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Análisis de coyuntura N 35: ¿Qué pasó en Chile?

 

Año 2022 / Mes: septiembre / Nº 35

El Centro de Reflexión en Política Internacional fue creado en 1995 y tiene como objetivos principales: promover e impulsar una instancia de análisis, discusión y seguimiento de la política internacional argentina, analizada en sus diversas fases pasadas, presentes y futuras; y constituir un ámbito de capacitación, actualización y producción académica en Política Exterior Argentina.

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¿Qué pasó en Chile?

Lic. Pablo Bezus[1]

 “[…] politics, certainly politics in a pluralist society, inevitably requires pragmatism; or, if not pragmatism, at least the acknowledgement that there are reasonable differences of opinion which political argument must try to reach across. It requires those who are committed to various political causes to be able to articulate the concerns they want the state to take up in terms which others can understand and internalize. Unless the devotees of a cause are prepared to do this, they cannot reasonably expect their fellow citizens to listen, let alone to go along” (Pettit, P.).[2]

¿Qué pasó en Chile? La pregunta apareció ya en la noche del domingo 4 de septiembre, cuando llegaban de a poco los resultados del referéndum que expresaban un rechazo amplio de los chilenos al proyecto de nueva constitución redactado por la Convención Constitucional en los meses previos. Si bien las respuestas desde la política y desde el análisis político no tardaron en llegar, es esperable que alguna distancia del evento sea necesaria para, con algo más de tiempo y un poco menos de ruido, reflexionar de modo de entender qué pasó efectivamente en Chile.

No es el objeto de este breve análisis, en ese sentido, ofrecer una respuesta a este interrogante disparador, sino simplemente recopilar algunos elementos que puedan aportar a una respuesta. Aludiré en ese sentido a tres factores que, sin excluir otros, considero no pueden ser dejados de lado: los contenidos, las formas y el contexto.

Comenzando por lo primero, varios análisis han señalado lo radical del cambio que la constitución propuesta significaba.[3] La constitución pretendía ser, de hecho, el inicio de un nuevo Chile, de ahí que no se modificara la carta magna heredada de la dictadura pinochetista (cuyo origen ilegítimo parece obstruir toda posibilidad de legitimarla a través de un proceso de reforma: es un vicio de origen irreparable) sino que se creara una nueva. Una nueva constitución implica una revisión de todas las dimensiones del acuerdo político societario que rige la existencia de la nación chilena, o lo que es lo mismo: supone una evaluación de las distintas esferas de la vida política, social y cultural chilena.

El primer capítulo de la Constitución ya lo muestra con claridad al declarar a Chile como un “Estado social y democrático de derecho […] plurinacional, regional y ecológico [… que] se constituye como una república solidaria. Su democracia es inclusiva y paritaria”.[4] El carácter social aparece antes que el democrático, ¿debemos entender que hay en los redactores del texto, de forma más consciente o tal vez completamente inconsciente, un orden lexicográfico, en términos rawlsianos, entre estas dos propiedades del Estado? Lo que es lo mismo, ¿es primero un Estado social y luego un Estado democrático? Esto puede sostenerse si aceptamos la idea de que únicamente un Estado en el que ciertas condiciones sociales se cumplan (la definición de estas condiciones puede variar en tiempo y lugar) puede calificarse de democrático, idea que ha sido repetidamente expuesta en distintas elaboraciones y revisiones de la teoría democrática por la ciencia política moderna.[5] O tal vez la enunciación de una propiedad antes que otra en el artículo primero no es más que un orden aleatorio. En cualquier caso, el orden de la enunciación no es superfluo, especialmente en un texto constitucional sobre el cual tendrán que realizarse, de regir, futuras operaciones de interpretación.

Volviendo a la diversidad de esferas abarcadas en el proyecto constitucional, desde la dimensión política ha de destacarse la eliminación del Senado y el establecimiento, en reemplazo de este, de una Cámara de las Regiones, además de la habilitación de la reelección presidencial inmediata.[6] Desde la dimensión social, la consagración de ciertos derechos como la salud, la educación, el agua, y también el aborto y la muerte digna. A la vez, el Estado chileno se declaraba plurinacional, lo que implicaba, entre otras cosas, una virtual partición del sistema de justicia; y, finalmente, ecológico, reconociendo los derechos de la naturaleza y estableciendo la obligación del Estado de garantizar la vigencia de estos. Esta variedad de agendas, que abarcan lo político, lo social, lo cultural y lo ambiental, pueden dar riqueza al texto pero también dificultar la reunión de apoyos a este. En este sentido pueden señalarse dos cuestiones: primero, el desacople de las agendas, y segundo, la obstrucción de unas con otras.

Empezando por el desacople, la pregunta es hasta qué punto la constitución propuesta reflejó la agenda que, originalmente, impulsó su génesis. Naturalmente, debemos retrotraernos para esto a las protestas que tuvieron lugar en 2019[7] (originadas, recordemos, por el aumento en el costo del transporte público, que rápidamente dieron lugar a un conjunto de reclamos y reivindicaciones mucho más amplio; claramente podrían buscarse antecedentes en los años previos, como las protestas estudiantiles en el 2011 y las que la precedieron y el proyecto de reforma constitucional que la ex presidenta Michelle Bachelet impulsó en la última parte de su segundo mandato). ¿El cuestionamiento al status de las condiciones político sociales en 2019 incluía, por ejemplo, la agenda del multiculturalismo y del ecologismo? Y si lo hacía, ¿hasta qué punto?

Al desacople de las agendas puede agregarse el segundo punto que mencionamos: la existencia de tensiones entre las distintas agendas o dimensiones de la propuesta constitucional. El apoyo decidido que sectores de la población tal vez pudieran dar a algunas de las agendas (por caso, al del reconocimiento explícito de ciertos derechos sociales) que incluía el proyecto, es decir, a algunos aspectos de la reforma, puede haber sido anulado por el rechazo de mayor intensidad relativa que le generaban otras agendas o aspectos del proyecto, así como el temor a la radicalidad del cambio.[8]

Pasando ahora a las formas, lo primero que deberíamos notar es la extensión del proceso, desde el inicio de las protestas y el “Acuerdo Por la Paz Social y la Nueva Constitución” alcanzado por las fuerzas políticas en noviembre de 2019 hasta la elección de este primer domingo de septiembre de 2022. En el medio, un plebiscito[9], la pandemia de Covid-19 (que retrasó los tiempos de la votación para la conformación de la Asamblea[10]) y el recambio presidencial que tuvo lugar este año.[11] El consenso político que, de alguna manera, se alcanzó en 2019 como salida a la crisis social que se había desatado, parece encontrar ahora un obstáculo no en la política misma sino en la ciudadanía. Es posible, sin embargo, que este obstáculo haya sido generado por los propios errores políticos de quienes impulsaron el texto. ¿Fue la predominancia ideológica de izquierda en la Convención un obstáculo para la reunión de apoyos al nuevo texto constitucional, relacionando esto con la cuestión ya mencionada de la radicalidad de los cambios propuestos? La mayoría ideológica evitó la necesidad de buscar acuerdos o consensos políticos sociales más amplios. Esto tuvo como resultado una apuesta arriesgada: o se tenía éxito y se lograba un cambio rotundo con la adopción de la nueva constitución, o se fracasaba y se volvía a punto muerto. ¿Faltó acaso en esta etapa constituyente una dosis de pragmatismo mayor en los sectores mayoritarios de la Convención? ¿Faltó tal vez política? Algunos análisis señalan, en este sentido, que parte del problema puede haber residido en el hecho de que la ciudadanía haya votado mayoritariamente, en el plebiscito de 2020, por que sea una Convención Constituyente elegida específicamente para ese fin la que redactase la nueva carta constitucional, y no una convención mixta que incluyera la participación de miembros del Poder Legislativo, es decir, de políticos profesionales que vinieran de los partidos políticos.[12]

La mayoría que rechazó el proyecto de Constitución fue bastante importante: 61,8% (7.8 millones) contra un 38,1% que la aceptó (4.8 millones).[13] Técnicamente, la mitad más uno de los votos hubiera sido suficiente tanto para el rechazo como para la aceptación del texto; no obstante, ¿hubiera sido verdaderamente una victoria que la constitución fuese aprobada por la mitad más uno de los votos? La constitución aparece como un contrato que refleja los principios básicos compartidos sobre los cuales se acepta vivir en comunidad; la profunda crisis social en Chile pareció dejar al descubierto que había diferencias fundamentales respecto a los términos del contrato vigente. Ahora, si bien la unanimidad es un ideal al que nadie puede aspirar seriamente, sí es deseable que al menos sobre estas normas fundamentales haya un consenso lo más amplio posible. Y el consenso no es un a priori, es el fruto de una operación política y discursiva. El fracaso de la Convención no es tanto el no haber sido capaces de redactar una constitución que convenciera a la mayoría de la población, sino el haber sido incapaces de construir un consenso mínimo.

Finalmente, aludir al contexto es aludir (principalmente aunque, por cierto, no únicamente) al cambio de gobierno operado en marzo de este año y a un hecho fundamental: no se puede suponer que los votantes hagan una distinción entre lo coyuntural y lo estructural. La llegada al poder de Gabriel Boric, un político del ala progresista asociado con el proceso constituyente, enlaza, de alguna forma, ambas cuestiones: el rechazo o la desaprobación de Boric pueden traducirse fácilmente en un rechazo al proyecto de constitución con el que este está asociado.[14] Es lo que podríamos llamar un “voto castigo”. Este voto castigo, sin embargo, es radicalmente diferente al que puede recibir un gobierno en una elección parlamentaria intermedia, porque no se trata de debilitar o fortalecer al gobierno de turno (aunque, ciertamente, los resultados sí debilitan o fortalecen al gobierno de turno), sino, nuevamente, de definir un conjunto de principios básicos que regulen la vida en común, los cuales es esperable que rijan por un período de tiempo mucho más extenso que el de cualquier gobierno particular. La distinción entre lo coyuntural y lo estructural es, aunque no menor, analítica.

En conclusión, los resultados del plebiscito que determinó el rechazo al proyecto de constitución responden seguramente a diversos factores; nos limitamos a señalar aquí algunos de ellos (cada uno de los cuales debe ser objeto de una mayor profundización) que apuntan al contenido de la propuesta pero también al proceso que llevó a ella y el contexto en que esta elección se realiza. De todo lo dicho, hay un aspecto que nos resulta de mayor relevancia y que justifica la elección del epígrafe: la falta de cierta dosis de pragmatismo que requiere siempre la construcción de cualquier consenso pero más aún en tiempos convulsionados, de crisis y polarización como los presentes.

Notas

[1] Licenciado en Ciencia Política y Relaciones Internacionales (UCaLP) – Maestrando en Filosofía Política (UBA) – Miembro del CERPI, IRI, UNLP. Contacto: bezuspablo@gmail.com, Twitter: @PabloBezus

[2] Pettit, P. “Republicanism. A theory of freedom and government”. New York, 1997, Oxford University Press, p.136.

[3] Por ejemplo en S/A, “Chile rechazó la nueva Constitución: las cinco razones del por qué”, Ámbito Financiero, 5 de septiembre de 2022, https://www.ambito.com/mundo/chile/rechazo-la-nueva-constitucion-las-cinco-razones-del-que-n5527174

[4]Puede consultarse el texto en https://www.chileconvencion.cl/wp-content/uploads/2022/08/Texto-CPR-2022-entregado-al-Pdte-y-publicado-en-la-web-el-4-de-julio.pdf

[5] Mencionemos solo dos ejemplos, un texto clásico de la sociología política que encarnaba las llamadas teorías de la modernización en la pos-segunda guerra mundial y un texto de nuestras latitudes cuyo autor falleció recientemente: Lipset, S. M., El hombre político: las bases sociales de la política. Madrid, 1987, Tecnos; y Nun, J. Democracia. ¿Gobierno del pueblo o gobierno de los políticos? Buenos Aires, 2015, Capital Intelectual. Agreguemos que hay una leve diferencia entre sostener que determinadas condiciones sociales son necesarias para tener una democracia efectiva (una democracia que funcione con ciertos niveles de estabilidad) y sostener que una democracia considerada como tal no lo es en realidad por no cumplir con tales requisitos en el orden social: la primera posición está más cerca de una concepción procedimental de la democracia (¿cómo hacer que la democracia funcione y que lo haga sostenidamente en el tiempo?), mientras que la segunda nos acerca a una posición mucho más sustantiva de esta (¿es esta una verdadera democracia?). La distinción no implica, sin embargo, una contradicción entre ambas formas de entender a la democracia.

[6] Sobre este último aspecto puede leerse a Sáez-Vergara R., “Reelección inmediata en la nueva Constitución de Chile: de innovación, poco”, El Espectador, 3 de septiembre de 2022, https://www.elespectador.com/mundo/america/reeleccion-inmediata-en-la-nueva-constitucion-de-chile-de-innovacion-poco-noticias-hoy/

[7] Un repaso del proceso que, a partir de las protestas de 2019, terminó llevando a la votación de esta constitución este año en Torres C., “Chile define su Constitución: cómo surgió, qué propone y qué pasará si no se aprueba”, Infobae, 3 de septiembre de 2022, https://www.infobae.com/america/america-latina/2022/09/03/chile-define-su-constitucion-como-surgio-que-propone-y-que-pasara-si-no-se-aprueba/

[8] S/A, “Chile rechazó la nueva Constitución: las cinco razones del por qué”, Ámbito Financiero, 5 de septiembre de 2022, https://www.ambito.com/mundo/chile/rechazo-la-nueva-constitucion-las-cinco-razones-del-que-n5527174. Para José María del Pino, “la izquierda se olvidó de que Chile es un país moderado”: Del Pino J. M., “Plebiscito: la izquierda se olvidó de que Chile es un país moderado”, Clarín, 4 de septiembre de 2022, https://www.clarin.com/mundo/plebiscito-izquierda-olvido-chile-pais-moderado_0_B7WbmYJd2Q.html

[9] El plebiscito Nacional 2020, que tuvo lugar el 25 de octubre, tuvo una participación de 7 millones y medio de votantes, la mitad de los habilitados (a diferencia del referéndum de septiembre de 2022, no se trataba de una votación obligatoria para los ciudadanos; hay aquí un interrogante válido, ¿por qué la decisión de aprobar o rechazar una constitución amerita obligar a todos los ciudadanos a votar pero no lo hace la decisión previa sobre si debe o no redactarse una nueva constitución?), de los cuales una mayoría cercana al 80% se expresó a favor de darse una nueva constitución y hacerlo a través de una convención constituyente. Véase Molina P., “4 claves para entender la consulta en la que ganó la opción de cambiar la Constitución de Pinochet”, BBC, 23 de octubre de 2020, https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-54630310.

[10] Prevista para abril, tuvo lugar finalmente en octubre.

[11] El presidente Gabriel Boric, un dirigente de 36 años de importante participación en las movilizaciones estudiantiles de 2011, que triunfó en la segunda vuelta presidencial en diciembre de 2021 contra José Antonio Kast y asumió en marzo del presente año.

[12] Por ejemplo en Torres C., “Por qué pasó, qué viene y qué pasará con el gobierno en Chile luego del rechazo a la nueva Constitución”, Infobae, 5 de septiembre de 2022, https://www.infobae.com/america/america-latina/2022/09/05/por-que-paso-que-viene-y-que-pasara-con-el-gobierno-en-chile-luego-del-rechazo-a-la-nueva-constitucion/. La alusión a los partidos políticos no es arbitraria: una nota fundamental de la elección para la conformación de la Convención Constitucional fue el “éxito contundente de los independientes ligados a la movilización social de 2019. De los 155 miembros de la Convención Constitucional, 103 no tenían militancia en la política tradicional” (Titelman N., “¿Adónde fue a parar el apoyo al proceso constituyente chileno?”, Nueva sociedad, septiembre 2022, https://www.nuso.org/articulo/Chile-plebiscito-constitucion/).

[13] Torres C., “El día después del Plebiscito en Chile: cinco escenarios que se proyectan tras el amplio triunfo del Rechazo”, Infobae, 5 de septiembre de 2022, https://www.infobae.com/america/america-latina/2022/09/05/el-dia-despues-del-plebiscito-en-chile-cinco-escenarios-que-se-proyectan-tras-el-amplio-triunfo-del-rechazo/

[14] Esto está planteado, por ejemplo, en Torres C., “Por qué pasó, qué viene y qué pasará con el gobierno en Chile luego del rechazo a la nueva Constitución”, Infobae, 5 de septiembre de 2022, https://www.infobae.com/america/america-latina/2022/09/05/por-que-paso-que-viene-y-que-pasara-con-el-gobierno-en-chile-luego-del-rechazo-a-la-nueva-constitucion/; Titelman N., “¿Adónde fue a parar el apoyo al proceso constituyente chileno?”, Nueva sociedad, septiembre 2022, https://www.nuso.org/articulo/Chile-plebiscito-constitucion/ ; y S/A, “Chile rechazó la nueva Constitución: las cinco razones del por qué”, Ámbito Financiero, 5 de septiembre de 2022, https://www.ambito.com/mundo/chile/rechazo-la-nueva-constitucion-las-cinco-razones-del-que-n5527174