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Al otro lado del Litani: a veinte años de la retirada israelí del sur del Líbano

El pasado 25 de mayo se cumplieron veinte años de la retirada de Israel del sur del Líbano (2000-2020). A través de las dos invasiones al territorio libanés, que sucedieron en 1978 (operación “Litani”) y 1982 (operación “Paz para Galilea”), con el objetivo de debilitar a la guerrilla palestina que operaba desde allí, Israel montó un sistema de supervisión primero y control después que se mantuvo firme durante más de dos décadas en la franja más austral del Líbano.

La llamada “Zona de Seguridad” era un territorio que se extendía al sur del río Litani y al sudeste de la cordillera del Líbano, y contaba con una superficie de unos 800 kilómetros cuadrados, similar a la de Bahrein o Singapur. Habitaban allí unas 150 mil personas, principalmente chiítas, católicos maronitas y drusos. La sede administrativa era la localidad de Marjayoun. Teniendo en cuenta el mapa actual, la Zona de Seguridad se circunscribía a los distritos de Tiro, Bint Jbail, Marjayoun y Hasbaya. En la zona había unos cinco mil soldados desplegados, de los cuales solo un tercio eran israelíes. Los demás eran libaneses. Este suceso solo se comprende a través del grave conflicto que, entre 1975 y 1990, atravesó y dividió a los libaneses: la guerra civil.

Apenas comenzado el conflicto interno, tuvo lugar la sublevación del batallón de Marjayoun, al mando del mayor Saad Haddad. El militar estaba en contacto con el gobierno israelí, por lo que, cuando se produjo la invasión de 1978, la creación de la Zona de Seguridad a cargo de oficiales libaneses, no parecía descabellado. Un año más tarde, Haddad proclamó el “Estado Libre del Líbano” en esa zona, aunque no logró adhesión internacional.

En 1982, Israel invadió nuevamente el Líbano, llegando en esta ocasión con sus tropas hasta la capital. Aunque la derrota de la guerrilla de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) llevó al repliegue de las fuerzas israelíes, la aparición de Hezbolá, la muerte de Haddad y los intentos fallidos por alcanzar un acuerdo con el presidente libanés Amin Gemayel empujaron al fortalecimiento del control israelí sobre la zona. Antoine Lahad asumió en 1984 la conducción del Ejército del Sur del Líbano (ESL), lo único que quedaba del proyecto secesionista de su antecesor.

El enfrentamiento entre el ESL y el Hezbolá se convirtió en un foco de conflicto recurrente, incluso más allá de la guerra civil. Cuando en 1990 se impuso el acuerdo de Taif, que implicaba el final al conflicto, Hezbolá obtuvo el privilegio de conservar su armamento. Por lo tanto, los choques con el ESL, característicos de la guerra civil por sus alineamientos y argumentos, se sostuvieron a lo largo de toda la década del ‘90. Es posible afirmar que, aunque en el resto del Líbano la lucha había terminado, de alguna forma, en el sur del país, el combate se mantenía como si el tiempo no hubiese pasado.

En 1999, el candidato a primer ministro de Israel por el Partido Laborista, Ehud Barak, prometió en la campaña el regreso de los más de mil quinientos soldados que todavía estaban apostados en la Zona de Seguridad. Creía que esta estrategia, en el plano internacional, habilitaría las negociaciones con Damasco y debilitaría a Irán, ya que, sin Israel en el territorio libanés, Hezbolá perdería razón de ser. La milicia atacaba a las poblaciones del norte de Israel con frecuencia, y causaba de manera constante bajas militares a los soldados apostados en la frontera. Asimismo, buscaba limpiar la imagen del país, comprometida después del bombardeo, en 1996, de un refugio de Naciones Unidas en Qana, en el sur del Líbano, donde murieron 106 civiles y otros 116 resultaron heridos.

Barak ganó la elección y confirmó que en julio retiraría las tropas de la Zona de Seguridad, en cumplimiento con las exigencias de la resolución 425 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, votada en 1978. Las negociaciones con Siria quedaron en punto muerto y Hezbolá revivió el reclamo territorial por las Granjas de Shebaa, por lo que Israel, aunque se retirara del territorio ocupado, todavía seguiría conservando territorio libanés en su poder. Esta postura, disputada por Israel y organismos internacionales, fue suficiente para afirmar que aún quedaban regiones del Líbano que precisaban ser liberadas, por lo que la milicia no había perdido todavía razón de ser. Sin embargo, Barak siguió adelante con el plan, entendiendo que había sido una promesa electoral que había que honrar.

A fines de abril y comienzos de mayo de 2000 comenzó la salida de las tropas israelíes, mientras los pobladores desplazados de sus aldeas del sur del Líbano regresaban en masa a sus antiguas casas. El ESL quedaría desbandado en cuestión de horas. Para el 25 de mayo, ya no quedaban soldados israelíes en la Zona de Seguridad. En este contexto, el gran vencedor fue Hezbolá, que ocupó las posiciones que Israel abandonó y llegó al pico de su popularidad. Incluso convirtió el 25 de mayo en feriado nacional, aunque la conmemoración conserva una fuerte marca local.

Unos diez mil libaneses abandonaron el país con destino a Israel tras la salida promovida por Barak y la caída de las fuerzas paramilitares. En su mayoría trabajaban al otro lado de la frontera, en la administración de la ocupación o eran cuadros del ESL. Hoy viven allí unos cinco mil, mientras que los demás emigraron a otros países o regresaron al Líbano. Los soldados del ESL que regresaron fueron juzgados con penas de hasta cinco años, aunque se restringieron sus derechos políticos. Solo veintiuno fueron condenados a muerte, aunque sus penas, finalmente, se conmutaron. Los que quedan en Israel están a la espera de una amnistía (Khoder, 2020).

El pasado jueves 28 de mayo la Cámara de Diputados de la República discutió una ley de amnistía general, que incluía los deseos de las diferentes comunidades. El perdón incluiría a unos mil sunitas que habían participado de movimientos islamistas armados, treinta mil chiítas acusados de delitos varios y los cinco mil cristianos y drusos que salieron del país tras la retirada israelí. En las afueras del recinto, algunos protestaban pidiendo que no se incluyera a los socios de la masacre de Qana en la amnistía (Chehayeb, 2020), mientras otros, al otro lado de la frontera, se preguntaban por qué no se castigó a los aliados de Irán y Siria como se hizo con los de Israel. El proyecto finalmente no se votó y fue cajoneado al igual que su antecesor en 2018. Cosas de un país complejo.

Bibliografía

Chehayeb, K. (29/5/2020). Protests, quarrels and slammed fists: Lebanon’s amnesty bill row rumbles on. Middle East Eye (online). https://bit.ly/2yW7LCz

Khoder, P. (28/5/2020). Au cœur de la loi d’amnistie, le sort de milliers de Libanais installés en Israël. L’Orient Le Jour (online). https://bit.ly/2U3Ks0V

 

Said Chaya
Miembro
Departamento de Oriente Medio
IRI – UNLP