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Primera gira oficial de Trump, destino: el Golfo

En su primera visita oficial como presidente, tras haber sido elegido por segunda vez como mandatario de los Estados Unidos, Donald Trump desembarcó en el Golfo. Allí recibió una recepción que fue catalogada como ostentosa, fastuosa; de hecho, las imágenes que reprodujeron distintos medios podrían ser dignas de una película de Hollywood.

Vale destacar que la elección del destino del primer viaje presidencial es una decisión importante, en tanto suele interpretarse la misma como una guía de lo que serán las prioridades externas. En efecto, es una decisión con gran valor simbólico.

En esta oportunidad, y por segunda vez, Trump decide iniciar su mandato con una visita a Arabia Saudita. Cabe recordar que, ya durante su primer gobierno, el jefe de Estado rompió con la tradición de los presidentes norteamericanos que usualmente visitan en primera instancia México, Canadá o Europa y, en este caso, una vez más, escogió un país árabe, ni más ni menos que el reino saudita. Un aliado histórico con el cual las relaciones han tenido idas y vueltas y con el cual el vínculo ha sido definido como un matrimonio de conveniencia.

En este sentido, por supuesto que, como en todo matrimonio, no han faltado las crisis, tales como aquellas que se suscitaron tras los ataques del 11 de septiembre, el asesinato de Jamal Khashoggi o, incluso, luego de que Arabia Saudita se negase a elevar la producción de crudo para llevar a la baja los precios y así poner en aprietos a Rusia, en el marco de la guerra que libra en Ucrania.

Ahora bien, pese a los momentos críticos que ha atravesado esta relación, no puede desconocerse que Riad cuenta con un enorme capital político dentro del mundo islámico por ser Custodio de los Sagrados Lugares del Islam y, por ende, el gran baluarte del Islam sunnita. Además, la dinastía Al Saud ha detentado, por siglos, un rol preponderante dentro de la península arábiga y apunta a convertirse en el gran líder regional. A ello se suma que el reino posee alrededor de un 17% de las reservas probadas de crudo del mundo. Lo que se traduce en la posesión de las segundas reservas a nivel internacional después de Rusia. Todavía más, los beneficios económicos obtenidos por este país a partir de las exportaciones de petróleo han redundado en la conformación del Public Investment Fund (PIF), que hoy apuntala el programa Vision 2030, que tiene por fin impulsar el proceso de diversificación económica.

A partir de lo expuesto comienzan a perfilarse los motivos que llevaron a Trump al Golfo, afianzar vínculos con socios estratégicos, obtener inversiones y, asimismo, vender armamento. Como contrapartida, las monarquías del Golfo esperan congraciarse con los Estados Unidos y obtener garantías del compromiso de esta gran potencia con su seguridad.

En esta línea, se ha anunciado que en Arabia Saudita se firmó un acuerdo de asociación estratégica que incluye pactos en energía, minería y defensa. Se prevé que Estados Unidos venda armas al reino por 142 billones de dólares, lo que fue calificado como el mayor acuerdo de cooperación en defensa nunca antes firmado por Washington. Además, Arabia Saudita comprometió inversiones por 600 billones con la posibilidad de elevar ese monto a 1.000 billones.

En términos políticos, es importante mencionar que en uno de los discursos que brindó en el reino Trump instó a Arabia Saudita a sumarse a los Acuerdos Abraham, que supusieron la normalización de las relaciones de Israel con Emiratos Árabes Unidos y Bahréin, convirtiéndose en uno de los grandes éxitos del primer gobierno de Trump. Un proyecto en el que se venía trabajando pero que quedó trunco tras el inicio de la guerra en Gaza. Asimismo, en el marco de dicha alocución también se anunció que se levantarían las sanciones contra Siria, en una instancia en la que el país esta intentando organizarse bajo el nuevo gobierno provisional nombrado por el HTS. Todavía más, la gira brindó el espacio propicio para un encuentro con Ahmed al Sharaa, a quien se le solicitó la normalización de relaciones con Israel.

El segundo destino de la gira fue Qatar, un país con el cual Estados Unidos detenta un vínculo de relevancia, si tenemos en cuenta que Washington posee acuerdos en materia de defensa firmados con Doha desde la década del noventa que se han ido renovando a través del tiempo. Asimismo, Washington detenta en Qatar el complejo de Al Udeid, la base militar norteamericana más grande en Medio Oriente. Además, esta nación del Golfo fue designada en 2022 aliado importante extra OTAN y ha sido, junto a Egipto, uno de los mediadores indiscutidos frente a la guerra en Gaza. De hecho, si bien Doha no renuncia al hard power, su participación como mediador en distintos conflictos que han tomado lugar en la zona habla de su búsqueda de recurrir al soft power para posicionarse tanto regional como internacionalmente.

También en Qatar se firmaron acuerdos por 1,2 billones de dólares como parte de un paquete que incluye compra de aeronaves, inversiones en infraestructura militar y proyectos de defensa conjunta. En este marco se dio a conocer que Qatar Airways firmó un acuerdo para la adquisición de hasta 210 aviones a la empresa Boeing, convirtiéndose en el mayor pedido de aviones de fuselaje ancho y el mayor pedido de 787 de la historia de Boeing, un acuerdo que se estima podría crear 154.000 puestos de trabajo anuales en Estados Unidos. Otros compromisos incluyeron una declaración de intenciones sobre cooperación en materia de defensa y un instrumento jurídico para vender a Doha una cantidad no especificada de drones MQ-9 Reaper y un sistema antidrones FS Lids.

Mientras tanto, en términos políticos, es importante destacar que en declaraciones que brindó en Doha, el presidente norteamericano señaló que Estados Unidos debía tomar Gaza y convertirla en una zona de libertad. Trump insiste con esta idea, inicialmente propuesta en el mes de febrero, cuando manifestó que Estados Unidos estaba dispuesto a hacerse cargo del enclave en pos de impulsar un desarrollo inmobiliario que lo transformase en la Riviera de Medio Oriente, lo que supondría, asimismo, y tal como refirió en aquella oportunidad, el traslado de la población palestina.

Esta propuesta resurge luego de que, unos días atrás, el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, diese a conocer que se ampliaría la actividad militar en Gaza y que se movilizarían miles de reservistas. Todavía más, Netanyahu señaló que no habría entrada y salida, sino que convocaría a los reservistas para que permaneciesen en territorio. A lo que agregó que se movilizarían a la población para protegerla.

Todavía más, tal como se señaló en una opinión publicada por el IRI días atrás, el ministro de Finanzas israelí, Bazalel Smotrich, manifestó que no hay que temerle a la palabra ocupación e instó a los israelíes a abrazar la misma en relación con la Franja de Gaza. Todavía más, Smotrich fue contundente al asegurar que el Gobierno no entregará estos territorios, ni siquiera a cambio de rehenes.

Finalmente, durante su paso por Emiratos Árabes Unidos, última escala de la gira de Trump, el presidente del país del Golfo, Mohamed bin Zayed Al Nahyan, anunció que se prevé una inversión de 1.4 billones de dólares en Estados Unidos en los próximos diez años, a través de instituciones inversoras emiratíes, que alcanzarán a sectores clave como la nueva tecnología, la energía, la tecnología y la inteligencia artificial.

Ahora bien, en relación con esta gira, mucho se ha hablado respecto de un alejamiento de Estados Unidos de su principal socio en la región, Israel, en una instancia en la cual el gobierno de Benjamin Netanyahu debe sortear una fuerte crisis política en el plano interno y se encuentra cada vez más aislado en el plano externo. Ello si se tiene en cuenta que algunos países latinoamericanos han cortado relaciones diplomáticas con Israel o bien retirado sus embajadores, que países europeos han criticado su política y reconocido al Estado palestino, incluso que diversas naciones se han sumado a la demanda presentada por Sudáfrica contra Israel ante la Corte Internacional de Justicia por violaciones de la Convención sobre Genocidio.

Para hablar de las fricciones entre estos dos socios es necesario atender a que Trump no visitó Israel en el marco de este primer recorrido por Medio Oriente, cesó los ataques contra los huthíes en Yemen, lleva a cabo negociaciones con Irán, actor que se erige como principal amenaza a la seguridad de Tel Aviv. Y, como si todo esto fuera poco, negoció de forma directa la liberación del ultimo rehén israelí norteamericano, lo que supuso un éxito de Trump a expensas de Netanyahu.

Pese a esto también es una realidad que, hasta el momento, el gobierno norteamericano ha continuado vendiéndole armamentos a Israel y no ha presionado a dicho país, al menos lo suficiente, para que ponga fin al bloqueo al ingreso de ayuda humanitaria e, incluso, acepte un nuevo alto al fuego.

Lo cierto es que el vínculo entre Israel y los Estados Unidos es histórico y es sólido, aún más, ha trascendido pese a la animosidad que pudiese existir entre los primeros mandatarios de ambos Estados, a modo de ejemplo cabe recordar el tenso vínculo entre Obama y Netanyahu. De allí que es esperable que, más allá de las decisiones de política exterior norteamericana aquí referidas, la relación entre ambos Estados se mantenga estable.

Ornela Fabani
Coordinadora
Departamento de Medio Oriente
IRI-UNLP