En este momento estás viendo A2022 Medio Oriente Artículo Ferrari

A2022 Medio Oriente Artículo Ferrari

Departamento de Medio Oriente

Artículos

Fronteras visuales entre Siria y Ucrania: la construcción en imágenes del “buen” y el “mal” refugiado.

Franca Ferrari [1]

Desde que el conflicto ruso-ucraniano derivó en un enfrentamiento bélico a principios del 2022, el poder de las imágenes (Freedberg, 1998) se presenta como uno de los rasgos más notables del continuo evento. Existe no sólo material registrado por profesionales de los medios de comunicación sino también, documentos tomados por personal militar y distribuidos por las agencias gubernamentales de los Estados involucrados. Sin ir más lejos, el 24 de febrero del 2022 Vladimír Putin anunció en directo, vía televisión rusa, el inminente conflicto: minutos después, se registraron grandes explosiones en varios puntos del este de Ucrania. Horas más tarde, el presidente ucraniano Volodímir Zelenski difundió un video casero junto a su cúpula dirigente, anunciando la defensa ucraniana y pidiendo unidad en la ciudadanía.

Sin embargo, lo que más se destaca de este conflicto es la producción inédita de imágenes producidas y puestas en circulación por sus participantes directos. Me refiero a fotos y videos tomadas tanto civiles como por militares quienes, a partir de sus redes sociales, publican y retransmiten información sobre ataques y documentan el día a día de la guerra en carne propia: desde difusión de videos que muestran soldados capturados hasta adolescentes contando a sus seguidores cómo es vivir en las estaciones de metro. La producción generada por estos legos es un aspecto sumamente significativo, pues acerca a audiencias globales una inmediatez, dinamismo y un grado de intimidad inéditas sobre la experiencia de la guerra.

En este marco, si bien las redes sociales son el canal mediante el cual los sujetos difunden las fotografías y videos in situ, observar cuáles son las imágenes (re)producidas por los medios de comunicación cobra aún mayor relevancia, dado que gran parte de la sociedad accede a lo que sucede en el conflicto mediante estos canales informativos. Tal como evidencia el autor Teun Van Dijk: «la mayor parte de nuestro conocimiento social y político, así como nuestras creencias sobre el mundo, emanan de las decenas de informaciones que leemos o escuchamos a diario” (1997: 29-30).

En este sentido, uno de los ejes visuales de los que los medios occidentales han hecho eco son los y las refugiados/as de Ucrania: más de 5,9 millones de personas refugiadas en Europa en lo que va del conflicto (ACNUR, 2022)[2]. Las imágenes sobre esta población han sido foco de noticia alrededor del mundo: madres refugiadas con sus hijos llegando a países receptores, niños despidiéndose de sus padres varones que se quedaron a combatir en Ucrania, aviones con ayuda humanitaria para los ucranianos, europeos acogiendo niños ucranianos, entre otras narrativas visuales por las que se han despertado sentimientos de solidaridad alrededor del globo. Como respuesta a esta situación, Europa ha desplegado recursos económicos y planes de acogida a refugiados ucranianos mediante un consenso y apoyo político sin precedentes.

Casi 6 millones de personas refugiadas en menos de cuatro meses es un número estremecedor que merece -cuanto menos- difusión mediática. Sin embargo, durante el conflicto en Siria en 2015, casi la misma cantidad de personas debieron huir de su país[3] y los sujetos no han sido tratados ni política ni mediáticamente de la misma manera que en el presente conflicto. Sin ir más lejos, el título por excelencia que acompañaba todas las imágenes de refugiados sirios en 2015 era “crisis de refugiados”, poniendo el foco en lo crítico del evento para Europa, por sobre los refugiados en situación de crisis. Pese a que los principales países “receptores” fueron los cercanos a Siria (Turquía, Líbano, Egipto, Irak y Jordania), en Europa se reconfiguraron los planes estratégicos de externalización, criminalización y militarización de la frontera.


Figura 1: «Así es el drama de los refugiados» (Stanmeyer, National Geographic España, 2019)

Figura 2: “Los refugiados de Ucrania comparten sus desgarradoras historias” (Lind & Monteleone, National Geographic España, 2022)

Con sustento en autores como Van Dijk (1997), Bleiker et al (2013), Gabrielli (2021), entre otros, argumento que las imágenes tienen el poder de crear imaginarios colectivos (Anderson, 1983) lo que nos lleva a producir prácticas sociales sobre los sujetos que se encuentran (re)presentados en esas imágenes. Cómo se (re)presenta la información sobre la población refugiada genera efectos y afectos en la realidad política y social, ya que prefigura y condiciona cómo percibimos a los y las refugiados/as, instaurando consensos sociales e incidiendo performativamente sobre los individuos.

En este sentido, las imágenes sobre los refugiados ucranianos han despertado en la sociedad un sentimiento de solidaridad y empatía con los mismos, a diferencia de eventos anteriores como con los refugiado sirios, mostrando a estos últimos como el mal refugiado que, desde la mirada occidental, se convierte en un criminal, al tiempo que se le adjudican atributos peyorativos, tales como: “árabe”, “yihadista” miembro del del ISIS, “invasor”, o “inmigrante ilegal». Las imágenes vinculan al refugiado sirio como aquel que viene en avalancha con sus otros compañeros también refugiados con, generalmente, vallas de fondo. A su vez, es usual observar en esas imágenes la presencia de muchos hombres y pocas mujeres —y si las hay, las imágenes que se utilizan para representarlas son de mujeres con hijab, acompañadas de muchos hijos y en carácter de víctimas. Estas imágenes solo exacerban estereotipos de la cultura árabe como primitiva, criminal y atrasada, vinculando a una nacionalidad o cultura con identidades como fijas, naturales e inmutables.

Gabrielli (2021) afirma que este tipo de imágenes representa un elemento necesario y fundamental de lo que se puede definir como espectáculo fronterizo. Dicho espectáculo marca una clara diferencia con las imágenes que vemos en la actualidad sobre los refugiados ucranianos: la mayor parte de estas, que observamos en los medios, muestran poca cantidad de refugiados y, en su mayoría, son mujeres o individuos en pequeños grupos—en gran medida con sus caras visibles—, generalmente en aeropuertos y con maletas. No hay percepción de un grupo caótico, a diferencia del tratamiento mediático que han recibido los refugiados sirios. Esto, sumado a discursos mediáticos que lo acompañan, marcan una frontera visual donde por un lado están los buenos refugiados, es decir, aquellos que son como nosotros y merecen nuestra solidaridad y, por otro, los malos refugiados, esos otros que nos amenazan.

En esta dirección, también es interesante atender en qué notas periodísticas se emplazan las fotografías que cité anteriormente. Por ejemplo, en el artículo en donde se enmarca la fig. 1 se explica cómo es el “Drama de los refugiados sirios”, sin la voz o testimonio de alguno de sus protagonistas. Todo lo contrario sucede con la cobertura sobre los refugiados ucranianos en la fig. 2: Los refugiados de Ucrania comparten sus desgarradoras historias”. Sus voces están, sus testimonios son parte, su humanidad se visibiliza. Edward Said, en su obra Orientalismo, publicada en 1978, afirma que, en el discurso occidental, por un lado están propiamente “los occidentales” (Nosotros) y por otro, los arabo-orientales (Los Otros): los primeros son racionales, pacíficos, liberales, lógicos, capaces de mantener valores reales y no son desconfiados por naturaleza; los segundos no tienen ninguna de estas características (Said, 1978). En tal sentido, se desprende la conclusión de que la construcción mediática del refugiado árabe o musulmán en el discurso de los medios occidentales del Norte Global nace desde una mirada orientalista (Said, 1978), que (re)produce sujetos con “derecho a tener derechos” (sociales, civiles, ciudadanos, laborales, de asilo) en base a la contraposición con los otros, carentes de la posibilidad de humanidad.

Todo esto, sumado a las narrativas que acompañan la cobertura sobre el conflicto, exacerban el imaginario colectivo del refugiado sirio como un otro que amenaza y del ucraniano como el reflejo de un nosotros. Por ejemplo: “Este no es un lugar, con el debido respeto, como Iraq o Afganistán, que ha sufrido un conflicto durante décadas«, dijo el corresponsal extranjero de CBS News, Charlie D’Agata, refiriéndose a Ucrania. “Sabes, esta es una ciudad relativamente civilizada, relativamente europea». Otros medios de comunicación se solidarizaron con las víctimas ucranianas, y los entrevistados y corresponsales señalaron que, a diferencia de los refugiados del Medio Oriente, las víctimas ucranianas eran «blancas», «cristianas», «de clase media», «rubias» y «de ojos azules”.  Esta narrativa y frontera visual demuestra el sesgo que tienen los medios occidentales para narrar los sucesos en Medio Oriente, ya que se naturaliza el conflicto en dicho territorio —como si occidente no fuese   parte activa de los mismos— mientras que deshumaniza a los sujetos víctimas de éstos.   

¿Cómo lo vemos desde Argentina?

Asimismo, me interesa cuestionar cómo lo percibimos desde Argentina, dado que las imágenes que algunos medios de comunicación de masas (como La Nación y Clarín) utilizan para mostrar a los refugiados sirios y ucranianos, o son de propia autoría o bien son sacadas de medios occidentales del Norte Global. De este modo, existe de un “discurso compartido” (que se articula a partir de dichas imágenes) sobre los refugiados sirios, que son “representados” como esos otros que nos amenazan, y los refugiados ucranianos, que operan como un reflejo de nosotros, pese a que ambas poblaciones se encuentran a gran distancia de nuestro territorio.

En Argentina las imágenes que (re)producen los medios de comunicación sobre lo que pasa allá lejos, cobran todavía mayor importancia, dado que contamos con pocos corresponsales internacionales o medios informativos preparados para abordar estos sucesos.  Los medios nacionales, en virtud de su acceso indirecto a fuentes fotográficas y/o material visual, construyen también una imagen del refugiado sirio eminentemente imbuida de representaciones orientalistas en las que algunas poblaciones son percibidas como más humanas que otras. Tomamos como ejemplo las fotografías utilizadas por el diario La Nación y el diario Clarín, tanto para mostrar a los refugiados sirios como a los ucranianos.

Como se observa, los medios argentinos son tendientes a reproducir discursos, noticias y fotografías de diarios del Norte Global. El cómo percibimos a los refugiados está marcado por la visión orientalista de los principales medios del primer mundo. Las figuras. 3 y 5, utilizadas por La Nación y Clarín respectivamente, muestran a los refugiados como varones en una situación conflictiva, entrando de manera ilegal a territorio europeo y, asimismo, son retratados como caóticos, criminales, invasores. Además de ello, no podemos ver sus expresiones ni rasgos faciales reconocibles. Por lo contrario, en las figuras 4 y 6, se muestra a los refugiados ucranianos como mujeres, blancas, civilizadas, con la cara descubierta, se permite ver sus facciones y expresiones. Estas representaciones no solo homogeneizan la diversidad de la población refugiada, invisibilizando otras realidades (tales como las mujeres sirias refugiadas o a las comunidades negras de refugiados en ucrania, quienes fueron tratados como ciudadanos de segunda sin privilegios europeos para emigrar), sino que reproducen un imaginario colectivo del sujeto proveniente de Medio Oriente como ese otro que (nos) amenaza.

Bleiker et al (2013) en su texto “Visual desumanisation of refugees” argumentan que este encuadre visual sobre los refugiados de Medio Oriente como los otros que amenazan asocia a los mismos con amenazas a la soberanía y la seguridad (y no con un desafío humanitario). En este sentido, expone: “Estos patrones visuales deshumanizantes refuerzan una política del miedo que explica por qué los refugiados son enmarcados públicamente como personas cuya situación, por terrible que sea, no genera una respuesta política compasiva” (Blake et al, 2013:1). En este sentido, no es de extrañar que la respuesta de la comunidad internacional hacia los refugiados ucranianos haya sido tan veloz y eficaz; mientras que los refugiados sirios (aunque, también los afganos, filipinos, sudaneses, subsaharianos entre muchos -tantos- otros) siguen esperando su derecho a tener derechos.

¿La respuesta política está determinada por la (re)producción de imágenes o viceversa? Bajo mi punto de vista, se constituyen mutuamente. En este sentido, más allá de la elección consciente de los medios de comunicación de reproducir un discurso orientalista sobre el refugiado sirio y de solidaridad con el ucraniano, cabe preguntarse si otra variable para que no nos conmuevan tanto los sirios es porque tenemos menos acceso a videos y fotos tomados por ellos mismos, donde se documenten sus propias experiencias de duelo y trauma así como de agencia y resistencia. En este sentido, los capitales culturales, sociales y económicos en juego hacen a la posibilidad de proliferación de imágenes. La desigual posesión de estos capitales va en relación con la reacción asimétrica ante hechos graves, como el desplazamiento de miles y la producción de gente sin Estado. Aun así, los marcos normativos sobre la humanidad de estas personas, ¿pasan solamente por las posibilidades de auto-representación y divulgación de sus situaciones? Esto me lleva a pensar en la responsabilidad y eticidad de las respuestas: quien no reacciona ante quien no puede producir las imágenes de su propio trauma con éxito, debería interceder en documentar dicho dolor.

Notas

[1] Licenciada en Relaciones Internacionales (UNSAM)
[2] Véase: ACNUR, situación en Ucrania, 2022
[3] Fuente: ACNUR, situación en Siria, 2022

Referencias bibliográficas

Anderson, B. (1993) «Introducción». En: Comunidades imaginadas. Buenos Aires; Fondo de Cultura Económica, pp. 17-25.

Bleiker, R., Campbell D., Hutchison E. y Xzarina N. (2013). The visual dehumanisation of refugees.Australian Journal of Political Science, 48(4), 398-416. DOI:10.1080/ 10361146.2013.840769.

Freedberg, D. (1991) “The Power of Images: Studies in the History and Theory of Response”. University of Chicago Press.

Gabrelli, L. (2021). “El espectáculo fronterizo en las representaciones fotográficas contemporáneas de la frontera de Melilla. Un sesgo de género” en A. Varela Huertas y M. Binimelis Adell (eds.) ‘Espectáculo de frontera’ y contranarrativas audiovisuales’.

Said, E. (2003) Orientalism, London, Penguin.

Van Dijk, T. (1997). Racism and the Press, London, Routledge.