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Brasil incrementa su protagonismo con el G20

Brasil ejerce la presidencia del Grupo de los Veinte 20 durante 2024. Lo hace en un mundo condicionado por las guerras de Ucrania y Gaza frente a las cuales los países se posicionan según el lado que ocupen en la grieta global. La gestación y el curso de esos conflictos, así como su influencia generalizada, no solo inciden en las relaciones internacionales. También actúan recursivamente sobre el G20 al punto de modificar su idea liminar.

Fue en la reunión del G7 en Inglaterra en junio de 2021 donde el Occidente democrático cuestionó al G20 por ser demasiado imparcial. Según ellos, las exigencias de funcionar por consenso obraban de obstáculo insalvable para expresar libremente sus críticas lo que les impedía adoptar actitudes más comprometidas y excluyentes en temas de índole geopolítica.

Por su parte, el Departamento de Estado de EEUU en diciembre de ese mismo año convocó a 100 países considerados demócratas en promedio con el fin de realizar la Cumbre virtual de la Democracia. El diseño de la actividad -vista como arbitraria por importantes referentes de aquel país- dejó de lado al resto de los países del mundo a los que denominó autócratas.

A partir de ese momento el imaginario colectivo comenzó a ser bombardeado a diario con abundante información referida a las relaciones internacionales cuyo registro, salvando las distancias, podía ser asimilado al del mundo surgido de la Segunda Guerra Mundial. Nace así una nueva Guerra Fría 2.0 con los bandos separados por una grieta virtual pero de alcance global.

No obstante, el G20 siguió con vida, no perdió sentido. Su máxima representatividad en el concierto de las naciones, su influencia en la gobernanza del mundo aquilatada por un breve pero fructífero recorrido en la segunda década del siglo sumado al exclusivo expertise disponible a esos niveles, continúan haciendo del Grupo la máxima autoridad en el manejo de la agenda global. A ello se suman las ventajas políticas derivadas de su esencia a pesar de que, en contra de lo que a veces se cree, el G20 nunca ha sido un espacio para la resolución de conflictos, pero sí para facilitar contactos informales al margen de las deliberaciones. Lo demuestra el breve encuentro entre la secretaria del Tesoro de EEUU Janet Yellen y el ministro Luis Caputo en el G20, lo que se reflejó en un tuit ampliamente difundido como una expresión de compromiso de EEUU con los destinos del actual proyecto gubernamental de  la Argentina.

Al hospedar la presidencia pro-tempore, el Brasil saca partida de lo que son ventajas comparativas en el competitivo mundo de hoy; por añadidura, como integrante de los ascendentes BRICS, dichas características hacen que el país hermano siga incrementando su protagonismo desde los marcos del Sur Global para lo cual, como un valor agregado, cuenta con la apoyatura de la experimentada diplomacia de Itamaraty. El contexto no puede ser más favorable para satisfacer sus ambiciones en un mundo que va cambiando aceleradamente al punto de que para The Washington Post estamos frente al fin del orden de un mundo basado en reglas, el estandarte simbólico de la diplomacia de EEUU.

Los cambios geopolíticos no se dan respiro. Las alianzas y los nuevos alineamientos (la novedad es el entredicho de EEUU con Israel por la negativa de este para la instalación de un Estado palestino), las transformaciones ambientales profundas como las que amenazan al agro europeo -un tema que se sigue atentamente desde el Cono Sur de América-, la guerra tecnológica para disminuir los nanómetros de los microprocesadores, los replanteos en las conectividades terrestres y marítimas globales como lo referido a la Ruta del Norte por el Ártico o la acción de los terroristas hutíes entorpeciendo el paso por el Canal de Suez, son algunas de las dificultades para el abordaje conceptual de un mundo altamente complejo en el que Brasil tiene que ejercer su presidencia.

 

Un G20 aún importante para el manejo de la agenda global

 

Si bien el G20 comenzó a funcionar el 1999, a nivel de la cumbre de líderes recién lo hizo en 2008 cuando se desató la crisis de Wall Street. Su representatividad sin igual la da el hecho de ser la única instancia que convoca a las máximas autoridades del mundo en un clima distendido y sin los apremios de tiempo que normalmente tienen esos líderes. Hasta el año 2021 el Grupo funcionó con secretarías pro tempore anuales que fueron rotando por los distintos países constituyentes sin prácticamente inasistencia de los líderes a sus cumbres.

Las diferencias donde no se pudo arribar a un consenso se fueron salvando con adendas (el cuestionamiento de Trump al Acuerdo de París en Hamburgo en 2017 fue el primer caso), o con formas más restrictivas como es la actual decisión de la Unión Europea de no firmar declaraciones que omitan la condena a Rusia por la guerra de Ucrania. En Brasil se ha intentado cuidar las formas con una conferencia del anfitrión informando a la prensa sobre las reuniones ministeriales en las que sean previsible las controversias.

De cualquier manera, el G20 continúa como administrador excluyente de la agenda global donde hay temas cuya relación con la geopolítica no es o es menos conflictiva. El G20 actúa en un plano supranacional y, como hemos dicho, no toma decisiones. Pero a través de su ineludible influencia puede determinar cambios de situaciones como ninguna otra instancia lo podría hacer. Obviamente, si los líderes que financian los organismos decisores se ponen de acuerdo no hay otra opción que adecuarse. Un ejemplo es la tasa del 15 % a las todopoderosas empresas tecnológicas “sugerida” por el G20.

Luego de un tiempo de maduración desde que en 2013 en la Cumbre del G20 en San Petersburgo fuera presentado el BEPS (sigla en inglés que hace alusión a la “erosión de la base imponible y el traslado de los beneficios”) como programa de la OECD, en Venecia, en 2021, el G20 estableció que los gobiernos nacionales debían imponer un impuesto proporcional a las ganancias que las tecnológicas tuvieran en cada país debido a que hasta ese momento esas empresas de acuerdo a su conveniencia tributaban en un solo país donde la fiscalidad era menor.

El G20 no es una estructura estable anclado a una sede y una burocracia ad-hoc. Por el contrario, es un espacio funcional que rota anualmente por los distintos países del grupo. Estos tienen el cometido de llevar a la Cumbre los intercambios entre los líderes y realizar decenas de reuniones de sus diversas instancias. Innegablemente el Grupo de los Veinte (ahora 21 con el ingreso de la Unión Africana) sigue siendo la organización de mayor poder de la gobernanza global.

 

El turno del Brasil

 

La presidencia brasileña del G20 puede ser representada como un aporte al ascenso de los países del Sur Global en el escenario mundial.

Brasil recibió la presidencia del G20 de manos de la India el pasado diciembre, dando lugar al establecimiento de una troika de presidencias con tres países del BRICS (India 2023, Brasil 2024 y Sudáfrica 2025).

India fue precedida por Indonesia en 2022, lo que dio comienzo a un esfuerzo de cuatro años para priorizar las necesidades del Sur Global. Dicha secuencia de presidencias del G20 está llamada a abordar cuestiones críticas y urgentes como la desigualdad, el desarrollo, el cambio climático, el multilateralismo, la deuda y la redefinición de las relaciones internacionales.

La Cumbre de Líderes que tendrá lugar del 18 al 19 de noviembre de 2024 en Río de Janeiro estará precedida de la realización de 20 reuniones ministeriales y más de 100 reuniones de los denominados grupos de trabajo (working groups) y las fuerzas de tareas (task forces).

Los grupos de trabajo están constituidos por expertos de los países del G20 coordinados por un representante del correspondiente ministerio anfitrión con el fin de alimentar de contenidos a los segmentos ministeriales y, en última instancia, la propia Cumbre. Por su parte las fuerzas de tareas son grupos de trabajo especializados para una profundización del diálogo y la cooperación entre los ministros en temas de mayor urgencia.

Brasil ha propuesto lanzar un grupo de trabajo llamado Alianza Global contra el Hambre y la Pobreza con la consigna construir un mundo justo y un planeta sostenible; asimismo, ha introducido el G20 Social para aumentar la participación de las partes interesadas no gubernamentales en las actividades y procesos de toma de decisiones.

El G20 Social está compuesto por los 13 grupos de participación (engagement groups) formados hasta ahora a lo largo de su actividad: C20 (sociedad civil); T20 (grupos de expertos); Y20 (Juventud); W20 (mujeres); L20 (laboral); U20 (Ciudades); B20 (Negocios); S20 (Ciencia); Startup20 (Nuevas empresas); P20 (Parlamentos); EFS20 (Entidades fiscalizadoras superiores); J20 (Tribunales Supremos) y O20 (Océanos).

El Think20 (T20) y su lema Repensemos el mundo a menudo es denominado el “banco de ideas del G20”.

El T20 en Brasil ha formado seis grupos de trabajo que abordarán los tres temas que el Presidente Lula ha declarado como prioritarios:

1)      desigualdades, pobreza y hambre;

2)      desarrollo sostenible en sus cuatro dimensiones

  1. a) acción climática y transición energética;
  2. b) arquitectura financiera internacional;
  3. c) comercio e inversión para un crecimiento sostenible;
  4. d) transformación digital inclusiva;

3)      Fortalecer el multilateralismo y la gobernanza global.

La presidencia brasileña tendrá el difícil cometido de gestionar sin que desborde la problemática derivada de la guerra entre Israel y Hamas, la guerra de Rusia en Ucrania, las sanciones globales, las fricciones actuales entre Estados Unidos y China así como la sensibilidad de los participantes en las deliberaciones, en un contexto donde las intensas divisiones geopolíticas existentes entre los miembros del G20 pueden impedir la firma de algunas declaraciones específicas y hasta la propia Declaración de los Líderes.

La realización de la cumbre del G20 de Brasil coincidirá con las elecciones estadounidenses; también con la COP29 la que a su vez allanará el camino a la COP30 a realizarse en Belem el año que viene. El país hermano también asumirá la presidencia del grupo BRICS dándole al presidente Lula la posibilidad de mostrar al mundo la creciente capacidad de liderazgo del Brasil para terciar en el discurso de la gobernanza global.

Alberto Ford
IRI-UNLP