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Reflexiones sobre la crisis en Ecuador

Honduras, Colombia, Perú y ahora Ecuador. Los gobiernos en la región no consiguen hacer pie, y algunos de ellos enfrentan situaciones económicas complejas, con severo daño a los aparatos productivos y al tejido social, en muchas ocasiones autoinflingido. Ecuador se suma al ingrato  grupo de países de la región con la gente en la calle, reclamando por una carestía que parece no tener fin, y con gobiernos que, en algunos casos, se han visto en la disyuntiva de distribuir recursos ya inexistentes o llevar a cabo las ya conocidas e impopulares políticas de ajuste para disminuir los clásicos rojos fiscales.

Ecuador es un hervidero. Los movimientos sociales se han lanzado a la calle (más de 60, entre sindicatos, estudiantes, pueblos originarios) para resistir la quita de subsidios a los combustibles aplicada por el gobierno de Lenín Moreno, que ha repercutido en una fuerte suba de los precios de venta al público, agudizando los problemas económicos enfrentados a diario por el ecuatoriano de a pie.

Más allá de la variable económica, nada despreciable, por cierto, la arista política no puede ser soslayada. El presidente Moreno ve detrás de estas masivas manifestaciones la mano de su antecesor y actual rival político, Rafael Correa. Correa enfrenta cargos de corrupción y se encuentra viviendo en Bélgica para evadir su detención, pero por otro lado está inhabilitado para optar por una nueva presidencia. Es paradójico, aunque consistente con el realismo mágico latinoamericano, recordar que Moreno fue vicepresidente de Correa y llegó al palacio de Carondelet con su bendición. Pero, como tantas veces hemos visto, la relación se rompió y el protegido decidió hacer su camino en soledad y ya no de la mano de su protector. Así las cosas, a pesar de ser el presidente de Ecuador, Lenín Moreno no puede ejercer sus funciones en Carondelet, ya que la violencia y la masividad de las marchas lo obligó a trasladar el gobierno a Guayaquil. Desde allí siguen sonando las acusaciones hacia Correa (quien, según Moreno, actuaría en complicidad con el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro), a quien le imputa estar detrás del lema de las marchas de “o cae el paquete, o cae Moreno”.

Lo cierto es que la dura represión llevada a cabo por las fuerzas de seguridad tras duros enfrentamientos con los manifestantes ha encendido las luces de alarma de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Por lo pronto, el ejecutivo cuenta con la intermediación de Naciones Unidas y de la Conferencia Episcopal, aunque hasta ahora se ha encontrado con la posición irreductible de los movimientos indigenistas, aun tras propuestas tendientes a minimizar el impacto de las medidas adoptadas.

Resulta doloroso ver aún en déficit a la democracia. Ni siquiera tenemos garantizado la regular realización de comicios libres y abiertos, que doten de legitimidad de origen a nuestros gobernantes. Numerosas son las democraduras, o dictablandas en la región. Y aun contando con elecciones libres y abiertas, les resulta muy dificultoso a muchos de los gobiernos mantenerse fruto de incumplimiento de las expectativas en la mejora de la calidad de vida de los gobernados. Resulta casi obvio recordar que no hay pleno goce de los derechos civiles y políticos si no hay un pleno goce de los derechos económicos, sociales y culturales. El gobernante se encuentra al servicio de los gobernados, lisa y llanamente. La democracia es una criatura muy frágil, ha costado muchísima sangre a nuestros pueblos conseguirla, y de tan frágil que es, fácilmente puede desvanecerse de la noche a la mañana. La especulación, la mezquindad, el cinismo, la bajeza, la mediocridad parecen ser características repetidas en muchos de los dirigentes políticos involucrados en estas crisis, tanto del oficialismo como de la oposición. Es hora de dar el salto de calidad, y es hora de que nos decidamos todos a darlo. TODOS. Porque la democracia es una construcción colectiva permanente, es necesario recordarlo siempre y nuestro compromiso como ciudadanos es su proteccion constante. No vaya a ser que el día de mañana, su ausencia vuelva a costarnos lo que ya sabemos que nos costó en el pasado.

Norberto Consani
Director

Juan Rial
Secretario

IRI – UNLP