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28 de agosto de 1963: marcha sobre Washington por la libertad y el trabajo

El 28 de agosto de 1963 se produjo la gran “Marcha sobre Washington por la libertad y el trabajo”; aquél gran momento en la vida de Marti28n Luther King Jr. por el cual pasaría a ser recordado como el gran activista por la lucha de los derechos civiles en los Estados Unidos de Norteamérica. En aquella marcha, el líder pronunció su famoso discurso “Yo tengo un sueño”.
A pesar de haber sido proclamado el 19 de Enero el día de Martin Luther King Jr., fue a partir de esta marcha que se consolidó su importancia como líder y se hizo evidente que sus reclamos para aprobar las leyes de derechos civiles, era crucial. Estas leyes recién fueron sancionadas en 1964 durante el gobierno de L. Johnson; la primera prohibía la aplicación de la desigualdad de requisitos en el registro de votantes y la segregación racial tanto en escuelas, bancos de sangre como en instituciones públicas. La segunda, en 1965, otorgaba el derecho al voto a la población negra.
Es importante destacar la labor de Asa Philip Randolph (sindicalista del Movimiento Obrero y del Movimiento por los Derechos Civiles) en la organización de esta marcha, en la que se congregaron más de 200.000 personas, en su mayoría afroamericanos. Una marcha que provocó ciertas desconfianzas entre algunos dirigentes quienes temían que, si se desataba la violencia, ésta afectara la imagen del movimiento a nivel internacional.
Entre los antecedentes de este problema, cabe citar los efectos que tuvo el ingreso de los EEUU en la Segunda Guerra Mundial, después del bombardeo al Pearl Harbour por parte de Japón. En efecto, las fuerzas armadas que se aprestaban para el combate, estaban compuestas por hombres blancos y afro-descendientes, sin embargo, las condiciones de estos dos grupos eran muy distintas. Debido a esto, Randolph convocó a 10.000 obreros a protestar por la contratación discriminatoria por parte de los militares estadounidenses. Sin embargo la marcha fue suspendida cuando el presidente en turno, Franklin Delano Roosevelt, promulgó la Orden Ejecutiva 8802 la cual prohibía la discriminación racial en la industria de defensa (dando fin a su motivo de inicio) y creaba una agencia que hiciera efectivo el cumplimiento de la orden.
No obstante, a partir de ese momento, empezó a desencadenarse una oleada de desobediencia civil no violenta en distintos lugares: Concretamente, el boicot a los autobuses de Montgomery y la campaña de Birghinmans, permitieron que paulatinamente, se instalara en el ideario estadounidense (con la ayuda de diversos medios de comunicación que detallaban como estos eran humillados) que los derechos de la población afro-descendiente debían ser iguales a los de los blancos.
Debemos de recordar que desde 1876 (final de la guerra civil norteamericana) imperaba una discriminación legal, gracias a las Leyes de Jim Crow, que establecía condiciones especiales para los afro-descendientes y para otras minorías tales como: el uso de distintas puertas en instalaciones públicas, la prohibición de matrimonios interraciales en diversos Estados, diversos impuestos para votar o distintos impedimentos legales para aspirar a un cargo público; “separados pero iguales”.
En este contexto socio-político, diversas organizaciones como el Consejo Negro Americano del Trabajo (NALC), el Congreso de Igualdad Racial (CORE), la Conferencia de Liderazgo Cristiano del Sur (SCLC) y el Comité Coordinador Estudiantil No Violento (SNCC) llevaron a
cabo la marcha sobre Washington exigiendo un proyecto de ley de derechos civiles integral que acabara con los lugares públicos segregados; la protección del derecho al voto; la eliminación de la segregación de las escuelas públicas; un programa de obras federal que capacitara y colocara a los trabajadores en paro; y el pleno empleo justo.
Como resultado inmediato de la marcha, los líderes de los derechos civiles (apodados los Big Six) se reunieron con la administración de Kennedy, quien estaba a favor de la aprobación de las leyes exigidas, sin embargo, esta reunión no dio mayores resultados debido a que la demanda no contaba con los votos suficientes en el congreso; fue su sucesor – Lyndon Johnson – quien completó su agenda legislativa.
Hoy, a pesar de haber transcurrido 55 años de aquél hito histórico, es posible afirmar que aún hoy existe en los EEUU una rivalidad entre afro-descendientes y blancos; en otras palabras, pareciera que la sociedad norteamericana no ha logrado afianzar en su totalidad la
igualdad y eliminar por completo la discriminación racial. Si bien es cierto que se ha progresado mucho a nivel legislativo, e incluso ha gobernado el país un afro-descendiente, los vestigios de exclusión hacía la población de color y de diversas minorías, siguen estando
presentes. Esperamos que algún día ese sueño por el que tanto luchaba Martin Luther King Jr. se haga realidad.

(…) Tengo un sueño: que un día esta nación se pondrá en pie y realizará el verdadero significado de su credo: “Sostenemos que estas verdades son evidentes por sí mismas: que todos los hombres han sido creados iguales”.
Tengo un sueño: que un día sobre las colinas rojas de Georgia los hijos de quienes fueron esclavos y los hijos de quienes fueron propietarios de esclavos serán capaces de sentarse juntos en la mesa de la fraternidad. Tengo un sueño: que un día incluso el estado de Mississippi, un estado sofocante por el calor de la injusticia, sofocante por el calor de la opresión, se transformará en un oasis de libertad y justicia.
Tengo un sueño: que mis cuatro hijos vivirán un día en una nación en la que no serán juzgados por el color de su piel sino por su reputación. Tengo un sueño hoy. Tengo un sueño: que un día allá abajo en Alabama, con sus racistas despiadados, con su gobernador que tiene los labios goteando con las palabras de interposición y anulación, que un día, justo allí en Alabama niños negros y niñas negras podrán darse la mano con niños blancos y niñas blancas, como hermanas y hermanos. Tengo un sueño hoy. Tengo un sueño: que un día todo valle será alzado y toda colina y montaña será bajada, los lugares escarpados se harán llanos y los lugares tortuosos se enderezará y la gloria del Señor se mostrará y toda la carne juntamente la verá.
Ese será el día cuando todos los hijos de Dios podrán cantar el himno con un nuevo significado, «Mi país es tuyo. Dulce tierra de libertad, a ti te canto. Tierra de libertad donde mis antecesores murieron, tierra orgullo de los peregrinos, de cada costado de la montaña, que repique la libertad». Y si Estados Unidos ha de ser grande, esto tendrá que hacerse realidad (…)

Arnone, Augusto Gabriel
Colaborador de la Red Federal de Historia de las Relaciones Internacionales
Departamento de Historia
IRI – UNLP