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30 de septiembre de 1961, creación de la OCDE: organizaciones internacionales frente a las crisis de una economía globalizada

“Hasta ahora, nadie ha podido convencerme de que todos nuestros actos sean positivos y útiles. Muchos son vestigios del pasado y, como todos sabemos, los países y las organizaciones que no logran liberarse de su pasado están destinados a desaparecer un día. Éste es el ineluctable destino de los seres humanos, pero no tiene por qué ser el de las organizaciones, si éstas son lo suficientemente hábiles para adaptarse a las nuevas situaciones”.

Esas fueron las palabras utilizadas por Flinth Cahan, Secretario General Adjunto de la Organización Europea para la Cooperación Económica (OECE) en un discurso pronunciado en 1960, cuando la OECE, creada en 1948 con el objetivo de administrar las ayudas del Plan Marshall, se estaba transformando en OCDE.

Desde entonces y hasta nuestros días, a 60 años desde la creación de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, vemos que muchas cosas han cambiado en el contexto internacional, en los Estados y en las sociedades mismas. La tecnología, el Internet, la comunicación y los transportes, han cambiado radicalmente nuestras vidas. Todo ello, unido a los cambios en la política económica que se han sucedido en las últimas décadas.

La OCDE quizá no sea de las organizaciones con mayor difusión mediática, pero ha demostrado su capacidad de intervenir en temas emergentes y proponer innovaciones disruptivas punto clave, según Cahan, para subsistir al paso del tiempo. A modo de ejemplo, su implicación en asuntos ambientales data de los años sesenta, donde ya algunos acuerdos firmados en su seno incorporaban el principio, hoy tan conocido, de “quien contamina paga”.

En el marco de una economía cada vez más globalizada donde ningún país aislado tiene todas las respuestas, la OCDE como marco para la reflexión y la discusión, para la evaluación mutua de los gobiernos, la vigilancia y la presión colectiva se vuelve un espacio valioso con capacidad para responder a los problemas y retos cada vez más complejos que rodean al subdesarrollo, la pobreza, el empleo, la educación y el crecimiento.

La mayor enseñanza que obtenemos, quizá, de la observación de organismos como la OCDE y muchas otras instituciones, asociaciones y actores involucrados en la cooperación internacional para el desarrollo es que necesitamos ser globales para maximizar nuestra contribución y nuestra eficacia, y para seguir siendo útiles de cara al mejoramiento del desarrollo y equidad en la economía mundial. La pandemia no ha hecho más que recordar y remarcar esta idea de que la actuación multilateral se convierte ineludiblemente en un imperativo para la búsqueda de soluciones.


María Solana Ledesma
Colaboradora de la Red Federal de Historia de las Relaciones Internacionales (CoFEI)
Departamento de Historia
IRI – UNLP