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13 de noviembre de 2015. Atentados en París

Las imágenes de los ataques terroristas en la capital francesa, siguen causando conmoción y estremecimiento en el mundo entero. Es considerado por algunos expertos como el atentado más sangriento que ha sufrido Francia. Este tipo de violencia política tiene como objetivo propagandístico copar los titulares de la prensa mundial y por lo tanto, influir en las decisiones de los jefes de Estado.

El autoproclamado Estado Islámico había  reivindicado su autoría, en el marco del conflicto bélico que atravesaba Siria y la intervención de las potencias extranjeras en su lucha contra el terrorismo. En efecto, en un mundo cada vez más globalizado, las naciones europeas no pueden ignorar los acontecimientos que se desarrollan en Medio Oriente.

La brutalidad en el Levante se trasladaba al Hexágono. La noche de un viernes 13 de noviembre parecía ser común y corriente, un amistoso entre Francia y Alemania;  un concierto de The Eagles of Death Metal en el teatro Bataclan; una bebida con unos amigos en un bar, todo transcurría tranquilamente en  el país galo. Sin embargo, esta noche terminaría con 400 heridos y aproximadamente 129 muertos.

De  un momento a otro, estos escenarios se convertirían en el peor recuerdo de sus vidas. Expectantes sin saberlo, el show continuaba de otra manera. El presidente de la república, se encontraba en el palco del Estadio de Francia junto con el ministro de exteriores alemán, Frank Walter Steinmeyer. A las 21.16 comienza el terror. Tres explosiones consecutivas tienen lugar en las inmediaciones del Estadio. El presidente rápidamente es evacuado. Dos de los tres terroristas suicidas eran franceses. Uno de ellos era Bilal Hadfi (ciudadanía francesa), las autoridades francesas creían que se encontraba en Siria. El segundo era Ahmad, nombre falso con el que había llegado a Francia como refugiado.

El próximo objetivo sería un centro nocturno. Tres hombres armados bajaron de un auto Seat negro, desenfundaron sus kalashnikov y abrieron fuego contra las terrazas de varios establecimientos hosteleros y bares. Alrededor de 40 personas fallecieron. Entre los participantes se encontraban los hermanos Brahim y Salah Abdeslam, ambos de nacionalidad francesa. Según los informes, los hermanos regentaban un bar en Molenbeek (Bruselas) y fue cerrado poco tiempo antes del atentado por tráfico de drogas. Aparentemente su radicalización no llamó la atención de nadie, tampoco de las autoridades belgas. Además Salah fue el cerebro logístico de la masacre. Se cree que alquiló varios de los autos.

Un segundo tiroteo sucedió en el teatro Bataclan, donde más de 1500 personas presenciaban el concierto. El grupo de rock llevaba tocando una hora cuando tres hombres, sin mascaras que cubrieran sus rostros,  irrumpieron gritando ¡Alá (Dios) es el más grande! cargando fusiles de asalto y cinturones explosivos. Ejecutaron sistemáticamente a los espectadores y cargaron cartuchos con toda tranquilidad.  Los asistentes huían por la parte trasera del edificio intentando escapar por las ventanas sin importar las alturas. Ante el miedo, algunos se hacían los muertos. Otros, escondidos, pedían ayuda con sus teléfonos móviles y a través de las redes sociales. “Todavía estoy en el Bataclan. Primera Planta. Herido grave. Que lancen pronto el ataque. Hay supervivientes adentro. Matan a todo el mundo. Uno por uno. Primera planta. Rápido”. Escribía en twitter uno de los espectadores atrapados en el teatro.

Dejó un saldo de 89 muertos. Dos de los tres terroristas se inmolaron cuando la policía ingresó al lugar. Uno de los participantes fue Samy Amimour, francés originario de un suburbio de París, quien estaba en la mira de los servicios de inteligencia desde 2013 cuando intentó viajar a un campamento terrorista. Sobre él había una orden de arresto internacional. El tercero, era Omar Mostefai, también francés. Las fuerzas policiales eran conscientes de su radicalización. Había estado en Siria entre el 2013 y 2014.

El supuesto autor intelectual de los atentados fue el yihadista belga Abdel Hamid Abaaud.  Articuló un grupo terrorista cuyos  integrantes superan con creses a los autores materiales del atentado. Vivió unos años en Siria y era conocido como el carnicero del Estado Islámico.

Para los fundamentalistas, la cultura distrae. Los lugares escogidos para llevar a cabo tales atrocidades no fueron elegidos al azar: calles aledañas a un estadio de futbol, un concierto de rock en un teatro, bares y restaurantes. Nos indica lo siguiente: es un ataque a un modelo de vida que no es compatible con su sistema de ideas politicas. Los talibanes hicieron lo mismo en Afganistán, prohibiendo la música, el teatro, la poesía, o miembros del ISIS, destruyendo las ruinas en Palmira o quemando bibliotecas en Irak.

Días posteriores al atentado,  el gobierno de Francia comunicó su decisión de bombardear el centro neurálgico de ISIS en la ciudad siria de Raqqa.

Convencerse de que el mal llamado Estado Islámico se encuentra lejos de occidente, constituye una falta de visión política. Daesh posee una estructura que le permite reclutar combatientes a través de internet sin necesidad de traspasar los puestos fronterizos.

María Emilia Hassan
Colaboradora de la Red Federal de Historia de las Relaciones Internacionales (CoFEI)
Departamento de Historia
IRI – UNLP