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Las violaciones al cese al fuego entre el Líbano e Israel son contraproducentes para lograr el desarme

El 27 de noviembre pasado se cumplió un año del cese al fuego acordado por el Líbano e Israel en el marco del proceso de regionalización de la guerra de Gaza. Por entonces, el presidente Joseph Biden fue el gran protagonista del acuerdo, junto a su par francés Emmanuel Macron y las Naciones Unidas. Aunque el pacto implicó, teóricamente, la suspensión de una serie de bombardeos e incursiones que se llevaron más de cuatro mil víctimas fatales y destruyeron gran parte de los suburbios del sur de Beirut y las localidades de la gobernación del Líbano Sur, principalmente aquellas habitadas por musulmanes chiítas, los ataques israelíes no se han interrumpido del todo. Desde la entrada en vigencia del acuerdo, las violaciones al mismo fueron informadas por el gobierno libanés a los mediadores, que han hecho poco para detenerlas.

En enero de 2025 asumió el nuevo presidente, Joseph Aoun, y algunas semanas más tarde formó gobierno el nuevo primer ministro Nawaf Salam. Ambos coincidían en la importancia de asegurar el alto al fuego y cumplir sus condiciones, que incluían el repliegue de las unidades de Hezbolá al norte del río Litani, alejándolas de la frontera con Israel, y el desarme de todas las milicias irregulares, en cumplimiento de la resolución 1701 (2006) del Consejo de Seguridad. En mayo, con apoyo de la Autoridad Nacional Palestina, se acordó la entrega de armamento de los grupos que actuaban dentro de los doce campamentos de refugiados palestinos ubicados en territorio libanés. En septiembre, las Fuerzas Armadas presentaron “Escudo de la Patria”, el plan de desmovilización de Hezbolá ante el Consejo de Ministros. El posicionamiento de las autoridades libanesas frente a la cuestión de Hezbolá es inédito desde el final de la guerra civil en ese país en 1990. Nunca un gobierno había puesto este tema en agenda de una forma tan concreta, ni mucho menos había dado pasos para concretarla. Es indudable que el tema forma parte de la conversación pública. Además, aunque el gobierno goza de gran respaldo ante la opinión pública y actualmente concentra el apoyo de la mayoría de la clase política, resta saber si la eventual desaparición del brazo armado de Hezbolá será del todo beneficioso en un escenario donde funcionaba como mecanismo de contención frente a las incursiones israelíes, que se han repetido a pesar del cese al fuego y han acabado con la vida de más trescientas personas desde su firma en noviembre de 2024.

El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, ha comprometido su apoyo en materia de equipamiento militar a las Fuerzas Armadas libanesas en la medida en la que se avance en el proceso de desmilitarización de las milicias. Ha utilizado ese medio como un mecanismo de presión para alentar a que el gobierno de Aoun y Salam acelere las gestiones, mientras éstos buscan cosechar apoyos en Arabia Saudita de forma tal que puedan interceder ante Washington. El gobierno de Irán, principal apoyo de Hezbolá, se encuentra en un escenario de enorme debilidad, aunque ha demostrado, en sus declaraciones recientes, que no piensa rendirse ante la posibilidad de perder una de sus posiciones militares privilegiadas junto a la frontera israelí. Por tanto, ha acordado con los altos mandos del llamado “Partido de Dios” la importancia de resistir. La presión que un actor paraestatal armado de este tipo puede ejercer sobre el sistema político local es altamente relevante. Este gesto ha sido interpretado de manera negativa por los seguidores de Amal, el otro gran movimiento político convocante de la comunidad chiíta libanesa, y por el líder chiíta iraquí Ali Al-Sistani y sus seguidores.

Por lo pronto, ante la reticencia de los países mediadores de involucrarse activamente frente a las violaciones israelíes al acuerdo de cese al fuego, es improbable que éstas se detengan, mucho menos en un contexto de expansión de quien hoy se encuentra en un lugar de privilegio dentro de la región en materia de armamento y tecnología. Esto deja en un escenario de debilidad a las autoridades libanesas y, en definitiva, amenaza con desaprovechar la oportunidad histórica para lograr el desarme.

Said Chaya
Secretario
Departamento de Medio Oriente
IRI-UNLP