Gobernanza mundial: G20 y oportunidades para Argentina y el mundo en desarrollo

Un tema prioritario para la agenda de la política exterior de Argentina en 2018 es, sin lugar a duda, la realización de la cumbre del Grupo de los 20 (G20), en la cual tendrá un papel protagónico: ejercer la presidencia del foro. Esta es la segunda vez que un país latinoamericano ocupa este rol – el primero fue México en el año 2012 – y, es la primera vez que lo hace un país sudamericano.

El G20 es un foro de países con mutuo reconocimiento frente a la toma de decisiones en el marco de la gobernanza global. La emergencia del foro tuvo la intención de brindar respuestas a las crisis financieras y económicas que comenzaron a poner en cuestionamiento el orden internacional liberal de posguerra, el cual parecía consolidado con la culminación de la Guerra Fría (Fischer, 2016).

En la actualidad, el G20 representa el 85% del producto bruto global, dos tercios de la población mundial, el 75% del comercio internacional y, aproximadamente, un 80% de las inversiones globales en investigación y desarrollo. Los miembros permanentes son: Argentina, Alemania, Australia, Arabia Saudita, Brasil, Canadá, China, Francia, India, Indonesia, Italia, Japón, México, República de Corea, Rusia, Sudáfrica, Turquía, Reino Unido, Estados Unidos y la Unión Europea. Asimismo, cuenta con países invitados, siendo España un invitado permanente, y Chile y Países Bajos, invitados por Argentina (Figueroa Alcorta, 2017).

Con respecto a la conformación de este foro, al primer antecedente lo encontramos en la década de 1970 con la crisis del petróleo, desatada por la decisión de la Organización de los Países Exportadores de Petróleo (OPEP) de reducir la producción y aumentar el precio del barril. El orden económico internacional se vio gravemente afectado a raíz de aquello, y esto generó una reacción de, lo que Aldo Ferrer (2003) denominó “sistema trilateral”, integrado por América del Norte (Estados Unidos y Canadá), Europa Occidental (Reino Unido, Italia, Alemania, Francia) y Japón.

Los altos representantes de aquel conjunto de Estados comenzaron a reunirse periódicamente en foros informales dando origen a lo que se denominó como el Grupo de los 7 (G7). Las economías industriales más desarrolladas vieron en la coordinación de intereses compartidos la mejor forma de reaccionar ante los desafíos que se presentaban en el sistema internacional.

Tiempo después, con el desmantelamiento de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) entre 1989 y 1991, y la adopción de medidas liberales por parte de la Federación Rusa, se produjo un aumento de consenso e intercambio con el bloque occidental y Japón, dando origen al grupo de los 8 (G8). Con esto se reconocía a Rusia liderazgo internacional en conjunto con las potencias tradicionales.

El fin de la Guerra Fría, sin embargo, no conllevó a la formación de un orden internacional con mayor estabilidad, aunque eso es lo que preveían diferentes analistas con el triunfo del capitalismo y la consolidación de Estados Unidos como líder mundial. Por el contrario, se conformó un sistema internacional de mayor complejidad en el cual persistieron los problemas, sobre todo en la dimensión económica.

Una importante crisis financiera y económica hizo temblar al sistema a fines de la década de 1990, con epicentro en Asia y efectos mundiales. En este contexto, los países del G8 vieron necesaria una ampliación de la puesta en común y toma de decisiones hacia otras economías en ascenso (Kirton, 2012).

Dentro de este marco emerge el G20, principalmente orientado hacia los temas económicos y financieros. Esto se demuestra en que las reuniones se llevaban a cabo entre los Ministros de Finanzas, en conjunto con los Presidentes de los Bancos Centrales de los países miembros. Este G20 fue una iniciativa de Paul Martin, Ministro de Finanzas de Canadá -entre 1993 y 2003- en conjunto con Larry Summers, por entonces Secretario del Tesoro estadounidense.

La admisión de nuevos miembros para sentarse a discutir y buscar coordinación de intereses con el G8 fue el reconocimiento de una realidad internacional sumamente compleja, en la cual a toma de decisiones no puede pasar por un minúsculo grupo, sino que debe ser puesta a consideración de más actores. Asimismo, fue un intento desde el centro para que la periferia pudiera sobrellevar de una mejor manera la economía, para evitar crisis que afectaran al centro.

Sin embargo, aquel escenario tuvo un quiebre con la crisis financiera en el año 2008. Esta crisis tuvo la particularidad de ser engendrada en el Centro de la economía mundial, simbolizada por la quiebra de Lehman Brothers y la crisis de las hipotecas Subprime. La crisis financiera desató un impulso para que el G20 diera un nuevo giro.

En este sentido, los países miembros concluyeron de que era necesario ampliar el foco de discusión, desde lo económico y financiero hacia lo político. Se produjo una revalorización de la política y el foro se convirtió en cumbres de Jefes de Estado y de Gobierno, con participación amplia y en condiciones de igualdad.

Transcurrida una década desde el cimbronazo financiero internacional, el G20 se ha consolidado como el espacio para los países desarrollados y las economías en ascenso para consolidar la Gobernanza en un mundo complejo y cambiante, en el cual la inestabilidad y la incertidumbre se encuentran en los principales ejes de atención para los líderes miembros. En palabras de Richard Haas (2018), el mundo se encuentra en una transición, desde un orden internacional liberal con reglas claras y una relativa estabilidad, hacia un escenario desordenado, con tendencia a los regionalismos y en donde el liberalismo está siendo discutido.

Haas destaca que lo que está generando mayor inestabilidad se relaciona con la emergencia de los populismos como respuesta al estancamiento de los ingresos y a la destrucción de trabajo físico por el impacto de los avances en la tecnología y su implicancia en la economía digital, así como también, al giro proteccionista de Estados Unidos bajo la presidencia de Donald Trump. El presidente estadounidense ha rechazado el Acuerdo Transpacífico, se ha retirado del acuerdo climático de París, y ha impuesto unilateralmente elevados aranceles para el acero y aluminio justificándose en la seguridad nacional.

En este contexto, las reglas de juego del orden liberal internacional están siendo cuestionadas por uno de los principales actores que lo forjó. Esto se relaciona con la relativa pérdida de hegemonía estadounidense a nivel global, y la emergencia y consolidación de nuevos actores centrales, principalmente China (Ikenberry, 2018).

Oportunidades para Argentina

Para la Argentina, como se dijo, es un hecho de fundamental importancia y prioritario en el marco de su “Política Exterior Pragmática” (como la denomina el Canciller Jorge Faurie) encabezar la Presidencia de la cumbre G20. Entre los países miembros, en palabras de Jorge Argüello (2018), existe una diferencia perceptible entre dos subgrupos. Por un lado, el grupo de los 7, que presenta una agenda coordinada de sus intereses mutuos, lo cual implica llegar a la cumbre con un consenso previo y con mayor capacidad de influencia. Por otro lado, los restantes 13 miembros que, debido a razones internas y externas, no han logrado consolidar intereses compartidos y coordinar agendas.

Argüello señaló que ha existido poca coordinación, en términos históricos, entre los países de la región para acudir a este grupo con una agenda previamente conversada, en aras de impulsar y ejercer mayor peso para imponer los temas que le sean más relevantes. A pesar de esto, el diplomático se muestra optimista por la coyuntura actual.

En comparación con el año 2012, por ejemplo, cuando México tuvo la presidencia, el país azteca miraba más hacia el norte por la negociación del NAFTA que hacia el sur. Actualmente, y estimulado por las políticas de Trump, los países emergentes, y principalmente latinoamericanos, tienen una nueva oportunidad para consolidar intereses comunes, lograr consensos y adoptar una agenda compartida.

Por otro lado, en palabras de Gustavo Beliz (2018), esta cumbre implica para Argentina tener algún grado de iniciativa, a la vez que es un reconocimiento de la importancia relativa del país frente al mundo contemporáneo. Destacó que asistimos a un período de Gobernanza tibia con fronteras líquidas, en donde “lo viejo” (mundo industrial) interactúa con “lo nuevo” (desarrollo tecnológico). El ejemplo es la importancia que sigue teniendo el acero, a nivel del comercio mundial y los datos, en la economía intangible.

Argentina va a liderar el manejo de la agenda en búsqueda de la construcción de un consenso multilateral en torno a tres puntos estratégicos: el futuro del trabajo, la infraestructura y un futuro alimentario sostenible. Es de vital importancia – como una prioridad en Política Exterior – la atracción de inversiones para infraestructura, y posicionar al país como oferente de alimentos y un mejoramiento de las condiciones para integrar en una mejor posición las cadenas globales de valor en materia agropecuaria.

El marco regional va en sintonía con el global, marcado por la inestabilidad: crisis sociales y económicas y, en algunos espacios, escaladas de violencia. Los temas que más resaltan, y que tiene más en vilo a la Argentina, son la crisis en Venezuela y la situación política en Brasil. La situación política que atraviesa Brasil, con el reciente encarcelamiento del ex presidente Luiz Inácio Da Silva, y con la crisis de legitimidad que atraviesa el gobierno de Temer, representa una oportunidad para Argentina. En el sentido de ocupar el vacío de Brasil en lo que a liderazgo regional se refiere, pudiendo ser aprovechada esta coyuntura para reafirmar la presencia argentina en la región, en particular y en el mundo, en general.

En síntesis, para Argentina, las 60 reuniones que darán forma a la cumbre del G20 representan una oportunidad histórica, y abren el juego para un mejor posicionamiento en materia de influencia sobre la agenda internacional, para la consolidación de temas de interés local y regional, bajo la idea de generar una mayor inclusión, fomentar la integración y sostener al sistema multilateral.

Maximiliano Buteler
Jóvenes Investigadores

 

Bibliografía consultada

Ferrer, A. (2003). La Argentina y el orden mundial. Buenos Aires, Argentina: Fondo de Cultura Económica, S.A.

Figueroa Alcorta, A. (2017). Presidencia Argentina del G20: Una agenda global desde el sur. Télam. Recuperado de: https://www.telam.com.ar

Fischer, J. (2016). Bienvenidos al siglo XXI. Un nuevo orden mundial parece inevitable, pero no se distinguen aún sus fundamentos. El país. Recuperado de: https://www.elpais.com

Haas, R.N. (2018). Orden Mundial Liberal, Q.E.PD. Project Syndicate. Recuperado de: https://www.project-syndicate.org

Ikenberry, G.J. (2018). The end of liberal international order? [Versión electrónica] International Affairs 94(1), 7-23

Kirton, J. (2012). El G20, el G8, el G5 y el papel de las potencias en ascenso. [Versión electrónica] Revista mexicana de política exterior 94, 163-200

Información obtenida de conversatorio

“La presidencia argentina del G20: desafíos globales y oportunidades para la cooperación sur- sur” en el auditorio de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) el martes 10 de abril, 18 horas, del año 2018.

Disertantes:

Argüello, Jorge – es presidente de la Fundación Embajada Abierta. Fue embajador de Argentina ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Estados Unidos y Portugal.

Beliz, Gustavo – Director del Instituto para la Integración de América Latina y el Caribe (INTAL)