Durante la última semana, se puso en discusión la posibilidad de un acercamiento – inicialmente orientado a reducir las operaciones israelíes – entre Siria e Israel. Este escenario, que reaviva el debate sobre una eventual normalización de relaciones, pone de manifiesto cómo la geopolítica de Medio Oriente se transforma a gran velocidad desde los ataques del 07 de octubre de 2023.
Enfrentamientos impensados – como los ataques de los hutíes a Israel – hoy forman parte de un panorama en el que lo inesperado se convierte casi en rutina, ante la sucesión ininterrumpida de hechos que marcan nuevos precedentes. La continuidad de la guerra entre Hamas e Israel, y los diversos frentes que ésta abrió, provocan una reconfiguración constante de las fronteras en los territorios en conflicto.
El conflicto en Gaza tuvo como consecuencia la apertura de nuevos frentes: Líbano, Yemen, Irán y Siria. En cada uno de ellos, Israel puso en marcha una serie de planes estratégicos en un corto período. El escenario en Siria le brinda al gobierno israelí una oportunidad histórica, al ver a Irán y Hezbollah replegado, y cuando la retórica del gobierno de Ahmed al-Sharaa no pareciera ser de animosidad directa.
Para Israel, el actual contexto presenta tanto nuevos desafíos como la posibilidad de obtener mayores beneficios. Entre los obstáculos, la multiplicidad de frentes, la intervención de actores diversos y la velocidad con la que se desarrollan los eventos dificultan que las “ganancias” militares se traduzcan en logros duraderos, impidiendo la reconstrucción de la disuasión que existía antes de octubre de 2023. A pesar de las operaciones, tanto Hamas como los hutíes continúan sus ataques, exigiendo un cese al fuego inmediato y permanente en la Franja de Gaza.
En cuanto a los beneficios, Israel buscó históricamente garantizar la seguridad de sus fronteras mediante la eliminación de las amenazas de organizaciones terroristas y manteniendo su presencia en territorios cuya soberanía no es reconocida por el derecho internacional, como los Altos del Golán y Cisjordania. En el mapa actual, se observa que continúa su estrategia de seguridad mediante la presencia territorial en las denominadas «zonas buffer» (zonas de amortiguamiento) sumado a operaciones en territorios considerados hostiles.
Israel mantiene la presencia en Gaza, donde ha establecido una zona de amortiguamiento; en cinco áreas del sur del Líbano; y en la zona de amortiguamiento en Siria. Cabe destacar que, en los últimos dos Estados, dicha zona debe ser patrullada por fuerzas de Naciones Unidas.
Con la aprobación de una nueva operación en Gaza, la pregunta reside en cuáles de los objetivos propuestos serán alcanzables y cuál será el desenlace de la misma. Tanto las operaciones israelíes como las de las milicias regionales, se suman a un ciclo constante de ataques que, si bien son bisagra desde una mirada histórica, comienzan a formar parte de una rutina. Sin restar importancia a cada evento, ni a las miles de víctimas civiles, pareciera que la guerra en curso pone el foco en aquellos hechos de gran magnitud, como la muerte de figuras destacadas o el ataque sobre infraestructuras estratégicas, que puedan tener repercusiones más amplias.
En este contexto, no parece haber un fin cercano para los enfrentamientos actuales, sino más bien una acumulación de logros tácticos aislados que se esperan contribuyan a una mayor seguridad. La dificultad radica en cómo los actores logran la consecución de sus “sus logros” militares ya que, en ausencia de un objetivo claro y definido, los límites seguirán desplazándose según las demandas del momento.
Camila Farías
Integrante
Departamento de Medio Oriente
IRI – UNLP