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La asfixia de Gaza

«El exilio es una condición existencial que nos obliga a forjar nuevas identidades y comunidades en tierras extrañas». Edward Said
“Antes de embarcarte en un viaje de venganza, cava dos tumbas”. Confucio

 

De acuerdo a la Real Academia Española (RAE, 2023), se entiende por asfixia a la “aniquilación de algo o grave impedimento de su existencia o desarrollo”.

El actual conflicto en la Franja de Gaza, en Territorio Palestino Ocupado, Medio Oriente, nos convierte en testigos aterrados tanto por el sufrimiento como por la maldad y desidia humana, en un contexto de enfrentamiento caracterizado por la multidimensionalidad y la intensidad en lo político, social, económico, sanitario, ambiental – ecológico.

La negación del ”otro” resulta ser el punto de partida para una “asfixia” mutua que hoy parece no tener fin.

La asfixia político – social

La Franja de Gaza ha estado bajo ocupación o absoluto control israelí desde 1967 y, desde entonces, sometido a la voluntad política de los diferentes gobiernos en Tel Aviv. A lo largo de estos años, han habido diversas estrategias de “qué hacer con Gaza” que variaron desde dejarla bajo el control de la Autoridad Palestina, en concordancia con los Acuerdos de Oslo que promovían una administración autónoma (sin derecho a soberanía), o el desmantelamiento de las colonias judías en esa región y retiro de fuerzas militares israelíes, encauzada por el Primer Ministro Ariel Sharon y, más recientemente, la política implementada por el actual Primer Ministro Bibi Netanyahu que consistió en sitiar a todo el territorio de Gaza e impedir cualquier contacto con el exterior.

Los horrorosos crímenes y aterradores hechos del 7 de octubre del 2023, planificados y ejecutados por Hamas y Jihad islámica en territorio israelí, han provocado una esperable reacción por parte del gobierno de Netanyahu que implica una nueva estrategia hacia la Franja de Gaza.

Antes de analizar los eventuales desenlaces de esta nueva etapa en el centenario del conflicto entre palestinos y sionistas (israelíes después de 1948), miremos cuál fue la estrategia de Netanyahu a lo largo de sus 16 años como primer ministro. Netanyahu diseñó y ejecutó un claro plan para dividir a los palestinos, no solo geográficamente entre Gaza y Cisjordania, sino también ideológicamente, instigando la idea de que “no hay un grupo con decisión entre los palestinos con quienes negociar”. Su estrategia fue siempre perjudicar deliberadamente a la Autoridad Palestina que gobierna Cisjordania exacerbando su ineficiencia, favoreciendo la corrupción y convirtiéndola en ineficaz, salvo en los casos que necesita su débil y precaria fuerza policial para controlar a los propios palestinos que pudieran protestar contra la ocupación israelí. Mientras tanto, el ejército israelí se dedica a facilitar, proteger e incentivar los asentamientos de colonos palestinos (que ya suman 700.000) arrestando a cualquier palestino que pone resistencia y sometiéndolo a detenciones sumarias arbitrarias bajo la ley militar, mientras los colonos pueden recurrir a tribunales civiles israelíes a pesar de que no están en territorio israelí y son liberados inmediatamente aun cuando matan a un palestino con armas que la ley les habilita a portar, algo que es negado a toda persona no judía en los Territorios Ocupados.

En Gaza, Netanyahu promovió el crecimiento del grupo fundamentalista extremista Hamas que, desde 2007, controla el territorio tras un golpe de estado que terminó con la presencia de la Autoridad Palestina en ese territorio. El gobierno israelí, facilitando el ingreso de dinero donado por Qatar, por un lado, mantenía viva la amenaza contra Israel, lo cual le permite esgrimir legítima defensa y, por el otro, se jactaba de tener controlado al grupo islamista con muy poco y aislado con la frontera más segura e inexpugnable del planeta sustentada con sistemas de inteligencia y vigilancia sin paralelo en el mundo. Netanyahu prometió a los israelíes que sólo él podría garantizar la total seguridad de Israel y la inviolabilidad de la frontera con Gaza. La realidad del 7 de octubre demostró lo contrario. (Shumsky, 2023)

Netanyahu es quien ahora conduce la respuesta israelí a los sangrientos ataques de Hamas, ordenando la destrucción masiva de la infraestructura sin discriminar entre edificios públicos, viviendas, escuelas, hospitales o templos religiosos (lugares en donde típicamente se refugian quienes han perdido sus casas, pertenencias y parte de la familia) La estrategia es convertir a Gaza en un lugar inhabitable, destruirla a tal punto que la vida no sea posible ni viable. Los llamados públicos del gobierno y ejército israelí a abandonar Gaza serían irrisorios si no fueran trágicos y lamentables.

Gaza está bloqueada por el propio Israel y sus promesas a los residentes que abandonen “temporariamente” sus hogares para salvarse suenan más a “no tienen alternativa”. Israel está sofocando a una población que ya se siente ahogada, está estrangulando a una sociedad que ha sido desplazada y despojada de sus tierras, hogares, derechos y esperanzas más de una vez. Es la asfixia de seres humanos que no ven salida a su drama existencial y que, tal vez, presten su oído a los fundamentalistas de Hamas que auspician la lucha hasta el final, el martirio y la inmolación como única vía de liberación.

Publicaciones verificadas del Ministerio de Inteligencia israelí explicitan que las acciones  más recomendables después de los bombardeos masivos y la ocupación terrestre, empujando a la población hacia el sur de Gaza, serían: apertura de rutas y desbloqueo y apertura forzosa de la frontera con Egipto en Rafah para empujar la evacuación, seguida por el establecimiento de campamentos de refugiados y eventual relocalización de los palestinos en el territorio egipcio del Sinaí.

 Concretamente, las opciones para los palestinos de Gaza serían la continuación de la asfixia viviendo en escombros bajo bombardeos constates y sin ningún tipo de garantías que les corresponden por el Derecho Internacional, la emigración masiva al sur que significa una nueva relocalización forzada y el preludio de una expulsión a Egipto de donde jamás podrían volver, teniendo en cuenta las experiencias de los palestinos refugiados hace más de medio siglo en el Líbano, Jordania y Siria, o simplemente la muerte, ya sea como víctimas de los bombardeos israelíes y la inminente invasión terrestre, o para los osados y desesperados, alistándose a las filas de Hamas e inmolarse como mártires.

El verdadero problema es que Netanyahu y sus aliados de la extrema derecha israelí fomentan la idea de que el estado de Israel debe ocupar todo el territorio desde el Mediterráneo hasta el río Jordán, con lo cual es imprescindible la conquista y subsecuente expulsión o sometimiento brutal de todos los palestinos en esos territorios. Coincidentemente, Hamas quiere exactamente lo mismo, pero al revés. Ninguno garantiza la paz ni la coexistencia, ambos promueven más odio, destrucción y violencia.

La asfixia ambiental y sanitaria

 Ante los hechos expuestos, la red pública y la planta de agua de Gaza dejaron de funcionar y la gente está recurriendo a agua salada o agua sucia de los pozos, aumentado el riesgo de enfermedades transmitidas por agua, ante el no funcionamiento de las plantas de tratamiento de aguas residuales ni de las desalinizadoras. El territorio palestino también carece de electricidad desde el 11 de octubre debido a la falta de combustible que requiere la planta generadora, y esto afecta el suministro de agua. El combustible es la única manera de que la gente tenga agua potable. De lo contrario, la gente empezará a morir de deshidratación grave, entre ellos, niños, ancianos y mujeres. Además, si bien han ingresado insumos humanitarios a Gaza, continúan siendo insuficientes (CCN Español, 2023; Naciones Unidas, 2023).

De acuerdo a Naciones Unidas (2019), a partir el colapso de las fuentes naturales de agua potable en Gaza y la incapacidad de los palestinos para acceder a la mayoría de sus fuentes en Cisjordania, el agua se ha convertido en un símbolo potente de la violación sistemática de los derechos humanos en los Territorios Palestinos Ocupados. Desde 2017, más del 96% del acuífero costero de Gaza, la principal fuente de agua para los residentes gazatíes, se ha vuelto inadecuado para el consumo humano, entre otras razones, debido a la extracción excesiva para dar de beber a la población extremadamente densa de Gaza y la contaminación con aguas residuales y agua de mar. Además, mucho antes del actual conflicto, el bloqueo de 16 años por parte de Israel y las guerras asimétricas han dejado la infraestructura de Gaza gravemente paralizada y con una escasez de electricidad casi constante. En cuanto a Cisjordania, Israel extrae riquezas naturales y minerales del Mar Muerto, que se encuentra en parte en la zona ocupada, para su propio beneficio, mientras que a los palestinos se les niega el acceso a estos recursos (Naciones Unidas, 2019).

La imposibilidad de acceso a agua limpia por daño a los acuíferos y a la infraestructura, y la falta de combustible y electricidad para el funcionamiento de las plantas potabilizadoras, restringe gravemente el derecho humano de acceso al agua. Ya son tres semanas que Gaza no tiene agua potable, y el sistema de desagüe de aguas tratadas no está funcionando. La contaminación, sumada al impacto químico de los bombardeos (gas mostaza y fósforo blanco), incluso en escuelas y hospitales, repercuten gravemente en la salud de quienes aún sobreviven en la Franja, incurriendo, al mismo tiempo, en una grave violación al Derecho Internacional Humanitario.

En medio de la pérdida de indefensas víctimas civiles, el desplazamiento de población y los inconmensurables daños en infraestructura, la guerra causa considerable destrucción y degradación del medio ambiente y, en algunos casos, daños irreparables para los ecosistemas. Los conflictos armados provocan daños a la salud, a la disponibilidad de agua y de alimentos, y a la integridad de las personas; como así también al medio ambiente, cuyos efectos persisten aún mucho después de la finalización de un conflicto.

A partir de una mirada histórica y del corpus del Derecho Internacional Humanitario, finalizada la Segunda Guerra Mundial, se convinieron las “leyes de la guerra” a través de los Convenios de Ginebra de 1949 relativos a la protección de las víctimas de los conflictos armados internacionales. Dichos Convenios son tratados universalmente aceptados que protegen a los heridos y los enfermos, los náufragos, los prisioneros de guerra y las personas civiles. Protegen, en especial, a la misión médica y al personal, las unidades, las instalaciones y los transportes sanitarios. En el afán de ampliar la protección de los Convenios a otros ámbitos importantes como el de la conducción de las hostilidades y la protección de la población civil contra los efectos de las hostilidades, se aprobaron en 1977 dos Protocolos complementarios.

El Protocolo Adicional relativo a la protección de las víctimas de los conflictos armados internacionales trata específicamente de la protección del medio ambiente en período de conflicto armado internacional. Se establece la prohibición general de emplear “métodos o medios de hacer la guerra que hayan sido concebidos para causar, o de los que quepa prever que causen, daños extensos, duraderos y graves al medio ambiente natural”.  Asimismo, se dispone que “en la realización de la guerra se velará por la protección del medio ambiente natural contra daños extensos, duraderos y graves. Esta protección incluye la prohibición de emplear métodos o medios de hacer la guerra que hayan sido concebidos para causar o de los que quepa prever que causen tales daños al medio ambiente natural, comprometiendo así la salud o la supervivencia de la población. Quedan prohibidos los ataques contra el medio ambiente natural como represalias”.

El citado Protocolo también protege los bienes indispensables para la supervivencia de la población civil, estipulando la prohibición, como método de guerra, de hacer padecer hambre a las personas civiles; y protege las obras e instalaciones que contienen fuerzas peligrosas, definiendo que las presas, los diques y las centrales nucleares de energía eléctrica, no serán objeto de ataques.

La actual guerra en Medio Oriente expone la violación a principios consagrados del Derecho Internacional Público tales como el principio de la igualdad soberana de los Estados; de abstención de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado; de no intervención en los asuntos internos de los Estados; de cooperación pacífica; de igualdad de derechos y de libre determinación de los pueblos; de respeto de derechos humanos. En este mismo sentido, el conflicto actual denota la violación al derecho de acceso a un medio ambiente limpio, sano y sostenible como un derecho humano universal; como así también al derecho humano al agua y al saneamiento (Elias, 2022).

Así, “los Estados están obligados a garantizar que el disfrute de los derechos humanos no se vea afectado por los daños ambientales, y a adoptar marcos legales e institucionales que protejan contra cualquier daño ambiental que interfiera con el disfrute de los derechos humanos” (Naciones Unidas, 2019).

Si bien los hechos demuestran que las convenciones internacionales no suelen ser suficientes para proteger el medio ambiente, como tampoco la población civil; resulta fundamental que la comunidad internacional y las instituciones que la representan, respeten, apliquen y fortalezcan las normas de Derecho Internacional Humanitario, como así también llevar a los responsables de la destrucción ante la justicia y obtener reparaciones (Elias, 2022). A esta altura de las penosas y dolorosas circunstancias, no quedan dudas que Gaza ya es un ejemplo tanto de genocidio como de ecocidio para la comunidad internacional.

Reflexiones finales

Israel provoca una actual asfixia política, social, física, ambiental de la población de Gaza; con el objetivo final de forzar la emigración masiva de palestinos fuera de lo que el gobierno de turno considera su estado “ideal”. Se percibe claramente en estas políticas la intención de limpieza étnica.

Israel pretende que los gazatíes se vayan de su propio territorio o, en todo caso, provocar que el otro quiera eliminar a quien lo está asfixiando, con lo cual legitima y justifica su propia violencia contra los palestinos. Si Israel no termina con esta política, puede terminar asfixiándo al otro y a sí mismo pero, fundamentalmente, asfixia al proceso de paz que es la única salida posible al conflicto.

Gaza se está quedando sin agua… Gaza se está quedando sin alimentos ni insumos médicos… Gaza se está quedando sin vida… Gaza se está asfixiando…

Guillermina Elias
Departamento de Medio Ambiente
IRI – UNLP
Sergio Jalil
Universidad de Salamanca
Centro de Estudios Libaneses para América Latina – CELIBAL

Referencias

CNN Español (2023). “Los habitantes de Gaza se ven obligados a beber agua sucia y salada al agotarse el combustible necesario para el funcionamiento de los sistemas de agua potable”. 24 Octubre. Disponible en línea en: https://cnnespanol.cnn.com/2023/10/24/gaza-beber-agua-sucia-salada-combustible-trax/
Elias, G. (2022). “La guerra silenciosa y silenciada”. Diario Los Andes. Sábado 28 de mayo. Mendoza. Disponible en línea en: https://www.losandes.com.ar/opinion/la-guerra-silenciosa-y-silenciada/
Naciones Unidas (2019). “Israel viola los derechos humanos al explotar los recursos naturales palestinos, según experto”. Disponible en línea en: https://news.un.org/es/story/2019/03/1453031
Naciones Unidas (2023). “Israel-Palestina: La situación humanitaria empeora vertiginosamente en Gaza”. 14 de octubre. Disponible en línea en: https://news.un.org/es/story/2023/10/1524892
Real Academia Española (RAE) (2023). “Asfixia”. Disponible en línea en: https://dle.rae.es/asfixia
Shumsky, D. (2023). “Why did Netanyahu want to strengthen Hamas”. Haaretz Newspaper, Opinion, October 11