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Firma del RCEP: una victoria de China, un éxito de la ASEAN y un golpe al Asia-Pacífico

En un año que definitivamente marcará la historia del siglo XXI, donde la agenda internacional estuvo y seguirá todavía cruzada en los meses venideros por la lucha contra la pandemia del COVID-19, tuvo lugar la firma de lo que a la fecha se considera el mayor acuerdo comercial del mundo. Luego de 31 rondas de negociaciones, 8 reuniones ministeriales de las respectivas autoridades de las carteras de economía y/o comercio, y 4 cumbre que reunieron a los mandatorios de los países firmantes, el 15 de noviembre del corriente se firmó de manera online el acuerdo de la Asociación Económica Integral Regional (en inglés Regional Comprehensive Economic Partnership – RCEP), acuerdo que incluye a China, Corea del Sur, Japón, Australia, Nueva Zelanda, y los diez países que conforman la ASEAN, la principal organización regional del Sudeste Asiático.

Considerando el peso económico de sus adherentes, el RCEP establecerá al momento de su entrada en vigor un mercado de aproximadamente de 2,285 billones de habitantes o cerca del 30% de la población mundial, con una clase media creciente que rondará los 970 millones de personas, un bloque con un PBI combinado de más de US 26.2 trillones o más del 32% del PBI del planeta, por arriba de la Unión Europea y el Tratado de México, Estados Unidos y Canadá (en inglés United States-Mexico-Canada Agreement – USMCA). Por medio de lo acordado en sus 20 capítulos, 17 anexos, y 54 cronogramas de compromisos, se desgravarán eventualmente aranceles en más del 90 por ciento de los bienes comerciados entre los países en un plazo aproximadamente de 20 años, lo que a su vez impulsará más el comercio y los flujos de inversión hacia y dentro de la región, potenciándose así la importancia de los países del Este Asiático en la cadenas globales de valor.

Dicho eso, por su peso económico relativo dentro del conjunto de los países firmantes, y la competencia económica-comercial que mantiene con la principal economía del planeta, se generó la impresión de que el RCEP es un acuerdo impulsado por China. Incluso las negociaciones de RCEP se iniciaron con menos de un año de diferencia del anuncio en septiembre de 2013 del programa multi-billonario de inversiones en infraestructura conocido como “Un Cinturón, Una Ruta” (en inglés One Belt, One Road – OBOR, renombrada en 2016 como la Iniciativa de la Franja y la Ruta, en inglés Belt and Road Initiative – BRI) por parte del presidente chino Xi Jinping.

Ahora bien, es importante tener presente que si bien China es un participante clave, el RCEP no se trata de una iniciativa china, sino más bien de una iniciativa centrada en la ASEAN, o lo mucho de una propuesta planteada para encauzar la fuerza centrípeta de la economía china por el resto de las economías de la región, a partir del establecimiento de una normativa común y trasparente para todos los países firmantes. En primer lugar, es la ASEAN la que mantiene acuerdos comerciales con el resto de los países, firmado con China en 2004, Corea del Sur en 2006, con Japón en 2007, y con Australia y Nueva Zelanda en 2008. Incluso la ASEAN tiene un acuerdo comercial firmado con India, país que se salió de las negociaciones del RCEP en 2019, firmado en 2009. Mientras tanto, China solo materializó acuerdos comerciales con Corea del Sur, Australia, y Nueva Zelanda, pero no así Japón e India. De aquí que se puede apreciar que fue sobre la arquitectura comercial regional construida por la ASEAN  sobre la que se erigió el RCEP. Por medio del RCEP, el resto de los países firmantes, con una población aproximada de 880 millones de habitantes y un PBI conjunto de US 11,9 trillones, estarán en mejores condiciones de balancear el peso demográfico (1405 millones de habitantes) y económico (US 14,3 trillones) de China dentro del bloque comercial.

El RCEP no solo se construyó sobre los acuerdos comerciales de la ASEAN, sino también que se logró por el esfuerzo y la inteligencia política de la asociación para llevar las negociaciones dentro de los mecanismos de diálogo regional centrados en la organización, encauzando las competencia de los grandes poderes. Con el antecedente de la propuesta de Japón de la Asociación Económica Integral en el Este Asiático (en inglés Comprehensive Economic Partnership in East Asia – CEPEA), anunciada en la Cumbre del Este Asiático de 2007, la propuesta formal del RCEP se realizó en el marco de las reuniones asociadas a la XIX cumbre de ASEAN organizada en Indonesia en noviembre de 2011, e las negociaciones se iniciaron formalmente un año después en el marco de la XXI cumbre de ASEAN organizada en Camboya. Y fue en el marco de la XXXVII cumbre de la ASEAN llevadas adelante por Vietnam que el acuerdo se firmó. Fue la Cumbre del Este Asiático, establecida en 2006, el principal mecanismo de diálogo político regional entre los mandatarios de los países firmantes del RCEP, incluyendo India, más que la Cumbre del RCEP, recién establecida en 2017.

Incurriríamos en un simplismo si entendiéramos el proceso del RCEP como impulsado principalmente por China -a pesar de su rol clave-. De la misma manera, sería superficial entenderlo solamente como una victoria de China, por funcional que sea a los interés chinos, frente a Estados Unidos en su “guerra comercial”. El RCEP es por sobre todo un éxito del multilateralismo del Este Asiático, centrado en la ASEAN. Debe ser entendido como un aspecto más en el proceso de regionalización del Este Asiático, donde el RCEP vino a fortalecer el orden comercial en la mencionada región, y que se suma a la consolidación del orden financiero con la Multilateralización de la Iniciativa de Chiang Mai de 2007, y la maduración del dialogo político con el establecimiento de la Cumbre del Este Asiático en 2005, por mencionar algunos aspectos.

El RCEP es una expresión más del posicionamiento crítico de toda una región, del proyecto de integración intra-regional del Este Asiático, frente al proyecto trans-regional del Asia-Pacífico, reflejado en APEC, y el rol en éste de los Estados Unidos. Utilizando la frase de Marx, de que la historia ocurre dos veces: la primera vez como tragedia y la segunda como farsa, así se puede entender el desarrollo histórico de este proceso. Comenzó con la crisis asiática de julio de 1997, con epicentro en el Sudeste Asiático, cuando los países de la ASEAN establecieron en diciembre de ese año el mecanismo de dialogo con sus principales socios, conocido como la ASEAN+3, frente a lo que entendieron era una actitud oportunista y egoísta de Estados Unidos durante la administración Clinton. Y, justo 20 años después, se puede decir que terminó de madurar, cuando en enero de 2017, apenas asumida la administración Trump, Estados Unidos decidió salirse del Acuerdo de la Asociación del Transpacífico (en inglés Trans-Pacific Partnership – TPP) firmado en febrero de 2016, lo que hubiera constituido la máxima expresión de la visión del orden económico del Asia-Pacífico. Hoy, la versión reciclada de ese acuerdo, a saber el Acuerdo Integral y Progresivo de la Asociación del Trans-pacífico (en inglés Comprehensive and Progressive Trans-Pacific Partnership – CPTPP), firmado en 2018, solo tiene un mercado potencial de cerca de 500 millones de personas y un PBI conjunto de US 13.5 trillones, muy por debajo del RCEP y el resto de los principales acuerdos comerciales a nivel mundial. En el medio el establecimiento de la Cumbre del Este Asiático se puede entender como la respuesta regional a la Cumbre de APEC, establecida en 1993.

De ahí que el RCEP no debe ser entendido únicamente desde el prisma chino, sino como un éxito de la centralidad de la ASEAN dentro del proceso de integración intra-regional en el Este Asiático, como también un golpe al proceso de integración trans-regional del Asia-Pacífico, en crisis debido al repliegue y la falta de visión de Estados Unidos en la región. Y de lo cual, las propuestas del Indo-Pacífico pueden ser entendidas como otra expresión de esta crisis del Asia-Pacífico. La próxima administración Biden tendrá un gran desafío por delante para recuperar la confianza política perdida a la vez que replantear su proyección económica en la región.

Ezequiel Ramoneda
Secretario
Departamento de Asia y el Pacífico
Coordinador
Centro de Estudios del Sudeste Asiático
IRI – UNLP