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El auge de Wall Street y su futuro: los optimistas, los pesimistas y los motores del alza

Observando el alza del Mercado de Valores de Nueva York (Wall Street), determinante para el movimiento del resto de los mercados, que es acompañado, además, por algunas Bolsas europeas, se formaron dos corrientes de opinión.

Una, optimista, considera que el Mercado es resilente a la guerra arancelaria de Donald Trump y a los múltiples conflictos bélicos existentes y que hay sobrados motivos para el crecimiento de los valores actual y futuro. Otra, más sombría, alerta sobre la generación de una burbuja que puede terminar en una nueva crisis.

Desde el inicio del año pasado, cuando se lanzó la ofensiva arancelaria, Wall Street cayó fuertemente en abril y luego se recuperó y, a comienzos de agosto el índice Standard & Poor estuvo un 3% por encima de febrero y el Dow Jones igual a febrero. Pero desde 2020 su crecimiento fue de 111% y 57% respectivamente, mientras que, en ese lapso, el PBI de EE.UU. aumentó sólo un 15%.

¿Este movimiento es peligroso?

La visión optimista: esta vez es diferente.

El libro de Kenneth Rogoff y Carmen Reinhart, de historia de las crisis financieras se titula “Esta vez es diferente” lo que alude a que, ante un alza de los mercados alguien considera que, por tales y cuales razones, esa alza es insustentable advirtiendo que hay una burbuja y un peligro de crisis. Y los optimistas replican que “esta vez es diferente”, que hay nuevas condiciones que justifican y sostienen el auge.

Una visión optimista es la de Rick Reider, del Financial Times, que sostiene que el ruido político ya no altera a los mercados porque la economía estadounidense ha resistido, contradiciendo las expectativas previas a los aumentos de tarifas. En teoría, los aranceles y los sobresaltos geopolíticos deberían aumentar los precios de los derivados que aseguran contra el impago de deuda y ampliar los diferenciales entre las tasas de interés del crédito frente a los índices de referencia, pero eso no ha sucedido. Por el contrario, las primas ofrecidas para atraer inversores en nuevas emisiones de bonos igualan los mínimos anteriores a la pandemia.

Una razón de la resilencia económica, considera el analista, es que en la actualidad los servicios generan el 81% del PBI estadounidense y el 69% del gasto de los consumidores, frente al 38% en la década de 1940, por lo que el mercado puede absorber los traumas en el comercio de mercaderías.

Además, la relación entre deuda y patrimonio de los hogares está cerca de mínimos históricos, un 50% por debajo del pico de 2008 y el costo total de los intereses que pagan los hogares es inferior al 10% del ingreso -más bajo que cualquier nivel anterior a la pandemia.

La deuda de las empresas y los hogares es más de un 30% inferior al nivel máximo alcanzado durante la Gran Crisis Financiera, y los márgenes de beneficio empresario están en 13,8%, un récord anterior a la pandemia.

Un portafolio diversificado de deuda con calificación A hoy genera ingresos del 6-7% con una volatilidad en precios cercana al 3%. Los activos titulizados y el crédito privado ofrecen rendimientos similares a las acciones, pero con expectativas de pérdida comparables a los bonos de grado de inversión. Con un uso selectivo de opciones, los retornos de la renta fija pueden alcanzar plausiblemente dígitos altos sin necesidad de perseguir bonos basura para lograr más rendimiento. Lo fundamental: esos retornos no son un extra, sino un pilar para los portafolios actuales.

Paralelamente, el desarrollo de la Inteligencia Artificial, computación en la nube, robótica y otras actividades atraen capital hacia las acciones. Las empresas tienen mucho efectivo y emplean una parte en la recompra de sus acciones, sosteniendo el mercado. Así las cosas, las correcciones de los mercados (eufemismo para las caídas) promueven compras a la espera del retorno del alza.

Por su parte, el banco de inversión Goldman Sachs sostiene en su Briefings del 25 de julio de 2025, que la expectativa de bajas en las tasas de interés y las inversiones en IA y en otras tecnologías contrarrestan los riesgos geopolíticos, el temor de un debilitamiento del dólar y las malas perspectivas fiscales de EE.UU. y los relevamientos de opinión entre inversores muestran una confianza creciente en las acciones, especialmente en la de las grandes tecnológicas, denominados los 7 Magníficos.

El análisis sostiene que hay consenso de que el mercado puede seguir creciendo, pero advierte que el consenso puede ser malo cuando cambian las percepciones y se forma un consenso para salir del mercado. Y el riesgo es que los indicadores macroeconómicos de empleo o actividad comiencen a ser negativos

Otros motores, resaltado en el Briefings del 15 de agosto, son los beneficios de las corporaciones, que son elevados y prometen seguir siéndolo.

Por su parte, analistas de Goldman Sachs explicaron en el New York Times, a comienzos de agosto, que muchos eventos que capturan las primeras planas de los diarios no afectan a los mercados significativamente y que los grandes movimientos son causados por mecanismos y tendencias globales y de largo plazo que afectan los fundamentos de la economía.

Además, con la repetición de shocks, los mercados tienden a desarrollar formas de inmunidad: los mercados son resilentes y no todos los eventos geopolíticos que dominan los titulares de noticias crean un shock duradero.

Un especialista en mercados de Foreign Policy opina, por su parte, también en agosto, que las empresas son resistentes y que en la primera mitad del año tuvieron buenos resultados, aunque pueden sufrir en el futuro por la aplicación de tarifas.

La visión sombría

En la vereda de enfrente, un analista del Financial Times recoge la opinión de un importante inversor que ve algunos paralelismos con lo que ocurrió con el auge de internet a fines de los noventa y que existe una “mentalidad de billete de lotería”, expresión que recuerda la advertencia de Keynes sobre la formación de una “economía casino” y advierte que el índice S&P 500 alcanzó una serie de máximos históricos este mes.

Es así que un indicador de «euforia bursátil» de Barclays -una combinación de flujos de derivados, volatilidad y sentimiento- se disparó al doble de su nivel habitual, entrando en un territorio que en el pasado estuvo asociado con burbujas de activos. En todo el S&P, el indicador que reúne las 500 mayores empresas, las relaciones precio-ventas, precio-flujo de caja, precio-valor contable, precio-dividendos, están todas cerca de niveles récord.

El analista hace referencia a libro de Charles Mackay, Delirios Populares Extraordinarios y la Locura de las Multitudes, de 1841, que analiza diversos casos de comportamientos colectivos irracionales, entre ellos la especulación con bulbos de tulipanes de Holanda, que terminó en una crisis en 1637.

El caso es que el optimismo sobre estos cambios revolucionarios incita a tomar riesgos y a un endeudamiento excesivo, a medida que el comportamiento gregario impulsa una tendencia alcista en el mercado bursátil.

Una de las condiciones que facilitan el auge bursátil es la abundante liquidez generada por los bancos centrales para combatir, primero el impacto recesivo de la crisis financiera-productiva de 2008 y luego el cierre de las economías durante la pandemia. Esta liquidez no fue absorbida en su totalidad por la inversión productiva y se volcó, en parte, a la recompra de acciones por parte de las empresas y, en parte, a la especulación.

Pero no se trata solo de demanda por las grandes firmas. En la ola de creatividad de la pandemia, la de los financistas creó las “acciones-meme” (meme stocks). Estas son acciones de empresas chicas pero popularizadas en las redes sociales, con las que especulan principalmente inversores chinos, sus precios no tienen base en el valor de las compañías y tienen una alta volatilidad. Una de las redes en las que aparecen estas acciones es Reddiot´s/r/wallstreetbets, “apuestas en Wall Street”.

Su surgimiento fue denominado el “fenómeno meme” por el regulador bursátil de EE.UU. (SEC), o “meme stock manía” por algunos comentadores.

Otro canal de especulación reciente es el de las criptomonedas, que llevó la cotización del Bitcoin de 75.000 dólares en 2020 a 115.000 a comienzos de agosto, con grandes baches en el camino.

Las criptos se utilizan principalmente para hacer pagos o acumulación de activos no registrados y está siendo estimulada por la apología de esas monedas que hacen algunos gobiernos, como el de Donald Trump con su proyecto de crear una reserva oficial de criptos y convertir a EE.UU. en «la capital mundial de las criptomonedas» para sacar provecho de la popularización de este activo alternativo altamente especulativo. Algunas empresas de Trump están acumulando criptoactivos y él mismo y sus hijos fundaron World Liberty Financial, la empresa de criptomonedas y crearon las criptos $TRUMP y $MELANIA.

Comentando este fenómeno, el Premio Nobel Simon Johnson sostiene que la legislación promovida por Trump y aprobada por el Congreso está destinada a prevenir una regulación razonable de las criptos y señala que los empresarios de ese mercado han ganado un importante poder de lobby en los últimos años. Esto facilita la expansión de un mercado que no es transparente, que contiene transacciones ilegales, que beneficia a los ricos y que entraña riesgos que no pueden determinarse por la falta de supervisión de los reguladores.

Avance de las criptomonedas en Argentina

Argentina tiene un lugar en el mercado mundial cripto: según el índice de adopción Chainalysis de 2024, ocupa el puesto 15, por encima de Brasil (10), Venezuela (13) y México (14).

Según una información de El Cronista (18/08/2025), casi el 50% de los pagos globales realizados por empresas cripto tiene como destino las cuentas de los trabajadores argentinos.

Latinoamérica representa el 60% de los pagos procesados por empresas de criptomonedas, y Argentina concentra el 73%, seguida por Brasil (9%), Colombia, Bolivia y Venezuela.

En Argentina la utilización de criptos se debe a una búsqueda de refugio ante la inflación y, en años pasados, a la falta de acceso a la compra de dólares. Agentes de Bolsa locales ya ofrecen inversiones en instrumentos vinculados a las cripto y el propio Presidente Javier Milei promocionó la especulativa “meme coin$LIBRA, desarrollada por empresarios con aparentes vinculaciones con él y funcionarios de su gobierno.

Una iniciativa en ascenso es la de las Empresas con el Propósito Especial de Comprar otra compañía (SPAC, según su sigla en inglés), que tuvieron vida antes de la crisis de 2008 y reaparecieron en los 2020´. Estas empresas no tienen operaciones reales, comerciales o productivas, y se forman para juntar fondos destinados a comprar otras empresas o fusionarse con ellas. El empresario Donald Trump utilizó este vehículo para agregar compañías a su grupo.

El entusiasmo también contagió al crédito corporativo, donde el diferencial adicional que pagan las empresas estadounidenses con buena calificación sobre la deuda pública de referencia cayó a 0,8 puntos porcentuales, cerca de su mínimo desde 2005, lo que estimula a las empresas para tomar créditos que pueden dedicar a comprar acciones, inclusive las propias, y otros títulos del mercado. Observando esa tendencia, analistas de Deutsche Bank se preguntaron recientemente si el aumento en el endeudamiento (apalancamiento) para financiar compras de acciones no era una señal de la «euforia más candente» desde 1999 y 2007.

La corriente pesimista está alimentada también por la combinación de los altos niveles de déficit comercial y de la deuda contraída por el Estado para financiarlo. El déficit fiscal de EE.UU. llega al 7,26 % del PBI, mayor que el año anterior y uno de los más altos del mundo. La deuda pública, en aumento, llega al 130% del PBI. Ambos indicadores podrían aumentar por la “Gran y Hermosa Ley” de Donald Trump, aprobada por el Congreso el 4 de julio de 2025, que incluye reducciones impositivas para empresas y ricos.

Otro alimento es la incertidumbre sobre el impacto que tendrán los aumentos de aranceles del gobierno sobre su economía y las economías del resto del mundo, cuyos problemas afectarán, de rebote a la de EE.UU.

Finalmente, el oro se convirtió también en un activo demandado y su cotización aumentó en los últimos años por una demanda en búsqueda de refugio ante la debilidad del dólar y la incertidumbre en la economía mundial. Desde agosto de 2022 el precio al contado del metal aumento un 70% y los futuros de oro un113%. La demanda está compuesta por inversores privados y también por Estados que buscan diversificar la composición de reservas externas, formadas en mayor medida por títulos de deuda en dólares. China es quizá el mayor demandante actual del metal dorado.

Los motores del mercado

¿Qué es lo que mueve a las Fuerzas del Mercado? Una razón puede ser que, como se cita más arriba, hay inversores que consideran que las empresas y la economía de Estados Unidos están sanas y con buenas perspectivas. Otra, es que la volatilidad existente genera, como siempre sucede, oportunidades para las apuestas cortas al alza o a la baja con acciones, títulos públicos, futuros de divisas o de mercaderías o seguros de default de esos títulos. Ambas conductas están facilitadas por la liquidez existente que no encuentra lugar en la inversión productiva o el comercio.

Este sería el aspecto racional, bueno o malo, de la conducta de los actores. Pero en el mercado hay también fuerzas colectivas con poca o ninguna racionalidad individual que pueden conducir a la crisis

Una de ellas es la conducta de manada por la cual inversores con más o menos información tienden a seguir a otros que consideran bien informados y sagaces, sin tener o prestar atención a sus propios análisis o a las alertas que les manda el mercado. En esta conducta influye la distribución insuficiente o asimétrica de la información entre los operadores de un mercado (o de una sociedad), lo que forma parte de las denominadas “fallas de mercado”. Los agrupamientos detrás de una percepción, manadas o consensos, pueden impulsar un alza más allá de lo razonable y también una baja por una huida desordenada de inversores en pánico colectivo.

Dada la interconexión de las economías y la libertad en los movimientos transfronterizos de capital, un pánico en un mercado importante afecta a otros mercados, caídas en los mercados o salida de capitales, inclusive cuando sus condiciones particulares no sean malas.

Otro enfoque, más o menos cercano al anterior, es el que sostiene que los inversores no se mueven por avaricia sino por temor a perderse ganancias que aparecen en las transacciones: es el denominado efecto FOMO, Fear of Missing Out, el cual puede ser más grande que el miedo a perder la plata. Más coloquialmente, el historiador de las finanzas Charles Kindleberger, en su clásico “Manías, pánicos y crashs” dice que, en el alza, hasta los más remisos compran porque sufren cuando ven enriquecerse a un amigo que está ganando en la Bolsa.

Este tipo de conducta refiere también a la teoría del deseo mimético del antropólogo francés Rene Girard, según el cual las personas forman su deseo en función de lo que desean otros, en un determinado contexto social, que, en este caso, sería el de las condiciones e impulsos vigentes en el mercado. En términos generales, según la teoría, el deseo mimético genera cohesión social. Pero si esto funciona en un mercado entusiasmado va a generar masividad en una aventura especulativa de consecuencias ruinosas.

Ahora solo cabe esperar que el auge sea explicado realmente por factores reales y sea sustentable o que esta vez no sea diferente y que se esté produciendo una burbuja insustentable preludio de una crisis.

Julio Sevares
Integrante
Departamento de Relaciones Económicas Internacionales
IRI-UNLP