el continente viejo.
En 1880, durante la Tercera República, el 14 de julio ha sido declarado Día Nacional de Francia. Más que con motivo de la celebración de la toma de la Bastilla en sí, fue para rememorar la Fiesta de la Federación de 1790, cuya fecha coincidía adrede y que celebraba la unidad de todos los franceses.
Juan Martín de Chazal
Colaborador de la Red Historia de las Relaciones Internacionales
Departamento de Historia
IRI – UNLP