Los 70 años de la OTAN

Este 4 de abril se cumplieron los 70 años de la creación de la OTAN, creada en el contexto de la agudización de la Guerra Fría y gracias a la propuesta Vandenberg, que llevó a la votación de la Resolución 239 el 11 de junio de 1948, habilitando a los Estados Unidos a integrarse a la Alianza Atlántica.

La OTAN es parte de una estrategia global de Washington, que en una serie de movimientos de pinzas, consiguió aislar desde todos los flancos y durante casi toda la Guerra Fría a la Unión Soviética. Tengamos en consideración que sobre la edificación de la Unión Europea Occidental (creada en marzo de 1948, agrupando en ese momento a Francia, Bélgica, Reino Unido, Países Bajos y Luxemburgo) se decidió integrar a un mayor número de países de Europa Occidental y a los aliados clave de América del Norte, generando un frente común en el “teatro europeo”, que en los primeros años de posguerra se presentaba como el principal para los Estados Unidos. Así fue que Canadá, los países de la Unión Europea Occidental, Dinamarca, Islandia, Italia, Noruega y Portugal dieron a luz a la Alianza Atlántica, caracterizada como una alianza militar defensiva en el contexto del artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas.

Como parte de la misma estrategia, Estados Unidos construye el TIAR (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, del 2 de setiembre de 1947), garantizando una respuesta conjunta en el continente americano ante una agresión extrarregional; con el mismo sentido, firma el ANZUS con Australia y Nueva Zelanda el 1 de setiembre de 1951, condicionando a Moscú en el Pacífico, aunado ello a la presencia militar americana en Japón tras la victoria en la Segunda Guerra Mundial, ratificada por los Tratados de San Francisco (8 de setiembre de 1951) y el Tratado de Mutua Cooperación y Seguridad (de 1960, en respuesta a la Guerra de Corea), la participación en el Comité Militar de la CENTO (Central Treaty Organization: Organización del Tratado Central), o Pacto de Bagdad, creada en 1955 por Irán, Irak, Pakistán, Reino Unido y Turquía, sin dejar de lado la histórica presencia de los Estados Unidos en Arabia Saudita o el indisimulable y cuantioso apoyo a Israel.

Actualmente, la OTAN cuenta con 29 miembros, y tiene en su programa de Asociación para la Paz a otros 21 países no miembros. La suma de los gastos militares de los socios es igual al 52 % del gasto mundial.

Durante la Guerra Fría llevó a cabo un importante proceso de expansión en Europa Mediterránea (Grecia y la estratégica Turquía en 1952), Europa Central (Alemania, en 1955) y nuevamente la Europa Mediterránea (España, 1982). Sin embargo, el proceso de expansión más impresionante se vio tras la caída del Muro de Berlín, avanzando sobre Europa Oriental y llegando a abarcar a los países bálticos y a varios de los resultantes de la disolución de Yugoeslavia. Las candidaturas de Georgia y de Ucrania generaron una muy dura respuesta por parte de Moscú (recordemos la secesión de Absjasia y de Osetia del Sur, y la anexión de Crimea por parte de Rusia), que ha visto al “asedio de Occidente” llegar a sus propias fronteras, perdido el colchón que el Pacto de Varsovia le había dado desde 1955.

La desaparición de la Unión Soviética, que era la causa eficiente de cooperación en el ámbito de la OTAN, no sólo no implicó su disolución si no que la revitalizó (como hemos dicho arriba), aumentando de manera significativa su número de miembros, sometiendo a la Organización, por otro lado, a un muy profundo debate interno con una reformulación de su “Concepto Estratégico”, donde se evaluaron los riesgos y las amenazas residuales. Es por ello que, desde 1991, los Conceptos Estratégicos aparecen como documentos públicos que son elaborados por los diplomáticos con el asesoramiento de los militares (hasta entonces eran elaborados por los militares y aprobados por el Consejo del Atlántico Norte, siendo siempre reservados). El ámbito de actuación geográfico de la Alianza fue paulatinamente ampliado, y así llegó a intervenir no sólo en los Balcanes en la década del 90, sino también en Libia, Afganistán, Irak y Siria.

Ha afrontado y superado con éxito múltiples y serios desafíos. Los incordios entre Francia y Estados Unidos a fines de la década de los 50, la desintegración del bloque oriental en la década de los 90, la enorme presión ejercida por los Estados Unidos sobre el resto de los miembros en la “guerra contra el terrorismo” tras los atentados del 11 de setiembre, entre otros.

La persistencia y su resiliencia quizá pueda explicarse por la solidaridad que los principales países europeos y los Estados Unidos han forjado durante la Segunda Guerra Mundial, junto con una identidad cultural compartida, lo que ha posibilitado que la cooperación no cesara con la desaparición de la Unión Soviética. Sin embargo, ahora mismo, un nuevo desafío amenaza a la OTAN. El desprecio del presidente Donald Trump por el multilateralismo y por sus tradicionales aliados europeos, a los cuales les ha exigido, desde su llegada a la Casa Blanca, que “se hagan cargo de los gastos de su defensa”, dado que no tienen que ser los contribuyentes americanos los que paguen por la protección de ellos. Así les ha demandado que invirtieran el 2% de su PBI en su presupuesto militar, a los efectos de ser parte del esfuerzo y no tan sólo beneficiarios del mismo. Y, por último pero no por ello menor, los serios disensos que enfrentan a Washington y Ankara, tras el fallido golpe de Estado de 2016, por la negativa americana de extraditar a quien es sindicado como líder de la revuelta, el clérigo Fethullah Gülen, todo ello agravado por el apoyo que dio en los últimos años Estados Unidos a los kurdos en el combate a ISIS en Irak y Siria… ambos capítulos abiertos y con final inicierto.

Juan Alberto Rial
Coordinador
Departamento de Seguridad Internacional y Defensa
IRI – UNLP