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Sobre el nuevo plan israelí para la Franja de Gaza

El domingo pasado el gabinete político y de seguridad de Israel aprobó por unanimidad la expansión de la actividad militar en la Franja de Gaza. La votación tomó lugar horas después de que las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) anunciasen que movilizarían a miles de reservistas, fortaleciendo su capacidad para operar en el territorio palestino.

Por su parte, el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, publicó un video en redes sociales en el que enfatizó que “no habrá entrada y salida” sino que se convocará a los reservistas “para que vengan, mantengan el territorio; no vamos a entrar y luego salir del área, solo para llevar a cabo incursiones después”. Por el contrario, aclaró que la intención es la opuesta. A lo que agregó que se procederá al movimiento de la población “para protegerlos”. A partir de estas declaraciones parece claro que la nueva estrategia militar israelí buscará tomar pleno control de estos territorios para ya no retirarse de los mismos.

En esta misma dirección, el ministro de Finanzas israelí, Bazalel Smotrich, señaló que no hay que temerle a la palabra “ocupación” e instó a los israelíes a abrazar la misma en relación con la Franja de Gaza. Aun más, Smotrich fue contundente al asegurar que el Gobierno no entregará estos territorios, ni siquiera a cambio de rehenes. Para luego hacer explícito que lo que se espera es el desplazamiento de la población gazatí hacia el sur desde donde «seguirán un corredor humanitario y comenzarán a irse en masa a otros países». El ministro israelí explicó, además, que esta «ocupación» es un «paso previo» necesario antes de la imposición de la «soberanía» israelí sobre el enclave.

Cabe recordar que, conforme con la resolución 181/11 de las Naciones Unidas, Gaza debería estar bajo control palestino. No obstante, Israel se hizo de estos territorios en la guerra de 1967, y con el paso del tiempo construyó asentamientos. Luego, bajo el gobierno de Ariel Sharon, Israel se retiró del enclave a partir de la aplicación de lo que se llamó el Plan de Desconexión. Desde 2007 quien controla estos territorios es Hamas; como contrapartida, Israel aplica sobre la Franja un bloque aéreo, marítimo y terrestre que ha tenido consecuencias nefastas para la población.

Dicho esto, la utilización de esta narrativa, particularmente por parte del sector nacionalista religioso, y las nuevas operaciones en Gaza, dan cuentas de la posición de fuerza en la que se encuentra Israel, así como también del objetivo último que se ha perseguiría en estos territorios.

Al respecto, medios internacionales han dado a conocer que, ante la negativa de Egipto y Jordania a recibir ciudadanos de Gaza, Israel y Estados Unidos estarían negociando con diversos países para que acojan a los gazatíes expulsados de la Franja. Entre ellos Somalia y Sudán, Ruanda e Indonesia que recibirían a cambio ayuda económica y apoyo diplomático.

Entre los detractores de este plan se encuentran sectores de la oposición al gobierno, así como también el Foro de Familias de Cautivos y Desaparecidos que se manifestó contrario al mismo por entender que intensificar la ofensiva militar anulará toda posibilidad de acuerdo con Hamas y pondrá en riesgo la vida de sus seres queridos. En efecto, esta agrupación viene criticando duramente al gobierno por considerar que se prioriza la toma de territorios por sobre la liberación de los rehenes capturados por Hamás. Cabe destacar que 59 personas permanecen hace 18 meses como prisioneras, tras el deleznable ataque de la organización terrorista del 7 de octubre de 2023. Más triste aún, de este número se estima que cerca de la mitad están muertos

En lo que hace a la respuesta de la comunidad internacional al nuevo plan israelí, la misma ha resultado pobre. La Unión Europea expresó su preocupación en torno a que el mismo redunde en más sufrimiento para la población palestina. En esta misma dirección, el ministro de Relaciones Exteriores francés calificó la campaña de inaceptable, destacando que violaba el derecho internacional humanitario. Asimismo, Naciones Unidas, que venía instando a las partes a la moderación, rechazó el plan israelí. Mientras tanto, la moderación no parece estar cerca de alcanzarse si se tiene en cuenta que los rehenes siguen en manos de Hamas y, una vez más, la población palestina se encuentra al borde de la hambruna, luego de dos meses de bloqueo total al ingreso de ayuda humanitaria. Incluso que el número de palestinos muertos asciende a 52.000 y que el Comité Especial encargado de Investigar las Prácticas Israelíes que afecten a los Derechos Humanos del Pueblo Palestino y otros habitantes árabes de los territorios ocupados ha señalado que la ofensiva de Israel en Gaza “es consistente con las características de un genocidio”.

En tanto, en lo que respecta a los países árabes, tradicionalmente no han jugado un rol protagónico a la hora de acercar propuestas para poner fin al conflicto: no nos encontramos frente a una excepción. De hecho, éstos no han logrado coordinar acciones para presionar a Israel en pos de un alto al fuego. Incluso aquellos países árabes que mantienen relaciones diplomáticas con Tel Aviv no han dado marcha atrás en sus vínculos y, en el caso de Egipto, más allá de su rol de mediador, ha dejado en claro que no está dispuesto a aceptar el ingreso al país de población palestina.

De la vereda de enfrente se encuentran los Estados Unidos que, tras la llegada al poder de Donald Trump, ha brindado pleno respaldo a Israel, su principal aliado en la región de Medio Oriente. Ya durante su primera administración y contraviniendo resoluciones de Naciones Unidas, Trump reconoció a Jerusalén como capital de Israel e, incluso, trasladó la embajada de los Estados Unidos a dicha ciudad, solicitó el cierre de la oficina de la OLP en Washington y recortó los aportes a la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos en Oriente Próximo (UNRWA). Ello sin mencionar que su gobierno fue artífice del Acuerdo del Siglo, una propuesta rechazada de cuajo como base de cualquier negociación por juzgarse que la misma atendía a cada una de las demandas israelíes. Si a ello sumamos sus declaraciones más recientes respecto a la posibilidad de tomar control de la Franja para convertirla en la Riviera de Medio Oriente, es claro que poco pueden esperar los palestinos de los Estados Unidos. Ello pese al vergonzoso compromiso de Trump de “conseguirles algo de comida“. En definitiva, el único actor que, a través del tiempo, ha contado con la capacidad de presionar a las partes para que las mismas se sentasen en la mesa de negociación, en esta oportunidad no está mostrando un rol proactivo en pos de lograr el fin de la guerra y, por qué no, de un conflicto que impide que ambos pueblos puedan vivir en condiciones de paz y seguridad.

Ornela Fabani
Coordinadora
Departamento de Medio Oriente
IRI – UNLP