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A propósito del retiro de los Estados Unidos de la Unesco

Estados Unidos anunció su retiro de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) por la “continua parcialidad anti-israelí” que envolvería a la Organización. Se trata de la ruptura del último eslabón que la unía a los Estados Unidos, dado que en 2011 le cortó el financiamiento por haber admitido a Palestina entre sus miembros, relación que también se vio agravada por haber declarado como «zona protegida» el casco antiguo de la ciudad de Hebrón al considerar que es un lugar «de un valor universal excepcional» y votó a favor de considerarla como patrimonio de Palestina.  

A la declaración de Washington le siguió la de Tel Aviv: Israel informó que también iba a abandonar la institución, que calificó de «teatro del absurdo donde se deforma la historia en lugar de preservarla«.  

A mayor abundamiento, Israel dio el portazo dejando una clara advertencia: «Entramos en una nueva era en las Naciones Unidas: la era en que, cuando se discrimine a Israel, habrá que asumir las consecuencias» (declaraciones del embajador israelí ante la ONU, Danny Danon).  

No parece muy aventurado encontrar como explicación a la “sobreactuación” americana una suerte de compensación por haberle soltado la mano a Israel cuando se realizara la votación de la resolución 2334 (2016), en la cual en el Consejo de Seguridad (con la abstención de Washington) urgió a poner fin a los asentamientos de Israel en los territorios palestinos (1). Por aquel entonces no era Donald Trump quien se encontraba al frente del país más poderoso del mundo. Quizás tampoco pueda negarse los efectos de la presión que el lobby de los grupos de interés identificados con Tel Aviv haya podido ejercer sobre la Casa Blanca… o tal vez haya un poco de cada cosa.  

Nos parece pertinente recordar que la rabieta de Donald Trump tiene un antecedente no muy lejano: en 1985, el entonces presidente Ronald Reagan se alejó de la UNESCO alegando diferencias en temas de gestión, iniciando una ausencia que duró 20 años. Fue George W. Bush (año 2003) quien llevó nuevamente a Washington a hacerse parte de la organización especializada de las Naciones Unidas.  

Al respecto, la hasta ahora Directora General (Audrey Azoulay acaba de ser elegida como nueva Directora General por el Consejo Ejecutivo, elección que deberá ser refrendada por la Conferencia General en el mes de noviembre) Irina Bokova declaró: «Es una pérdida para la Unesco. Es una pérdida para la familia de las Naciones Unidas. Es una pérdida para el multilateralismo. El deber de la ONU no terminó y seguiremos adelante para construir un siglo XXI más justo, más pacífico y más igualitario y por ello la Unesco tiene necesidad del compromiso de todos los Estados».  

Está claro que el retiro de EE.UU. de UNESCO es un síntoma, y no el más grave, de una nueva exaltación del “unilateralismo” en Washington. El abandono del tratado con Irán, a pesar de la resistencia de los socios europeos; el énfasis en una solución militar a la cuestión de Corea del Norte, aunque implique la destrucción del peculiar Estado comunista; la denuncia del Acuerdo de París (negociado en el marco de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que establece medidas para la reducción de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) a través de la mitigación, adaptación y resiliencia de los ecosistemas a efectos del Calentamiento Global) y el abandono del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica.  

EE.UU. se encamina a una nueva era de “aislacionismo”, de la cual salió hace unos 80 años, arrastrado por los sucesos en Europa, de los cuales optó por desentenderse tras la finalización de la Primera Guerra Mundial. Una “Era” durante la cual el electorado que llevó al actual ocupante del Salón Oval puede regodearse de ver materializada en un líder carismático y populista el “América First”. Alguien que, en la simpleza de su razonamiento, cree poder conjugar esa máxima con el histórico mito del “Destino Manifiesto” de los EE.UU., que paradójicamente demanda a un Estados Unidos muy involucrado en los temas internacionales, con un alto perfil en las organizaciones multilaterales. El tiempo, inexorable para quienes creen en “Destinos Manifiestos”, dará o no la razón a las decisiones cortoplacistas tomadas hoy. Parece redundante, pero recordemos que la realidad no sabe de mitos… 

Referencias

(1) Cerca de 500.000 judíos viven en 140 asentamientos construidos desde la ocupación de Cisjordania y el Este de Jerusalén desde 1967. Según la resolución, los asentamientos «constituyen una flagrante violación de la ley internacional y un gran obstáculo para conseguir una solución de dos Estados, así como una paz justa, duradera y completa»