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Aniversario de la invasión rusa a Ucrania por Juan Alberto Rial

Juan Alberto Rial [1]

El 24 de febrero de 2022, tras meses de informes de la inteligencia anglosajona advirtiendo sobre una inminente agresión de la Federación Rusa a Ucrania, se concretaba la invasión de las fuerzas rusas al territorio de su vecino occidental.

La retórica del presidente ruso Vladimir Putin ha creado un relato al respecto sobre una “Operación Militar Especial” tendiente a “desnazificar” Ucrania, relativizando (inclusive) la existencia de Ucrania como Estado independiente y negando la existencia de una cultura ucraniana.

La realidad es que las motivaciones directas de Moscú se encuentran relacionadas con la posible expansión de la OTAN hacia sus fronteras, incorporando a Kiev como nuevo socio. Al respecto, cabe recordar que tras la caída del Muro de Berlín, el 9 de noviembre de 1989, y la extinción de la Unión Soviética el día 26 de diciembre de 1991, la Organización del Tratado del Atlántico Norte se quedó sin contraparte. Recordemos que la Alianza nació para frenar el avance de la amenaza comunista sobre Europa, y así lo graficaba su primer Secretario General de la OTAN, el británico Lord Ismay: la Alianza no era más que un invento anglosajón “para mantener a los rusos fuera, a los americanos dentro y a los alemanes abajo”1. No existiendo más dicha amenaza (Fin de la Historia y demases)… ¿Para qué continuar con la misma? Fue entonces la oportunidad en la cual la OTAN se reinventó, y en lugar de disolverse o quedar en “stand by”, Washington aprovechó el “momento unipolar” para hacer más amplio el escudo que pudiera utilizar contra las amenazas por venir. Fue así que en 1991 de sus 16 miembros a los 30 de la actualidad. Casi la totalidad (excepción hecha de Georgia y Ucrania) de los ex satélites de Moscú se incorporaron a las filas de Bruselas2. El anillo de seguridad que había entre las dos principales potencias nucleares se disipó, y ahora la Alianza construida por Washington para enfrentar a Moscú llega hasta las propias fronteras de Rusia. Es claro que tras la desintegración de la URSS los rusos no tenían herramientas para evitar que el proceso se llevara adelante, pero también es cierto que la coyuntura no iba a ser la regla, y más temprano que tarde, Moscú volvería a levantar la voz y reclamar la “revisión” de lo hecho en su “ausencia”. Hoy día, con más de 6.255 ojivas nucleares en su poder, y con unas fuerzas armadas entrenadas y con uno de los equipamientos más modernos del mundo, Rusia entiende que hay que volver a charlar sobre el estado de cosas desde 1990 a esta parte. Ahora mismo estamos siendo testigos de esa discusión. Sería sencillo tildar estas aseveraciones de ingenuas y fundadas nada más que en buenas intenciones. Sin embargo, el arquitecto de la política de la contención a la Unión Soviética, George Kennan, fue uno de los primeros en señalar como “trágica” la expansión de la OTAN. Así se lo manifestó a Bill Perry (Secretario de Defensa del presidente Bill Clinton), quien hablara telefónicamente con Kennan el 2 de mayo de 1998 después de que el Senado de los EE.UU. aprobara la ampliación de la OTAN. Kennan le manifestó: “Pienso que es el inicio de una nueva Guerra Fría. Creo que los rusos reaccionarán de a poco pero con creciente hostilidad, y que esto afectará su política. Creo que la ampliación de la OTAN es un error trágico. No había la menor razón para hacerlo. Ya nadie era amenaza para nadie. Esta expansión haría que los padres fundadores de este país se revuelquen en sus tumbas… Nos hemos comprometido a proteger a un montón de países sin tener ni los recursos ni la intención de hacerlo seriamente. La expansión de la OTAN la decidió muy alegremente el Senado, que no tiene el menor interés en la política exterior. Lo que más me molestó fue la superficialidad del debate y lo mal informados que estaban los senadores. Me indignó que se hablara de Rusia como un país que se moría de ganas de invadir Europa Occidental…”3

Por otro lado, a mayor abundamiento, la República Popular de China ha ido en la misma senda. Más allá de que no se ha decantado abiertamente por la Federación Rusa (en la sesión de emergencia del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas celebrada el día 21 de febrero China se abstuvo) ha criticado abiertamente el proceso de expansión de la Alianza Atlántica ante la ONU4.

Teniendo en mente la situación de “asedio” que Moscú vive ante este constante avance de los adversarios que ha sabido tener desde finales de la Segunda Guerra Mundial, y en el entendimiento de que muchos visualizan el accionar de la Federación Rusa como meramente defensivas, tenemos que recordar que no todo es “real politik”, y que es deseable que las relaciones entre las unidades políticas estén regidas por reglas, y no quede tan sólo librada acciones unilaterales y reacciones de los demás sujetos del escenario internacional, en clave de poder. El tan mentado reconocimiento de las repúblicas populares de Dontesk y Lugansk es violatorio de normas tan elementales del derecho internacional como los principios de “Igualdad Soberana” (art. 2.1 de la Carta de la ONU), y el de “No Intervención” (con la consecuente violación de la integridad territorial ucraniana, borrando de un plumazo fronteras internacionales reconocidas y aceptadas, resoluciones 2131 (1965) y 2625 (1970) de la Asamblea General de la ONU). El sofocamiento de rebeliones domésticas, en la medida que se respeten el plexo penal vigente y el estándar mínimo de los derechos humanos, es una cuestión de estricta índole interna del Estado cuestionado. Por otro lado, el ingreso de fuerzas armadas rusas al territorio ucraniano (supuestamente, para evitar la represión por parte del gobierno ucraniano a los grupos ruso parlantes del Donbass) es un caso de laboratorio de “agresión”, definida por el art. 3 de la resolución 3314 (1974) adoptada por la Asamblea General de la ONU, y por ello, estamos ante un caso de la violación del Principio que prohíbe el ejercicio o la amenaza del ejercicio de la fuerza en las relaciones internacionales (art. 2.4, Carta de la ONU). Entendemos que queda reflejada la gravedad de los sucesos.

La comunidad internacional ha actuado de manera dispar: cerca de 30 países asisten militantemente con armamento a Ucrania (mayoritariamente miembros de la OTAN) por un total cercano a los 63.000 millones de dólares[2], a la vez que sostiene las baterías de sanciones contra Rusia a las que hacíamos referencia más arriba. Básicamente, Occidente ha mostrado unidad en su decisión de apoyar a Ucrania en el esfuerzo bélico frente a Rusia[3].

Por otro lado, diversas iniciativas para “desescalar” el conflicto, protagonizadas por Turquía, tuvieron ningún o pocos resultados. Otras iniciativas no terminaron de materializarse (por ejemplo, los buenos oficios de la Santa Sede[4]).

Por su parte, la Asamblea General de la ONU exigió a Rusia a retirarse de Ucrania, en la resolución “Principios para una paz general, justa y duradera en Ucrania” presentada por 60 miembros de la ONU y la Unión Europea, y votada favorablemente por 142 de los integrantes, 7 en contra (Bielorrusia, Corea del Norte, Eritrea, Mali, Nicaragua, Siria y por supuesto Rusia) y 32 abstenciones (entre ellos, China, India, Pakistán, Angola, Etiopía, Argelia, Sudáfrica, Zimbabue, Bolivia, Cuba, El Salvador y otros)[5]. Más allá de lo categórico del lenguaje utilizado en la resolución adoptada, su efecto vinculante es entre nulo y escaso, no porque no haya fundamentos legales para exigir lo exigido en la misma, sino porque la AGNU no tiene competencias (a priori) para generar efectos obligatorios para un Estado miembro a través de una resolución. Podemos reiterar, como lo decíamos recientemente, que Naciones Unidas ha demostrado, una vez más, estar atada de pies y manos cuando son dos de sus miembros permanentes los que, directa o indirectamente, se encuentran frente a frente en un conflicto armado.[6] Sin embargo, esta no es la primera ni la última vez que ello sucede. Huelga recordar la ausencia de herramientas al alcance de la ONU cuando se produjo la intervención americana en Vietnam (1964), las intervenciones soviéticas en Hungría (1956) y Checoslovaquia (en 1968, tras la Primavera de Praga) y la invasión soviética a Afganistán (1979), la invasión y posterior ocupación americana a Afganistán (2001) e Irak (2001), entre numerosos ejemplos. Cuando la ONU fue creada, fue ideada para no poder tomar acción alguna contra las principales potencias de aquel entonces (1945), a la sazón, los miembros permanentes del Consejo de Seguridad.

La situación se ha estancado, en una suerte de “stand by”, con final abierto aunque la coyuntura aparece como aparentemente favorable a Moscú. Las bajas se cuentan por cientos de miles para ambos bandos y los refugiados y desplazados por millones, en un fenómeno de una magnitud que Europa no ha vivido desde la Segunda Guerra Mundial.

1 Ver https://www.iri.edu.ar/index.php/2019/12/05/70-anos-de-la-otan/

2Ver https://www.iri.edu.ar/index.php/2019/12/05/70-anos-de-la-otan/

3Ver Esta es la guerra de Putin, pero Estados Unidos y la OTAN no son enteramente inocentes – LA NACION

4Ver China critica a EEUU y ampliación de la OTAN en crisis de Ucrania – Infobae

[1] Profesor de Derecho Internacional Público, Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, Universidad Nacional de La Plata; Magister en Relaciones Internacionales, Instituto de Relaciones Internacionales, UNLP; Coordinador del Departamento de Seguridad Internacional y Defensa, IRI-UNLP; Secretario del IRI – UNLP.

[2] Ver Cómo Putin ha desatado la guerra más global desde 1945 | Internacional | EL PAÍS (elpais.com)

[3] Ver Apuntes sobre la última Cumbre de Seguridad de Munich | Instituto de Relaciones Internacionales (iri.edu.ar)

[4] Ver Las contradicciones de Francisco frente a la guerra de Ucrania – LA NACION y Ucrania rechazó la mediación del Vaticano en la guerra con Rusia (telam.com.ar)

[5] Ver Ucrania: La Asamblea General “recalca la necesidad de alcanzar una paz general, justa y duradera” | Noticias ONU

[6] Ver https://www.iri.edu.ar/index.php/2023/02/22/apuntes-sobre-la-ultima-cumbre-de-seguridad-de-munich/