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¿La era del desorden o el principio del fin de la globalización liberal?

El banco alemán Deutsche Bank, acaba de publicar un informe en el que se señala que el año 2020 podría significar el fin de la globalización (la centra entre los años 1980-2020) dando paso a lo que denominan la «era del desorden», destacamos los puntos sobresalientes del informe para pasar a analizar los ejes que lo vertebran:

El nuevo ciclo, que reemplazaría a la globalización tendría su sello en la reversión de la propia globalización y en las luchas de sociales y generacionales.

Entre las tendencias que caracterizarían a la nueva era se encontrarían el deterioro de las relaciones entre Estados Unidos y China y la reversión de una globalización desenfrenada.

El proteccionismo, la relocalización de sectores clave (re shoring) y el domino de China como mayor potencia del mundo serán una realidad.

Marca que será una década decisiva para Europa, o camina hacia una unidad real o corre el riesgo de fragmentarse.

Pronostica mayor desorden y escenarios de caos en los mercados financieros, algo que podría ser algo habitual en la economía por venir.

La inflación podría volver a ser un factor a tener en cuenta en la agenda económica futura, aunque la deflación dominaría en los primeros años de la llamada era del desorden.

La desigualdad crecerá. El Covid-19 será otro propulsor de la desigualdad pero, aunque también estaría favoreciendo a empresas tecnológicas y a farmacéuticas, por lo que crecerá la presión para la creación de un impuesto digital.

La brecha intergeneracional también supondrá un posible factor de conflicto. Quienes entraron en el mercado laboral durante la última década ya han experimentado las dos crisis más grandes desde la Gran Depresión; ellos, los jóvenes, podrían vivir que peor que sus padres (expectativas decrecientes) y ya están a la retrasados respecto de generaciones anteriores en cuestiones que van desde la propiedad de vivienda hasta los niveles de endeudamiento. Además, los jóvenes heredarán las grandes cargas de la deuda pública que se ha acumulado.

En lo que a la cuestión climática respecta, el debate se producirá entre los que defiendan todo aquello que proteja el medio ambiente (suelen ser los más jóvenes), frente a los que prioricen un mayor crecimiento económico. Este debate es una segunda parte del conflicto entre generaciones.

La crisis de la globalización, entendida como estructura hegemónica, que venimos señalando como una tendencia clara en sus diversas crisis, contiene buena parte de lo que fija el estudio presentado por el Deutsche Bank, pero debemos añadir una serie de cuestiones al debate. Una de ellas es la erosión de las instituciones internacionales, pero también de las instituciones al interior de los estados, ya que lo que sucede tiene sus raíces en la crisis de la globalización.

El actual Alto Representante para la política exterior de la Unión Europea y ex Ministro de Relaciones Exteriores y Cooperación del Reino de España, Josep Borrell, sostenía en 2019 en Sevilla que “el sujeto ideal para una dominación totalitaria es aquel para el cual la distinción entre la realidad y la ficción (percepción) y la distinción entre la verdad y la mentira (es decir, las normas que rigen el pensamiento) no existen”, y añadía que en democracia, cuenta la opinión, y la opinión se forma a través de la información que cada uno recibe, y si dicha información está plagada de mentiras e inexactitudes, ello puede conducir a la toma de decisiones peligrosas y equivocadas. En democracia votar es el último eslabón, antes está la deliberación pública, pero allí están fallando las instituciones, que son sustituidas por mecanismos plebiscitarios como las redes sociales; y ya dañada la deliberación pública, el camino hacia el voto es sumamente complejo porque se genera un clima ideal de mezcla de crispación, polarización y confusión que anula la deliberación pública de calidad y la convierte en una ciénaga.

Lo que el Deutsche Bank no cita es que una de las dimensiones de la crisis de la globalización es política, pero si analizamos la crisis de la globalización y los órdenes mundiales a través del método de estructuras históricas de Robert Cox, entenderemos que para que exista hegemonía deben confluir las capacidades materiales, las instituciones y el elemento ideacional, lo cual funcionó muy bien durante casi 40 años, desde finales de los 70 hasta al menos la crisis de 2008. Con el posfordismo a la cabeza, la arquitectura institucional de la posguerra y el liberalismo o neoliberalismo como  elemento ideacional la globalización fue hegemónica. Pero esa estructura está dañada, lo que permite, en el histórico debate sobre el nexo de causalidad que se da en las ciencias sociales (¿por qué pasan las cosas?), observar que al no existir una estructura hegemónica, el margen de acción para la agencia es mucho más amplio que en una estructura bien trabada; ahora bien ¿Qué factores de agencia están desplegando mejor su capacidad?

Y sin dudas son los asociados a nacionalismos o a la extrema derecha quienes mejor capacidad de agencia están desplegando, sabiendo interpretar mejor las frustraciones y las expectativas decrecientes de la sociedad, con fuertes narrativas polarizadoras, efectistas, que tienden a simplificar problemas muy graves que son muy difíciles de gestionar, y muchos de los cuales no tienen necesariamente una solución.

Todo esto se da en conjunto con la aparición y ascenso de actores políticos ajenos al establishment y con mayor potencial disruptivo, tanto en el plano interno, como internacional, y en ese contexto ha de entenderse el rápido ascenso del nacionalismo y la extrema derecha en Europa y Estados Unidos.

Al respecto, es indudable el efecto negativo que ha tenido el triunfo de Donald Trump en Estados Unidos y su rol de gran disruptor en el sistema internacional, que ha provocado modificaciones, incluso en el lenguaje, que  nos parecen acercar más a la guerra fría que al siglo XXI.

Evitando dar precisiones (porque no cuento con ellas), pero animando a expandir las agendas de investigación, quiero dejar planteado el siguiente interrogante: los grandes ganadores de las últimas décadas han sido los arquitectos de la globalización financiera, en detrimento de la economía real. Incluso la defensa ensayada por parte de las democracias liberales de las finanzas o la imposibilidad de limitar el avance desenfrenado de las mismas han erosionado la credibilidad de las democracias liberales, entonces ¿es posible que los arquitectos de la  globalización financiera estén ahora detrás del auge de la extrema derecha y de los nacionalismos para seguir manteniendo su posición privilegiada en el orden o desorden internacional?

Luis María Nielsen 
Integrante
IRI – UNLP